sábado, 23 de octubre de 2021

Elizabeth cocina en el extremo oriental de las Pampas Rioplatenses

I Cocineros argentinos

Conocí a Elizabeth Sponton a través de sus recetas. Bueno, en realidad, fue a partir de las imágenes que publicaba de sus platos en un grupo privado de Facebook.

las imágenes pertenecen a Elizabeth Sponton

Muchas veces uso los grupos privados de Facebook dedicados a la cocina para difundir mis escritos. Pero, como he comprendido ya hace muchos años, para que lo que uno enseña sea productivo es necesario asociarlo a lo que uno recibe, a lo que uno aprende de los demás. Es en ese intercambio, es en ese aprender y enseñar, donde crece el conocimiento sobre una materia particular, en este caso, la cocina como bien cultural. Es por ello que me demoro bastante tiempo en leer las publicaciones que otros hacen en estos grupos. La sección “Revisiones” de El Recopilador de sabores entrañables tiene muchos artículos originados en estas lecturas y aprendizajes.

Cada grupo tiene su propia impronta, su propio carisma. En ellos, las oportunidades para aprender son muchas. En varios de estos lugares hay personas eruditas, e inclusos sabias, en alta cocina de las que me alimento permanentemente. Aunque el centro de mis intereses está en la comida cotidiana argentina, me gusta demorarme, por ejemplo, en las indicaciones técnicas de cómo se cocinan ciertos platos en el lejano Oriente o en la cercana Europa.


Cocineros Argentinos es uno de esos grupos. Me atrajo especialmente por su promesa de reflejar esa cocina cotidiana sobre la que indago. Imaginaba que yo iba a ser una rara avis allí. Imaginaba a todos los miembros mostrando los platos que cocinaban y yo, lo que cocinaban otros. Pero los grupos no suelen ceñirse estrictamente a sus características propias. Hay allí quienes publican lo que cocinan, como es el caso de Elizabeth, hay quienes muestran su blog en el que presentan recetas propias con vocación didáctica, hay quienes presentan recetas que encuentran al boleo en la internet… hay, incluso, cocineros españoles que publican allí recetas que poco tienen que ver con la cocina argentina.

No es necesario que confiese al lector avisado que, cuando recorro el grupo, lo que más me interesa son los comentarios y fotografías de quienes dan testimonio de su tarea cotidiana frente a los fuegos. Entre estos miembros, se destacan las fotografías de Elizabeth que nos hablan de un estilo de cocina que incluye tanto un asado a la parrilla, hecho a la manera de los orientales, como platos tradicionales de la cocina rioplatense… y algunos que nos lo son tanto. Pero Elizabeth, “cocinera argentina”, no cocina en La República Argentina.

II La cocina neo criolla rioplatense

Hay varias notas de interés en sus recetas. La primera es que sólo muestra fotografía hasta que le pedís más información. Ella escribe, entonces, unas notas parcas, pero precisas, reveladoras de lo que estás viendo en las fotografías.


Su repertorio de recetas se inscribe en el acervo culinario de la cocina neo criolla con la que me crié en un barrio suburbano de Buenos Aires. Esa cocina que se formó en este rincón del planeta entre fines del siglo XIX y principios del XX y que, aunque muchos la intenten rechazar, sigue siendo la base de nuestra dieta. Esa que nos ilumina con sus platos clásicos (lengua a la vinagreta, matambre arrollado, zapallitos rellenos) que nos llegan desde viejas recetas familiares.

Todo eso está en la cocina de Elizabeth. Puede hacer un estofado de carne e, incluso, siguiendo la receta de su madre, un queso de cerdo tradicional. Pero no se queda allí. Usa técnicas menos frecuentes en la tradición neo criolla como rebozar pescados en pasta orly (ella la denomina “crema de cerveza”) o introducir una vuelta de tuerca con ciertos platos como sus buñuelos de algas.

Todo eso tienen las recetas de Elizabeth, todo eso que forma parte de la identidad culinaria a la que pertenezco. Todo eso me interesa, en especial por un detalle significativo. Elizabeth vive en Rocha. Bien metida en el este de la República Oriental de Uruguay, a casi 450 km de Buenos Aires, si se cruza el río en ferri, y casi el doble, si se va por carretera.


Su cocina es evidencia de lo que siempre pensé. La cocina argentina no tiene fronteras, cada región culinaria está inserta en un área mayor que abarca buena parte de Nuestra América. La cocina de la Llanura Pampeana, por ejemplo, y este es el caso, no sólo abarca la ciudad y la provincia de Buenos Aires. Su extensión incluye el este de la provincia de San Luis, el norte y el este de La Pampa, el sur de Córdoba y Santa Fe, las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en La Argentina; la República Oriental y el estado de Río Grande do Sul en la República Federativa del Brasil.

Esta es tierra de gauchos, mate amargo, churrascos y asados; es tierra de inmensas llanuras feraces y de grandes puertos (Buenos Aires, Rosario, Montevideo, Porto Alegre). En esa enorme extensión se encuentran Rocha en Uruguay y el barrio de Mataderos en la Ciudad de Buenos Aires.

III La cocina de Elizabeth

Es curioso cómo suelen cambiar las perspectivas entre distintas personas. Cada vez que Elizabeth habla de sus recetas, no hace más que repetir, casi como una disculpa, que su vida no tiene que ver con la gastronomía, que nunca estudió cocina. (1) Yo que recopilo las recetas familiares cotidianas, no puedo más que bendecir el hecho.


Efectivamente, trabajó treinta años como encargada del gimnasio del Club Deportivo Unión de la ciudad de Rocha, donde ella nació, se crió y vive. Allí cocina en su casa para ella y su compañero. Con los años se construyó una casa de fin de semana, que ella llama “el rancho”, a treinta kilómetros de allí, en La Paloma. “El rancho” está situado muy cerca del mar en la misteriosa, encantadora y amable costa de Rocha. Algo de las historias de piratas y naufragios y guerras e intercambios entre España y Portugal anda por sus fogones.

Desde que ella y su compañero se jubilaron pasan muchos días en “el rancho”, donde su hermana suele sumarse a la mesa. Allí, cocina relajada con sumo placer. Casi todas las fotos que publicó en Cocineros Argentinos son el registro de su cocina cotidiana en ese balneario de la República Oriental.


Elizabeth aprendió a cocinar con su madre. Nos dice que a “ella le gustaba (cocinar) aunque nunca estudió”… y agrega, en “casa se hacían las famosas carneadas y ella hacía los chorizos, las morcillas, butifarras, queso y, en grandes cajones de madera, se conservaban las carnes y los tocinos”. (2)

Elizabeth nunca estudió cocina, pero confiesa que con los grupos de Facebook y los programas de televisión, se aprende mirando.

IV Los enlaces a las recetas

Los invito a asomarse por la ventana la cocina del “rancho” de nuestra amiga oriental y preparar con ella matambre relleno, postas de sargo marinadas en crema de cerveza, buñuelos de algas, queso de cerdo, zapallitos rellenos, ñoquis con estofado, bizcochos con chicharrones y torta de manzana y naranja.

Notas y referencias:

(1) 2020, Elizabeth Sponton a Mario Aiscurri, correo-e del 22 de octubre

(2) Ídem.


Queso de cerdo

Este fiambre de sabores entrañables tiene múltiples denominaciones, desde cabeza de jabalí hasta queso de chancho. Esta última es llamativa porque su preparación nada tiene que ver con un queso.

I Sabores entrañables

Mi abuela lo preparaba en las carneadas de junio en su chacra en el Partido de Nueve de Julio. Tiene tan poco tiempo de conservación como de resistencia al antojo. De modo que, cuando llegábamos a la chacra en enero para disfrutar de nuestra vacaciones, siempre algo quedaba, pero muy poco. Alguna vez, llegaba a Buenos Aires un buen trozo que mi abuela incluía en la encomienda que solía mandar y que mis padres retiraban de la estación Tapiales del Ferrocarril Belgrano Sur.

Las imágenes pertenecen a Elizabeth Sponton

Algunas de mis tías, conseguían sus porciones que también eran enviadas desde el campo o desde las ciudades del interior de la Provincia de Buenos Aires, donde sus parientes lo elaboraban. Por eso no me extraña que Elizabeth Sponton haya aprendido a prepararlo en la ciudad de Rocha en plena campaña de la República Oriental.

II Una receta cuyo origen se remonta a la Edad Media de la Europa feudal

La receta de queso de cerdo (de chancho decía mi abuela) es muy antigua y tiene su localización en distintos países del Occidente Europeo, sobre todo en Francia y España desde dónde se difundió por toda Nuestra América.

Francisco Abad Alegría explica que, en el mundo feudal europeo, el cerdo era un animal muy apreciado por los siervos de la gleba y que su crianza y su alimentación en tierras comunales eran toleradas por los señores feudales. Ocurría que el cerdo mitigaba el hambre de los sectores más humildes de la población porque permitía acumular una buena proporción de carnes en conserva. Además, su alimentación no requería de grandes dispendios. (1)

La tradición de criar “el puerco de la familia” proviene de aquellas épocas y fue traída a América Española en tiempos de la conquista y refrendada por las inmigraciones de fines del siglo XIX y principios del XX.

La Matanza del cerdo se llevaba a cabo, en España, con los primeros fríos del otoño. Generalmente coincidía con el día de San Martín (11 de noviembre). De allí proviene el refrán castizo que reza “A cada puerco le llega su San Martín”. (2) En el extremo sur de Hispanoamérica no es posible hacerla en esa fecha. La carneada, entonces, se debe llevar a cabo a principios de invierno, cuando los días son más fríos, es decir, a partir de fines de junio.

En estas carneadas, se usaba todo el animal para hacer las “facturas” que habrían de conservarse por un año (chorizos, jamones, morcillas, tocino, etc.). El queso de cerdo resulta del aprovechamiento de la cabeza.

III Sobre la denominación

En su libro, Francisco Abad Alegría nos dice:

“Un peculiar embutido “no embutido” es el denominado cabeza de jabalí, queso o fromage de jabalí o cerdo. Se trata de una masa que se compone de trozos de cabeza, piel y alguna zona magra añadida a las propias de la cabeza (lengua, carrilleras); los trozos, medianamente picados se cuecen prolongadamente, hasta que las zonas coriáceas cedan en forma de colágeno, dejando escasas resistencia al morder. Entonces se une todo y se salpimienta generosamente, en caliente. Como el colágeno está semifundido el mero hecho de compactar la masa cárnico-cartilaginosa, embutida en un recipiente cerámico o de madera, y prensar el conjunto con algún peso hará un formado (fromage, (SIC) conformado, moldeado) que al enfriar tendrá suficiente resistencia como para ser troceado en lonchas o tacos.” (3)

En España, según el mismo autor, esta preparación es algo más tardía, porque era frecuente usar la cabeza del cerdo para agregar a las carnes utilizadas para hacer butifarras. De modo que en una primera etapa, la cabeza o formage de jabalí era un plato de mesas refinadas, en la Península Ibérica. Yo mismo he visto recetas modernas de queso de chancho embutido en tripa gorda que se parecían más a una butifarra que al queso que yo conocía. (4) En los recetarios franceses el queso de cerdo aparece en el siglo XIV; en los españoles, recién en el siglo XVII. (5)


¿Cuánto habrá tenido que ver la proximidad fonética entre formage (dar una forma) y fromage (queso) para que se imponga la denominación “queso de cerdo”?

IV Las recetas y la fórmula de Elizabeth

La receta de Elizabeth se destaca por su simpleza. Sólo lleva la carne de la cabeza y no se embute en tripa, molde, o cuero alguno.

He visto recetas que agregan codillo de cerdo (parte de la pata que equivale al ossobuco vacuno) y otras carnes. También hay una variedad de opciones en relación con el material o el instrumento que sirve para dar el formato final. Elizabeth hace una bolsa con una media de nylon, su madre lo hacía con un paño específico parecido a una gasa. Pero mi abuela creaba una bolsa con cuerito de cerdo hervido.

Desde hace ya mucho tiempo es difícil contar con este fiambre en la gran ciudad. Salvo en casos excepcionales, no hay carnadas en los barrios. Además, el habitante citadino se ha formado el hábito de reemplazar las facturas de cerdo hogareñas por los productos adocenados de la industria alimentaria.

La receta de Elizabeth que publico a continuación, se puede hacer fácilmente sin requerir habilidades especiales. Son pocos los lugares en los que se puede conseguir cabezas de chancho en Buenos Aires; pero los hay. De modo que, el lector interesado podrá hacer queso de cerdo sin dificultad.

De este modo tendrá la oportunidad de acceder a sabores infrecuentes e inesperados y sentirse un invitado a las mesas de los señores feudales donde este majar era muy apreciado.

Queso de cerdo

Fuente (fecha)

Elizabeth Sponton (2020) (6)

Ingredientes

Para la cocción de la cabeza:

Cabezas de cerdo 2.

Laurel 4 ó 5 hojas.

Pimienta negra en grano 1 puñadito.

Cebolla 1.

Sal al gusto.

Agua.

Para el adobo:

Laurel.

Ají picante.

Pimentón.

Orégano.

Ajo.

Perejil.

Pimienta molida al gusto.

Preparación

1.- Colocar las cabezas en una olla a presión con laurel, pimienta en grano y la cebolla partida en dos.

2.- Agregar agua hasta cubrir las cabezas y cocinar. Está cuando la carne se desprende sola de los huesos. En una olla a presión, tarda una hora o un poco más. En una olla común, tres horas. (ver comentarios de Elizabeth)

3.- Desprender la carne de los huesos y picarla con las orejas, el cuero, los sesos y la lengua.

4.- Condimentar con sal, pimienta molida, y el adobo. (ver comentarios de Elizabeth)

5.- Poner la carne en una media de nylon a la que se ha quitado la parte del pie. Se deben atar los dos extremos con nudos de manera tal que las carnes queden bien apretadas. (ver comentarios de Elizabeth)

6.- Llevar la media con las carnes al caldo hirviendo por unos minutos más para que la gelatina de la carne se una nuevamente.

7.- Sacar la media y ponerla en una fuente grande con un peso encima hasta que se enfría. Por lo general, toda la noche.

Comentarios

De Elizabeth:

1.- Tiene una olla a presión de 10 litros en la que puede cocinar dos o tres cabezas. Esa es la medida que utiliza para su receta.

2.- Usa ají puta parió.

3.- El condimento de las carnes cuando están picadas es muy importante. Debe ser intenso porque tiene que volver al hervor.

4.- Las mejores medias son las que usan las señoras hasta las rodillas. Su madre tenía una tela que usaba sólo para esta operación. Era como una gasa grande. En el momento en que se presiona la bolsa para lograr el resultado final, la mezcla tiene que escurrir. Para eso la tela que tenía su madre era ideal.

Míos:

1.- Elizabeth cocina las cabezas en una olla a presión. El tiempo de cocción en una olla común es una estimación. Su madre no es referencia porque hacía la cocción con fuego a leña. De todas maneras la indicación del objetivo es bien precisa: las cabezas están cocidas cuando la carne se desprende sola de los huesos.

V En los recetarios históricos argentinos

La presencia del queso de chancho en los recetarios históricos (1888-1950) argentinos es significativa. El dato no es menor porque nos habla de una gran difusión de esta preparación en los ámbitos en donde prima la cocina burguesa, generalmente, sistematizada por el academicismo francés, que esas colecciones recogen. (7) Recetas como la de Elizabeth, o las referencias a la de su madre y la de mi abuela, nos dicen que otro tanto ocurre en los fogones estrictamente populares.

Es curioso, a su vez, la escasa presencia en los recetarios españoles contemporáneo (1892-1933) que he consultado. Encontré sólo una receta en ellos (8) y ninguna referencia en los autores clásicos del período como Ángel Muro, Pardo Bazán y Dionisio Pérez. (9)

He encontrado recetas en varios de los libros que habitualmente consulto, esto es en Teófila Benavento, Marta, Doña Petrona y en Hijas de María y Santa Filomena de Tucumán. (10) No las hay en recetarios de Juana Manuela Gorriti, Doña Lola y José Eyzaguirre. (11) Fuera del período consultado, encontré recetas también en el libro de Juan Carlos Martelli y Betriz Spinosa sobre la cocina criolla. (12)

Me interesa destacar tres de ellas y realizar someros comentarios sobre las mismas. En Primer lugar, la receta de Teófila Benavento (pseudónimo de Susana Torres de Castex) que se encuentra en el recetario más antiguo editado en La Argentina y que puede caracterizarse como estricto representante de la cocina burguesa. En segundo término, la receta de doña Petrona debido a que su libro supone la propuesta de una cocina burguesa permeable a la cocina popular. Finalmente, Martelli y Spinosa publican dos recetas, una de origen popular que los autores han recopilado y otra debida al prestigioso cocinero conocido como el Negro Gonzaga.

Teófila Benavento tiene una receta bajo el nombre de “Queso de chancho” en la edición de su obra de 1895. Sólo utiliza la carne de la cabeza del cerdo y, para darle forma, realiza una bolsa con parte del cuero de la misma cabeza o con un lienzo en la que embute la carne de la cabeza bien picada. No aclara qué partes de la cabeza usa en el picadillo. (13)

Doña Petrona, consulté la edición de 1942, expone una receta de “Queso de cerdo” en el capítulo dedicado a los fiambres. El picadillo se hace con la cabeza del cerdo, a la que se ha partido por la mitad y quitado los sesos. Agrega otras carnes, tocino y lomo de cerdo. Para darle forma, envuelve el picadillo en tela de vaca o cuerito de cerdo, el resultado es envuelto en una servilla que cose apretada y lleva a nuevo hervor. El procedimiento termina con un prensado del paquete. (14)

Veamos ahora las dos recetas de queso de chancho que Juan Carlos Martelli y Beatriz Spinosa incluyeron en su libro de cocina argentina criolla. La primera lleva carne, cuero y orejas provenientes de la cabeza de cerdo. Para el armado, se pone el picadillo obtenido de la cocción de esas carnes en un recipiente (no indica el tipo), se le coloca un peso encima y se deja reposar hasta el día siguiente.

La otra fórmula está tomada del recetario del Negro Gonzaga (no agrega cita erudita que indique edición). La fórmula es bastante heterodoxa. Por un lado, los elementos cárnicos no provienen de la cabeza de cerdo ni son exclusivos de este animal (la lista es patas de vaca, carne de cerdo desgrasada, lengua de ternera y tocino ahumado). Por el otro, el picadillo se coloca en un molde mojado, se tapa y se lleva a la heladera sin someterlo a escurrimiento ni a presión alguna. (15)

Notas y bibliografía:

(1) 2017, Abad Alegría, Francisco, En busca de lo auténtico (Raíces de nuestra cocina tradicional), Gijón, Trea S. L., pp. 48-49.

(2) 2006, Román, Miguel A., “A cada puerco le ha de llegar su San Martín”, en Libro de Notas / En casa de Lúculo, leído el 2 de noviembre de 2020 en http://librodenotas.com/encasadeluculo/9954/a-cada-puerco-le-ha-de-llegar-su-san-martin.

(3) 2017, Abad Alegría, Francisco, Op. Cit., pag. 183

(4) 2017, Alba Esteban, “Queso de cerdo casero”, leído el 2 de noviembre de 2020 en https://cookpad.com/ar/recetas/2463065-queso-de-cerdo-casero.

(5) 2017, Abad Alegría, Francisco, Op. Cit., pp. 111 y ss, 183.

(6) 2020, Elizabeth Sponton a Mario Aiscurri, correo-e del 22 y el 30 de octubre y 4 de noviembre.

(7) Utilizo las expresiones “cocina burguesa” y “cocina popular” porque se acomoda más a la tradición culinaria argentina, donde las expresiones “cocina imperial”, “cocina señorial” o “cocina cortesana” carecen de sentido. Los recetarios argentinos que se publicaron entre 1888 y 1950 la representan. Esos recetarios fueron escritos como guías para que las señoras de las clases altas instruyeran a sus empleadas domésticas dedicadas a las tareas de la cocina. Con la aparición de una importante clase media en nuestro país, los recetarios empezaron a ser escritos para que los usen las amas de casa cocineras. Doña Petrona representa una suerte de bisagra entre las dos épocas.

(8) 1892, S/A, El cocinero práctico, Madrid, Saturnino Calleja, 12° edición, pp. 160-161.

(9) 2013, Pardo Bazán, Condesa de, La cocina antigua española, Madrid, Compañía Ibero-Americana de publicaciones S. A. Renacimiento.
1919, Muro, Ángel, El Practicón, Madrid, Librería Antonio Rubiño Editor, 30° edición (1° edición 1894)      
1929, Pérez, Dionisio, Guía del buen comer español, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra.

(10) 1895, Benavento, Teófila, La perfecta cocinera argentina, duodécima edición, Buenos Aires, Tusquets, 2020, 1° edición de 1888, pag. 110.  
1957(c), Cocina tradicional argentina por Marta, Buenos Aires, Distal, nueva edición de La cocinera criolla, facsímil de una edición más moderna (no indica fecha), 2010 (1° edición 1914), pag. 47
.     
1942, Gandulfo, Petrona C. de, El libro de doña Petrona, Buenos Aires, 1942, edición 11° (1° edición de 1934), pp. 83-84.  
1974, Congregación de Hijas de María y Santa Filomena de Tucumán, El arte de cocinar, San Miguel de Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 6ª edición (impresión) de 2011, pp. 182-183(1° edición 1925c).

(11) 1890, Gorriti, Juana Manuela, Cocina ecléctica, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor (Librairie Générale), 1890.     
1944, L. P. de P., El arte de la mesa. Recetario de doña Lola, Buenos Aires, Guillermo Kraft LTDA.       
1946, Eyzaguirre, José, El libro del buen comer, Buenos Aires, Editorial Saber Vivir, 1946, 2° edición.

(12) 1991, Martelli, Juan Carlos y Spinosa, Beatriz, El libro de la cocina criolla, Buenos Aires, Edicol, pp. 30-32.

(13) 1895, Benavento, Teófila, Cit.

(14) 1942, Gandulfo, Petrona C. de, Cit.

(15) 1991, Martelli, Juan Carlos y Spinosa, Beatriz, Cit.


sábado, 16 de octubre de 2021

Viaje en tren desde El Recreo hasta la ciudad de Córdoba (1884)

Eduardo Gutiérrez (1851-1899) fue un prolífico escritor argentino. Sus textos contaron con gran número de lectores porque eran publicadas en los folletines de los periódicos porteños. Sus obras más reconocidas fueron: Juan Moreira (1879) y Hormiga Negra (1881).


Un viaje infernal relata las aventuras y desventuras de dos amigos militares que se dirigen desde La Rioja a Buenos Aires. Son acompañados por dos comerciantes ingleses y otros pasajeros circunstanciales. Es una de las obras menos conocidas y menos estudiadas del autor. Fue publicada como folletín en el diario La Crónica de Buenos Aires (1) y, como libro, en el año de la muerte del autor. Los fragmentos que transcribo a continuación pertenecen a ella.

El relato ficcional describe un viaje entre La Rioja y la Ciudad de Buenos Aires. El autor pone énfasis en la caracterización de la vida rural en parajes alejados de una imprecisa geografía de las provincias de la Rioja y Catamarca (2) que contrasta con la vida en las grandes ciudades argentinas, Córdoba, Rosario y Buenos Aires. La comida popular y criolla, la que se come en el campo es valorada, más por los ritos de comensalidad que por sus atributos organolépticos, frente a la cocina de fonda a la que puede accederse en las ciudades modernas. En este juego de contrastes, la ciudad de Córdoba aparece como un espacio de transición entre los dos mundos considerados. (3)

El viaje se desarrolla en tres etapas, diferenciadas por el medio de transporte utilizado, a saber: mula desde La Rioja hasta la estación de ferrocarril San Pedro (Provincia de Santiago del Estero); tren hasta las ciudades de Córdoba y Rosario y vapor hasta Buenos Aires. Los fragmentos incluidos en este artículo corresponden al segundo tramo del viaje. Los personajes viajeros son cinco. Los oficiales Lagos y Herrera, los ingleses Ireloir y don Ricardo y el relator, que también es soldado. El relato comienza con los viajeros tomando el tren con destino a la Ciudad de Córdoba en la estación de San Pedro (Provincia de Santiago del Estero). El relato llega a ser sorprendente por las actitudes de los tres jóvenes militares que confrontan con la avidez de unos jóvenes diputados y roban un paquete de comida a un viejo y un chifle con agua a una viajera, también de edad avanzada, como si se tratara de hechos naturales.

Viaje en tren hasta la ciudad de Córdoba

Los diputados nacionales y las provisiones en el tren

“Con el pesar de aquel que ve suspendida una función teatral predilecta, nos retiramos de San Pedro, sin haber podido conocer nunca el resultado de aquella tremenda batalla, ni como concluiría aquella célebre cuestión de límites.

”Tomamos el tren que pasaba para Córdoba y que debía demorarse aquella noche en El Recreo, de donde salían mensajerías para otras provincias.


”Pocos pasajeros llevaba el tren: dos diputados que venían a incorporarse al Congreso y unas seis mujeres, dos de las cuales iban hasta Quilino y cuatro a Córdoba.

”Los dos diputados dormían apaciblemente un sueño de felicidad suprema, a juzgar por la expresión risueña de sus fisonomías.

”Sin duda soñaban que les aumentaban el sueldo y la partida de viaje.

”Reposaban las cabezas llenas de ilusiones sobre las petacas que les servían de almohada.

”Las mujeres tenían los ojos hinchados por el sueño, porque no se habían atrevido a dormir en presencia de los dos padres de la patria.

”¡Cómo era posible dormir delante de dos diputados al Congreso! no era decente ni respetuoso.

”El tren empezó a rodar y bien pronto los ronquidos de los padres de la patria empezaron a hacerse insoportables.

”Don Ricardo, que al ver mujeres había sentido una fuerza de inspiración estupenda templó su guitarra y se puso a cantar una Zamba que hizo titilar a los dos diputados, que, por lo que podía ser aquello, se abrazaron estrechamente a sus petacas.

”Bien pronto fueron cayendo al vagón los empleados de encomiendas y los guardatrenes, no cayeron también los maquinistas porque se les sacó con cajas destempladas.

”Los diputados miraban a don Ricardo como una especie de masón remitido allí por el diablo expresamente para turbarles el sueño, y a cada momento se persignaban rezando en voz baja sus más eficaces letanías.

”Nosotros no habíamos alzado en San Pedro más que unas pocas tortas fritas y un cuarto de cabro asado, que sacamos aguzados por el hambre, y nos pusimos a comer, previa invitación a las pasajeras y a los diputados, que aceptaron en el acto, acercándose y olvidando que don Ricardo era un enviado de la masonería infernal.

”Mientras cortábamos unas rebanadas para obsequiar a las damas, los diputados se le acomodaron al cabro con tal fe, que si nos descuidamos no nos hubiera quedado ni los huesos para roer.

”Eran tan enormes los bocado que cortaban, que para llevárselos a la boca tenían que hacer esfuerzos supremos, no sabiendo después como darlos vuelta.

”Fue preciso que cada uno cortase un buen pedazo para sí, si quería salvar algo de aquella formidable carga de asalto.

”Desconsolados los diputados, sin duda porque no habían podido dar fin y remate al cabro se retiraron con sus petacas a los asientos que habían ocupado desde el principio.

”Allí abrieron sus petacas, de donde sacaron ocultamente unas quesadillas y unas tabletas.

”Nosotros dimos por bien empleado el cabro que habíamos perdido creyendo que nos irían a invitar, pero no fue malo el chasco que nos dimos.

”Se taparon con los ponchos hasta la cabeza como quien se prepara a dormir la siesta, y bien pronto los sentimos comer con una avidez y un entusiasmo digno de una paliza

”Pronto nos llegó la hora del desquite.

”Don Ricardo destapó la damajuana de vino, invitando primeramente a las damas en alta voz para ser sentido por los diputados, quienes sabiendo de lo que se trataba, dejaron caer los ponchos y se acercaron al vino como se habían acercado al cabro.

”Y con su más amistosa sonrisa estiraban ya la mano creyendo que don Ricardo les daría la damajuana para que se sirvieran, cuando éste la tapó flemáticamente diciendo.

”Nosotros tenía muchas ganas de tabletas y quesadillas y ustedes no convidar nosotros; ustedes tener muchas ganas de vino y nosotros no convidar ustedes.

”Los diputados pusieron las caras más elegíacas que pueda imaginarse y se retiraron a sus asientos con más ganas de llorar que de responder una palabra.

”Y debían tener grandes deseos de tomar un trago de vino porque el atracón de tabletas había sido formidable.

”Fue tal la expresión que conservaron los diputados en sus fisonomías que las damas aquellas no se atrevían a mirarlos por temor de que estallase en una carcajada la risa que jugueteaba sobre sus labios.

”Don Ricardo, entonces, nos refirió un cuento de unos viajeros que llevaban comida, entre otros viajeros hambrientos y que fueron asesinados una noche para robarles la comida.

”Desde aquel momento, los diputados no nos quitaron la vista de encima, y a la primera parada que hizo el tren, salieron del vagón para no volver más.

”Cuando el tren siguió su marcha, viendo que no había otro coche de pasajeros, preguntamos al guardatrén que había sido de los diputados.

”No sé porque no han querido volver aquí, nos dijo el empleado; han preferido seguir viaje en un vagón de carga: algo les habrán hecho ustedes.

”Aquello había sido simple obra del cuento de don Ricardo.

”Sin duda los diputados habían creído que seríamos capaces de asesinarlos para robarles las quesadillas y los dulces que llevaban en las petacas.” (4)

Pan relleno de chorizo

“A la noche llegamos al Recreo, estación que por su nombre nos prometía algo bueno.

”Llevábamos una sed de todos los diablos y un hambre que no quería ser menos que ella.

”¿Cómo en el Recreo no habíamos de encontrar agua buena y algo que comer?

”Pero nuestra desilusión fue grande cuando bajamos del tren.

”En el Recreo no había ni siquiera un poco de aguardiente para calentar agua, ni más agua que la que servía para proveer a la locomotora, un agua terriblemente salobre, que no había gañote capaz de soportar.

”Es muy tarde, nos contestaban los empleados de la estación; tengan ustedes paciencia hasta mañana, que tendrán todo cuanto necesitan.

”Fuera de la estación y bajo el alero que rodeaba el edificio para guarecerlo del sol, había una cantidad de catres tendidos.

”En aquellas camas privilegiadas dormían los empleados de la estación y los pasajeros y pasajeras que esperaban el tren o las mensajerías para seguir viaje a la madrugada siguiente.

”/…/.

”El telegrafista del Recreo, /…/, vino a nuestra ayuda con una noticia maravillosa. Uno de aquellos durmientes al aire libre, era dueño de un envoltorio de provisiones de boca, donde había visto él varias gallinas rellenas y un pan francés enorme escarbado y lleno de huevos con chorizos.

”/…/.

”El tacaño vejete se había puesto la almohada el envoltorio de fiambres, de modo que era imposible sacárselo sin moverlo, e imposible moverlo sin despertarlo.

”Suceda lo que suceda, es preciso comer esta noche, dijo don Ricardo; y despierto o dormido, el vejete no tendrá más remedio que aflojar las provisiones.

”Nos metimos dos abajo del catre, uno a la cabeza y otro a los pies.

”El de la cabeza empezó a tirar suavemente del envoltorio, primero, hasta que tuvo donde aferrar las dos manos y entonces sacudió un tirón espantoso.

”El pobre viejo, despertado bajo impresión tan brusca, quiso tirarse del catre por la cabeza, pero entonces el que estaba a los pies lo trincó de las cachirlas y empezó a imitar un perro que muerde irritado.

”El pobre viejo, creyendo sin duda ser víctima de algunos perros atraídos allí por el olor de los fiambres, no se atrevió a bajar del catre, y poniéndose de pie empezó a dar grandes voces de auxilio.

”Pero el mayor Herrera había tenido tiempo de disparar con el lío de los fiambres, y el que estaba de pie pudo hacer lo mismo con los magníficos ponchos de guanaco.

”Todavía conservábamos un poco de vino en la damajuana, con lo que nos prometimos la más soberbia noche de nuestra vida.

”Y formamos campamento a bastante distancia de la estación para no ser vistos y poder comer tranquilamente.

”Entre tanto el vejete había puesto en terrible confusión a pasajeros y empleados, dando gritos formidables de que los perros lo querían comer.

”Tranquilizado un poco porque por allí no se veía el menor vestigio de perro, empezó a buscar su lío de comestibles, echándose a llorar como un recién nacido cuando vio que había desaparecido.

”Ahí tiene para lo que sirve tacañear la comida, decía una vieja que dormía cerca del sanjuanino, si nos hubiera mezquinado un bocado de sus gallinas, nadie se las habría robado.

”Pero de todos modos me hubiera quedado sin ellas, gimió el vejete, porque como los dulces de Juana, todo se habría ido en convidadas.

”¡Ay mis gallinitas! ¡quién me las habrá robado!

”Entre tanto, metidos en un vagón nosotros, no perdíamos un detalle de la cómica escena, ni bocado de las gallinas, que iban quedando reducidas al más limpio esqueleto.

”Aquello era un comer formidable, como que hacía tres días que ayunábamos.

”Y aquel pan francés relleno de chorizos con huevo y aquellas gallinitas tiernas y gordas, estaban también preparadas, que cualquiera observación a su respecto, habría sido de la más terrible injusticia.

”En vano el viejo ayudado de los empleados de la estación y otros pasajeros hicieron todo género de pesquisas para hallar las gallinas.

”¡Qué habían de encontrar, si las estábamos comiendo metidos dentro de un vagón!

”¡Y qué ricas estaban! ¡De cada bocado les sacábamos media libra de comida.

”/…/. (5)    

El agua, un bien escaso en Córdoba

“Acababa de amanecer un día precioso verdaderamente, y el sol se levantaba dorando el contorno de aquellas sierras magníficas cubiertas de vegetación.

”Todos los pasajeros íbamos medio locos de sed, no se hallaba más agua que la de las Estaciones, y ésta era bebible solamente para la locomotora.

”Uno que no pudiendo resistir más la sed, se animó a tomar dos tragos haciendo cada visaje que no había más que pedir, tuvo por todo el resto del día los famosos efectos del Bálsamo de Fierabrás con que don Quijote quiso curar las mataduras de Sancho Panza.

”Los que aún llevábamos vino tomamos de a pequeños traguitos, no sólo porque éste aumentaba la necesidad de agua, sino porque no queríamos concluir por domar monas.

”Don Ricardo tenía tan seca la boca, que había tenido que abandonar sus eternas canciones, suspendiéndolas hasta que encontráramos agua.

”Y lo peor de todo era que se nos decía que hasta después de la estación Quilino, no hallaríamos agua bebible.

”Pero Quilino es un pueblo de gente que debe tener la necesidad del agua, decíamos. ¿Cómo es posible que no haya agua que beber?

”La hay, sí, pero sólo la que cada cual atesora en su casa, porque tiene que ir a buscarla muy lejos, o esperar que llueva, cosa que no sucede con frecuencia.

”Por eso es que cada uno viaja con su damajuana de agua, más estimable que el vino mismo, por su misma escasez.

”No había otro remedio que conformarse; pero, ¿cómo aguantar la sed hasta la noche, en que llegaríamos a Quilino, y donde tendríamos que ir a buscar y a mendigar un poco de agua?

”Los que sabíamos vivir, no ignorábamos que en Quilino había agua en alguna parte, y habiéndola en alguna parte la tendríamos nosotros.  

”Por un par de reales, la misma agua era capaz de venirse hasta nuestros estómagos.

”El dinero, en aquellos mundos, es la piedra de toque; lo que hay es que se necesita saberlo emplear con un tino excepcional.

”/…/.

”/…/ nos prometíamos en Quilino, obtener la mejor agua, con la simple oferta de un medio, o la presencia de un real.

”Pero la sed era devoradora y no íbamos a poder resistir hasta Quilino.

”En el tren había agua: una vieja que iba hasta Córdoba llevaba un chifle con agua, del que no quitábamos al vista un momento, esperando que la vieja se durmiera para robárselo.

”Pero la vieja adivinando sin duda nuestras intenciones, tenía tanta intención de dormir como de morirse.

”/…/.

”Aprovechando el primer momento de distracción, el Mayor Herrera, con un movimiento desconocido por su rapidez, aún en el mismo dominio de la electricidad, le arrebató el chifle a la vieja, y antes que ésta pudiera darse cuenta de la cosa se lo había llevado a los labios.

”/…/

”Tal fue la impresión que produjo en la vieja cordobesa /…/, que se desmayó ella misma después de haber llorado como un recién nacido.

”Como compensación a su agua con anís, un riquísimo anisado tucumano, la extendimos sobre unos ponchos para que pasara su desmayo, y nos preparamos a echar una siesta para matar el tiempo que nos separaba del famoso Quilino. /…/.

” /…/. (6)

Notas y Bibliografía: 

(1) 1884, Gutiérrez, Eduardo. Un viaje infernal, Buenos Aires, Juan Schürer – Stolle, 1899, publicado originalmente como folletín en el periódico El Correo de la ciudad de Buenos Aires.

(2) El texto sostiene que el viaje comienza en La Rioja, aunque no específica si se trata de la ciudad capital de la Provincia. Independientemente de ello, hacer el recorrido en mula hasta la estación San Pedro (ubicada en Santiago del Estero, casi en un punto tripartito entre esta provincia y las de Tucumán y Catamarca) para tomar un tren que luego pasa por El Recreo (Provincia de Catamarca) es incongruente. Es más directo llegar desde la Rioja a El Recreo que a San Pedro y, aún en ambos casos, es necesario atravesar la provincia de Catamarca, hecho que ni se menciona en el relato.

(3) 2012, Tuninetti, Ángel T., “De tortillas y asados: Literatura de viaje y cocina nacional en La Argentina del siglo XIX”, en Cincinnati Romace Review, Winter 2012, pp. 164-174.

(4) 1884, Gutiérrez, Eduardo, Op. Cit., pp. 56-59.

(5) Ídem, pp. 59-62.

(6) Ídem, pp. 64-66, 68, 70