sábado, 17 de abril de 2021

Provisiones que se pueden obtener en una pulpería (1866 y c 1870)

José Luis Busaniche fue un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos Aires, en 1959. Sus obras más importantes están relacionadas con los bloqueos franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe en esas circunstancias, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción del federalismo argentino. En 1938 publica un libro de lecturas históricas argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas del Pasado. (1) Este libro ha servido de inspiración para la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos de la colección, reproduciendo las prolijas referencias de Busaniche.

A continuación dos textos que nos informan acerca del funcionamiento de una pulpería en la Provincia de Buenos Aires hacia fines de los años sesenta del siglo XIX.


Referencia de la imagen: 2020, en Historias con pueblos, leído el 17 de abril de 2021, Patricia Adriana en https://historiasconpueblos.blogspot.com/2020/05/cabildo-de-lujan.html 

El primero pertenece a Robert Bontine Cunninghame Graham. Escritor, aventurero, político y viajero escocés. Nació en Londres en 1852. En 1868 arribó al Río de la Plata. Recorrió las provincias argentinas de Buenos Aires y Entre Ríos, la República Oriental, el sur del Brasil, la República del Paraguay y otros países de América. En 1886, ingresó en el Parlamento británico, siendo el primer diputado socialista inglés. Escribió sobre temas argentinos, entre otros. En 1869 trabó amistad con Guillermo Hudson, naturalista y escritor de habla inglesa, nacido en La Argentina. Falleció en Buenos Aires en 1936 a donde había llegado por viaje de placer. En 1914, se publicó la traducción castellana de El Río de la Plata, del cual se tomaron los fragmentos que se transcriben.

Cunninghame Graham describe prolijamente la pulpería y sus clientes. Nos anoticia acerca de que en 1870 ya los paisanos usaban bombachas, aunque el chiripá no había desaparecido. Manifiesta su admiración por las destrezas de los criollos como jinetes, los define como centauros, es decir, como si el jinete y el caballo fueran una sola entidad. Enumera algunos productos que se vendían en las pulperías. Las principales bebidas eran el vino carlón (vino catalán importado de España), la cachaza y la ginebra. El local también vendía yerba y algunos otros productos que despiertan nuestra curiosidad, como sardinas, pasas de uva e higos. Finalmente realiza una viñeta en la que pinta la pulpería como un ámbito de sociabilidad campestre.

El segundo pertenece al escritor porteño Santiago de Estrada (1845-1892). Escribió notas de viaje críticas sociales y cuadros de costumbres. Era miembro corresponsal de la Real Academia Española. Sus Obras completas se publicaron en 1889. Era amigo personal de Juana Manuela Gorriti quien lo menciona en su libro Íntimas. (2)



El fragmento refiere la fiesta de la Virgen de Luján en la localidad homónima en 1866. Allí se construían unas barracas improvisadas en las que los pulperos ofrecían sus productos a los paisanos concurrentes a las celebraciones. Es interesante la descripción del contraste entre las nuevas costumbres y las viejas que la civilización, que se ha difundido a lo largo de las vías del ferrocarril, fue dejando atrás. Resultan de interés las novedades en la vestimenta del gaucho y los productos que el pulpero vende (entre ellos, las sardinas).

Viñetas de una pulpería (1870 c)

“Delante de la puerta había una fila de palenques enclavados en el suelo para atar los caballos; allí se veían, a todas horas del día, caballos atados que pestañeaban al sol. /…/ Algunas veces salía un hombre de la pulpería con una botella de ginebra en la mano, o con algún saco de yerba que colocaba en su maleta, y luego soltando cuidadosamente su cabestro, apoyaba el pie contra el costado del caballo y se encaramaba, arreglándose las bombachas o el chiripá, y emprendía el camino hacia el campo, al trotecito corto, que ha eso de las cien varas se convertía en el galope lento de las llanuras.

”Algunos de los caballos atados a los palenques estaban ensillados con recados viejos, cubiertos con pieles de carnero; otros relucían con enchapados de plata; a veces, algún caballo redomón, con ojos asustados, resoplaba y saltaba hacia atrás si algún incauto extraño se acercaba más de lo mandado.

”De la pulpería salían, en ocasiones, tres o cuatro hombres juntos, algunos de ellos medio borrachos. En un momento, todos estaban a caballo con presteza, y, por decirlo así, tendían el ala como si fueran pájaros. Nada de embestidas infructuosas para coger el estribo, ni de tirones de rienda, ni de entiesamientos del cuerpo en posiciones desairadas al hallarse ya a caballo, ni fuerte golpear de la pierna del otro lado de montar, según el estilo de los europeos, se veía jamás entre aquellos centauros que lentamente empezaban a cabalgar. Ocurría que algún hombre que había bebido demasiado generosamente Carlón o cachaza, coronándolo todo con un poco de ginebra, se mecía en la silla de un lado al otro, pero el caballo parecía cogerlo a cada balanceo, manteniéndolo en perfecto equilibrio merced al firme agarre de los muslos del jinete.

”La puerta de la casa daba a un cuarto de techo bajo, con un mostrador en medio, de muro a muro, sobre el cual se alzaba una reja de madera con una portezuela o abertura, a través de la cual el patrón o propietario pasaba las bebidas, las cajas de sardinas y las libras de pasas o de higos que constituían los principales artículos del comercio.

”Por el lado de afuera del mostrador, haraganeaban los parroquianos. En aquellos días, la pulpería era una especie de club, al que acudían todos los vagos de las cercanías a pasar el rato. El rastrilleo de las espuelas sonaba como chasquido de grillos en el suelo, y de día y de noche gangueaba una guitarra desvencijada que, a veces, tenía las cuerdas de alambre o de tripa de gato, remendadas con tiras de cuero. Si algún payador se hallaba presente, tomaba la guitarra, de derecho, y después de templarla, lo que siempre requería algún tiempo, tocaba callado algunos compases, generalmente acordes muy sencillos, y luego prorrumpía en un canto bravío, entonado en alto falsete, prolongando las vocales finales en la nota más alta que le era posible dar. Invariablemente estas canciones eran de amor y de estructura melancólica, que se ajustaba extrañamente con el aspecto rudo y agreste del cantor y los torvos visajes de los oyentes.

”Solía suceder que algún hombre se levantara, llegara a la ventanilla de la reja y dijera: “Carlón”; recibía un jarro de lata lleno de ese vino catalán, capitoso, de color rojo oscuro, como de medio litro; lo pasaba alrededor de todos los ociosos que allí se hallaban, comenzando por el payador.

”Llegaban transeúntes que saludaban al entrar, bebían en silencio y volvían a irse, tocándose el ala del sobrero al salir; otros se engolfaban al punto con conversación sobre alguna revolución que parecía inevitable u otros temas del campo. En ocasiones sobrevenían riñas a consecuencia de alguna disputa, o bien sucedía que dos reconocidos valientes se retaran a primera sangre, tocándole pagar el vino o cosa parecida al que perdiera. Pero a veces surgía alguna tempestad furiosa: por el mucho beber o por cualquier otra causa, algún hombre empezaba a vociferar como un loco y sacaba a relucir el facón.” (3)

Las barracas en la fiesta de la Virgen de Luján (1866)

“En la fiesta de la milagrosa Virgen de Luján, que se celebra todos los años en el pueblo del mismo nombre, se renuevan algunas de las antiguas costumbres de nuestros gauchos. La civilización que invade nuestros campos, llevando a ellos en los coches de ferrocarril, nuevas costumbres y nuevas necesidades, va haciendo perder su colorido original a la vida del gaucho. Sus trajes y habitudes se has transformado completamente.

”La bota de potro huye avergonzada a la sola presencia del poblado, para ser sustituida en los días de fiesta por la de becerro, y en los de trabajo por la alpargata; el chiripá se cae de las piernas del gaucho, ya acostumbrado a la comodidad del pantalón de piel del diablo; el cielo se hace perdiz en los bailes, porque los guitarreros entienden más de polkas y mazurkas, y el coñaque y el vermouth, han fundido a los importadores de caña y jiñebra.

”A pesar de esto, la fiesta de la Virgen de Luján, los paisanos bailan cielo y arman las célebres barracas de la función tradicional de la Recoleta.

”La barraca es una especie de rancho sin pared al frente; o mejor dicho, un galpón de tablas con techo de lo mismo o de ramas secas. En el fondo de ella, el pulpero improvisa un mostrador grosero y un estante ídem, en que coloca botellas de coñaque, cohetes de la India, cajas de sardinas, pan, dulce de membrillo, y algunas baratijas.

”En uno de los ángulos del galpón, pone la mesa destinada al juego del monte cubierta con un poncho viejo. En el extremo opuesto suele colocar el aparato para el juego de bolos, que preside el empresario de la fiesta o el que lleva la coima, teniendo siempre en la mano, pues estas funciones son nocturnas, un farol poco limpio, en el cual arde una vela de sebo.

”La iluminación de la barraca es hecha, en las de lujo, con faroles de papel, y en las de medio pelo con un candil agonizante o una vela encasquetada en una botella, que tiene por despabiladeras los dedos de los parroquianos.

”Algunos de éstos juegan al monte en el ángulo izquierdo de la improvisada habitación, otros cenan, teniendo por mesa el suelo, y los de más allá cantan, tocan la guitarra, payan, o escuchan de pie el canto y la música.

”Todos fuman y pasan el vasito que el pulpero llena con frecuencia, pero como la noche es larga y los estómagos absorben como esponjas, es necesario pasar el tiempo y proporcionarles trabajo a aquéllos.

”El exterior de la barraca está ocupado por los mosqueteros y los caballos de los mozos dueños de la fiesta.

”El humo de los cigarros ennegrece la atmósfera, a través de la cual se escapan los débiles rayos que arrojan los faroles.

”Los bailes ya no tienen su campo de batalla en las barracas, porque las mozas no las frecuentan de algún tiempo a esta parte. Las aficionadas los dan en sus casas.” (4)

Notas y Bibliografía: 

(1) 1959, Busaniche, José Luis, Estampas del pasado, lecturas de historia argentina, Tomo II, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

(2) 1893, Gorriti, Juana Manuela, Lo Íntimo, Córdoba, Editorial Buena Vista, 2012, pag. 98.

(3) Busaniche, José Luis, Op. Cit., Tomo II pp. 254-256.

(4) Busaniche, José Luis, Op. Cit., Tomo II pp. 250-253.


Mateada en una cocina de campo (1870)

José Luis Busaniche fue un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos Aires, en 1959. Sus obras más importantes están relacionadas con los bloqueos franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe en esas circunstancias, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción del federalismo argentino. En 1938 publica un libro de lecturas históricas argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas del Pasado. (1) Este libro ha servido de inspiración para la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos de la colección, reproduciendo las prolijas referencias de Busaniche.


Robert Bontine Cunninghame Graham fue un escritor, aventurero, político y viajero escocés. Nació en Londres en 1852. En 1868 arribó al Río de la Plata. Recorrió las provincias argentinas de Buenos Aires y Entre Ríos, la República Oriental, el sur del Brasil, la República del Paraguay y otros países de América. En 1886, ingresó en el Parlamento británico, siendo el primer diputado socialista inglés. Escribió sobre temas argentinos, entre otros. En 1869 trabó amistad con Guillermo Hudson, naturalista y escritor de habla inglesa, nacido en La Argentina. Falleció en Buenos Aires en 1936 a donde había llegado por viaje de placer. En 1914, se publicó la traducción castellana de El Río de la Plata, del cual se tomaron los fragmentos que se transcriben.

Con minucioso cuidado, el autor compone un registro etnográfico del arte de cebar mate en la campaña bonaerense, pintando, a la manera de los impresionistas, la escena de sociabilidad en que el mate se compartía.

Mateada en una cocina de campo (1870 c)

“/…/ El palenque deslindaba los límites del hogar; más allá de él, tanto la etiqueta como la prudencia, mandaba al extraño no pasar sin un ceremonioso “Ave María Purísima”, contestado con un “Sin pecado concebida”. A esto seguía la invitación a apearse y a atar el montao; luego, ahuyentados los perros, que mantenían al viajero rodeado /…/ el dueño de casa la franqueaba a su huésped. Se entraba a la cocina, que servía de comedor y de cuarto de recibo. Una vez sentados sobre cabezas de buey, comenzaba el desgrane de noticias: que ya la revolución había estallado en Corrientes, o que algún caudillo conocido recogía caballos y reclutaba gente en Entre Ríos o en la Banda Oriental; que los colorados habían tomado Paysandú, que los blancos habían triunfado en Polanco o en algún otro lugar, o que este o aquel gobernador había sido asesinado.

”Luego se habla de caballos, de las marcas con que estaban herrados, del precio del ganado en Concepción del Uruguay y de que si era cierto que Cruz Cabrera había matado a Juan el Velludo, y de cómo era que en el monte de Yi quedaban matreros, y de muchas cosas de esa laya, de suprema importancia en el campo. Luego servían el mate, mientras conversaban a la luz de la lumbre.

”Aparecía una china o una negra, levantando el cuero de yegua, tendido a guisa de puerta, y después de hacer sus venias, recibía la yerba, tomada de un saco hecho de un buche de avestruz, ponía el caldero al fuego, se sentaba en un banco, abriendo las rodillas como si fuera a partirse en dos, y se inclinaba para soplar el fuego; cuando el agua hervía, ponía la yerba en el mate, ajustando la bombilla en posición vertical, operación que requería alguna habilidad, y después de verter el agua, empezaba a chupar el tubo, escupía al suelo las primeras chupadas, hasta dejar el aparato corriente; luego, luego de tomar un mate por su propia cuenta, lo pasaba de mano en mano entre los convidados, con cierta nimia distinción de categorías. Mientras todos chupaban el brebaje, hasta dejar el mate seco, la muchacha de pie todo el tiempo, solía deslizar la mano distraídamente entre sus largos cabellos, o entre sus motas negras, como en busca de algo, en tanto que, con su pie descalzo, se rascaba la otra pierna. Luego volvía aponerse en cuclillas, llenaba el mate y después de la chupada inevitable, para cerciorarse del tiro de la bombilla, comenzaba de nuevo a pasarlo a la redonda. La muchacha que lo servía guardaba, durante la ceremonia, un silencio solemne como si cumpliera con algún rito. Si el dueño de casa no tenía hija o mujer, o muchacha, servía el mismo el mate, pero no lo pasaba de mano en mano: sentado junto al fuego lo llenaba, veía si tiraba bien y se lo pasaba a otro. El mate circulaba así hasta que la yerba perdía su sabor, que era áspero, amargo y acre. En el campo nunca se tomaba con azúcar sino cimarrón.

”La conversación se generalizaba: se hablaba de la invasión de los indios, de que los infieles, en su última entrada, habían quemado el rancho de Quintín Pérez, de que se le había visto retirándose a la luz de las llamas /…/ arreando una caballada, costeando el estero al oeste.

”Los hombres que en estos decires se entretenían, eran, por lo general, altos cenceños y nervudos, con no pequeña dosis de sangre india en sus enjutos y musculosos cuerpos. Si las barbas eran ralas, en desquite el cabello, luciente y negro como ala de cuervo, les caían sobre los hombros, lacio y abundante. Tenían la mirada penetrante y parecía que contemplaban algo más allá de su interlocutor, en horizontes lejanos, llenos de peligros, rondados por los indios, en donde a todo cristiano le incumbía mantenerse alerta con las riendas en las manos /…/.” (2)

Notas y Bibliografía: 

(1) 1959, Busaniche, José Luis, Estampas del pasado, lecturas de historia argentina, Tomo II, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

(2) Busaniche, José Luis, Op. Cit., Tomo II pp. 267-268.


sábado, 3 de abril de 2021

Riquezas ocultas en la cocina de La Quebrada de Humahuaca – Parte III: Pelar el maíz; Chuchoca; Preservación del patrimonio culinario en torno del maíz

Ir a Parte II (Molinos hidráulicos en la
Quebrada de Humahuaca)

V Procedimiento para pelar el maíz (como el maíz nixtamal)

Además de las recetas que se preparan con distintas moliendas de maíz entero, hay preparaciones, en la Quebrada de Humahuaca y en el Noroeste Argentino, que requieren que el grano esté pelado (mote de maíz pelado, locro, tamales). ¿Cómo se pela el maíz? Desde tiempos inmemoriales a través de un procedimiento similar al que se utiliza para obtener el maíz nixtamal en México.



Mortero de La Quebrada (las imágenes pertenecen a Silvia Castillo salvo indicación en contrario) 

El maíz se pela con cenizas del fueguero (fogón a leña) o con cal viva. Se deja el maíz en agua por un día y luego se le agregan las cenizas o la cal (generalmente se usan las variedades de maíz blanco). Luego de otro día de remojo, se pone a hervir el maíz en esa agua con cal hasta que se pueda pelar (desprendiéndole la cutícula que lo cubre) frotando los granos unos contra otros entre las palmas de las manos. En este procedimiento nunca se agrega sal. Puede que se necesiten varios hervores y reposos, dependiendo del maíz y su dureza. Se retiran y desechan la cascarilla y se enjuaga muy bien el maíz para retirar cualquier resto de cal o ceniza. (1)

El maíz pelado se puede usar entero en la preparación de guisos como el mote de maíz pelado (también se puede usar el maíz sin pelar para el mote). El maíz pelado entero se consigue en el mercado boliviano de Liniers, en la Ciudad de Buenos Aires. Procede de la Provincia de Jujuy, según me informan los vendedores. Ignoro el método que usan para pelarlo.


El maíz partido o pisado es el que es el que se usa para preparar el locro. Este maíz se consigue industrialmente; pero tradicionalmente se pelaba como el maíz nixtamal y se lo partía a golpes en el mortero con la finalidad de posibilitar el retiro del germen que, en esta preparación resulta indigesto. Silvia Catillo me explicó que este maíz es similar al que se usa en México para preparar el pozole, un guiso o sopa que es bastante parecido al locro argentino, aún con ciertas variantes en los ingredientes. (2) Para el pozole, se utiliza la variedad de maíz denominada cacahuazintle, propia de México. Debe ser pelado como maíz nixtamal y, finalmente “descabezado”, es decir, sin la cabeza o germen. El maíz pisado se consigue fácilmente en Buenos Aires debido a la gran difusión que ha tenido el locro en los últimos años. Ignoro como se lo pela y muele, si a partir del mote pelado o percutido por una moledora industrial que lo parte y pela a la vez, sin necesidad de someterlo a una cocción alcalina.

El maíz pelado también se muele, majándolo en morteros, para hacer tamales, tal como lo explico en la receta que ya he publicado. (3) Silvia se lamenta porque percibe que en Tilcara se ha ido abandonando esta práctica. Los tamales se hacen con un preparado industrial, una harina de maíz que se vende para tal fin. Mi amiga explica que a las Mamitas que preparan tamales para vender les resulta más práctico y económico, aunque algunas lo siguen haciendo de la manera tradicional. Pero el resultado es bien distinto. (4)

VI Maíz chuchoca

Hemos visto hasta aquí distintas maneras de comer el maíz, cuando el fruto está maduro. Obviamente, también se come cuando está fresco (choclo) a lo largo y a lo ancho de nuestro país (puchero criollo, carbonada, pastel de choclos, huaschalocro, humitas, chipa guazú, por solo mencionar las recetas más conocidas). ¿Hay otra manera de comer maíz? Sí, la chuchoca.

Cuando el maíz no está verde, pero tampoco maduro, es decir, cuando ha empezado a secarse, se lo cocina hervido o asado a la parrilla o al horno (en el primer caso, se debe quitar la chala). Luego se ponen las mazorcas al sol para que se deshidraten, generalmente sobre los techos de las casas. Finalmente se quitan las chalas a las mazorcas, en los casos en que aún la conserven, y se las desgrana. El producto así tratado se pueden conservar mucho tiempo en un lugar fresco y seco. Para usarlo, es necesario pelarlos en un mortero.

La imagen de Sala de Payogasta pertenece al autor 

Este modo de tratar el maíz es propio de los valles y quebradas superiores y la puna cordillerana en el Noroeste Argentino. El clima es seco en esos sitios y permite la deshidratación de los choclos cocidos sin mayores dificultades.

Para reconstruir el proceso de preparación de la chuchoca, seguí las explicaciones que me dio Julio Ruíz de los Llanos en Payogasta (Valle Calchaquí Norte, Provincia de Salta). Él las registró en un artículo que he publicado en “La columna de los amigos”, en El Recopilador de sabores entrañables. (5)

Como puede verse, es una forma de maíz pelado que no resulta de un proceso de nixtamalización para su uso, generalmente, en locros.

La chuchoca también se muele, obteniéndose una polenta gruesa que sirve para otras preparaciones. (6) En la actualidad, existe chuchoca molida de origen industrial.

VII Los valores patrimoniales en la preparación uso del maíz

Los cambios constantes de las relaciones sociales

Es una característica inevitable de la condición humana. Pareciera que estos cambios constituyen la única constante en la historia. La consecuencia más evidente reside en que una notable cantidad de hechos y conductas humanas se descartan o modifican, a la vez que se adquieren otros nuevos. Estas apreciaciones resultan particularmente perceptibles en nuestros días.

La velocidad con que estos cambios se suceden en el presente permitió suscribir la tentadora idea de que ya no hay historia, de que lo estrictamente humano se desarrolla en un único tiempo, el presente. Sin embargo, esa tentación no llega a enseñorearse, se ve acosada por la persistencia del pasado que se niega a desaparecer y por la obstinada ilusión de un futuro mejor.


Esa persistencia del pasado puede apreciarse, por llamarlo de algún modo, desde una perspectiva estrictamente existencial. Dicho de otra forma, no es tan importante establecer por qué el pasado se niega a desaparecer, sino las condiciones que el hecho genera y cómo podemos aprovecharlas en términos personales y colectivos.

Creo, en lo personal, que este fenómeno es una oportunidad. Creo que los colectivos sociales encuentran cohesión a partir del reconocimiento de los signos y símbolo que unen entre sí a sus integrantes. Creo que esos signos y símbolos, en sus manifestaciones materiales e inmateriales, constituyen el patrimonio que da identidad a ese colectivo. Creo, finalmente que es precisamente en el pasado, donde ese patrimonio y esos signos de identidad se pueden reconocer con claridad.

Percibimos, a veces, ese pasado con nostalgia. Sin embargo, no creo que sea valioso extender ese tipo de miradas sobre los hechos ocurridos hace algún tiempo. Correríamos el riesgo enorme de dar el mismo valor a todas las cosas que ocurrieron en ese pasado que estamos contemplando. Para poner un ejemplo, retomo lo que ya he mostrado en otros artículos sobre los arreos de los habitantes de la Puna Jujeña y su comercio basado en el trueque de productos alimentarios propios y ajenos. El modo de ese comercio casi ha desaparecido. ¿Tiene sentido añorar el uso de mulas cuando pueden seguir el tráfico con una camioneta? (7)

Pienso, desde luego, que el patrimonio cultural de un colectivo social merece ser preservado, pero no en un conjunto inalterable de elementos. Es necesario realizar una selección y poner el resultado de esta operación en diálogo con las novedades valiosas que han ido acaeciendo, de manera voluntaria o involuntaria. En el ejemplo, no es buena idea preservar el tráfico en mulas; pero conservar la tradición culinaria, sí lo es.

¿Qué es lo que debemos conservar, cuando hablamos de preservar una tradición culinaria?

En principio, las recetas, claro está. En ellas se expresan lo signos de identidad de una cocina, esto es los ingredientes que se utilizan, las técnicas implicadas en la cocción y el sistema de aromas con que los platos son sazonados. Pero el asunto no termina ahí, hay dos cuestiones más a tener en cuenta, el tratamiento previo de los ingredientes (v. g., la molienda de harinas, el pelado del maíz etc.) y las ocasiones sociales en que cada plato debe consumirse.

He dedicado varios artículos a las recetas y otros al tratamiento de productos en la Quebrada de Humahuaca. (8) Dedicaré los siguientes párrafos a considerar, desde la perspectiva de la preservación del patrimonio, lo que ya expuse en los artículos relacionados con el tratamiento del maíz.

 La imagen pertenece al autor

Afirmo que es bueno preservar los tipos de harina y moliendas de maíz sin pelar (frangollo, harina gruesa para la producción de chicha, harina fina para sopas y otros platos, etc.) y tratamiento para pelar (similar al que se usa para obtener el maíz nixtamal), partir y majar el maíz (mediante el uso de algún tipo de mortero) para los distintos usos que se les dará (locro, tamales, etc.).

Los cambios de hábitos sociales de producción, intercambio y consumo de productos operados en los últimos treinta años en la Quebrada de Humahuaca han reducido considerablemente la actividad de los molinos hidráulicos, pero no los ha hecho desaparecer. Adicionalmente debo decir que la actividad molinera no se ha reducido en proporción al cierre de los mencionados molinos debido a que se han instalados molinos eléctricos.

En el mismo sentido, hay un gran repertorio de morteros en las casas de los habitantes de las distintas poblaciones de La Quebrada.

Sin embargo, Silvia reconoce que hay un cierto relajamiento en algunos hábitos de tratamiento del maíz debido al sustituto de las técnicas tradicionales de pelado, partido y majado de maíz por productos industriales. La profusión del consumo de maíz pisado para el locro en todo el país sólo puede ser satisfecha con una producción en gran escala que el pisado tradicional en morteros no permite.

Adicionalmente, y ya lo hemos enunciado arriba, las pequeñas productoras de tamales de Tilcara tienden a usar harinas industriales, elaboradas ad hoc, dejando de usar los morteros. Esta tendencia está relacionada con la ecuación económica que le permite que su trabajo tenga una rentabilidad razonable. (9)

La pregunta que debemos hacernos es si estos productos nuevos conservan las mismas condiciones organolépticas que los tradicionales. Silvia es escéptica al respecto, por lo menos para el caso de los tamales. (10)

¿Cómo conservar el patrimonio en estos casos?

La pregunta no es menor debido a que está relacionada con esta otra: ¿quién tiene a su cargo establecer cuál es el valor patrimonial de cada elemento y seleccionar qué merece preservarse y qué no?

El responsable primario de conservar el patrimonio es el mismo colectivo social que los construyó a lo largo del tiempo en sucesivos procesos de creación e intercambio con otros colectivos sociales. Sin embargo, frente al acoso constante de circunstancias deshistorizadoras a la que los pueblos están sometidos, los habitantes de La Quebrada están en riesgo de perder valores patrimoniales importantes.

En algún sentido, Silvia me tranquiliza cuando me dice que, si bien en Tilcara el patrimonio urbano ha sido destruido en porciones significativas, la ciudad goza de una importante actividad cultural que obra como fuerza compensadora. Uno de los resultados es la preservación de la cocina hispano criolla y de las fiesta populares conservadas hasta nuestros días por los sectores más humildes de la sociedad.

En estos artículos prestamos atención central a la cocina; pero también hay que destacar la valoración de la cultura musical, especialmente expresada en los instrumentos de viento (v. g., sikus) y en las formaciones de canto y danza de las tradiciones festivas (bandas y comparsas).

El Estado (nacional, provincial y municipal) también tiene su responsabilidad en la materia en la medida en que actúa como representación formal de los colectivos sociales.

La imagen pertenece a la biblioteca del autor

Algunos autores desconfían de los procesos de patrimonialización a cargo de los gobierno. (11) Les asiste, en buena medida, la razón. Es que, en más de una oportunidad quienes están a cargo de la administración sólo representa parcialmente a la sociedad. Su selección de bienes patrimoniales suele estar sesgada por la visión parcial que informa su gestión.

Con todo es vale la pena ver cómo, en algunos casos, los gobiernos no imponen su visión parcial. Esta posición intermedia es particularmente interesante cuando permite que el Estado impulse y respalde procesos de patrimonialización a cargo de sectores surgidos naturalmente del colectivo social que representa. Tal parece ser el caso de Tilcara.

Ya he dicho en otra parte que una de las cuestiones fundamentales de preservar elaboraciones tradicionales está relacionada con los equilibrios nutricionales que una determinada dieta posee. Una sustitución de productos, sin el debido acompañamiento sanitario, está en condiciones de generar un desequilibrio cuya consecuencia posible es un estado de mal nutrición. Alerto sobre el tema, pero no lo trato aquí porque poseo una insolvencia manifiesta en la materia. (12)

Ir a Parte IV (La cocina neo criolla en La Quebrada)

Notas y referencias:

(1) 2020, Silvia Castillo a Mario Aiscurri, correo-e del 6 de febrero.         
2020, Castillo, Silvia, entrevista grabada el 23 de enero.        
2020, Silvia Castillo, mensaje de voz del 24 de enero.

(2) 2020, Castillo, Silvia, entrevista grabada el 23 de enero.

(3) 2021, Aiscurri, Mario, “Tamales de la Quebrada de Humahuaca, tamales de Nuestra América”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2021/01/tamales-de-la-quebrada-de-humahuaca.html 2 de abril de 2021.

(4) 2020, Castillo, Silvia, entrevista grabada el 23 de enero.

(5) 2002, Ruiz de los Llanos, Julio, “Locro de Chuchoca”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 23 de febrero de 2020 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2015/08/locro-de-chuchoca.html.

(6) Leído en http://razafolklorica.com/chuchoca-el-ingrediente-originario/ el 5 de marzo de 2020.

(7) 2014 a, Bugallo, Lucila y Mamaní, Lina María, “Molinos en la Quebrada de Humahuaca: Lugares de encuentro de gentes y caminos. La región molinera del norte jujeño, 1940-1980”, en Benedetti, Alejandro y Tomesi, Jorge (compiladores) Espacialidades altoandinas. Nuevos aportes desde la Argentina, Tomo I, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, pp. 63-118.

(8) 2021, Aiscurri, Mario, “Silvia Castillo, conversaciones sobre la cocina de la Quebrada de Humahuaca”, El Recopilador de sabores entrañables, leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2021/01/silvia-castillo-y-la-conservacion-de-la.html el 2 de abril de 2021.

(9) 2020, Castillo, Silvia, entrevista grabada el 23 de enero.

(10) 2021, Aiscurri, Mario, “Tamales de la Quebrada de Humahuaca, tamales de Nuestra América”, cit. y 2021, Aiscurri, Mario, “Silvia Castillo, conversaciones sobre la cocina de la Quebrada de Humahuaca”, cit.

(11) 2002 Álvarez, Marcelo, “La cocina como patrimonio (in)tangible” en AAVV, La cocina como patrimonio (in)tangible, Primeras jornadas de patrimonio gastronómico, Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pp. 11-26, 2002, 1º edición.

(12) Mirta Santoni y Graciela Torres tratan el tema de la malnutrición crónica provocada por la inclusión de alimentos alóctonos en la dieta de los aborígenes del NOA a través de los siglos. 2002 Santoni, Mirta, y Torres, Graciela, “El sabor de los pucheros. Los patrones alimentarios del Noroeste” en AAVV, La cocina como patrimonio (in)tangible, Primeras jornadas de patrimonio gastronómico, Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pp. 87-106, 2002, 1º edición.