José Luis Busaniche fue
un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de
la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos
Aires, en 1959. Sus obras más importantes están relacionadas con los bloqueos
franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe
en esas circunstancias, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción
del federalismo argentino. En 1938 publica un libro de lecturas históricas
argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas del Pasado. (1) Este libro ha servido de inspiración para
la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos
de la colección, reproduciendo las prolijas referencias de Busaniche.
Carlos Beck Bernard fue un colono suizo
(1819-1900). Fundó la Colonia San Carlos en la Provincia de Santa Fe (1858). El
Presidente lo designó Agente de Inmigraciones en Suiza y Alemania (1864).
Publicó en Lausana el libro La Republique
Argentine (1865).
El fragmento describe a los “gauchos”
encargados de llevar los productos del interior a los mercados de Buenos Aires
y Rosario, arrieros de mulas y carreros. Describe también ciertas costumbres de
ambos grupos en materia de vestimenta y sociabilidad (v. g., los carreros
viajan con su mujer y sus hijos). Finalmente, describe la comida frugal de los
carreros que consiste en carne cocida en asadores o arroz y maíz cocido en
ollas.
Arrieros y carreros
“El transporte de los productos del interior a los mercados de
Rosario y Buenos Aires se efectúa a lomo de mula o en carretas de bueyes. Las
mulas, equipadas graciosamente con penachos y pompones de colores, marchan en
tropas, conducidas por uno o dos muleteros, llamados arrieros, cuyos trajes pintorescos –chaquetas de terciopelo con
botones de metal pulido, sombreros de fieltro adornados con plumas de aves y
grandes polainas de cuero– despiertan recuerdos de la vieja España.
”Las mulas caminan siempre guiadas por un yegua llamada madrina, que lleva un cencerro al
pescuezo y les sirve de punto de reunión; no se alejan de ella ni siquiera en
los momentos en que pacen. Los arrieros gozan de estima general, por su
probidad, su sobriedad y la abnegación que demuestran con bastante frecuencia
para con los viandantes en los pasos
largos y peligrosos de la cordillera.
”Las carretas son vehículos enormes y pesados, con dos ruedas de
cubos gruesos como el tronco de un árbol y altas que sobrepasan la altura de un
hombre: en la construcción de estas ruedas no entra un solo trozo de hierro y
no las engrasan, de suerte que al girar producen una música extraña, semejante
a un gemido melancólico y persistente que se oye desde muy lejos. La caja de la
carreta es una pesada y rústica armazón de vigas, tablones y estacas,
recubiertas de ordinario con un cuero de vaca tenso sobre arcos de madera
flexible y a veces con techo de tablas. A estas carretas van uncidos dos,
cuatro o seis bueyes, que tiran por medio de enormes yugos. El conductor o picador
se sienta sobre el yugo de los bueyes pertigueros, armado de una larga caña
terminada en punta de hierro, con la que aguija las bestias animándolas a
voces, continuamente.
”Delante de la primera carreta marcha un jinete, siempre al paso
de su caballo, para indicar el camino a los bueyes. Las carretas restantes
siguen en fila.
”En las afueras de Buenos Aires y Rosario hay grandes plazas para
estacionamiento de las carretas llegadas del interior, y otros campamentos
ofrecen un curioso espectáculo. Se ven allí las carretas por centenares. Las de
cada provincia forman grupos separados y por lo general tienen algo de
característico que las distingue, sea en la construcción o en los adornos. Las
hay con pretensiones de elegancia que semejan una casita pintada de verde y
azul con pinturas de la Virgen o de algún santo, o bien ornadas con caricaturas
extrañas o grotescas, debidas a dibujantes improvisados.
”Rodeando estos grupos de carretas, se ven los gauchos que las han
traído, siempre acompañados de sus mujeres e hijos. Sentados en el suelo, a la
sombra de las carretas –por lo general entre las ruedas–, hacen al aire libre
su comida frugal, consistente en un pedazo de carne ensartado en un asador que
se inclina sobre el fuego, o en arroz y maíz que cuecen en una olla. A cierta
distancia andan los bueyes cuidados por un gaucho a caballo.” (2)
Notas y Bibliografía:
(1) 1959, Busaniche,
José Luis, Estampas del pasado, lecturas
de historia argentina, Tomo II, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.
(2) Busaniche, José Luis,
Op. Cit., Tomo II pp. 299-300.
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