sábado, 20 de noviembre de 2021

Ñoquis con estofado

Sigo explorando, y por supuesto dando a conocer, las recetas de Elizabeth Sponton. La que hoy traigo me ha convencido de dos cosas. La primera es que, desde el punto de vista culinario, la extensa región de las grandes llanuras de Uruguay, sur de Brasil y centro este de La Argentina existe como una unidad con identidad propia. La segunda, que esa unidad contiene infinidad de matices subregionales.

Las imágenes pertenecen a Elizabeth Sponton

I Ñoquis en las mesas porteñas, José Marrone y los días 29

He dicho en otro lado que mi madre no amasaba. La afirmación es cierta aunque no en sentido estricto. No amasaba tallarines ni ravioles, pero, cada tanto, hacía ñoquis. En mis recuerdos, este plato no ocupaba el lugar de una variación en la pasta dominical; sino el de una cena en la semana.

Ignoro la razón. Tal vez era que la planificación estricta que tenía la vieja en la cocina, le otorgaba ese otro lugar. Tal vez era porque demandaba algún tiempo de preparación y ese tiempo no era compatible con la asistencia a misa los domingos por la mañana. No lo sé. Lo cierto es que ella cocina ñoquis cada tanto… y mi padre, una vez.

Sí, sí, mi padre que sólo hacía asados en el patio de ladrillos de casa para celebrar las fiestas patrias, cocinó ñoquis una noche. Sí, sí, mi padre que se había impuesto como única tarea en la cocina preparar las dulzuras para celebrar su cumpleaños cada 1° de mayo (natillas, churros y chocolate con leche), amasó ñoquis una vez en su vida.

¿Qué había pasado? Mi madre estaba enferma y había que cocinar. En esa época, la separación de tareas en materia culinaria entre hombres y mujeres era muy estricta. Sin embargo, José Marrone fue uno de los precursores en la materia de exponerse a sí mismo cocinando en su programa de televisión en la primera mitad de los años sesenta. Fue en un episodio de su programa Los trabajos de Marrone que se emitía por canal 13. El célebre cómico cocinó, demostrando que no se trataba de una tarea difícil y ajena a la condición masculina. ¿Qué cocinó en ese capítulo del programa? Precisamente, ñoquis.


Mi padre se arremangó y preparó sus ñoquis con mucho amor y dedicación, siguiendo fielmente las indicaciones de José Marrone… estaban incomibles. Los recuerdo muy bien de textura, consistencia, y sabor, pero condimentados con una cantidad de sal que resultaba intolerable. Mi vieja los probó, observó que estaban bien pero demasiado salados y esbozó una sonrisa de satisfacción personal… ella, en la cocina, era irremplazable.

Desde mi infancia a la actualidad, los ñoquis formaron parte de mi vida. He visto su transformación en plato ritual y su banalización en los restaurantes porteños en donde se fue perdiendo el hábito de provocarles un estriado que permita un mayor agarre a las salsas y una cocción más pareja.

Me resulta conmovedor, es ver cómo se ha ubicado en el centro del ritual de invocación a la prosperidad que los porteños oficiamos los días 29 de cada mes.

¿Cuándo se impuso esta novedosa tradición en Buenos Aires? ¿Es realmente novedosa o se trata de una tradición verdaderamente antigua? La primera pregunta es relativamente fácil de contestar, a pesar de disparatadas historias que circulan por la internet que nos presentan a San Pantaleón viviendo cuatro siglos después de muerto y comiendo ñoquis de papa ocho siglos antes de que este tubérculo se conociera en Europa. La segunda es más difícil.

En los últimos años ha circulado, también por la internet, un relato que atribuye la moda a Monona Molina, periodista y crítica gastronómica, quien en 1979 habría invitado a un grupo de colegas a comer a su casa. Todos se sorprendieron cuando Monona sirvió los platos, poniendo una moneda debajo de casa uno de ellos. Los periodistas replicaron el relato y la costumbre se impuso en la ciudad.

¿Es otra leyenda? La fecha parece razonable y consistente con mi experiencia personal; pero ¿dónde encontramos un registro confiable del relato? Uno de los periodistas gastronómicos que reproduce la historia es Juan Carlos Fola en su sitio Web Fondo de olla. Esa publicación parece ser, a su vez, un testimonio de primera mano, dado que Fola dice textualmente: “La tradición de los ñoquis del 29, según nos contó una vez la colega Monona Molina, comenzó en el años 1979” (el subrayado es mío, la negrita es del autor).

Monona cuenta, en ese relato, que es una vieja tradición que sostiene la rama de su familia piamontesa que vive en Ceres, Provincia de Santa Fe y que la misma familia atribuía a una práctica que se desarrollaba en la parroquia del pueblo del que partió su bisabuelo para llegar a La Argentina. Monona no dice cuál era el pueblo. (1)


En síntesis, podemos responder a la primera pregunta con cierto atisbo de certeza, no tengo motivos para desconfiar de la afirmación de Fola. La segunda se pierde en una nebulosa porque no tenemos testimonios de primera mano sobre el origen de esta costumbre que parece estar circunscripta a una única parroquia del Piemonte Italiano.

Mi amiga Adriana De Caria anda persiguiendo esa pista. Cuando se puso a investigar el tema, le pidió a Fola si podía conectarla con Monona, pero la periodista había fallecido. Desde entonces, busca entre las cientos de parroquias piamontesas para dar con la que generó la costumbre.

II Los ñoquis y el estofado de Elizabeth

La receta de Elizabeth me impactó desde la imagen que publicó en el grupo Cocineros Argentinos de Facebook. ¿Por qué? Simplemente porque las estrías se ven con claridad.

Parece un tema menor, pero no lo es. Siempre he pensado que hay ciertas pastas que, con sus recovecos permiten la adherencia de salsas de textura compleja. Me refiero a la buena combinación entre pennes u orecchietis con la salsa boloñesa. Los tropezones de esta salsa tienen donde asirse en esas pastas. Algo parecido ocurre con los ñoquis estriados y la cavidad que queda de uno de los lados.

En la restauración porteña, las estrías casi han desaparecido. Se aducen cuestiones prácticas como evitar el tiempo que demanda hacerlos así. Sin embargo, ni esa es la razón principal, ni es Buenos Aires el único lugar en donde esto ocurre. Me pasó encontrarme con ñoquis lisos en un par de restaurantes en Venecia y Murano.

Mi amiga Adriana De Caria, especialista en el tema, me explica que hay una larga tradición de ñoquis sin estrías en Italia.


En fin, a mí me gustan los ñoquis con estrías o, al menos, con el huequito sensual que Andy García le enseña a practicar a Sofía Coppola en El Padrino III. (2)

Si éste fuera el único detalle destacable de la receta de Elizabeth, alcanzaría con subrayar la aplicación de la cocinera para lograr un buen resultado. Pero no, los ñoquis que ella hace tienen otros motivos de interés. Me limitaré a dos que, en lo personal, considero relevantes.

Lo primero que diré es que los ñoquis de Elizabeth que expongo en este escrito no son de papa, solo llevan harina.

Nuevamente, ya lo hemos visto en otras recetas de nuestra cocinera oriental, no se trata de una inspiración exclusivamente personal, sino de una tradición muy antigua de ciertas regiones de Italia. Es más, según mi modesto entender, ésta es la conformación original de los ñoquis italianos.

La incorporación de la papa a varias preparaciones con harina, fue una constante en la cocina europea a partir del siglo XVIII. Su adalid en Francia, por poner un ejemplo, fue Antoine-Augustin Parmentier. (3) Se comenzó a utilizar la papa para mitigar las hambrunas en época de crisis de producción triguera, pero ese proceso desembocó en la asignación de un lugar importante para el tubérculo en la cocina de todos los sectores sociales.

¿Cómo recogió, Elizabeth, esta tradición? Ella me lo contó de este modo: “Esta receta es de mi madre y ella hacía de papas y, cuando estaba apurada, de harina. No sé de dónde sacó la receta, creo que entre amigas se las pasaban.” (4)

Los porteños hemos seguido por años la tradición de los ñoquis de papas cuyo reinado sólo se vio opacado por la incorporación de ricota o de purés provenientes de otras hortalizas (por ejemplo, la calabaza) propias de la tendencia de consumir una cocina más saludable. De modo que esta receta puede resultarnos, en algún sentido, novedosa.

Como podemos ver, por el testimonio de Elizabeth, ambas fórmulas se conservaban en el ámbito de su familia y del círculo social de su infancia, en el Departamento de Rocha en La República Oriental.

El otro detalle que interesa destacar es que la masa tiene un proceso de pre cocción (la harina se vuelca sobre leche hirviendo). Tampoco se trata de una idea singular. Es una técnica que también tiene tradición en Italia y en La Argentina (así, por ejemplo, se amasan los sorrentinos, ravioles redondos creados en la ciudad de Mar del Plata). (5)

Registro estos detalles que, para mí son significativos, con la finalidad de ver de qué modo una receta compartida en una amplísima área geográfica, contiene variantes locales que reflejan diversos procesos de apropiación sobre una idea gastronómica común.

Los invito a llevar a sus cocinas esta receta de ñoquis con estofado de Elizabeth Sponton: (6)

Ñoquis con estofado

Fuente (fecha)

Elizabeth Sponton (2020)

Ingredientes para cuatro comensales

Para los ñoquis:

Leche 2 tazas.

Manteca 2 cucharadas.

Harina leudante 2 tazas.

Huevos 2.

Sal.

Pimienta.

Para la salsa:

Carne de cordero, o de lomo o cuadril vacuno 1 kg.

Panceta ahumada 1 trozo (entre 150 y 200 gr).

Cebollas grandes 2.

Morrón rojo grande 1.

Laurel hojas al gusto.

Salsa de tomates 1 lata.

Caldo c/n.

Adobo.

Comino.

Sal.

Pimienta.

Preparación

Ñoquis:

1.- Llevar a fuego una olla con la leche, la manteca, sal y pimienta.

2.- Cuando hierbe, volcar la harina de golpe y batir bien hasta que todo esté integrado.

3.- Cuando entibia, agregar los huevos de a uno e integrar a la masa.

4.- Volcar la masa en la mesada apenas enharinada.

5.- Cortar fragmentos y formar chorizos alargados de un dedo de espesor, haciendo rolar al masa con las manos sobre la mesada.

6.- Corta los chorizos en pedazos de un dedo de largo.

7.- Apoyar los pedacitos sobre un tenedor enharinado y hacer que los ñoquis recorran los dientes con una leve presión. De este modo queda con estrías por un lado y un leve hueco, por el otro.

Estofado:

8.- En otra olla, freír la panceta picada.

9.- Retirar y mechar la carne con la panceta frita.

10.- En la misma olla, rehogar la cebolla picada. Salar.

11.- Agregar el morrón rojo picado.

12.- Condimentar con pimienta, adobo, comino y laurel.

13.- Cuando los vegetales están bien rehogados, agregar la carne mechada.

14.- Integrar todo y agregar salsa de tomates y caldo hasta cubrir la carne.

15.- Dejar cocinar a fuego suave hasta que la carne esté tierna (aproximadamente una hora y media).

Servicio:

16.- Los ñoquis se cocinan en otra olla con mucha agua hirviendo a borbotones. Quitar los ñoquis con una espumadera apenas suben a la superficie.

17.- Se disponen los ñoquis en una asadera y, sobre ellos, se agregan la salsa y la carne del estofado, cortada en rodajas.

Comentarios

1.- Mi amiga se enorgullece de servir los ñoquis en una fuente enlozada que tiene más de 120 años en la familia. Su madre servía el puchero en esa fuente. En lo personal, me recuerda una fuente del mismo material que usaba mi madre para servir el puchero que hacía tres veces por semana.

2.- El adobo que usa Elizabeth consiste en una mezcla que compra hecha. Se compone de ají, ajo, orégano, pimentón ahumado, ají picante y pimienta. (7)

3.- Si no se cuenta con caldo, se puede agregar agua.

4.- Como Elizabeth cocina para dos, utiliza la mitad de todos los ingredientes enumerados arriba para hacer la masa de los ñoquis.

5.- Mi amiga prefiere usar cordero porque le gusta la carne carneada en el campo. Cuando no tiene, elije lomo o cuadril de vaca. (ver nota (4))

Notas y bibliografía:

(1) 2015, Fola, Juan Carlos, “¿Por qué comemos ñoquis el 29?”, en Fondo de Olla, leído en https://www.fondodeolla.com/nota/los-noquis-del-29/#:~:text=Todos%20los%2029%20de%20junio,Santo%20la%20cosecha%20del%20a%C3%B1o, el 27 de noviembre de 2020.

(2) 1990, Coppola, Francis Ford, El Padrino III, https://www.youtube.com/watch?v=P3ITR8DanpI&ab_channel=OnlyshortvideosLaugh

(3) 1773, Parmentier, Antoine-Augustin, Examen chymique des pommes de terre. Dans laquel on traite des Parties constituantes du Bled, París, en 2011, Rambourg, Patrick, Historia de la cocina y la gastronomía francesa, Buenos Aires, Claridad pp. 116 y ss.

(4) 2020, Elizabeth Sponton a Mario Aiscurri, correo-e del 28 de noviembre.

(5) 2014, Aiscurri, Mario, “Sorrentinos de Nancy Aiscurri”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 28 de noviembre de 2020 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2014/03/sorrentinos-de-nancy-aiscurri.html.     
Cuando leyó el borrador de este artículo, Adriana De Caria me hizo notar que esta manera de hace la masa se parece a la denominada masa bomba que es la que se usa para los ñoquis soufflé. 2020, Adriana De Caria a Mario Aiscurri, correo-e del 2 de diciembre.

(6) 2020, Elizabeth Sponton a Mario Aiscurri, correos-e del 25 de octubre y del 28 de noviembre.

(7) 2020, Elizabeth Sponton a Mario Aiscurri, comunicación por Messenger del 21 de noviembre.


Matambre relleno

Los rioplatenses comemos el matambre de la vaca desde tiempos inmemoriales.

Concolorcorvo (pseudónimo de Alonso Carrió de la Vandera), por ejemplo, publicó su relato del viaje que realizara entre Montevideo y Lima en 1775. Allí, en las afueras de Montevideo, pudo verificar que el “gauderio” (sinónimo de gaucho que se usaba en la época) tenía al matambre como uno de los cortes predilectos de la carne vacuna. (1)

Las imágenes pertenecen a Elizabeth Sponton 

Años más tarde, Esteban Etcheverría escribió una apología del matambre, destacando su sabor, reseñando sus virtudes nutricionales y asignándole, orgulloso, el carácter de auténtica comida nacional del Río de la Plata. Allí nos dice, por ejemplo:

“Griten en buena hora cuanto quieran los taciturnos ingleses, roast beef, plum pudding; chillen los italianos, maccaroni, y váyanse quedando tan delgados como una I o la aguja de una torre gótica. Voceen los franceses, omelette souflée, omelette au sucre, omelette au diable; digan los españoles con sorna, chorizo, olla podrida, y más podrida y rancia que su ilustración secular. Griten en buena hora todos juntos, que nosotros, apretándonos los flancos soltaremos zumbando el palabrón, matambre, y taparemos de cabo a rabo su descomedida boca.

”Antonio Pérez decía: “Sólo los grandes estómagos digieren veneno”, y yo digo: “Sólo los grandes estómagos digieren matambre”. No es esto dar a entender que todos los porteños los tengan tales; sino que sólo el matambre alimenta y cría los estómagos robustos, que en las entendederas de Pérez eran los corazones magnánimos.” (2)

En este artículo, les presento la receta de matambre relleno que Elizabeth Sponton practica en Rocha, sobre la costa Atlántica de la República Oriental, más de dos siglos después. La receta poco tiene que ver con el matambre asado con premura de los gauderios o cocido como induce a pensar el texto del poeta romántico argentino. Sí se trata de una tradición particular dentro de los diferentes usos y formas con que los rioplatenses comemos el matambre, el que va relleno y arrollado.

Efectivamente, todos sabemos que tenemos varias formas de comer matambre en nuestros días. Lo seguimos llevando a asadores y parrilla, lo horneamos en leche, hacemos pizzas, también a la parrilla, y empanadas y, por sobre todo, lo preparamos arrollado y relleno y servido como fiambre. Estas formas pueden estar más cerca o más lejos del asado primitivo de los gauchos del que nos habla Concolorcorvo, pero son tan rioplatenses como él.


La versión de mi amiga tiene una complejidad impropia de la manera de cocinarlo que ejercían los gauderios cuando andaban libremente las llanuras montevideanas en el siglo XVIII. Sin embargo, no se trata de una novedad. Se encuentra ya en los primeros recetarios argentinos. Por ejemplo, en el libro de Teófila Benavento. En su edición de 1895, leemos esta receta de “Matambre adobado”:

“Se adoba dejándolo envuelto algún tiempo, se pone a cocer arrollado y atado fuerte con hilo. Se toma fiambre. /…/.” (3)

Para entender bien esta receta, transcribo la de “Adobo”:

“Vinagre, pimentón, orégano, ajos pisados, cominos, ají molido, laurel, pimienta en grano y sal, se mezcla todo y se adoba con eso.” (4)

Ya he publicado la receta de mi tía Maruca. En ella, el relleno no se limita a ese adobo muy cercano al actual chimichurri. Maruca agrega verduras (zanahoria y morrón) y huevos duros. (5)

Con esas recetas, la de Benavento de fines del siglo XIX y la que hacía mi tía cien años después, podemos seguir una de las evoluciones que tuvo esta manera de comer el matambre, relleno, arrollado y cocido en hervor. Vemos que el matambre no sólo no se quedó quieto en los asadores primitivos, sino que, tampoco lo hizo en las cacerolas de la cocina neo criolla.


Ahora le toca el turno a la receta de Elizabeth Sponton que contiene diferencias importantes con la de mi tía que a mí me resultan muy interesantes y me permite afirmar que, en el Río de la Plata, el matambre arrollado sigue evolucionando sin que la idea gastronómica que hemos adoptado los rioplatenses hace ya muchos años se vea desnaturalizada.

Preparemos y comamos pues este matambre de Elizabeth Sponton que seguramente propiciará el fortalecimiento de nuestros estómagos amamantados en ambas orillas del Río de la Plata. (6)

Matambre relleno

Fuente (fecha)

Elizabeth Sponton (2020)

Ingredientes

Matambre grande y de forma pareja 1.

Adobo.

Panceta ahumada en tiras.

Huevos 5ó 6.

Ajíes morrones al gusto.

Champiñones u hongos de pino en escabeche al gusto.

Rúcula fresca al gusto. (opcional)

Sal.

Pimienta.

Ají picante.

Preparación

1.- Limpiar el matambre, sacando un poco de grasa.

2.- Recortar las puntas del matambre para encuadrarlo.

3.- Hervir los huevos 10 minutos.

4.- Cortar los ajíes en tiras.

5.- Disponer el matambre sobre la mesada con el lado de la grasa para arriba.

6.- Condimentar el matambre con sal, pimienta, ají picante y adobo.

7.- Disponer sobre él las tiras de panceta ahumada, los morrones, los hongos elegidos, la rúcula (opcional) y los huevos duros. Estos últimos formando una línea de lado a lado en el centro.

8.- Enrollar y atar bien. Agregar una malla elástica para que conserve la forma.

9.- Cocinar en olla a presión hasta que esté tierno, aproximadamente entre 45 minutos y 1 hora (si se hace en olla común hay que calcular entre 2 horas y media y 3).

10.- Retirar y prensar el matambre colocándolo sobre una fuente con un peso encima durante toda la noche

Ajuste personal

En los condimentos, no uso picante. Pongo sal, pimienta, pimentón, ají molido dulce, orégano y ajo y perejil picados.

Comentarios

De Elizabeth:

1.- Como se indica en los ingredientes, el matambre debe ser grande y lo más parejo posible. Esto permite que los recortes para encuadrarlo queden bien.

2.- La cantidad de huevos depende del ancho del matambre.

3.- Siempre deja un poco de grasa.

4.- El tiempo de cocción depende de la carne.

5.- Elizabeth siempre tiene en su despensa ajíes y morrones en conserva. Son los que usa en el relleno.

Notas y bibliografía:

(1) 1775, Carrió de Lavandera, Alonso (Concolorcorvo), El lazarillo de ciegos caminantes, Caracas, biblioteca Ayacucho, edición de 1984, pp. 21.

(2) 1837, Echeverría, Esteban, Apología del matambre, Editorial del Cardo, Biblioteca Virtual Universal, 2003.

(3) 1895, Benavento, Teófila, La perfecta cocinera argentina, duodécima edición, Buenos Aires, Tusquets, 2020, 1° edición de 1888, pag. 91.

(4) Ídem, pag. 47.

(5) 2017, Aiscurri, Mario, “Matambre arrollado de la tía Maruca”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 19 de noviembre de 2020 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2017/11/matambre-arrollado-de-la-tia-maruca.html.

(6) 2020, Elizabeth Sponton a Mario Aiscurri, correo-e del 16 de octubre y del 20 de noviembre de 2020.


sábado, 6 de noviembre de 2021

Postas de sargo rebozadas en crema de cerveza

La crema de cerveza que usa Elizabeth Spontón para “marinar” las postas de sargo es la conocida pasta orly, usada en Andalucía para rebozar varios productos (berenjenas, gambas, etc.).

Las imágenes pertenecen a Elizabeth Sponton

El nombre que alude a una localidad muy conocida del Gran París, parece indicarnos un origen francés. Sin embargo, se trata de una técnica que tiene antecedentes en una larga tradición en el sur de España y Portugal; tradición que comparte con su prima hermana la tempura que los segundos exportaron al Japón tempranamente.

Los judíos sefardíes utilizaban una pasta parecida para rebozar pescado. Cuando fueron expulsados en 1492, los que se afincaron en Inglaterra, la usaron como base para la que, con los años, llegó a ser una de las comidas callejeras londinenses más famosas del mundo, el “fish and chips”.

Elizabeth conoció esta crema de cerveza y sus usos en La Paloma su lugar de descanso en la costa de Rocha. Con ella prepara sus buñuelos de algas que ya publiqué (1) y estas postas de sargo. Ella misma aclara que La Paloma se caracteriza por ser un pueblo de pescadores que tienen recetas muy antiguas que pasan de generación en generación. Esta preparación, al igual que los buñuelos, es fácil de encontrar en los restaurantes del pueblo, transformado con el tiempo en villa veraniega. (2)


Nuestra amiga usa varios pescados con esta preparación. En sus intervenciones en el grupo Cocineros Argentinos de Facebook, prefiere publicar las fotos que toma cuando lo hace con sargo… y, a veces, cuando usa postas de pargo. En todos los casos, se trata de pesca de anzuelo. Ella misma nos cuenta:

“El pescado que hice es sargo (se refiere a la receta que me envió con sus fotografías correspondientes), pero acá hay pargo rosado también. Las dos especies son peces de roca, se pescan con caña, no con redes. Es una carne muy delicada, fina y bien compacta, muy rica. Mi compañero los pesca en las canaletas de roca del faro.” (3)

En la receta, la presencia de cerveza muy fría es la clave (también se puede hacer con soda). Pero mi insolvencia me impide dar cuenta precisa de los porqués, sobre todo después de haber leído un artículo inigualable sobre el tema debido al gastrónomo porteño que escribe bajo el pseudónimo Perro Borgia. Está publicado en el sitio Web A fuego lento. (4)

Ahora sí, a la receta de Elizabeth: (5)

Postas de sargo marinadas en crema de cerveza

Fuente (fecha)

Elizabeth Sponton (2020)

Ingredientes

Sargo.

Huevos 1.

Harina leudante 350 g.

Cerveza helada 1 lata de 300 cc.

Ají.

Sal.

Pimienta.

Aceite para freír.

Preparación

1.- Abrir los sargos por el lomo, separar los dos filetes y quitarles la piel.

2.- Cortar los filetes transversalmente para obtener las postas.

3.- Preparar la crema con cerveza bien fría, agregando huevos y harina leudante y condimentado con sal, pimienta y ají.

4.- Sumergir las postas en la crema de cerveza y sólo dejarlas marinar un par de minutos (mientras se calienta el aceite).

5.- Freír las postas en el aceite caliente.

6.- Servir inmediatamente, acompañadas con ensalada de verdes. (6)

Comentarios

1.- Elizabeth llama crema de cerveza a esta pasta orly.

2.- La crema debe ser algo más chirle que la de los buñuelos. Por ello lleva algo menos de harina.

3.- Su compañero no sólo pesca los sargos, sino que los limpia y filetea.

4.- La fórmula sirve para preparar cualquier pescado.

Notas y bibliografía:

(1) 2021, Aiscurri, Mario, “Buñuelos de algas de la costa de Rocha”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído 6 de noviembre de 2021 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2021/11/bunuelos-de-algas-de-la-costa-de-rocha.html.

(2) 2020, Elizabeth Sponton a Mario Aiscurri, correo-e del 14 de noviembre.

(3) Ídem, del 11 de noviembre.

(4) 2019, Borgia, Perro, “Rebozados: El fondo de la cuestión”, en A fuego lento, leído en http://afuegolento.com.ar/2019/10/14/rebozados-fondo-la-cuestion/ el 13 de noviembre de 2020.

(5) 2020, Elizabeth Sponton a Mario Aiscurri, correos-e del 16 de octubre y el 14 de noviembre.

(6) Ídem del 16 de noviembre.