martes, 30 de agosto de 2016

Costa & Pampa



Willy Cersósimo

08/2016

Almorzando en un lindo restó por Palermo con un amigo, de repente le digo:

-¿Vamos a visitar una bodega?

-Estás loco, no puedo viajar a Mendoza, son muchos días.

-Vamos y volvemos en 24 hs.

-¿Avión? No tengo plata.

-En auto y en el día, Chapadmalal, Costa & Pampa.

 Las imágenes pertenecen al autor
Y fuimos nomas. Visitamos Costa & Pampa, la bodega experimental de una de las marcas de vinos argentinos con mayor presencia en el mundo, Bodega Trapiche, que hacen una fuerte apuesta en un terroir completamente distinto al árido y típico de Mendoza. Costa & Pampa se encuentra en la Provincia de Buenos Aires, a solo 6 kilómetros de la costa, a 44 metros sobre el nivel del mar, en un paisaje con mucho verde, muy diferente al que se asocia el mundo del vino, como la cordillera, Mendoza, San Juan, Salta o la Patagonia.

El viñedo está ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Mar del Plata, sobre la costa atlántica en la localidad de Chapadmalal (General Pueyrredón) donde las condiciones climáticas no son aptas para cultivar varietales como Malbec o Cabernet Sauvignon, pero sí lo son para el Pinot Noir; Sauvignon Blanc, Chardonnay, Riesling y Gewürztraminer, esta dos últimas, que son de origen alemán, no llegan a desarrollar todo su esplendor en la provincia de Mendoza, aquí sí. Empujados por su espíritu innovador siguen experimentando con nuevas cepas que pueden rendir muy bien en la zona, recientemente han sembrado plantas de albariño y se está a la espera de su evolución.

Podemos ver que hay viñedos por todo el mundo y con características muy diferentes. Trapiche una bodega innovadora encontró en Chapadmalal un terroir con características similares a la de los “vinos del nuevo mundo”, representados sobre todo por Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, países que se ubican en la misma latitud que la provincia de Buenos Aires.

Daniel Pi, Director de Enología de Trapiche es el padre de esté proyecto que nació en el año 2009 partir del arrendamiento de 50 hectáreas en la histórica “Estancia Santa Isabel” de la familia Estrada. Se comenzó con 10 hectáreas, cuya cosecha en 2013 se trasladó a Mendoza, allí el departamento de enología de Trapiche la estudió para definir su potencial. Al año siguiente en el mes de diciembre se realizó el lanzamiento del vino al mercado. Se siguió incrementando la producción, aumentando la superficie de los viñedos y llegando a elaborar 40 mil litros y se espera para el año 2019 alcanzar un total de 100 mil litros.

La zona es totalmente atípica para producir vinos en la argentina. Ese es el gran desafío encarado y el resultado que se obtuvo fue excelente. Los viñedos se encuentran muy cerca de la costa y el clima de la zona es lluvioso, frío y con mucha humedad (equivalente a los terruños de Nueva Zelanda) y a nivel de suelos ofrece una tosca calcárea que desvela a los enólogos. Estas características llevan a pensar que Chapadmalal no es el lugar más indicado para la actividad vitivinícola. Sin embargo, esa combinación, bien distinta a la que estamos acostumbrados los argentinos, permite cultivar con perfiles específicos variedades de ciclo corto que no necesitan riego para su crecimiento y atípicas para nuestro medio: principalmente blancas como Riesling, Gewürztraminer, Sauvignon Blanc y Chardonnay y solo el Pinot Noir entre las tintas.

Obviamente se trata de una zona más fría que Cuyo, posee un verano más acotado y con menos horas de exposición solar, todo esto hace que el viñedo concentre menores niveles de azúcar que a la hora de la fermentación se traduce en vinos con una menor graduación alcohólica, las que van entre 11 y 12 grados, contra los 15 a 17 gados de los vinos cuyanos. Esa característica los dota de una mayor de acidez, genera vinos livianos, delicados, de una gran complejidad aromática y buen volumen.

Costa & Pampa es la primera bodega en Argentina en utilizar el sistema de secano, que significa “sin riego artificial”. Las lluvias superan los 1.000 milímetros al año y en consecuencia el objetivo consiste en reducir el excedente de humedad para que el viñedo no se ahogue. Por ese motivo el viñedo se ubicó, aprovechando las ondulaciones del paisaje, en una pendiente muy pronunciada para que el agua de lluvia pueda escurrir con más facilidad. También entre las hileras de los viñedos se implantan yuyos y malezas, tales como la alfalfa, el romero, el trébol o el diente de león, que necesitan mucha agua para sobrevivir, para que absorban el excedente de agua y lograr equilibrar la humedad en el viñedo. Por otra parte, las hileras se ubicaron estratégicamente con orientación sureste-noroeste, para aprovechar los vientos del mar que colaboran con el secado. Por todo esto, Chapadmalal es la primera zona vitícola argentina con verdadera influencia de las añadas, dependiendo de la cantidad de lluvia que cae cada año.

Bodegas Trapiche nace en el año 1883. Comenzó con un pequeño viñedo llamado El Trapiche, en la localidad de Godoy Cruz, donde se inició la elaboración de vinos finos. Con más de 130 años de trayectoria, Bodegas Trapiche es pionera en variados aspectos tales como: la introducción de cepas francesas, la elaboración de vinos varietales, la importación de barricas de roble provenientes de Francia y el uso de tanques de acero inoxidable, entre otras cosas. Fiel a su historia Trapiche continúa innovando, probando y desarrollando nuevas y mejores prácticas en la elaboración de vinos. El equipo de enólogos responde al Director de Enología, Daniel Pi. Sus prácticas mejoran en forma continua, intercambiando experiencias y conocimiento con enólogos provenientes de otros países productores de vinos, como Francia, EE.UU, Australia y Nueva Zelanda entre otros.

Trapiche está ubicada en la localidad de Maipú, rodeada de un esplendido paisaje natural en un edificio que fue construido en el año 1912 con un estilo florentino el cual es reconocido como un ícono de la arquitectura enológica mendocina. Combinando tradición y tecnología de vanguardia, esta bodega fue concebida para la elaboración de vinos de Alta Gama y cuenta con 1.255 hectáreas de plantaciones propias y además trabaja en conjunto con más de 300 productores de diferentes áreas de la provincia de Mendoza, a los que se les brinda un importante asesoramiento en todas las etapas de crecimiento de la vid.

Trapiche llega a la lejana Chapadmalal como resultado de un encuentro entre Jorge Estrada y Daniel Pi, dueño de la Estancia Santa Isabel el primero, y enólogo Jefe de Trapiche el segundo. En 1996 Jorge compró la estancia Santa Isabel de Chapadmalal, localidad vecina a Mar del Plata y luego compró 62 hectáreas de viñedos en Mendoza más específicamente en el Valle de Uco. En ese encuentro Daniel le comentó a Jorge que la zona de su estancia se parece mucho a la zona productora vitivinícola de Nueva Zelanda y Jorge inmediatamente le propuso plantar viñedos para probar. Así, en 2008, arrancó el emprendimiento con el asesoramiento de Pi y a cargo de un enólogo residente, Ezequiel Ortego. En el año 2013 ya tenían todo en la finca para elaborar los vinos sin necesidad de trasladar las uvas a Mendoza como hasta ese momento.

Para Trapiche, el proyecto Chapadmalal es de suma importancia, ya que apuestan a que la costa atlántica se convertirá en una zona clave para el futuro del vino en Argentina. El clima costero produce vinos que generan una gran demanda al ser diferentes a todo lo que se produce hasta el momento en nuestro país, ya que tienen una influencia costera real y una características muy singulares. Son muchas las bondades que posee la zona de Chapadmalal, entre ellas podemos mencionar a las aguas del Océano Atlántico que bañan sus costas y esta fue una de las razones que llevó a Jorge Estrada a adquirir en 1996 la estancia Santa Isabel, cuyo casco se remonta a fines del siglo XIX y que formó parte la vieja estancia Chapadmalal, propiedad de José Martínez de Hoz.

Jorge Estrada es dueño de varios emprendimientos, entre ellos podemos mencionar varios viñedos en Mendoza y allí empezó a soñar con la idea de tener un viñedo propio en Mar del Plata en su estancia Santa Isabel. El empresario, ligado al mundo de la energía y del cine, por caso fue productor de Juan José Campanella en “El hijo de la novia” y “Metegol”, entre otras películas, decidió contactar a uno de los más prestigiosos enólogos de la Argentina y de gran reconocimiento a nivel internacional, Daniel Pi, de Bodegas Trapiche.

De ese encuentro concluyeron que la apuesta era de por si riesgosa, aunque no ilógica, más allá de algún intento fallido en la zona. Si Nueva Zelanda y Australia, grandes productores internacionales de vinos, con características geográficas y climáticas similares tuvieron éxito porqué no intentarlo en la costa argentina. Al comienzo del proyecto el enólogo del grupo Peñaflor, Daniel Pi, resolvió implantar tres cepas, chardonnay, pinot noir y sauvignon blanc. Las dos primeras se destinarían a producir un espumante y la última se utilizaría como varietal. Posteriormente se decidió experimentar con otros varietales y esperar su evolución, así se sumaron el malbec, el cabernet sauvignon, el cabernet franc, el merlot, el riesling y el gewürztramminer. Los resultados, para alegría de todos, fueron mucho mejor de lo esperado.

La calidad de los primeros vinos y su potencial llevaron a Estrada a tomar la decisión de empezar a elaborarlos en la costa. El traslado de las uvas a Mendoza, ubicada a 1.334 km, hacía que disminuyera sensiblemente su calidad y consecuentemente la del vino, esta circunstancia influyó mucho más que la económica, por lo tanto se decidió hacer una cuantiosa inversión y vinificar junto a los viñedos. Para la vendimia del año 2013 Santa Isabel ya contaba con tanques de acero inoxidable y barricas de roble francés. Para el diseño de la Bodega´. Estrada decidió utilizar la construcción que ocupaban los antiguos silos de la estancia construidos en el año 1929 que fueron usados a lo largo de la historia con distintos fines, primero se los uso como un almacén de ramos generales, cinco décadas más tardes como silo de granos hasta bien entrado el nuevo siglo.

Los viejos silos fueron complementados con una nueva obra, la cual pose un diseño novedoso y armónico, destinada principalmente a la recepción del turismo, la guarda de barricas y la estiba de las botellas de espumantes elaborados según el método champenoise. La bodega tiene capacidad para 100.000 litros planificándose extenderla a 200.000 en el mediano plazo, con la elaboración de vinos jóvenes, vinos de guarda y espumantes. Daniel Pi se jugó por un joven mendocino que ya tenía experiencia en algunas bodegas de su provincia natal, el enólogo Ezequiel Ortego, quien quedó a cargo de la elaboración tanto de los vinos como de los espumantes. Los vinos que en definitiva salieron al mercado son cinco: un pinot noir con un leve reposo en barricas de roble francés, un chardonnay que posee un sutil contacto con el roble, un sauvignon blanc, un riesling y un gewürztramminer. Además se producen dos espumantes, un Extra Brut que es producto de un corte de Chardonnay y Pinot Noir y el otro es un Brut Rosé cuyo blend en el que predomina el Pinot Noir con un leve toque de Chardonnay, criados ambos durante 9 meses sobre lías y elaborados según el método tradicional o champenoise.

Unos de los objetivos de Costa & Pampa es el exportar al menos el 50% de la producción a destinos tan variados como Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y los países nórdicos, que se caracterizan por presentar un tipo de paladar muy distinto al nuestro. En la Argentina, la dieta tiene como componente principal la carne asada que marida de maravillas con el vino tinto, tanto por su astringencia como por la agresividad que le otorga la madera. Por el contrario, en otras latitudes debido a que la base de la dieta son los pescados o las carnes con menor tenor graso, los gustos se inclinan hacia los vinos más ligeros y con un mayor grado de acidez, incluso en EEUU se está imponiendo la moda de tomar una copa de vino blanco a modo de aperitivo antes de las comidas. Por ese motivo, en todas las etiquetas de los vinos Costa & Pampa, se incluye la leyenda “South Atlantic Wines”, destacando y recalcando así estas cualidades las que lograron desarrollar a la perfección.

La idea de Trapiche es, además, el de potenciar este proyecto generando una alternativa turística conjuntamente con otras estancias cercanas, en principio durante el verano. El lugar es muy pintoresco y se presenta como una opción ineludible para los amantes del vino. A futuro, la bodega piensa incorporar un restaurante en el predio, para que los visitantes puedan maridar las distintas variedades de sus vinos en comunión con los productos de mar.

Fue una jornada intensa pero gratificante, recorrer los viñedos ubicados a la vera del mar, la moderna bodega enclavada en una vieja construcción de la histórica “Estancia Santa Isabel” y probar los exquisitos vinos “Costa & Pampa” acompañados de una picadita criolla, merecen el esfuerzo de recorrer los 440 Km que nos separan de esta experiencia inédita y maravillosa.

A la vuelta pase por una vinoteca de Mar del Plata para traerme unas botellitas y me encontré con unas que en la etiqueta decían “Mar & Pampa”, intrigado le pregunte al Sommelier que me atendía y este me explicó que al salir al mercado lo hicieron con ese nombre pero tras algunos inconvenientes luego de varias oposiciones a la marca, algo muy común en el mundo del vino, pudieron mantener el espíritu y descripción que lograron con la antigua denominación y salieron con el nuevo nombre de “Costa & Pampa”. Una curiosidad más de esta singular bodega.


sábado, 27 de agosto de 2016

La ruta de los vinos de Borgoña II: la cocina



23 a 27 de octubre de 2015
IV Los vinos de Mercurey.
De viajes anteriores, me ha quedado pendiente prestarles más atención a los vinos de la Borgoña.
Las imágenes pertenecen al autor
A 6 kilómetros de Saint Léger se encuentra el pequeño poblado de Mercurey y, en torno de él, el área con denominación de origen más grande de la Cote Chalonnaise. Sus vinos son famosos por su elevado nivel de calidad. La villa se despliega, como tantas otras en Francia a lo largo de la ruta departamental. Fuera del ejido, se encuentran los viñedos desplegado en torno de chateaux señoriales donde residen las bodegas. El paisaje es bello y la ciudad burguesa, apacible… y el paseo por las calles, entre hoteles muchas veces bicentenarios, también.
Algunas tendencias modernas de comercialización se expresan con discreción allí. Tal es el caso de Vin Mercurey. Un local minimalista que permite, con una tarjeta de precio accesible, probar una gran cantidad de vinos locales. Con Bocha dimos cuenta de cremosos blancos basados en la uva chardonnay y delicados y livianos tintos de pinot noir.
Estaba feliz de sentirme en el corazón mismo de los vinos de Borgoña… la felicidad se hizo completa cuando, por la noche, descorchamos una de las botellas que allí compramos para acompañar las empanadas criollas que hice.
V La cocina, el mercado y una caminata por Chalon
La vida de familia no nos dejó, por fortuna, mucho espacio para disfrutar de la restauración local. Por fortuna, digo, porque no es bueno pasarse demasiado tiempo sin comida casera y porque tuve oportunidad de cocinar como si estuviera en casa.
Amo los mercados y, en este viaje, llegué a la Borgoña mal acostumbrado por la abigarrada presencia de imágenes y sabores de Rialto sobre el Gran Canal de Venecia y del mercado de pescadores de Piazza Pardo en la bella Catania. Como tenía que cocinar Empanadas y Estofado de aguja, pregunté a Bocha cuando había mercado en Saint Léger. Lamentablemente, sólo había una feria los martes y nosotros llegamos un jueves y nos fuimos un lunes.
De modo que las compras las hicimos en el supermercado. Yo daba por supuesto que el nivel en este centro de compras, aunque no alcanzara la frescura del mercado, iba a ser muy superior al que tenemos en La Argentina. Craso error. La calidad de los productos en el supermercado era muy similar a la de nuestros supermercados de bajo precio. Las góndolas exhibían muchos vinos de tetra brik y unos pocos en botellas de precios bajos, escasa oferta de aceites de oliva y quesos y verdura de dudoso origen (tuve que tirar una cebolla estragada por el mal uso de la cámara frigorífica), etc. ¡Ah! Los tomates no tenían olor a nada, tuve que usar conserva. La única excepción fue la carnicería, donde pude comprar un corte aproximado a la aguja y una carne adecuada para el recado de las empandas. Por suerte, pudimos disfrutar de los vinos que adquirimos en Mercurey, porque los que ofrecía el supermercado no eran atractivos para nada.
Se me dirá que estaba en un minúsculo pueblo de provincia, pero la verdad es que era un local de una famosa cadena de supermercados franceses y, en su área de influencia, residían decenas de miles de personas. El Carrefour de Ille sur Tet o el de Saint Malo es bastante mejor, pero la distancia con nuestros supermercados no es tan grande, como sí lo es en los productos que se ofrecen en ferias y mercados.
Resueltos los problemas de las compras (básicamente los cortes de carnes y los tipos de harina), me dediqué a disfrutar de la cocina. El estofado de aguja fue acompañado por una pasta asciutta corta que Beatriz tenía. Las tapas para las empanadas las tuve que amasar siguiendo la receta de la tía Chocha. Con esas tapas y su relleno quedé muy bien en casa de nuestros primos porque, previendo estas posibilidades, fui provisto de una adecuada ración de ají molido.
Beatriz posee una cocina eléctrica. Fue mi primera experiencia con una de ella. Debo reconocer que tienen un alto grado de eficiencia, tanto en la provisión de calor como en el uso de combustible; pero, a mí que me gusta el contacto directo con los fuegos, me dejó algo frustrado en las sensaciones que experimento cuando cocino.
Con mi intromisión  en la cocina, las propuestas nutritivas de Beatriz y los panes de Bocha, sólo tuvimos oportunidad de asistir a un restaurante para tomar un almuerzo liviano en la ciudad de Chalon sur Saone. Así fue que en un restaurante muy sencillo, casi un bodegón, en la plaza de la catedral, comí un Croque Monsieur delicioso… con un gusto a cocina casera inigualable. Además, lo acompañaban unas papas fritas muy bien hechas y unas hojas de lechuga frescas y de extraordinario sabor y texturas… obviamente, no provenían del supermercado de Saint Léger.
Ese almuerzo coronó un recorrido por el centro histórico de la ciudad. Un área peatonal que muestra el interés de la urbe por la cultura y la conservación de su historia. Algunos restaurantes y negocios de productos de calidad, mostraban el interés por la buena cocina.
Quiero dedicar unos párrafos a un centro de salud que hay en la ciudad destinado al fomento de una alimentación sana y nutritiva. Beatriz es amante de ese tipo de cocina (verduras, pescado, cereales y especias) y, aunque la insistencia por reducir significativamente el consumo de carnes está algo lejos de mis preferencias culinarias, amo el esfuerzo de muchas personas por desarrollar una cocina sobre la base de vegetales alejada de la austeridad monástica que caracterizó por años al concepto de alimentación sana. Se pueden preparar platos vegetarianos sofisticados, nutritivos, sabrosos y asociados a la tradición cultural de una determinada región.
Los materiales que obtuve en el centro de salud están todos apuntados en esa dirección. De modo que la visita aportó interesantes visiones para mi formación gastronómica. Me traje un cuadernillo con recetas tradicionales de la Borgoña enriquecidas por la intervención técnica de los nutricionistas y otro sobre las propiedades nutricionales de las especias, no es poco, ¿verdad?
Al día siguiente tomamos el camino a Bretaña. Nos fuimos de la Borgoña con el gusto de los buenos vinos, los mejores que tomamos en Francia en este viaje, y las placenteras sensaciones del otoño en Saint Léger sur Dheune, ese bellísimo rincón del planeta que, aunque tiene ya algún maltrato por la voracidad del bípedo depredador, conserva aún una clara sensación de la bonhomía universal que soñaron los románticos. Los momentos compartidos con la familia contribuyeron notablemente en ello.

sábado, 20 de agosto de 2016

La ruta de los vinos de Borgoña I: el paisaje



23 a 27 de octubre de 2015

I El idioma del otoño

Salimos de Roma en tren, ya entrada la noche. La madrugada nos encontró en el corazón ardiente de la Borgoña, la ciudad de Dijon. Allí tomamos un auto para dirigirnos a nuestro destino, la casa en que Bocha Durana y su mujer Beatriz Rodaro viven frente al Canal del Centro en la bellísima villa de Saint Léger sur Dheune.

Las imágenes pertenecen al autor
Teníamos dos caminos posibles. Preferimos la ruta departamental D974 a las autopistas. El primer camino es más corto, aunque significativamente más lento. Pero nuestra decisión careció de sentido práctico, no queríamos el paisaje homogéneo y distante, sino el contacto inmediato con la tierra… y la verdad es que fuimos largamente recompensados con la belleza de los viñedos, en el primer tramo, y del camino de sirga que acompaña al Canal, en el segundo.

La carretera, como nuestra querida Ruta Nacional 40, se transforma en calle principal de los pueblos que atraviesa (alguno de ellos de notable importancia, como la bella Baune). Fue así como pudimos tomar conciencia de dónde estábamos... es que el paisaje risorgimentale de las villas sicilianas al que ya nos habíamos habituado, se transformó, como por arte de magia, en la sucesión de petits hotels de ecléctica y más que secular procedencia de los pequeños poblados de la campiña francesa.

Ese trayecto los disfrutamos enormemente… estábamos comenzando, con placer singular, la segunda etapa de nuestro viaje.

II La villa y el Canal del Centro

Saint Léger sur Dheune es una bellísima villa de unos 1600 habitantes que se extiende a ambos lados del Canal del Centro en torno de un importante cruce de carreteras departamentales que la comunican con las grandes ciudades de la Borgoña (Dijon y Chalon sur Saone). No es un pueblo solitario, forma parte de una sucesión de pequeños asentamientos urbanos que se asientan sobre las márgenes del canal y el camino a Chalon. En ese paisaje, los viñedos mandan… sí, los viñedos que justifican la fama internacional de la Cote Chalonnaise.

En ambas direcciones, el otoño trata muy bien a la región, estallando mansamente en una gama amplia de tonalidad que van desde el dorado al rojo bordó, si se me permite el juego de palabras que profiero con un abuso de intencionada ingenuidad. Contemplando el paisaje apacible, tengo un arrebato, una sensación de que este rincón del planeta bien puede ser el refugio ideal para el descanso del guerrero, para que aquél que ha vivido intensamente su vida y tiene allí un rinconcito para que pueda vivir con mansedumbre su propio otoño.

El encuentro con la familia, me arranca del ensueño y me dispone en condiciones espirituales adecuadas para disfrutar unos días allí con Haydée y sus primos.

La mañana era fría y la niebla cubría el canal. Desayunamos con morosidad y, cuando estuvimos listos, nos asomamos a la ventana… el sol inundaba la escena y una tenue calidez nos invitó a salir de caminata. Nos dirigimos al camino de sirga. Ha sido acondicionado para caminantes y ciclistas. Cada tanto algún rincón invita a sentarse a retozar (lindo lugar para tomar mate, me digo). Bocha me explica que el paseo llega hasta Chalon después de recorrer casi 30 km. Llegamos a la primera esclusa y formula algunas explicaciones técnicas y me dice que tenemos que ir a la exposición de fotos que hay en la Mairie, porque así voy a poder entender la dimensión de esa obra de increíble ingeniería… así lo hacemos.

Allí vemos unas fotos magníficas de los últimos cien años, y tal vez un poco más, de historia de la villa. Una maqueta muestras el funcionamiento de las esclusas y una serie de infografías ilustra sobre la historia del Canal del Centro que une el río Saone, afluente del Ródano que llevará sus aguas hasta el Mediterráneo, y el Loire que, como es bien sabido desemboca en el Mar Cantábrico. La obra fue concebida en el último tercio del siglo XVIII y ejecutada entre 1783 y 1793. La reproducción fotográfica de documentos municipales nos informa que, entre los primeros habitantes de Saint Léger, se encuentran los trabajadores del canal.

Un funcionario local asume el papel de expositor. Nos explica que este canal forma parte de una compleja red que comunica el Cantábrico con Europa Central por lo que la planificación no sólo supuso la solución de complejas cuestiones técnicas, sino también la normatización de las dimensiones de los barcos de carga que surcan la red. Los problemas técnicos consistieron básicamente en el sistema de esclusas y los lagos artificiales que las alimentan, para superar las diferencias de cotas entre las distintas cuencas hídricas y la fuerza motora para impulsar las embarcaciones que, antes de la invención de las máquinas de vapor, se hacía a través del camino de sirga que permitía arrastrar las naves con animales.

Amo esas soluciones simples e ingeniosas a problemas concretos de cierta complejidad. Amo esa clara expresión del cerebro humano que se expresa en una tecnología subordinada conceptual y metodológicamente al desarrollo de la ciencia positiva de Occidente que tuvo su auge entre 1610 y 1980, por poner unas fechas de manera arbitrarias… Contemplando la maqueta, sentí un poco de nostalgia de mi infancia y reviví la profunda satisfacción por las maravillas de la creatividad del cerebro humano… Me vi a mi mismo como asombrado y orgulloso de haber pertenecido a esa era entusiasta… Un detalle de la exposición confirmó esos sentimientos. En un rincón había restos del carbón que se usaba en las casas de familia de la región hace más de cien años. Era un carbón prensado con una forma reconocible, lo que, en nuestros días, llamamos briquetas.

Es una verdadera lástima que el bípedo depredador sea incapaz de conservar su propia obra… ¡Cómo extraños los viejos vagones belgas de la línea A, fueron puestos en servicio en 1913 y destruidos por desidia cuando todavía funcionaban perfectamente poco antes de que cumplieran cien años transportando a los porteños!

Salidos de la muestra, la visión del canal, de las esclusas reales, de los mojones de halaje en el camino de sirga y de las embarcaciones que, aunque impulsadas ahora por motores diesel, conservan las medidas normatizadas hace más de 220 años adquirieron una presencia clara y distinta en mi mente.

III Rialto en Saint Léger

Beatriz ha dedicado su vida a diversas formas de arte (danza, pintura, alfarería, y otras más) y a cultivar su identidad veneciana. De modo que no me sorprendió que hubieran dispuesto de algunos locales de su vivienda, precisamente los que dan a la ruta, para instalar un centro cultural con sala de exposiciones y atelier de pintura y cerámica. Tampoco me sorprendió que el centro se llamara Rialto y que la puerta de acceso estuviera coronada con la imagen del león que representa a San Marco en la Serenísima República Veneciana.

En ese sitio, Beatriz y su hijo Fidel, gran artista plástico, exponen sus obras, realizan diversas actividades didácticas y convocan a otros artistas locales para que puedan mostrar su trabajo a los visitantes.

El emprendimiento es fantástico y, seguramente tendrá un gran éxito debido a la inserción que Beatriz y Bocha van teniendo en el lugar en donde viven desde hace 20 años.