Para Rita y Ani
que me pidieron la receta
He publicado mi receta personal de empanadas
criollas y las de tapas de mi tía Chocha muy en el comienzo de El
Recopilador de sabores entrañables, allá por 2011 y 2012. La receta de mi
tía tenía dos versiones, una para empanadas fritas y la otra para el horno. (1)
El artículo sobre mi relleno, en una primera
lectura, no parece exigir demasiadas revisiones. Está muy claro el modo en que
se fue formando, con el correr de las influencias, la fórmula mágica de mis
empanadas. De modo que sólo propondré algunas correcciones en la redacción del
procedimiento y un enfoque diferente acerca de mi relación con las empanadas
criollas, agregando unas pocas influencias nuevas acaecidas en estos años.
Ya hace mucho tiempo que no hago empanadas
fritas, de modo que la revisión de las tapas de mi tía Chocha se limitará a las
que se usan para cocinarlas en el horno.
Con todo, el dato más importante que obliga a formular
esta revisión es que juzgué necesario que ambas recetas estén juntas en un solo
artículo. Con el correr de los párrafos, el lector intuirá el por qué.
I Las empanadas criollas y yo
Elaboro y freezo empanadas de manera
sistemática. Cada 15 días, preparo una cena en la que el menú se compone
exclusivamente de empanadas. Adicionalmente, cada tanto compro algunas en el
local Empanadas Salteñas, que está frente a la Plaza Zárraga en Belgrano R. (2)
Si tuviera que elegir cuál es la comida que
más me gusta, no dudaría en afirmar que son las empanadas. ¿Por qué? En primer
lugar, porque me encanta comer con las manos, y ellas lo permiten, es más, casi
diría que lo exigen. También me gustan por historias familiares. Recuerdo
perfectamente las casi maravillosas empanadas de mi madre y de mi abuela
Agustina. Finalmente diré que me gustan porque me salen, debo decirlo sin falsa
modestia, razonablemente bien, sabrosas y con buenas texturas.
Mis secretos para obtener este resultado son
dos, un relleno perfeccionado a lo largo de casi cuarenta años y una masa de
tapas que es excelente.
Dije que las empanadas de mi madre y de mi
abuela eran casi maravillosas. ¿Por qué “casi”? Porque ambas le agregaban pasas
de uva al relleno. De niño no me gustaba esa combinación de dulce y salado. Hoy
aceptaría probarlas con gusto, pero sólo de vez en cuando. Siguiendo con la
materia, digo que conozco personas que le agregan azúcar al relleno o a las
empanadas cuando las van a comer, práctica que no me gusta para nada.
Tanto placer siento por las empanadas que no
sólo como las que yo hago. He tenido, a lo largo de la vida, una predilección
por ciertas empanadas comerciales. Básicamente me gustan las empanadas de
carne. Puedo comer empanadas con otros rellenos, claro está, pero las pruebo en
proporción poco representativa. Ojo, no me atrae cualquier empanada comercial.
Por ejemplo, puedo comer empanadas de pizzería, pero no me conmueven
especialmente. Para que una empanada comercial de carne me guste, tiene que ser
muy jugosa, tener una masa firme y consistente y encerrar sabores en los que el
comino mande.
En los años setenta, mis preferidas eran las
que hacían en El Mirasol de la calle Boedo (me siguen gustando, y las que hacen
en el local de la calle Posadas, más). En los años ochenta, mis preferidas eran
las que vendían en un local denominado La Chacra que estaba ubicado sobre la
Avenida Juan Bautista Alberdi, a pocos metros de la calle Murguiondo, en el
barrio de Mataderos. Hoy me gustan las empanadas de Santa Evita que tienen un
definido gusto salteño, y las del mencionado local de la Plaza Zárraga. Estas
últimas tienen el atractivo de que están hechas con grasa y acompañan muy bien
los deliciosos tamales y humitas que ofrece el local. Me queda medio a
trasmano, pero las que hace Fernanda Tabares en su restaurante raíces están
también entre mis preferidas.
Sin embargo, la fiesta es en la ciudad de
Salta. No es que sean muy buenas en todos lados, pero en todos lados se
defienden muy bien. Las empanadas salteñas tienen el valor agregado de un
ritual personal. Me encanta la ciudad, eso ya lo sabrá el lector, y uno de los
placeres mayores que me depara, cuando estoy en ella, es sentarme a la mesa de
un bar o de un restaurante que lo permita, en el atardecer y pedir media docena
de empanadas y una jarrita (generalmente de acero inoxidable) de vino torrontés
bien frío que suele ser el vino de damajuana de la bodega Domingo Molina de
Cafayate.
Dije que mis empanadas son razonablemente
buenas. No son de esas super jugosas, pero tampoco secas; tiene una combinación
que las hace muy ricas y una masa firme y crocante de sabores irresistibles.
Tengo éxito con ellas, cuando las sirvo a mis invitados, pero no alcanzan el
nivel de las mejores que he comido en este siglo que son las de mi tía Chocha…
las suyas sí que son empanadas de piernas abiertas.
En los últimos tiempos, hace empanadas pocas
veces por una cuestión de salud. Sus empanadas deben llevar indefectiblemente
grasa en el relleno y eso no ha sido muy recomendable en los últimos años…
Extraño esas empanadas, pero las cosas son como son.
II Los secretos del relleno
Reseño algunas de las influencias que recibí
para perfeccionar el relleno: usar mucha cebolla (llegué a agregar 1 kg de
cebolla y medio de verdeo por cada kilogramo de carne), no recuerdo quién me
hizo la recomendación; cocinar mucho la carne, por lo menos 20 minutos, la idea
me la pasó Adolfo que tenía un negocio de venta de empanadas en Palermo; el
agregado de las papas a la manera salteña, el método me lo pasó José Fernández
Erro. Quien quiera los detalles, puede leer el artículo citado.
Mi relleno no se quedó con esta fórmula de
2010. Paso a describir algunas claves nuevas.
He dejado de hacer las empanadas con la carne
cortada a cuchillo. Es mucho trabajo, ¿verdad? Tal vez, pero no es ese el tema.
Cortar la carne a cuchillo debe ser una tarea bien precisa, los trozos no deben
quedar de tamaño desparejo. Adicionalmente, he comido empanadas en las que los
trozos resultan excesivamente grandes. Es muy difícil lograr que la carne
tratada de este modo haga que las empanadas resulten más jugosas que si se
hacen con carne molida en la picadora.
Prefiero concentrarme en el tipo de carne y
dejar que el carnicero la pique en la máquina. Prefiero la tapa de asado a la
que le hago dejar un poco de grasa, alrededor del 10% del peso total de la
pieza. Si no me encuentro con esta posibilidad, elijo la carne picada común que
lleva, una cantidad mayor, aunque imprecisa, de grasa que la llamada especial.
Algunas veces, pocas, hago una excepción.
Compro un lomo de ternera. Entonces, pido que me lo limpien y le den forma.
Luego me llevo todo por separado. Con el cordón y la cabeza, pico carne, esta
vez sí a cuchillo, y la uso para relleno de empanadas. Quedan sabrosas, pero un
poco más secas.
Ya no pongo una parte de cebolla blanca y
media de verdeo por cada parte de carne. Reduzco el total de cebolla a una
parte en la que mezclo la cebolla común con la parte blanca del verdeo, reservando
la parte verde. Pico ésta y la agrego al relleno cuando ya está terminado y se
ha enfriado un poco. Ocurre que la gracia del verdeo es que conserve algo de su
crujiente. Yo la ponía a rehogar desde el principio con el resto de la cebolla
y quedaba demasiado cocida sin agregar jugo a la preparación.
Dos detalles menores. Ponía una aceituna
descarozada por empanada. Es una cantidad excesiva en la que el sabor de la
aceituna en salmuera resulta invasivo. Ahora pongo, media aceituna por
empanada. El huevo duro, uno por cuarto kilo de carne, lo coloco rallado, queda
más parejo y se distribuye mejor el relleno. Cuando ya he rehogado la cebolla y
cocido y condimentado la carne, dejo que se entibie y entonces agrego el verdeo
bien picado, las aceitunas partidas, las papas semi cocidas y frías y el huevo
duro.
Hago las empanadas y las freezo. Para ello
tomo dos recaudos. Pinchar la empanadas cuando están recién armadas (la técnica
me la enseño María Eva Álvarez). Ello evita que se abran y pierdan jugo en la
cocción. Hago un relleno de medio kg de carne que me permite hacer veinte empanadas
(cantidad de tapas que da la receta de tía Chocha) porque esa es la capacidad
que tiene mi freezer.
Relleno
de empanadas |
|
Fuente (fecha) |
Es una receta que no sé ni dónde ni
cuándo la aprendí, ni quién me la transmitió. Sólo sé qué hace más de treinta
y cinco años que la hago… sí tengo referencias de algunas de las influencias
recibidas durante todos esos años. |
Ingredientes |
Carne picada 500gr. Cebollas comunes y blanco de la
cebolla de verdeo 500gr. Papas
150gr. Parte verde
de la cebollita 150gr. Huevos 2. Sal a
gusto personal, o al de la prescripción médica. Pimentón
de Payogasta a gusto. Ají
molido a gusto. Comino en
semillas a gusto. 10
aceituna descarozada. Aceite de
oliva c/n. |
Preparación |
1.- Pelar las papas y cortarlas en cubitos de 3 mm. Llevarlas a cocción
en una olla con agua fría y sal. Dejar
cocinar a fuego mínimo hasta que larguen la primer espumita. Hay que colarlas
y reservarlas en agua fría. 2.- Ciselar la cebolla y el blanco del verdeo, el corte
debe ser algo grueso (digamos de 3 ó 4 milímetros de ancho). 3.- Pisar las semillas de comino en un mortero. 4.- Picar bien chiquito el verde de la cebollita de verdeo. 5.- Rehogar la cebolla blanca en
una olla con abundante aceite de oliva. Salar. A mitad de la operación,
cuando la preparación ha adquirido calor, condimentar con la mitad del
pimentón, el ají molido y el comino. Las proporciones son a al gusto
personal, pero siempre hay que poner un poquito más de comino que de pimentón
y ají molido. 6.- Agregar la carne y cocinarla
con la olla tapada por 15 minutos, revolviendo cada tres o cuatro. Agregar un
chorro de aceite de oliva. 7.- Volver a condimentar, cuando
la carne ha tomado temperatura, con sal, pimentón, ají molido y comino hasta
alcanzar el gusto deseado. Hacerlo con cuidado porque siempre es posible
agregar condimentos, pero no quitarlos. 8.- Apagar el fuego y cuando el
relleno se ha entibiado, agregar las aceitunas cortadas, el huevo duro rallado,
las papas previamente coladas y el verde de la cebollita de verdeo. 9.- Dejar que el relleno se
asiente por 24 hs, por lo menos, en la heladera antes de armar las primeras
empanadas. 10.- Disponer el relleno sobre
las tapas y cerrarlas. Para ello, se debe humedecer con un poco de agua el
borde exterior del disco de modo permitir un cierre seguro. Realizar el
repulgue. 11.- Una vez armadas, colocarlas
en un plato sobre separadores de freezer, pincharlas con un tenedor por el
lado de arriba (lo hago fundamentalmente para freezarlas, pero si se van a
cocinar enseguida, también conviene hacerlo). 12.- Llevar al freezer. Cuando se
han congelado se las puede guardar en bolsas. 13.- Cocinar en horno fuerte al
principio hasta que la masa esté levemente dorada. Si las empanadas están
freezadas, deben ser llevadas directamente del freezer a la asadera y al horno. 14.- Servirlas en una bandeja y
comer calientes, preferentemente con las manos. |
Ajuste personal |
El toque personal está en el
condimento. No sólo porque la proporción es intuitiva, sino porque pongo más
o menos la mitad cuando estoy recién empezando la cocción del relleno y la
otra mitad cuando ya cociné la carne. Es decir, condimento en dos momentos
distintos y, si es necesario, casi nunca, rectifico sobre el final. |
III Las tapas de la tía Chocha
El artículo
que publiqué en diciembre de 2011, concluía con la siguiente afirmación:
“Tengo una asignatura pendiente con la masa… tiempo al tiempo, ya
veremos. Lo que ocurre es que el amasado de pizzas, panes y pastas diversas es
una incorporación reciente en mis hábitos culinarios.” (3)
Cuando publiqué ese texto, ya tenía la receta
de tapas de la tía Chocha. (4) Sin embargo, no las adopté inmediatamente.
Ocurre que durante casi cuarenta años usaba
las tapas para empanadas de la marca la Salteña. Eran excelentes, hasta que la
fábrica se quemó en los años noventa del siglo pasado, la empresa tuvo
problemas y fue adquirida por una multinacional norteamericana. Con el tiempo,
el producto empeoró sensiblemente. Hace cuatro y cinco años, cansado de que las
tapas industriales se rompieran en el momento de armar las empanadas, decidí
adoptar enteramente la receta de mi tía. Recientemente, la fábrica volvió a
manos criollas, pero ya es tarde… No sé qué tal están las tapas porque formé un
nuevo hábito que no pretendo abandonar.
Hasta entonces, sólo la había probado un par
de veces. En el momento en que la publiqué, más por curiosidad que por
necesidad y, en la casa de los primos de Haydée en Saint Léger sur Dheune, en
la Borgoña Francesa, lugar en donde las tapas para empanadas no se consiguen
fácilmente.
Lo cierto es que, cuando comencé a prepararlas
con asiduidad, tuve que reescribir la receta a partir de los ensayos que fui haciendo.
En primer lugar, abandoné el uso de harina leudante, remplazándola por harina
000 a la que le agrego polvo de hornear. El hecho es enteramente práctico, hago
panes con harina 000 y aprendí a manejarla con cierta solvencia. La diferencia
no se nota.
Por otro lado, estandaricé la cantidad de los
líquidos que mi tía indicaba en su receta con la expresión “un pocillo medio
grandecito de…”. Lo logré después de los mencionados ensayos, el resultado se
indica en la receta.
Finalmente, tenía que dar con el grosor
deseado, estandarizando el resultado con el uso de la sobadora hogareña de la
marca Pastalinda (ignoro si las medidas son universales en relación con las
codificaciones de otras marcas). Indico en la receta mi grosor preferido, el
disco se puede hacer un poco más fino, logrando un mayor rendimiento; pero a mí
no me gusta, y no sólo porque dificulta el armado, sino también porque cambia la
textura y consistencia de la masa.
Masa para empanadas al horno |
|
Fuente (fecha) |
Suministrada por María Luisa Aiscurri (tía Chocha) el 9 de
octubre de 2011. |
Ingredientes
|
Harina
000 1⁄2 kg. Polvo
de hornear 20 gr. Huevo
1. Aceite
de oliva 95 gr. Agua tibia
95 gr. Vinagre
de alcohol o vino 95 gr. Sal 1
cucharada de té. |
Preparación |
1.- Disolver la sal en el agua
tibia. 2.- Colocar la harina en un bol. 3.- Agregar los líquidos. 4.- Mezclar y amasar hasta lograr
una masa homogénea que no sea demasiado dura, para que pueda ser estirada con
facilidad. Tampoco debe estar demasiado blanda porque va a dificultar el cierre
y repulgue de las empanadas. El tamaño del huevo que puede variar, y las
condiciones climáticas pueden exigir un poco más de líquido o de harina. 5.- Dejar descansar la masa, en lo
posible en la heladera, por media hora. 6.- Estirar la masa con palote o
usando la Pastalinda (en este caso, se puede estirar hasta el punto 5 de la
máquina). 7.- Cortar discos de 12 a 14 cm de
diámetro. Rellenar y repulgar. 8.- Llevar a un horno a fuego
máximo hasta que la masa se dore. |
Ajuste
personal |
La
receta original (ver publicación), medía los líquidos como “un pocillo medio
grandecito de…”. Después de varias pruebas, estabilicé la medida en 95 gr. |
Comentarios |
1.- La tía no tiene un cortante, sino un dispositivo de
plástico sobre el que se coloca la masa de manera que se crea una suerte de bolsa
hacia el interior del aparato. Luego se coloca el relleno, se corta cobre el
borde del dispositivo (tiene un dentado que permite el sellado de la
empanada), luego de doblar la masa. 2.- Uso un cortante de 12 cm. Con estas cantidades, obtengo
20 discos en el punto 5 de Pastalinda. He probado de estirarlas hasta el
punto 6, se logran 28 tapas; pero la masa queda demasiado
fina para mi gusto. 3.- Cuando no tengo la pasta linda y
el cortante, hago bolitas pequeñas de aproximadamente 40 gramos, las estiro
con palote hasta donde me da el cuero… y si no hay palote con una botella de
vino vacía. |
Notas y bibliografía:
(1) 2011,
Aiscurri, Mario, “Empanadas criollas”, en El
Recopilador de sabores entrañables, leído el 24 de julio de 2020 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2011/12/empanadas-criollas_09.html
y 2012, Aiscurri, Mario, “Tapas para empanadas”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 24 de julio de 2020
en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2012/05/tapas-para-empanadas.html
(2) La Plaza Zárraga se encuentra
en el barrio de Colegiales según la nomenclatura del Gobierno de la Ciudad;
pero la Sociedad de Fomento Belgrano R cuestiona ese mapa. Esta institución sostiene
que el límite entre ambos barrios, desde el puente del Ferrocarril Mitre hasta Delgado,
una cuadra antes de la Avenida Forest, no debe ser la Avenida de los Incas,
sino la Avenida Elcano.
(3) 2011, Aiscurri, Mario, “Empanadas
criollas”, cit.
(4) 2012,
Aiscurri, Mario, “Tapas para empanadas”, cit.
Que delicia leer este relato!
ResponderEliminarGracias, Anónimo, por el comentario.
Eliminar¡Qué ganas de probar! No tengo balanza, ¿cómo se puede calcular el polvo de hornear? Si no hay palote, se podría estirar con una botella de vino llena, para descorchar cuando encendemos el horno.muchas gracias
ResponderEliminarGracias, isaabel, por sus comentarios.
EliminarUna cucharada rasa de de polvo de hornear servirá.