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Sabemos qué es el chimichurri. También sabemos que
ha pasado nuestras fronteras y nos identifica en el mundo. Ya he expresado mi
opinión personal acerca de que
lo que le da carácter argentino es la presencia del ají molido. Rescato una opinión de Francis Mallmann sobre esta salsa
que me permitiré usar como buena bandera en este artículo:
“/…/. A veces me preocupa
que, desde que el mundo lo descubrió, vaya a “gourmetizarse” hasta quedar
irreconocible.
”En una entrega de premios “James Beard” en Nueva
York, con tema latinoamericano, yo no podía creer lo que habían hecho algunos
chefs: ¡mango, fresas, menta! Me puso tan triste que me dieron ganas de meterme
dentro de mi horno. Está muy bien inventar, pero hay que mantenerse fiel a la
idea original. Mi variación sobre el chimichurri consiste en usar hiervas
frescas en vez de secas (que son las que usan los gauchos).”(1)
Las imágenes pertenecen al autor
Aunque la salsa parece tan
común que resulta insignificante para nuestra consideración, estimo que hay
mucha tela para cortar, si nos ponemos a reflexionar sobre ella. Me propongo
exponer aquí sólo algunas cuestiones que considero importantes para empezar el
diálogo.
I
Acerca del origen y las influencias que reúne
La ausencia de la palabra chimichurri es
notoria en las fuentes documentales que hablan del asado criollo hasta bien
avanzado el siglo XX. Tampoco hay descripciones de alguna salsa que se le
parezca en las mismas fuentes. Es el caso opuesto al de la salmuera, método de
salazón preferido por los gauchos, que cuenta con profusas descripciones y
nominaciones literarias (novelas, diarios de viajeros, recetarios, etc.).
En cuanto a la
denominación, se cuentan varios relatos con ribetes de leyendas urbanas,
incluso rurales. Nos cuentan historias acerca de ingleses comiendo asados o de
vascos hablando con palabras que el propio idioma euskera ha decidido olvidar. Todas
ellas carecen de sostén empírico. A pesar de ello, las considero con algún
detalle más abajo.
En lo referente a la composición, creí ver un
antecedente claro en este texto de 1825:
“La carne de vaca es buena, pero inferior a la
nuestra, y la manera de prepararla le confiere un sabor semejante al del carbón
y leña, bastante insípido por cierto. No les pasa por las mientes que pueda
usarse un espetón. Mr. Booth, un inglés dueño de un almacén, es celebrado por
los almuerzos al estilo inglés.
”/.../.
”Los gauchos de la campaña se alimentan de
carne: el pan es para ellos un lujo. Como no tienen hornos se ven obligados a
asar la carne en estacas clavadas en el suelo. Me agradaría que hiciesen lo
mismo en Buenos Aires: comería yo la carne entonces con más apetito. El
verdadero “roast-beef” es el que aderezan los gauchos.
”La carne con cuero y el matambre son
apreciados aquí por muchos (entre los cuales no me cuento).
”Me gustarían las salsas si no fuera por el horrendo ajo con que
son aderezadas.”(2)
El texto fue publicado en Londres en 1825 por
Un Inglés (esa fue su firma) que vivió cinco años en Buenos Aires. Creí ver en
él la primera descripción de un chimichurri primitivo por eso de referirse a
una “salsa” que lleva ajo. Pero las descripciones de la salmuera que hacen
algunos criollos bonaerenses, duchos en los menesteres de domar las carnes en
asadores y parrillas, me convencieron de que el inglés hablaba simplemente de
ese líquido con que los gauchos sazonan las carnes desde hace siglos.
En otro artículo hablo de la salmuera y de las
profusas menciones en fuentes documentales desde por lo menos principios del
siglo XIX hasta la actualidad. Como la salmuera suele llevar ajo, y los
criollos actuales le suelen agregar algunos otros ingredientes (básicamente ají
molido y hojas de laurel partidas), mi hipótesis principal fue, desde que leía
a Un Inglés, que el chimchurri no es otra cosa que una salmuera que se ha ido
sofisticando con el tiempo.
La sal, e incluso, en ciertas circunstancias,
el ajo, eran productos accesibles para los gauchos del siglo XIX; pero la clave
debía estar en descubrir cómo se fueron incorporando el ají molido y otros
ingredientes como el orégano, el aceite y el vinagre.
Es sabido que los
primeros inmigrantes del noroeste llegaron a las pampas bonaerenses a fines del
siglo XVIII. (3) Con ellos vinieron algunas preparaciones como las empanadas,
los pastelitos dulces y, presumiblemente, el guiso llamado carbonada. Estos
platos eran utilizados en acontecimientos festivos, como la yerra que describe
José Hernández en Martín Fierro (“Venía
la carne con cuero, / la sabrosa carbonada, / mazamorra bien pisada / los pasteles y el güen vino...”). (4) Pero nada queda claro acerca del ají
molido.
De modo que la evolución hacia el chimichurri
debió ocurrir de manera tardía, cuando la industria alimentaria pudo ofrecer
los productos que lo componen… pero esto incita a imaginar una idea
inquietante: siendo las ciudades los primeros mercados de esa producción,
¿estamos frente a una receta urbana?
Planteadas las cosas de ese modo, otro
hallazgo casual provocó un giro inesperado en mis búsquedas, encontré una
receta urbana que me puso sobre una pista diferente. Teófila Benevento, en un
recetario de principios del siglo XX (la edición que yo tengo es de 1940),
expone una receta de “Adobo” que lleva los siguientes ingredientes: vinagre,
pimentón, orégano, ajos pisados, cominos, ají molido, laurel, pimienta en grano
y sal. Se parece demasiado a un chimichurri como para que no tenga nada que ver
él. Si, además, pensamos en los usos que se da al chimichurri, percibimos que
es frecuente encontrarlo como adobo para marinar carnes (abajo expongo algunos
de esos usos). (5)
La pregunta es
entonces, ¿qué es el chimichurri, una salsa para agregar a las carnes asadas o
un adobo para marinarlas antes de la cocción?
Estas preguntas no dejaron de inquietarme. Soy
amante de las creaciones populares. Por ello, me gustaría pensar que el chimichurri
es la evolución de método de salazón creado desde la eficacia chapucera con que
las gentes del común resuelven problemas prácticos (en este caso, salar un
costillar ensartado en un asador) antes que la adopción de una técnica que
supone un cierto desarrollo académico.
Sin embargo, ambas hipótesis pueden
conciliarse en la idea de posibles intercambios a los que son proclives los
hombres y mujeres del común cuando perciben que hay algo de lo que pueden apropiarse
con facilidad y representa un aporte apetecible.
La fórmula de la salmuera enriquecida actual
(por lo menos las que ensayan algunos amigos míos y don Burgos en la parrilla
Santa María de la ciudad de Maipú, Provincia de Buenos Aires) y la técnica
básica para hidratar los ingredientes secos del chimichurri en salmuera (propia
de la receta que expongo y de la receta de Mallmann) pueden constituirse en
prueba del aserto. Aunque ello no despeja el asunto concerniente al nombre
misterioso.
II Acerca de la denominación
Considerar este punto no es un tema menor. El
valor creador de las palabras es un tópico tan trillado como conocido (bien
trillado, por cierto), desde los más sabios escritos bíblicos hasta las más incisivas
concepciones del psicoanálisis. Pero en este caso, los indicios que hay no nos
llevan a ningún lado. Mi imaginación me dice que se trata de un caso similar al
del Génesis. La palabra no crea un algo ex nihilo, sino más bien da forma a lo
existente.
Exploremos las distintas versiones sobre el
origen del nombre chimichurri, una de ellas, incluso, está asociada al mito del
origen, y veremos en qué cul du sac nos mete cada una de ellas.
Una historia cuenta que un inglés que estaba
comiendo un asado con unos gauchos. En un momento determinado, pide que le
alcancen la salsa para condimentarlo, diciendo “give me the curry”. Fue
entonces que un paisano preguntó “¿chimichurri?”. La historia tiene variantes.
Algunos dicen que eran los prisioneros ingleses que fueron internados en la
provincia de Buenos Aires en 1806. Otros, entre ellos Miguel Brascó, que fue en
la Patagonia, en el barrio inglés construido en torno de una factoría
británica.
Otra leyenda sitúa la acción en una estancia
en Cañuelas a mediados del siglo XIX, donde el propietario, un inglés llamado
Jimmy Curry la habría creado para agasajar visitas notables que había recibido.
He leído muchos textos de ingleses (incluso de
soldados prisioneros en 1806 y 1807) y no hay referencias en ellos, no ya del
nombre, sino de la salsa misma (ya he dicho que la única descripción que
encontré, se refiere a la salmuera).
Pero, dejando de lado los relatos ingleses,
hay otra leyenda aún más descabellada. Refiere un origen vasco de la
denominación. Esta versión sostiene que la palabra euskera “txmitxurri”
significa “revoltijo” o “mezcla”. La Academia Argentina de Gastronomía sostiene
que de “hecho, existe (en Euskadi, supongo) una salsa similar
pero que se prepara con ajo y perejil, junto con hierbas aromáticas, chile
rojo, pimienta de cayena, tomillo y romero.” A mí no me parece tan similar, ni muy vasca; pero lo que sí me parece
inaudito que se sostenga la versión, cuando la palabra de marras no se
encuentra en ningún diccionario de la lengua euskera, como afirma la Academia
Argentina de Gastronomía. (6)
De modo que estos relatos tienen la clara identidad
de las leyendas urbanas y rurales. Sólo haría reserva del relato de Miguel
Brascó porque sitúa los hechos en un tiempo tardío, en concordancia con la
aparición de la palabra en textos literarios, incluso en recetarios, que sólo
pude verificar en textos de la segunda mitad del siglo XX. Precisamente, en esa
época, Miguel Brascó vivió su infancia en la Patagonia cerca de ese barrio
inglés. (7)
En apariencia, confunde un poco más el
panorama el hecho de que la palabra chimichurri se utilice en Puerto Rico para
denominar un sándwich típico. Pero me parece que este uso debe ser mucho más
reciente aún; porque la última edición del mataburro de la que fija, limpia y
da esplendor sólo recoge el uso rioplatense del término. Allí define esta
palabra, de origen incierto, como “Salsa propia de la
Argentina y Uruguay, a base de ajos, perejil, ají picante, sal, aceite y
vinagre, que se emplea para aderezar la carne.”(8)
Retomando el símil con el Génesis, mi imaginación
me incita a pensar, no tengo pruebas para afirmarlo con certeza, que se
necesitó una palabra nueva para iluminar una novedad sobre algo existente. ¿Qué
es lo nuevo? El uso de un adobo como salsa. ¿De dónde se tomó la palabra? Vaya
uno a saber.
III ¿Salsa
o adobo?
Nada me resulta más placentero que comerme un
choripán, auténtico ícono de la cocina callejera argentina. Me gusta agregarle
una cucharada generosa de chimichurri. En ese caso uso el chimichurri como
salsa. Algunos dirán que la salsa es redundante en un embutido que suele estar
condimentado con un adobo similar al aliño que le agrego. Pero a mí me parece
que lo que la salsa hace es acentuar los sabores del chorizo, además de
impregnar el pan que sólo tiene contacto con la tripa asada.
¿Cómo dije? ¿Que la carne para el chorizo fue
adobada con chimichurri antes ser embutida? Sí, claro; pero ¿qué otros usos
encontramos para nuestro aliño nacional? El más importante es aplicarlo como adobo
para carnes que van a ser asadas (por ejemplo, el lechón que hacemos hornear en
una panadería para las fiestas). Mi amigo Mario Wences asa unos riñones de
ternera que previamente marina con un adobo similar a un chimichurri.
¿En qué consiste ese adobo? Wences lo explica
con su verba singular. Cuando uno hace un asado, lo más importante es pensar a
qué lugar quiere llegar. Eso determina los pasos que tiene que dar. Para asar
riñones de ternera, es necesario saber elegirlos (no tienen que estar
totalmente desgrasados), cortarlos en rodajes de dos centímetros y medio de
alto (sí, sí, aproximadamente una pulgada) y saber adobarlos.
¿Qué tiene que llevar el adobo? Mario lo describe
con detalle. Fundamental es que tenga vinagre (elimina el gusto amargo del
riñón) y aceite (materia grasa que evita que se reseque durante la cocción).
Para darle sabor, lo elementos indispensables, además de la sal y la pimienta,
son el ajo picado (debe ser fresco), el orégano y el ají molido. Esta es la
base, el resto va a gusto del consumidor quien está autorizado a agregar lo que
desee, o lo que tenga a mano, siempre que respete esa base (tomillo, romero,
perejil, salvia, etc.).
Sí, el chimichurri se usa mucho como adobo en
diversas circunstancias como las descriptas. Con todo, el uso más osado que
conozco es el del condimento que se agrega a la pizza porteña cuya base es
orégano, ají molido, ajo picado, sal y aceite.
Estas preparaciones, como todos los adobos que
encontré en los recetarios argentinos tienen algunas variantes en la
composición de ingredientes; que no establecen diferencias significativas entre
sí (aquí mismo, debajo de la receta enumero mis hallazgos en un Apéndice
que invito a consultar). Pero hay un detalle que debe tenerse en cuenta, hay una
diferencia que sí es importante. Los chimichurris que se usan como adobos no
llevan agua, nuestra salsa sí. Veo en este punto la diferencia de composición y
uso la circunstancia que justificó la necesidad de requerir de un nombre
específico dada la insuficiencia descriptiva de la palabra “adobo”.
IV Algunas
conclusiones provisionales
De lo expuesto hasta aquí podemos arrimar una
conclusión. El chimichurri no es un adobo, aún en las fórmulas en que estos se
parecen en su composición a él, porque cumple la función de una salsa. Tampoco
es una salmuera enriquecida, porque por más que se agreguen ingredientes a la
fórmula básica de agua y sal, nunca tiene una consistencia tan líquida ni
cumple con la función primordial de salar las carnes.
El chimichurri es, en mi opinión, una salsa
pensada para enriquecer o acentuar el gusto de las carnes. Su creación que
juzgo tardía, no anterior a 1950, supone síntesis, a partir de intercambios
fecundos, entre los adobos basados en ajo, ají molido y orégano con la
salmuera. Si bien no puedo afirmarlo con toda certeza, el nombre es tardío y lo
asocio a su creación (así lo dice, por ejemplo, mi experiencia con la larga
lista de recetarios argentinos que he podido consultar, casi una docena y media).
Suponer que los adobos requieren de una
elaboración más académica en contraposición con la eficacia sencilla y propia
del saber popular que exhibe la salmuera no es un atrevimiento de mi parte. En
un viejo recetario publicado en la Ciudad de San Miguel de Tucumán alrededor de
1920, hay un capítulo dedicado a la carne de cerdo. Bajo el título “Salazón de
la carne” se describe el procedimiento para curar la carne de cerdo. Trascribo
un párrafo que viene a cuento:
“La salazón mediante la
salmuera, que algunos campesinos practican, exige mayores cuidados y
vigilancia, si bien es más conveniente en los países cálidos porque enrancia
menos la carne.”(9)
También hay que
descartar la idea de que se trate de una salsa gringa. La presencia profusa de adobos en los recetarios
más antiguos de La Argentina (en especial en el de Juana Manuela Gorriti que
rescata la tradición hispano criolla), descarta esa hipótesis de que fuera una
receta traída por la inmigración europea a la cocina argentina. Aunque no debemos descartar la preferencia de
los inmigrantes por su consumo. Pero ellos aportaron su salsa propia para
acompañar el asado, como puede verse en el artículo que dedico a la salsa
criolla. (10)
Los amables lectores tienen la oportunidad de
volver sobre la salmuera en el artículo que específicamente le dediqué. Por
ahora los invito a leer y practicar la receta de chimichurri y a consultar el
Apéndice que expongo debajo de ella con los registros encontrados sobre adobos,
salmueras y chimichurris en los recetarios consultados.
V La receta
Esta es mi receta
personal, pero no difiere demasiado de las que exponen, en sus libros Margarita
Elichondo, Dolli Irigoyen y Francis Mallmann. (11)
¡Ah! Hablando de Francis
Mallmann, este gran autor argentino sostiene que la “sazón y los ingredientes
pueden variar aquí y allá, de región en región, de pueblo en pueblo, pero su
esencia siempre es la misma, liderada por el orégano, el ají molido y la
salmuera.”(12)
Chimichurri
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Fuente
(fecha)
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Personal (2015)
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Ingredientes
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4
dientes de ajo.
25
g de perejil fresco.
5
g de orégano.
3
g de ají molido.
5
g de pimentón de Payogasta.
3
g de tomillo fresco (opcional).
200
cl de agua tibia.
20g
de sal gruesa.
1
chorrito de salsa de soja (opcional).
1
cucharada y media de vinagre de vino.
4
cucharadas de aceite de oliva extra virgen.
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Preparación
|
1.- Picar el ajo, el perejil y el
tomillo.
2.- Preparar una salmuera con el agua
tibia y la sal.
3.- En un perol poner y mezclar los
ingredientes sólidos.
4.- Agregar la salmuera y dejar reposar
media hora para que los sólidos se embeban con ella.
5.- Agregar la salsa de soja, el vinagre
y el aceite de oliva.
6.- Conservar en la heladera.
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Comentarios
|
Como
lleva aceite de oliva, es necesario dejar que tome temperatura ambiente
cuando se lo saca de la heladera.
Para
empezar a usarla hay que dejar pasar tres o cuatro días para que todos los
productos de integren.
Me
ha durado hasta tres meses en la heladera sin que se descomponga por
fermentación.
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VI
Apéndice: Salmueras, adobos y chimichurris en los recetarios
argentinos
Recorriendo casi una docena y media de
recetarios argentinos publicados en los últimos 150 años, no encontré la
palabra “chimichurri” hasta el final del siglo XX. Aún en estos textos, la
salsa se menciona y aparecen las recetas. Siguiendo la pista de recetario de
Teófila Benavento, busqué entonces la composición de los distintos adobos
pensados para marinar carnes, tratando de encontrar las fórmulas más cercanas a
la receta del chimichurri básico (ají molido, ajo, orégano). En paralelo,
busqué las referencias o recetas de salmuera. Expongo algunos hallazgos.
Ordené lo textos en tres períodos: primero
(1891-1957), segundo (1942-1992) y tercero (1991-2010). El corte entre el
primer período y el segundo debió ser 1935; pero tuve que recurrir a la fórmula
propuesta por varias razones: 1) No cuento con un libro de doña Petrona de la
primera edición que, estimo, es el momento en que debiera hacerse un corte. 2) El
libro de Teófila Benevento es de 1940, tengo una edición anterior pero que no
puedo datar. De modo que no tengo forma de saber desde cuándo está la receta de
adobo incluida en la colección y 3) El libro de Marta que tengo es un facsímil
de las últimas ediciones (c 1957), no tengo cómo saber cuál era el dispositivo
inicial del recetario. Los períodos están datados en función de incluir a Marta
y Benavento en el primer período y a doña Petrona, en el segundo. Una observación
que no es menor: una periodización es tan solo una exposición didáctica para
facilitar la comprensión del pasado y no un dispositivo óntico. De modo que hay
que tomarla sin dogmatismo como un dispositivo apto para hacernos una idea de
los sucesos.
En el primero tramo, incluí
los clásicos de Juana Manuela Gorriti (fue publicado en 1891 y no tuvo más
ediciones a cargo de la autora); Teófila Benevento (fue publicado en 1895,
poseo, como ya expuse, un ejemplar de la última edición de 1940); Marta (fue
publicado en 1914, tengo una edición, también lo eh dicho, que estimo facsímil
de la última, c 1957); Congregación de las Hijas de María y Santa Filomena de
San Miguel de Tucumán (la primera edición es de c 1920, tengo una que es
facsímil de la 4° edición, c. 1940) y Recetario de la Familia Flores
(manuscrito fechado en 1891). (13)
En Cocina Ecléctica de Juan Manuela
Gorriti, el uso de adobos es profuso. Hay una receta específica de adobo para
carne de cerdo (“adobo de chancho”) que lleva vinagre, sal, pimienta, ajo, cebolla,
cominos, orégano y laurel y otra que utiliza la expresión “adobo ordinario”.
Éste se compone vinagre, aceite, pimienta, sal y ajo. Entre estos ingredientes
se juegan las distintas variaciones. Ají molido es mencionado en una sola
receta (sobre 17 consultadas). Este recetario encierra una clave que debemos
considerar: el mencionado “adobo de chancho” es utilizado para la preparación
de la carne de cerdo con las que se harán salchichas. Pero esta no es la receta
que lleva ají molido.
Como puede verse, al igual que el que he
citado, de Teófila Benavento (1940), estos adobos, tengan o no ají molido, no
se ligan con salmuera. Llevan aceite, vinagre o ambos, pero nunca agua. Otro
tanto ocurre con los adobos que presenta Marta, quien, además, sólo en contadas
ocasiones incluye ají molido en ellos (1914-1957).
Similar es el caso de las
recetas publicadas en el recetario tucumano, El arte de cocinar. En los
casos en que la carne debe adobarse, las diferentes fórmulas, aunque varias
incluyen el ají molido, excluyen la salmuera. Ya hemos visto que considera la utilización
de la salmuera como la práctica de “algunos campesinos”. Como se ve, la
mencionan, pero no suministran indicaciones sobre su preparación y modo de uso.
En algunos casos, las autoras proponen la incorporación de azúcar en los
adobos. Pero esto representa lo que hoy llamaríamos publicidad encubierta para
la floreciente industria azucarera provincial.
En el recetario de la Familia Flores aparecen
dos recetas con adobos. Una pensada para pescados y la otra para cordero. En
ambos casos, el ají molido está ausente.
Hasta aquí, hemos visto una profusa indicación
de uso de adobos (algunos de ellos con la incorporación de ají molido), la
mención ocasional de la salmuera (sólo Marta tiene una fórmula para prepararla
en la receta “pasteles de hojaldre”, pag. 34) y la ausencia total de la palabra
chimichurri o del uso de esos adobos como salsas.
En el segundo período, consulté la edición del
Libro de Doña Petrona más antigua que poseo (1942); el Libro de José Eyzaguirre (tengo un ejemplar de la
segunda edición de 1946); Doña Lola (1944) y Choly
Berreteaga (1° edición, 1976, tengo un ejemplar de la edición corregida en
2010). (14)
En la undécima edición de El libro de doña
Petrona (1942), debo decir, como nota marginal, que aparece la primera
receta que encuentro de salsa criolla (ver artículo específico que dedico a
esta salsa). (pag. 135)
En relación con el tema del presente artículo,
expone una receta de adobo para carnes que lleva ají molido picante. Agrega que
el adobo puede ponerse en una botella e indica que se “emplea para adobar
lechones y salsear asados al asador”. Aunque la receta no lleva agua, es decir,
excluye a la salmuera de su composición, y no utiliza la palabra chimichurri,
es la primera vez que aparece como salsa. (pp. 135-136)
Por su parte, en José Eyzaguirre tampoco
encontré la palabra chimichurri. Cuando describe las condiciones en que se
pueden asar carne al asador, sostiene que generalmente “se usa la salmuera para
preparar este tipo de asados”. Sin embargo, no indica cómo se prepara y cómo se
usa. (pag. 44) Propone diversas fórmulas para marinar o macerar carnes, sólo
algunas llevan ají molido (por ejemplo la receta de matambre que también lleva
orégano en el adobo, pag. 316). Sin embargo, no aparece ninguna indicación que
nos haga pensar en que piensa este adobo como salsa.
Doña Lola, en la receta de “asado a la
parrilla”, no dice que “Se prepara un fuego bien encendido; se calienta primero
la parrilla, después se pone el asado y cuando esté de un lado, recién se da
vuelta del otro y se va rociando con el adobo”. Si bien no hay una receta que
dé cuenta de las características de ese adobo en el capítulo dedicado a las
carnes; sí hay una receta de “lechón al horno”, en el que dedica al cerdo. Esa
receta lleva la siguiente indicación “se rocía con este adobe el lechón, que
será mejor dejarlo así desde la víspera o una horas antes de ponerlo al horno”.
“Este adobe” se compone de sal, ajo, perejil, orégano, ají molido, pimienta,
laurel, aceite y vinagre. (pags. 155 y 273, respectivamente)
Como puede apreciarse, en el caso de la carne
de vaca, el adobo se usa para salsear durante la cocción, en ello, se parece a
la descripción de uso que hace doña Petrona. En el caso del lechón, la carne se
deja marinar con el adobo, aunque luego recomiende, el salseo durante la
cocción sólo para evitar que la carne se seque. No podemos saber si, para el
primer caso, el adobo es el mismo o si utiliza algún otro ingrediente, entre
ellos, el agua. No encontré, en esta colección, el uso de la palabra
chimichurri. Tampoco hay referencias a la salmuera o la descripción de alguna
preparación que se parezca a ella fuera de lo ya dicho.
Choly Berreteaga escribió su libro en 1976.
Aunque la edición que tengo incluye correcciones, la autora aclara el alcance
de las mismas: “En esta reedición encontrarán todas la recetas clásicas del
libro, aggiornadas a los tiempos de hoy. Con consejos para freazer y
microondas, por ejemplo, que en esa época no existían. En muchas de ellas
encontrarán una Nota Retro, con comentarios y variantes para reinterpretar las
recetas de una época en la que el colesterol era una palabra poco frecuente.”
Hecha esta salvedad, podemos ubicar el texto en el período en que el libro tuvo
su primera edición.
Encontré tres recetas con adobos. La primera,
propicia una dedicación mezquina. El “adobo para carnes y rellenos” se prepara
licuando ajo, perejil y cualquier otro condimento. (pag. 30) Las otras dos (en
las recetas de “asado al horno” y “cuadril”) llevan el sello de un adobo
tradicional con ají molido. (pags. 69 y 81, respetivamente). No encontré las
palabras chimichurri y salmuera, ni descripción de salsas que se le
parezcan.
En el tercer período, utilicé los recetarios
de Juan Carlos Martelli (1991, tengo un ejemplar de la edición corregida por
Beatriz Spinosa en 2009); Margarita
Elichondo (tengo un ejemplar de la edición de 2008, pero hubo una edición
anterior de 1990); Choly Berreteaga (2005); Francis Mallmann (2010); Dolli
Irigoyen (2009) y Agustina Arias (2010) y el manual para asadores de Raúl Mirad
(la primera edición es de 1991, poseo una edición de1998). (15)
Martelli menciona, en la descripción general
del asado, al chimichurri como salsa para agregar a las carnes junto con la
salsa criolla. Rechaza los marinados previos de las carnes de vaca, pero sí los
acepta para algunas carnes especiales y achuras. No ofrece una receta de
chimichurri y sus adobos distan mucho del clasicismo que hemos venido siguiendo
en recetarios más antiguos (v. g., para el cordero propone usar menta fresca, para
el chivito, romero, etc.). (pp. 14-15)
Cuando pasa a las recetas la redacción es
confusa. Por ejemplo, pone, en la receta de “una gran parrillada”, al chimichurri y la salsa criolla en el listado
de ingredientes juntos con los que pueden formar parte de estas salsas (ajo,
ají molido, orégano, etc.). (pp. 18-20)
Raúl Mirad menciona la salmuera, los adobos y
el chimichurri, pero no ofrece una receta propia. Da las indicaciones para su
uso y, luego de afirmar que la preparación de las salsas es la única tarea
exclusivamente femenina en el asado, reproduce varias. Cada una de ellas lleva
el nombre de una mujer. Ninguna respeta la ortodoxia de una receta de
chimichurri; pero, si uno acepta que el nombre de cada fórmula alude a la mujer
real que se la suministró, este ramillete de herejías reviste el mayor interés
para cocineros, asadores y comensales que se precian de ejercer el buen gusto
frente a los asados criollos. (pp. 95-99)
El resto de los libros consultados, tienen
recetas de chimichurri con ese nombre y fórmulas ortodoxas con pequeñas
variaciones entre sí; pero todavía hay que distinguir dos grupos. Los que usan
como base la salmuera para hidratar los sólidos (Choly Berreteaga, Dolli Irigoyen,
Francis Mallmann) y los que mezclan todos los ingredientes en un solo acto con
el aceite, el agua y el vinagre (Margarita Elichondo, Agustina Arias)
El señor Mallmann, explica que para preparar
la salmuera que será la base del chimichurri, es necesario hervir la sal con el
agua y dejar que se enfríe antes de preparar la salsa. (pag. 252)
Agustina Arias, agrega la siguiente indicación
para “que el asado no se seque, tener a mano una botella de salmuera (agua con
sal, orégano, laurel y tomillo) y rociarlo 2 ó 3 veces mientras se cocina”.
(pp. 70-71).
Pasando revista a lo expuesto, se comprueba el
uso tardío de adobos con ají molido como salsa y la adopción, más tardía aún,
del nombre chimichurri.
Notas
y bibliografía:
(1) 2010, Mallmann, Francis, Siete fuegos,
mi cocina argentina, Buenos Aires, V&R, pag. 252.
(2) 1825, Un Inglés, Cinco años en Buenos Aires,
1820-1825, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986,
pp. 93-94, 95.
(3)
1999, Caravaglia, Juan Carlos, “Ámbitos, vínculos y cuerpos. La campaña
bonaerense de la vieja colonización”, en Devoto, Fernando y Madero, Marta, Historia de la vida privada en la Argentina,
Tomo 1 País Antiguo. De la Colonia a 1870, Buenos Aires, Aguilar, Altea,
Taurus Alfaguara, pp. 55 y ss.
(4) 1872,
Hernández, José, El gaucho Martín Fierro,
Canto II, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, leído
el 1 de febrero de 2017 en http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/46827241323359941754491/p0000001.htm#I_0.
(5) 1940,
Benavento, Teófila, La perfecta cocinera argentina, Buenos Aires,
Escuela Taller Divino Rostro, 1° edición de 1894.
(6) Leído en http://academiaargentinagastronomia.com/novedades/el-origen-misterioso-del-chimichurri,
el 4 de febrero de 2017.
(7)
2008, Albirzú, Mónica, Una charla con Miguel Brascó, Buenos
Aires, Capital Intelectual.
(9) C 1940,
Congregación de Hijas de María y Santa Filomena de Tucumán, El arte de
cocinar, San Miguel de Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 2011, 6º
edición (no indica la fecha de la 4° edición que se toma como base), primera
edición c 1920, pag. 176. El subrayado es mío.
(10) 1890,
Gorriti, Juana Manuela, Cocina ecléctica, Buenos Aires, Félix Lajouane
Editor (Librairie Générale), 1890, leído en http://www.biblioteca.clarin.com/pbda/miscelanea/cocina_eclectica/cocina_00indice.htm, el 4 de noviembre de 2011.
(11) 1990,
Elichondo, Margarita, La cocina criolla. Memoria y recetas, Buenos
Aires, Ediciones del Sol, 2008, pag. 187; 2009,
Irigoyen, Dolli, En su cocina, Buenos Aires, Sony Music Entertainment
Argentina, pag. 88 y 2010, Mallmann, Francis, OP. Cit., pag. 252.
(12) 2012,
Mallmann, Francis, Tierra de fuegos, mi cocina irreverente, Buenos
Aires, V&R, pag. 118.
(13) 1890, Gorriti, Juana Manuela, Op. Cit.; 1940, Benavento, Teófila,
Op. Cit. C. 1940; C 1940, Congregación de
Hijas de María y Santa Filomena de Tucumán, Op. Cit.; C
1957, Cocina tradicional argentina por Marta, Buenos Aires, Distal,
nueva edición de La cocinera criolla, 1° edición 1914 y Recetario de la
Familia Flores, 1891, fotocopia digital en poder del autor, leído en http://elrecopiladordesabores.blogspot.com.ar/2016/10/recetario-de-la-familia-flores-revision.html,
el 2 de febrero de 2017.
(14) 1934,
Gandulfo, Petrona C. de, El libro de doña Petrona, Buenos Aires, 1942,
edición 11°; 1944, L. P. de P., El arte
de la mesa. Recetario de doña Lola,
Buenos Aires, Guillermo Kraft LTDA; 1946, Eyzaguirre, José, El libro del
buen comer, Buenos Aires, Editorial Saber Vivir, 1946, 2° edición y 2010,
Berreteaga, Choly, Cocina fácil para la mujer moderna –edición aniversario
35°-, Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1° edición 1976.
(15) 1990,
Elichondo, Margarita, OP. Cit.; 1991, Martelli, Juan
Carlos y Spinosa, Beatriz, El libro de la cocina criolla, Buenos Aires,
Edicol, 2009; 1998, Mirad, Raúl, Manual
del asador argentino, Buenos Aires, Distal, hay una primera edición fechada en
Montevideo en 1991; 2005, Berreteaga,
Choly, La cocina de nuestra tierra, Buenos Aires, Editorial Atlántida.
2009; Irigoyen, Dolli, Op. Cit. Y 2010, Mallmann, Francis, Op. Cit.
Bueno, bueno, bueno.
ResponderEliminar¡ Cuánta historia tras un adobo tan popular !
Particularmente, soy un poco reacio a enmascarar el gusto de las carnes con este tipo de aditamento porque quiero paladear el sabor puro aunque, mi conocida falta de cultura gastronómica lo certifica, como de todo y de todas las formas.
En el caso puntual del lechón, estaba convencido que su ingesta debía ser siempre con adobo ya que así lo había comido siempre, hasta que, hace unos años, en una parrilla que se encuentra en la entrada de la ciudad de Santa Rosa en La Pampa, un asador de avanzada edad me asesoró respecto de qué trozo pedir (la mano) y de no adobarlo para descubrir cuál era el sabor real. Así lo hice y me maravillé.
Caso contrario me sucede con los pescados, tal vez porque mi mayor experiencia es con los de río.
En Gualeguaychú, Entre Ríos, me he devorado diversas clases mayormente encebollados con un gran fruición.
Algo similar me sucede en Formosa donde degusté yacaré con una salsa que me impidió conocer el verdadero sabor del mismo aunque me han referido que es muy insulso si no se lo adoba.
En fin, me he dado cuenta que paso de un extremo al otro con mucha facilidad lo que ratificaría lo versátil que resulta "EL CHIMICHURRI" bien argentino, por lo que se debería reclamar su DOC (Denominación de Origen Certificado).
Gracias, Oscar, por tus comentarios.
EliminarA mí también me pasa eso de pasar de un extremo al otro. Por eso, me sirvo el chimichurri a un costado en el plato con al carne y va un bocado con y otro sin.
En cuanto al lechón, creo que, cuando se come frío, el chimi es imprescindible; pero, cuando se come caliente, sobra.
Lo más curioso es que el momento en que más disfruto del chimichurri es en el choripán. Es curiosa esa redundancia entre el chorizo, ya adobado en su fabricación original, y la salsa nacional. Yo que he aprendido, de la mano de Borges, a desconfiar de los énfasis; sucumbo ante un choripán con abundante chimi.
Estoy totalmente de acuerdo con la DOC, porque los yanquis se van a quedar con nuestra salsa como ya de quedaron con el charqui.
En el caso del choripán también lo sazonaba con el chimichurri pero, hace unos años, mi gusto viró hacia la salsa criolla porque, por un lado, permite disminuir la temperatura del chorizo -habida cuenta de la actual costumbre popular de hacerlo mariposa- y por el otro, me resulta más digerible la combinación.
ResponderEliminarDe todas maneras, sabés que también sucumbo con el choripán independientemente de que contenga aditamento o no.
Gracias, Oscar, por el comentario.
EliminarParadójicamente los planetas parecen haberse alineado. La costumbre de comer el choripán mariposa es muy saludable porque garantiza la correcta cocción del producto en el formato de cocina callejera, donde la salubridad del servicio es limitada.
Concuerdo con el carácter irresistible del choripán. Está a la altura del chegusán de milanga.
¡¡¡ BUENO !!!
ResponderEliminarAhí tocamos otro tema harto conflictivo.
Ahora se ha puesto de moda que el sándwich de milanesa sea con lechuga, tomate, jamón cocido, queso y hasta huevo frito.
¡¡¡ HORROR !!!
El clásico "chegusán de milanga" es solo de milanga y ni el chimichurri debe osar pasearse por los alrededores.
¡¡¡ NUNCA !!!
¡¡¡ LA MILANGA ES MILANGA Y PAN, NADA MAS !!!
¿ Quedó claro ?
Jajajá, totalmente de acuerdo.
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