Cuenta la tradición que
la salsa golf es un invento argentino originado en un cierto aburrimiento padecido
por Luis Federico Leloir en Mar del Plata cuando era un joven estudiante.
Claramente una leyenda urbana, ¿no?; pero…
I El
mito del origen y los registros documentales
Efectivamente, el relato
oficial indica que, en la década de 1920, el joven estudiante veraneaba en Mar
del Plata, sin imaginar siquiera que casi 50 años después recibiría el Premio
Nobel en Química. Con un grupo de amigos, concurría asiduamente al Golf Club, muy
cerca de los prestigiosos balnearios de Playa Grande. En cierta oportunidad, tal
vez porque el tedio de comer camarones con mayonesa se hizo intolerable, Luis
Federico, Lucho le decían los amigos, solicitó al mozo que trajera de la cocina
todos los aderezos disponibles.
La imaginación popular
concibe que la tarea de los químicos consiste en mezclar contenidos en tubos de
ensayo para ver qué pasa. Los ve con guardapolvos blancos almidonados en un
ambiente aséptico. Esa imagen puede proporcionarlos una viñeta apropiada para
la escena. Imaginemos nosotros mismos al joven mezclando productos y degustando
resultados sobre una mesa de pulcros manteles blancos. Lo vemos con sus amigos experimentando
hasta dar con la combinación mágica de mayonesa, kétchup y otras cositas que todos
aprobaron para reemplazar la mayonesa.
Como todo relato mítico,
el nuestro está rodeado de historias menores que pretenden validarlo. Una, por
ejemplo, que encontré gracias al azar de los algoritmos que administran los
buscadores en la Web, nos muestra a Floro Biondelli recorriendo las mesas de
restaurante Chichilo en Mar del Plata donde trabajó como mozo en los años
cuarenta y cincuenta del siglo XX. Para acompañar platos con mariscos, don
Floro recomendaba el uso de la salsa golf, diciendo: “Prueben esta
salsa sin miedo, que está hecha por científicos”.
Veamos cómo recoge
esta historia el descocido autor del sitio Web Euskonews:
“La llamaron “golf”
porque la tradición ubica su “invención” en el restaurante de ese club.
”El joven Leloir,
encantado con los resultados obtenidos, llevó su descubrimiento al restaurante
Chichilo, que lo adoptó de inmediato.
”Y es así que don Floro
Biondelli ofrecía el nuevo aderezo a sus comensales con el consabido “prueben
esta salsa sin miedo, que está hecha por científicos”.
”Tal vez intuía que
éste era uno de los primeros hallazgos de alguien que alcanzaría el Premio
Nobel de Química en 1970.
”Porque se necesitó un
futuro Premio Nobel para mezclar la proporción exacta de kétchup y mayonesa y
obtener esa crema anaranjada, fría, semilíquida que es típica de mi país.
”Cuando le hablaban de la salsa, ya difundida en todas
partes, el Dr. Leloir solía decir “lástima que no la patentamos. Hoy tendríamos
más medios para investigar”.” (1)
La literalidad
de la anécdota parece poco creíble, aunque la fuente utilizada sea un relato de
Ada Biondelli, hija de don Floro… Sí, sí, poco creíble, y sin embargo…
La expresión atribuida a Leloir que allí se
registra, reaparece insistentemente en las historias que existen acerca de la
creación de la salsa. En uno de ellos, por ejemplo, la inserta como respuesta a
la pregunta de un amigo:
“Pero antes de que
empezara a hacer descubrimientos científicos, Leloir realizó otro hallazgo de
alcance memorable para la tradición culinaria argentina: la salsa golf. Sí, se
necesitó un futuro Premio Nobel para mezclar la proporción exacta de kétchup y
mayonesa y conseguir esa crema anaranjada. Pero él no tenía en mente a los
palmitos, sino a los camarones y langostinos que solía devorar en el Club de
Golf de Playa Grande, en Mar del Plata. Fue luego el restaurante de la
institución el que perpetuó la creación. "¿Te acordás, Lucho, de tu primer
descubrimiento?", le preguntó un amigo. "Lástima que no lo patentamos.
Hoy tendríamos más medios para investigar", contestó Leloir.” (2)
Tomé el texto de la profusa cantidad de
información acumulada sobre Luis Federico Leloir en el sitio Web “Acción, El
diario de General Rodríguez y de la
región”. El texto no tiene autor visible y debe atribuirse a la redacción de
este diario virtual.
Si el relato de Ada es difícil de creer, este
otro lo es más. Carece de asidero en datos empíricos comprobables (¿quién
formula la pregunta? ¿en qué circunstancias?). Parece que siempre recorriéramos
caminos que no nos conducen a ninguna parte y que tendremos que contentarnos
con que estamos frente a una leyenda que todo el mundo repite y nada más.
Sin embargo, si tuviéramos la certeza de que realmente Luis Federico
Leloir ha pronunciado alguna vez la frase que se le atribuye, tendríamos la
prueba de que la anécdota de la creación en el Golf Club era sostenida como
verdadera por el protagonista (y de ahí a la existencia real del hecho hay sólo
un paso). Esta es la cuestión central. Pero, ¿sólo tenemos relatos legendarios,
donde alguien dice que ese señor dijo? ¿No hay nadie de carne y hueso que pueda
afirmar “yo se lo pregunté delante de tales personas” o “me lo contó a mí en
tal circunstancia” o “vi cómo le preguntaban y él respondía”?
En toda esa maraña, hay algo para considerar
con algún detenimiento, tal vez no sea poco.
Víctor Ego Ducrot relata, en su libro Los Sabores de la Patria, transcribe el testimonio del Dr. Enrique
Belocopitow quien afirma haber escuchado la anécdota de la creación marplatense
de boca de un amigo y colega de Leloir, a quien no menciona, en un almuerzo con
el Premio Nobel unos meses antes de su fallecimiento en 1987. Belocopitow se
manifiesta sorprendido de que el director de la Fundación Campomar fuera el
inventor de la salsa golf, pero asume la anécdota como verdadera y la
desarrolla con detalle, como si después de la revelación hubiese hecho
indagaciones para confirmarla. Los invito a leer la parte más impactante del
texto:
“Durante
un almuerzo con empresarios que se realizó en el Instituto poco antes de su
fallecimiento, uno de los asistentes, amigo de su juventud, comentó: ¿te
acordás Lucho de tu primer descubrimiento, el de la salsa Golf?
”Al momento salté
con mi pregunta. ¿Qué tiene que ver el ‘dire’ con la salsa Golf? Y aquel amigo
se sorprendió de que nosotros no supiéramos que ese aderezo nació gracias a la
inventiva de Leloir. Por supuesto, no se trató de un trabajo de bioquímica
molecular; fue sencillamente un experimento de prueba y error.” (3)
Lamentablemente, Ducrot dejó el tema allí y no da referencias documentales
sobre el testimonio. Si Ducrot nos dijera dónde podemos encontrar el texto,
tendríamos prueba de la autenticidad documental de lo que ha transcrito, ya que
la información contenida en el mismo es suficiente como prueba de veracidad (si
Leloir hubiese desmentido a su interlocutor en ese almuerzo o después de esa
circunstancia, Enrique Belocopitow no habría compuesto el relato que estamos
considerando).
He
buscado el texto original infructuosamente, pero no desespero de poder hallarlo.
Ya he hablado sobre la honestidad periodística de Ducrot y de la dificultad que
los periodistas tienen para exponer las fuentes consultadas. ¿Podemos acordar
en darle un crédito sobre el texto que transcribió en su libro y asumirlo
provisionalmente como el testimonio que estamos buscando?
Si hacemos eso, podemos afirmar,
provisionalmente, que Luis Federico Leloir inventó la salsa golf en Mar del
Plata a mediado de la década del veinte del siglo pasado. No es poco.
II La
salsa golf, la salsa rosa y la salsa de las mil islas
Ahora bien, que el Dr.
Leloir haya creado esta salsa en Mar del Plata es prueba de que todas las que
se le parecen (compuestas básicamente con mayonesa y kétchup) sean variantes de
nuestra salsa golf. En concreto, la salsa rosa que se vende y consume en
España, ¿es nuestra salsa golf con otra denominación?
El orgullo de los
argentinos, de algunos por lo menos, anhelaría una repuesta positiva. Pero me
temo que no es posible… ni tampoco lo contrario. Veamos que dicen, al respecto,
algunos célebres gastrónomos españoles (célebres para mí porque han iluminado
mi trabajo con información profusa y con idea nutricias sobre la gastronomía euro
americana).
Empecemos con un notable
estudioso que vive en Vitoria Gasteiz y ha dedicado muchos años de su vida a
cocinar y a estudiar y reflexionar sobre lo que cocina. Ha adoptado el
pseudónimo de Apicius (que nos trae la referencia inmediata del gastrónomo
romano que, en el siglo I de nuestra era compuso uno de los primeros recetarios
que se conocen). (4)
En la sección “Gastronomía & Cía” del diario
online República de las ideas, encontramos un artículo sobre la salsa
golf. El autor, VelSid, sostiene que está emparentada con la salsa de las mil
islas (creada en 1900 en New Orleans) y con la salsa rosa española que, aunque
también se puede preparar con mayonesa y kétchup, posee otro origen. (5) El
texto tiene un comentario a pie de Apicius, fechado el 4 de enero de 2011, que
me interesa transcribir:
“La salsa Golf la conocía y tengo en mis archivos de búsqueda 5 entradas
sobre ella.
”La verdad que con este nombre solo, hasta lo que yo se, aparece en
publicaciones argentinas y no en todas ya que Dª Petrona (1949) y Carlos
Spriano (1931) no la mencionan.
”M.A Baldi en su libro de cocina del Cordon Bleu (1960), tiene una entrada
en la que utiliza Mahonesa, Salsa inglesa, Ketchup, condimentos a gusto y
azúcar.
”La versión de esta salsa por Marta Beines en El Gran Libro de Cocina
(1974) utiliza Mahonesa, ketchup, pimienta, crema de leche y salsa inglesa.
”Julia Tesio solamente utiliza para esta salsa mahonesa y ketchp TpT.
”Creo que esta salsa es más conocida con el nombre de salsa americana, pero
como en toda la cocina salada con esta denominación encontramos numerosas
salsas con ciertos puntos en común.
”En cuanto la Salsa rosa que mencionas, la podemos meter dentro de la salsa
americana y en cuanto a mi versión, todo depende para que la vaya a utilizar,
aunque los ingredientes básicos que suelo utilizar: Mahonesa, ketchup, mostaza,
pimienta, unas gotas de tabasco, coñac o whisky y si es para marisco por
ejemplo le pongo jugo de las cabezas de gambas reducido, en definitiva montón
de preparaciones con el nombre de salsa rosa.
”Saludos”
Es curiosa la relación
que tanto VelSid como Apicius establecen entre la salsa rosa española y la
salsa americana que es una receta de origen francés cuya base es tomate cocido
en un fumé de mariscos. Ambos preparan
sus salsas rosas a partir de la combinación de mayonesa y kétchup, y no a partir de salsa americana. En
este marco, el ordenamiento de Apicius que clasifica a todas estas salsa como
americanas es, por lo menos, confusa y la propuesta del VelSid inconsistente (“Personalmente no consideramos salsa rosa a la mezcla de
ketchup y mayonesa, aunque la elaboramos con ambos ingredientes como base,
añadimos otros que aportan mucho más”). Lo único que se destaca en el artículo es la
vocación de ambos autores por deslindar la salsa rosa de la salsa golf. Objetivo
que, por cierto, no parecen lograr. (6)
Veamos que nos dice
Miguel A. Román. Este gastrónomo que nació en Andalucía y vive en Canarias. Sus
patrias, la de nacimiento y la de adopción, lo colocan en situación inmejorable
para entender la cocina hispanoamericana en general y la argentina en
particular. He seguido sus escritos en dos colecciones en la Web. En casa de
Lúculo y Las Gastrofábulas. (7)
En la primera, dedica una
serie de notas a describir y clasificar las salsas existentes en la cocina
mundial. En la segunda nota de la serie, titulada “Salsas ‘de allá’”, leemos:
“/…/, la más renombrada
quizá la salsa de mil
islas, salsa mestiza (en la más pura acepción del término) hija de
kétchup y mahonesa y que se vuelve gloriosa con una vuelta más de tuerca: la salsa Golf, conjunto
que, bien construido e inteligentemente especiado, es capaz de convertir en
arte mayor al chabacano langostino e inventada (dicen) en 1920 por el
bioquímico argentino Luis Federico Leloir (anecdóticamente, cincuenta años más
tarde le fue concedido el premio Nobel, por contribuciones tal vez menos
importantes para la felicidad humana).” (8)
De modo que,
sin quitarle el protagonismo a Leloir, Miguel sostiene que la salsa golf es una
recreación “gloriosa” de la salsa de las mil islas. También nos aclara que
vínculo tiene la salsa rosa española con la salsa americana y con la salsa golf,
en un intercambio de notas que tuvimos en su artículo “Ensaladas del otro lado”
de la misma colección (el artículo es de 2007 y nuestro intercambio de 2011).
En mi intervención, entre
otras cosas, sostengo:
“Los palmitos los comemos como entremés o entrada, simplemente
aderezados con salsa golf. Esta salsa es una mezcla de mayonesa y kétchup. Creo
que ustedes la llaman salsa americana. Nosotros, salsa golf (en Brasil, salsa
golfi). /…/.” (9)
Miguel, responde, con su
habitual solvencia y amabilidad proverbial:
“La salsa “americana”, por
acá, es una salsa de tomate y reducción de fumet de pescado y mariscos. Todo indica que
este nombre es una corrupción de salsa a la “armoricana”, es decir, de
Armórica, región del noreste francés (patria de Asterix) donde el marisco es
venerado (como obviamente se merece).
”La salsa “golf” (o su
émulo más próximo) en España es malamente conocida como “salsa rosa”, aunque la
fórmula original con este nombre no usaba ketchup sino salsa de tomate. Y digo
“malamente” porque la denominación da por supuesto al profano de que con el
color basta, escamoteando frecuentemente aderezos y perfumes que le son
inherentes y apropiados.
”También se llamaba, en
los años 60-70, “salsa cóctel”, por ser la que impregna un horror conocido como
“cóctel de mariscos”, una desangelada parodia del cóctel de camarón que tal vez
conozcas.
”En
cualquier caso, y sin dudar de la inventiva culinaria del joven Leloir (debía rondar
la veintena en el asunto de la salsa), estas fórmulas son derivadas de la
“Salsa de las mil islas”, evocador nombre con el que ya se aleaban la mahonesa
y el ketchup en el neoyorquino Wardorl-Astoria a principios del XX.” (10)
En síntesis, según
podemos inferir a partir de lo que han dicho estos autores, la salsa golf es
una recreación de la salsa de las mil islas y la salsa rosa española que, en su
origen, estaba relacionada con la salsa americana, o con alguna salsa de
tomates, ha evolucionado hasta emparentarse con la salsa golf. La salsa golf
aparece en los recetarios argentinos en los años cuarenta del siglo pasado.
Curiosamente, doña Petrona la adopta tardíamente, en los cincuenta. En la
edición de 1958, aparece una receta de salsa golf y la mención, en otra, de la
salsa cóctel cuyas fórmulas se basan en la combinación de mayonesa con kétchup.
(11)
III El
invento y el nombre
¿Dónde queda entonces el
invento de Leloir?
Pasemos revista a las
conclusiones a las que hemos llegado. A partir del libro de Ducrot, podemos
aceptar provisoriamente que efectivamente Luis Federico Leloir inventó la salsa
golf en Mar del Plata en la década de 1920. A partir de los textos de Miguel A.
Román, que podemos aceptar que ese hecho verdaderamente ocurrió; pero con la
condición de que entendamos que lo que hizo Leloir fue una recreación gloriosa
de la salsa de las mil islas. También, siguiendo a este autor, podemos inferir
indirectamente que la salsa golf influyó, en algún sentido, en la
desnaturalización de la salsa rosa española.
Habría que formularse
algunas preguntas para las que no tenemos respuestas. ¿Conocía Leloir la salsa
de las mil islas? ¿Inventó la salsa golf queriendo recuperar, consciente o
inconscientemente el sabor de aquella salsa? ¿Entre sus amigos, los que
aprobaron el resultado, había alguien que conociera la salsa de las mil islas o
que tuviera un recuerdo de su sabor?
No necesitamos establecer
una relación causal para afirmar con Román que la salsa golf es una recreación
exitosa de aquella salsa norteamericana. Aunque el resultado haya sido casual,
la salsa golf no es una creación enteramente original; pero, ¿cuántos platos lo
son?
En conclusión, podemos
afirmar que nuestro Premio Nobel en química inventó una salsa que recreaba de
manera sublime otra que ya existía. Este gesto creativo que ha dado un
resultado autónomo de la fórmula origina, bastaría para asegurar el carácter
argentino de la receta de marras. Sin embargo, hay algo más importante para
asegurarlo, la apropiación de la salsa por parte de la sociedad argentina.
En ese sentido, lo del
nombre no es menor. Como don Lucho no patentó la salsa, el Golf Club de Mar del
Plata se apropió de ella, le puso el nombre que lleva y dio el primer paso para
la difusión masiva en el ámbito del Río de la Plata.
Como dije arriba, la receta
aparece por primera vez en algunos libros en los años de 1940. La encontramos
en la edición de 1944 del libro de Doña Lola (12) y en un recetario tucumano
sin fecha precisa, pero editado en la década de 1940. Es precisamente esa
versión la que publico a continuación.
Salsa golf
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Fuente (fecha)
|
Congregación de las Hijas de María y Santa Filomena de Tucumán. (13)
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Ingredientes
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4 yemas de huevo.
Aceite c/n.
Sal c/n.
½ cucharada de azúcar.
½ cucharada de mostaza.
½ cucharada de salsa inglesa.
3ó 4 cucharadas de kétchup.
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Preparación
|
1.-
Preparar una mayonesa con las cuatros yemas hasta que quede bien dura.
2.-
Sazonar bien.
3.-
Agregar el azúcar y mezclar revolviendo despacio con una espátula.
4.-
Agregar la mostaza, la salsa inglesa y, por último, la salsa kétchup. Mezclar
bien.
5.-
Servir para acompañar huevos, langostinos, paltas, etc.
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Ajustes personales
|
No le pongo azúcar.
Muchas piezas de este recetario llevan el agregado de azúcar seguramente
porque, en el momento de la estampa de la primera edición, la industria
azucarera provincial se hallaba en auge. En muchos casos, como en éste, juzgo
innecesario el agregado; en otros, es un aporte notable.
|
Comentarios
|
1) Usos de la salsa golf: es muy importante considerar el uso
fundacional, reemplazando la mayonesa en el coctel de langostinos; pero
quizás, el más reputado, el que ha señalado una asociación indestructible por
años, es como único aderezo de unas pequeñas rodajas de palmitos. Sólo hay
que cuidarse que los palmitos no sean demasiado fibrosos o estén duros, un
poco de salsa golf los transforma en un plato tan sencillo como irresistible.
Fuera de estos, que son los más comunes, encontré una receta que
me pareció notable, su uso como aderezo en la Ensalada Richmond (lamentablemente la confitería Richmond
cerró y no podemos volver a comerla, pero podemos recrearla en casa porque
sabemos bien cuáles eran los ingredientes). (14)
2) Es curiosa la propensión de Doña Lola a indicar marcas de los
productos industriales que usa en algunas de sus recetas. En el caso de la
salsa golf, afirma que la mostaza debe
ser Colman o Savora y que la salsa inglesa, Perrins.
3) Una receta rápida de salsa golf consiste en mezclar sin más,
siguiendo un gusto personal, mayonesa y kétchup. No es aconsejable, pero en
un puesto de comidas callejeras, puede resolvernos un problema.
|
Notas
y bibliografía:
(1) Leído en http://www.euskonews.com/0506zbk/kosmo50601es.html,
el 13 de febrero de 2017.
(2) Leído
en http://www.acciontv.com.ar/soca/leloir/luis/aniv.htm,
el 13 de febrero de 2017.
(3) 1998, Ducrot, Víctor Ego, Los sabores de la
patria, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma. 2008, 2° edición corregida y
aumentada, pp. 130-131.
(4)
Para acceder a su sección de blogs, recomiendo empezar por http://historiasdelagastronomia.blogspot.com.ar/
(leído el 14 de febrero de 2017).
(5) Leído en https://gastronomiaycia.republica.com/2011/01/03/salsa-golf/,
el 14 de febrero de 2017.
(6)
Leído en https://gastronomiaycia.republica.com/2008/08/04/salsa-rosa/,
el 14 de febrero de 2017.
(7)
Leído en http://librodenotas.com/encasadeluculo/
y en http://gastrofabulas.maroman.es/,
el 14 de febrero de 2017.
(8)
2011, Miguel A. Román, leído el 14 de febrero de 2017 en http://librodenotas.com/encasadeluculo/19691/un-mundo-de-salsas-ii-salsas-de-alla-.
(9) Leído en http://librodenotas.com/encasadeluculo/11548/ensaladas-del-otro-lado,
el 14 de febrero de 2017.
(10) Ídem.
(11)
1958, Gandulfo, Petrona C.
de, El libro de doña Petrona, Buenos Aires, 1958, edición 52° (1°
edición de 1934), pp. 84-85, 190.
(12)
1944, L. P. de P., El arte de
la mesa. Recetario de doña Lola, Buenos Aires, Guillermo Kraft LTDA,
pag. 26.
(13)
1974, Congregación de Hijas de María y
Santa Filomena de Tucumán, El arte de cocinar, San Miguel de Tucumán,
Universidad Nacional de Tucumán, 6ª edición (impresión) de 2011, pag. 106.
(14)
c 1990, leído el 15 de febrero de 2017 en http://www.restaurant.com.ar/richmond/espaniol/carta.htm.
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