Ya he escrito unas
cuantas páginas sobre la salmuera, el chimichurri y otras salsas argentinas
que, por habituales, creemos que carecen de significación. La salsa criolla,
por ejemplo, es como una ensalada en la que todos los ingredientes se pican en
brunoise. Hablar de una receta de estas características parece poco interesante
y, sin embargo, siempre hay algo que decir.
I La
salsa criolla de Dereck Foster
En primer lugar, quiero
descartar la arbitraria idea que expuso en su momento Dereck Foster acerca del
origen peruano de esta salsa. Para el célebre gastrónomo cordobés, la salsa
criolla argentina es una copia de una receta homónima peruana que llegó a
Buenos Aires a través de la Cocina Ecléctica de Juana Manuela Gorriti.
(1) No puedo enojarme con esta idea caprichosa porque don Dereck ya no está
entre nosotros; pero puedo tomarla como punto de partida para entender por qué podemos
afirmar que ésta es una salsa verdaderamente argentina.
En primer lugar, la salsa
criolla que Dereck Foster toma de Juana Manuela no lleva ese nombre. Se trata
de una salsa que se usaba en Lima para acompañar el puchero. En segundo lugar,
la salsa descripta no se parece a las actuales, ni siquiera a la limeña, básicamente
porque lleva pan y no lleva cebolla. Finalmente, tengo mis dudas acerca de que
las recetas de esa colección notable que es Cocina Ecléctica hayan
adquirido popularidad y se hayan practicado habitualmente en los hogares argentinos
por el sólo hecho de haber sido publicadas por una escritora célebre. Si tal
fuera el caso, los porteños, por ejemplo, comeríamos ceviche desde hace 125
años.
Las primeras versiones
que se encuentran en aquellos recetarios argentinos que sí tuvieron impacto
sobre la población, son de alrededor de 1940. (2) Es decir, bastante alejados
del recetario de Gorriti (publicado en 1891). De modo que, nada tenemos, por
ahora, documentado acerca de una relación causal en el desarrollo de estas
recetas homónimas. Sin embargo, hay un detalle en la versión de doña Petrona que
nos impide clausurar totalmente esta idea. Pero, aún en este caso, el
razonamiento de Foster seguirá siendo inválido en tanto su estructura lógica (saca
una conclusión general a partir de un hecho aislado) como en la base empírica
que la sustenta (llama salsa criolla a una fórmula que no recibe ese nombre y
sostiene todo su razonamiento es esa supuesta homonimia).
II
Tanto en Lima como en Buenos Aires
Es obvio que la homonimia
entre dos recetas distantes no es garantía suficiente para identificar un
origen común para ambas. Los ejemplos de las recetas de chimichurri (en La
Argentina es una salsa, en Puerto Rico, un sándwich) o de carbonada (en La
Argentina es un guiso dulzón que lleva carne, zapallo y duraznos; en Flandes es
un estofado de carne y cebolla cocinado con un fondo de cerveza) son muy claros
en ese sentido. Pero además, para las preparaciones que son objeto de este
artículo, la homonimia no se basa tanto en el sustantivo como en el atributo de
“criolla” que se aplica a una infinidad de recetas americanas que intentan dar
cuenta de su origen local.
De modo que hay que
meterse adentro de las recetas para ver qué tan parecidas o cuán diferentes
son. En principio, si somos porteños, advertimos que ambas llevan en común la cebolla
y ají; pero con una gran diferencia, en Lima es ají amarillo y en el Río de la
Plata es pimiento morrón. Si fuéramos, no digo peruanos, sino simplemente salteños,
por lo menos, jamás podríamos llamar ají a un pimiento.
Esta constatación no es
menor porque, aunque no cierro la idea de que ambas recetas pueden haber tenido
un origen común, su identidad actual las diferencia considerablemente porque
los colectivos sociales que las hicieron propia tienen gustos socialmente
constituidos diferentes. La salsa criolla peruana es picante, la argentina es
dulce como casi toda la gastronomía pampeana (sólo en los últimos tiempos, a
los porteños se nos ha dado por explorar las virtudes del comer picante).
De todas maneras, como ya
lo anuncié, la receta de doña Petrona ofrece un detalle de interés. La salsa
criolla que expone se prepara con tomate, cebolla y ají verde. Doña Petrona era
santiagueña, de modo que, cuando dice ají verde, no está diciendo morrón verde.
III Compañeros en un asado
En muchos
restaurantes o parrillas de la Ciudad de Buenos Aires, el asado se sirve con
dos o tres salsas, básicamente criolla y chimichurri. A veces, algunos
establecimientos agregan el condimento típico de la cocina provenzal (ajo y
perejil picados humedecidos con aceite).
En mi gusto personal,
prefiero las dos primeras (el chimichurri para las achuras y la criolla para
las carnes). El detalle no es menor porque condiciona el modo en que, según mi
modesta opinión, debe prepararse la salsa criolla para que logre complementarse
con el chimichurri en lugar de competir con él.
Lo digo porque hay muchas
recetas que agregan ají molido, e incluso comino, a la salsa criolla. En mi
modo de ver las cosas, esta salsa debe ser delicada, suave, en contraste con la
exuberancia del chimichurri. Por eso es de la mayor importancia de que lleve un
buen aceite en la vinagreta e, incluso, tener en cuenta la posibilidad de
desflemar previamente la cebolla.
IV ¿Salsa
tardía?
Aunque la receta aparece
mucho antes que el chimichurri, su uso masivo para acompañar los asados es
relativamente tardío. Las monjas tucumanas, además de aclarar que se prepara
con pimiento, la concebían como una salsa ideal para acompañar pescados fríos y
puchero. De modo que estaban pensando en una salsa dulzona y alejada de los
asadores.
Doña Petrona, pionera
como siempre, asegura que su uso es ideal, además de acompañar pucheros, podía
ir perfectamente asociada los asados.
No fue de mi interés, en
esta ocasión, indagar sobre los orígenes de la salsa criolla. Siempre la supuse
hija de las influencias de la inmigración italiana que ha dado importantes
aportes al asado argentino como la provoleta asada y el morrón al rescoldo
aliñado con aceite y ajo. Sin negar rotundamente está hipótesis, debo decir
que, después de leer a doña Petrona, la salsa parece haber llegado a Buenos
Aires desde el norte del país. En ese sentido, no es casual que la otra receta
temprana se encuentre en un recetario tucumano. (3)
Les pongo mi receta
personal que contiene todos los detalles anunciados en este artículo.
Salsa criolla
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Fuente (fecha)
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Personal (2017)
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Ingredientes
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1 tomate grande.
1 cebolla mediana.
1 pimiento morrón colorado grande.
Sal.
Jugo de limón.
Orégano (opcional).
Aceite de oliva.
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Preparación
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1.- Pelar el tomate y la cebolla.
2.- Despepitar el morrón y quitarle el cabo y las nervaduras
blancas de su interior.
3.- Cortar el tomate, la cebolla y el morrón en brunoise y
llevarlos a un perol. Como paso opcional, se puede desflemar la cebolla, sea
mediante un corto blanqueo (sumergiéndola por unos segundos con un colador en
agua hirviendo), sea rehogándola, hasta que transparente, en una sartén con
aceite y un poco de sal.
4.- Agregar el orégano (opcional) y mezclar bien los
ingredientes y conservar por una hora en la heladera.
5.- Preparar una vinagreta disolviendo la sal en una cucharada
y media de jugo de limón. Luego emulsionar con 5 cucharadas de aceite de
oliva.
6.- Condimentar la
mezcla de verduras con la vinagreta una hora antes de usarla.
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Notas
y bibliografía:
(1) 2001, Foster, Dereck, El gaucho gourmet,
Buenos Aires, emecé, pag. 27.
(2) 1942,
Gandulfo, Petrona C. de, El libro de doña Petrona, Buenos Aires, edición
11° (la primera edición es de 1934), pag. 135 y C 1940, Congregación de Hijas de María y Santa Filomena de Tucumán, El
arte de cocinar, San Miguel de Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán,
2011, 6º edición (no indica la fecha de la 4° edición que es la que toma como
base), pag. 114.
(3) Ídem.
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