sábado, 29 de octubre de 2016

Vivir a carne y agua (1826)



Los textos que se exponen a continuación fueron tomados del libro de F. B. Head que publicó Hyspamérica en cuidada edición en 1986(1). Sin embargo, a pesar del cuidado señalado, y a diferencia de otros volúmenes de la Biblioteca Argentina de Historia y Política de la mencionada editorial, éste carece de referencias sobre la edición original que se tomó para la traducción Carlos A. Aldao. Los comentarios sobre la vida y la obra de Head, los he tomado del texto de la contra tapa que también carece de referencias.
Francis Bond Head era un ingeniero militar que fue designado en 1825 como gerente para la Argentina de la Río de La Plata Mining Company, una de las dos empresas que se constituyeron para explotar las riquezas de Famatina. En 1826, cuando el proyecto naufragó, regresó a Inglaterra. Ese mismo año, publicó sus impresiones sobre la Argentina y Chile.
Vivir a carne y agua fortalece el cuerpo
“Cuando crucé primero las Pampas iba con un carruaje, y aunque estaba acostumbrado a cabalgar toda mi vida, no podía seguir a los peones, y después de galopar cinco o seis horas me veía obligado a entrar al carruaje; pero después de andar montado tres o cuatro meses, y alimentándome a carne y agua, me encontré en un estado que sólo puedo describir diciendo que sentía que ningún esfuerzo me mataría. Aunque siempre llegaba completamente cansado, hasta el punto de no poder hablar, pocas horas de sueño en el recado me reponían tanto que, por una semana, podía diariamente andar a caballo desde antes de salir el sol hasta dos o tres horas después de ponerse, y cansar efectivamente diez o doce caballos por día. Esto explicaría las distancias inmensas que se dice cabalgan los sudamericanos, y afirmo que pueden hacerse solamente con carne y agua.
”Al principio el galope constante abomba la cabeza y, con frecuencia, he estado tan aturdido al desmontar que apenas me tenía en pie; pero el organismo se acostumbra por grados y luego se convierte en la vida más deliciosa posible que se pueda disfrutar. Es deliciosa por su variedad y por la manera natural de reflexionar que fomenta, pues, en el gris matinal, cuando el aire está todavía helado y tónico, cuando los ganados parecen salvajes y amedrentados, y cuando la Naturaleza entera tiene aspecto de juventud e inocencia, uno se permite aquellos sentimientos y meditaciones que, a tuerto o a derecho, es tan agradable acariciar; pero el calor diurno y la fatiga corporal, gradualmente traen a la mente la razón; antes de ponerse el sol muchas opiniones se modifican y, como en la tarde de la vida, se ven atrás con melancolía las apacibles locuras de la mañana.”(2)
Notas y Bibliografía: 
(1) 1986, Head, F. B., Las pampas y los Andes, Buenos Aires, Hyspamérica.
(2) Ídem, pp. 39-40.

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