Willy Cersósimo
09/2016
Los términos “vino orgánico” y “vino biodinámico” son
dos conceptos que escuchamos cada vez con más frecuencia en nuestros días, pero
la realidad indica que son técnicas de cultivo y elaboración mucho más antiguas
de lo que nos imaginamos.
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Ante estos “nuevos” tipo de vinos nos asaltan un
sinfín de interrogantes:
¿Cómo se hace un vino orgánico o biodinámico?
¿Son distintos a los demás vinos?
¿Son mejores y de mayor calidad?
Empecemos por el género, los vinos orgánicos.
Ante todo debemos definir qué es un producto orgánico,
podemos decir que es aquel producto agrícola o agroindustrial que se produce bajo un conjunto de procedimientos que
evitan el uso de productos sintéticos, como pesticidas, herbicidas y
fertilizantes artificiales. El movimiento de agricultura orgánica surgió en la
década de 1940 como respuesta a la industrialización de la producción agrícola
denominada revolución
verde. Actualmente la
agricultura orgánica es una industria fuertemente regulada, que en Japón, Canadá, la Unión Europea o la Argentina requiere certificaciones especiales
para poder comercializar sus productos bajo esa denominación.
Específicamente en el mundo del vino debemos diferenciar
tres estadios distintos: el viñedo, el vino y la certificación.
Para que un viñedo sea considerado orgánico no debe tratarse
con pesticidas, herbicidas, fertilizantes, antibióticos o cualquier otro
producto sintético o tóxico.
También está prohibido utilizar máquinas cosechadoras
y tractores que puedan dañar la planta o a la uva. En cambio se pueden utilizar
productos naturales como el estiércol o el compost, el suelo se protege con
coberturas vegetales y el viñedo se trabaja de forma manual. Cuando aparecen
las enfermedades, se utilizan exclusivamente productos permitidos como el caldo
bordelés, compuesto por cal, sulfato de cobre y agua. Hasta aquí, tenemos un
viñedo orgánico, pero si queremos lograr también que el vino sea orgánico se debe
cumplir con ciertas reglas especiales de elaboración.
En la etapa de la elaboración del vino se debe
utilizar, obviamente, uvas provenientes solamente de viñedos orgánicos, además
no se puede utilizar granos dañados o alterados, los sistemas de vendimia no
deben ser violentos, lo que significa que no se pueden hacer con maquinarias, tampoco
clarificar con taninos o caseína, los prensados y estrujados no deben ser excesivos,
los procesos térmicos tienen que autorizarse, la acidez volátil no puede superar
los 0,70 gramos por litro, además utilizar únicamente tapones de corcho natural
entero. Están permitidas y autorizadas el resto de las prácticas comunes para
la vinificación y guarda de los vinos, eso sí, con determinados parámetros de
regulación para el caso de productos agregados, como las levaduras y soluciones
sulfurosas. Cumpliendo dichas reglas, tenemos un vino orgánico. Para comercializarlo
bajo esa denominación solo falta certificarlo.
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Podemos colocar en la etiqueta de nuestro vino que el
mismo fue elaborado bajo normas orgánicas, pero de allí a la certificación hay
una brecha muy grande. Para que el producto logre esta distinción, los
organismos oficiales encargados de la certificación realizan los controles de todos
los procedimientos llevados a cabo en el viñedo y en la bodega respectivamente,
asegurándose que los mismos son efectivos y sostenidos en el tiempo. Cuando se
verifican estos extremos, esto es que se comprueba que los procedimientos
aplicados fueron hechos conforme la normativa respectiva, tanto el viñedo como el
vino obtienen la tan ansiada certificación oficial de orgánicos. Lograr esta certificación
puede demandar años. Por lo tanto, un vino orgánico tiene que estar
certificado, si no, no lo es.
¿Los vinos que poseen la certificación de orgánicos se
diferencian en color, aroma y gusto respecto de los que no son orgánicos? La
respuesta es negativa, sensorialmente no son mejores ni peores a los otros
vinos. Entonces, ¿por qué la industria destina dinero y esfuerzo en producir
vinos orgánicos? Sencillamente porque los consumidores lo demandan y estos lo
hacen a raíz que existe una conciencia generalizada de que debemos vivir en un
planeta verde y sustentable, respetando el medio ambiente, evitando su contaminación
con productos de síntesis química, obteniendo de esta manera una materia prima,
en este caso la uva, mucho más natural, sustentable y sana.
Para producir vinos orgánicos no se utiliza
agroquímicos, se utiliza un método de producción amigable con el medio
ambiente, con la vida y la salud de las personas, respetando los ciclos
naturales sin basarse en la utilización de insumos para su producción, por el
contrario se privilegian los procesos conforme las características de los
ecosistemas a fin de regularlos, no se utilizan sustancias de síntesis química
ni organismos genéticamente modificados, cuidando al máximo la fertilidad del
suelo.
En cuanto al vino orgánico podemos decir que
representa mejor lo que es la uva en toda su naturalidad y esplendor. Al
producir vinos de terroir, que representan esencialmente las particularidades
de su tierra, de su clima y de su gente -que en la actualidad es ya una
tendencia a nivel mundial- se expresa un paréntesis de tiempo de un determinado
lugar. Posteriormente con la elaboración del vino se logra llevar al paladar el
reflejo de esa tierra, de ese tiempo y de esa gente. Toda esta expresión se
potencia en su naturalidad al no usar agro tóxicos o agentes modificados, logrando
así que el vino sea una expresión fiel de su tierra.
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Dijimos que la diferencia no se siente en el paladar
pero podemos afirmar que sí se siente en el cuerpo. Justamente por no tener
sulfitos agregados, después de tomar unas copas no se siente esa sensación de
pesadez que suele aparecer a posteriori. El cuerpo lo siente distinto e incluso
si se tomó alguna copa de más, no se experimenta resaca. El vino naturalmente tiene
sulfitos, pero igualmente se le agregan para regular su fermentación, acelerar
el proceso y posterior conservación. Los vinos orgánicos no tienen sulfitos
agregados, por tal motivo, el productor tiene que tener en cuenta lo que la
tierra le brinda para llevar al vino a su punto óptimo, por ese motivo tiene que
conocer la composición de la tierra de donde obtendrá la uva para su vino
orgánico. Los vinos orgánicos son el fiel reflejo de lo que la tierra les
brinda.
Cuando el paradigma de la producción vitivinícola
sustentable parecía haber llegado a lo máximo de su expresión la industria nos
sorprende con una rosca más de tuerca y comienzan a producirse y comercializarse
los vinos denominados biodinámicos.
Empecemos por describir que son los vinos
biodinámicos. La cuestión es mucho más profunda, si se la compara con los vinos
orgánicos, de todas las condiciones que se deben cumplir para producir un vino
orgánico. Hay que sumar y tener en cuenta los signos del zodiaco, las fases de
la luna, el sol, preparados especiales enterrados dentro de cuernos de vaca, la
homeopatía y los ciclos biológicos. La biodinámica es una ciencia en sí misma, es
lo ultra-natural llevado a su máxima expresión. Se la suele calificar como una
rama de lo orgánico, mucho más precisa y estricta.
El calificativo biodinámico significa que se trabaja
de acuerdo con las energías que crean y mantienen la vida. La palabra
biodinámico, parte de dos palabras griegas: “bios”, vida, y “dynamis”, fuerza.
El empleo de la palabra “método” implica no sólo fabricar abonos de una nueva
forma, circunstancialmente orgánicos, sino sobre todo respetar ciertos
principios para asegurar la salud de la
tierra y de las plantas, y para procurar una nutrición sana para los
animales y al ser humano.
Si bien es lo último en cuanto a producción natural,
en este caso del vino, no es algo nuevo. La agricultura biodinámica nace en
Alemania en la década de 1920, de la mano de Rudolf Steiner, científico,
filósofo, educador, artista, autor teatral, pensador social, ocultista y escritor,
quien nació en Imperio
Austríaco, en la actual Croacia. Fue el fundador de la antroposofía, la educación
Waldorf, la agricultura biodinámica, la medicina antroposófica y de la nueva
forma artística de la euritmia.
Esta práctica se desarrolló en respuesta a una
petición de los agricultores que se percataron de las condiciones de
degradación del suelo y un deterioro de la salud y la calidad de los cultivos y
el ganado por el uso de fertilizantes químicos. Un grupo de investigación
agrícola se formó posteriormente para probar los efectos de los métodos
biodinámicos en la vida y la salud del suelo, las plantas y los animales. No
fue una respuesta teórica, sino una respuesta que cuando se llevó a la práctica
sus efectos pudieron comprobarse fácilmente.
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Luego de muchos años de estudio y perfeccionamiento, Rudolf
Steiner, desarrollo su sistema cuyas bases se fundamentan en el no uso de
fertilizantes artificiales, ni pesticidas, ni herbicidas tóxicos, los que son
estrictamente evitados, por ejemplo la remoción de plantas indeseadas que
crecen dentro del viñedo se realiza de forma manual por los operarios de la
finca.
Lo que se hace, es seguir el ritmo de la naturaleza, regirse
por el calendario lunar para realizar todas las labores tanto en el viñedo como
en la bodega, estudiar la posición de los demás astros para comprender y
regular los procedimientos, las ondas de frecuencias energéticas, trabajar sólo
con compuestos orgánicos y naturales, respetar las fases solares, entender la
viña como un microcosmos dentro de otro, que es el planeta, el que a su vez
está inmerso en el macrocosmos, y que todo funciona interactuando como un gran
ciclo de vida.
El suelo se trabaja con preparados especiales y
naturales, como por ejemplo, el estiércol enterrado dentro de un cuerno de vaca
durante toda una estación, hasta el solsticio, donde se desentierra para
proveer al terreno de la inmensa cantidad de microorganismos generados. Se usan
también preparados especiales a base de cuarzo molido, lo cual beneficia
tremendamente la fotosíntesis, plantas medicinales y homeopáticas para prevenir
y curar plagas o enfermedades, y todo regido fundamentalmente por la luna, ya
que cuando la luna está en creciente, así como influye sobre las mareas,
también lo hace sobre los fluidos, en esta caso la savia de las plantas.
Entre otras cosas se recomienda podar con la luna en
menguante, puesto que la savia no fluye con tanta fuerza y la planta cicatriza
más rápido. Además todos los productos utilizados deben tener un origen natural
y la bodega debe ser autosuficiente, eso implica la cría de animales para
abastecerse de los alimentos, como la leche, los huevos y la carne, y también del
estiércol para los preparados. Se debe contar con de plantaciones para darle de
comer a esos animales y a las personas que laboren y vivan en la bodega. En la
bodega, las normativas son tan estrictas como en el viñedo, se debe evitar el
uso de bombas y de aditivos. Como vemos la biodinamia es todo un estilo de vida,
incluso aquellos que se encuentran en las antípodas, catalogan a la biodinamia
como una práctica esotérica.
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Estas prácticas estrictas se implementan en todo el
mundo incluso en algunos de los viñedos más famosos de Borgoña, Ródano y Valle
de Loire en Francia. En los Estados Unidos, la Asociación de Jardinería y Agricultura
Biodinámica fue fundada en 1938 como una corporación del estado de Nueva York. En Australia, los primeros preparados biodinámicos fueron hechos
por Ernesto Genoni en Melbourne en 1927 y por Bob Williams en Sydney en 1939.
Desde la década de 1950, los trabajos de investigación han continuado en el
Instituto de Investigación Biodinámica (BDRI) en Powelltown, cerca de
Melbourne, Australia, bajo la dirección de Alexei Podolinsky.
Entre los productores locales enrolados en estas
nuevas tendencias tenemos a Colomé en Salta, Noemía y Chacra en Río Negro, estos
poseen vinos fuera de serie, ante lo cual, si nos vamos a guiar por los
resultados, su filosofía es muy exitosa. Igualmente, alrededor del mundo hay
vinos biodinámicos muy buenos, buenos, y de los no tan buenos, tal como sucede
con los vinos elaborados tradicionalmente. Pero la biodinamia, conceptualmente,
es un modo de entender la vida y la interrelación de todas las criaturas con el
medio y el cosmos, va mucho más lejos de si un vino es más sabroso que otro.
Existen otros exponentes, tenemos por ejemplo, a Alejandro
Bianchi, nieto de don Valentín, Alejandro sigue el calendario lunar a
rajatablas y si tiene que levantarse a las 3 de la madrugada para regar, no va
a dudar en hacerlo. Suele decir que a sus vinos los riega la luna. Algo similar
sucede en la vida de Ernesto Catena, hijo menor de Nicolás Catena -del emporio
Catena Zapata y heredero de uno de los apellidos más tradicionales de la
vitivinicultura Argentina- que decidió abrirse camino propio y creó su propia
bodega, Catena Vineyards, donde se producen exquisitos varietales procedentes
de viñedos orgánicos. La finca posee caminos anchos, bosques y plantaciones en
forma de laberinto. Rompieron el molde de una fuerte tradición vitivinícola y
se animaron a abrirle paso a otro sistema de producción que se corresponde con
los nuevos paradigmas.
La mayoría de los productores que empezaron a producir
vinos orgánicos eran bodegas que reconvirtieron sus procesos. En algunos casos,
a modo experimental y amigable con el medio ambiente. Pero en otros, fue a
causa de una necesidad, que resultó en un gran hallazgo, como el caso de
Chakana, una bodega de Agrelo, Mendoza. En la misma la tierra no estaba dando
buenos vinos, su dueño contrató expertos y estos le dijeron que el suelo de su
hacienda estaba muerto. Para recuperarlo debía aplicarle un proceso biodinámico,
esa fue la recomendación. Empezó a producir bajo estándares orgánicos y
biodinámicos y terminó transformándose, hoy el viñedo se llenó de vida.
El mundo del vino está siempre dándonos nuevas y
mejores alternativas tratando de satisfacer la exigencia de los consumidores,
los cuales buscan constantemente vinos de mayor calidad con aromas y gustos más
sofisticados para acompañar a los platos que nos ofrecen las nuevas tendencias
culinarias.
Referencias de imágenes:
Colomé:
Leído en http://www.bodegacolome.com/homepage/
el 11 de octubre de 2016.
Chacra:
leído en http://www.snooth.com/winery/bodega-chacra/
el 11 de octubre de 2016.
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