15, 16 y
26 de octubre de 2014
“Empanadas
y vino en jarra,
una
guitarra, bombo y violín,
y
unas cuantas mozas bizarras
pa'
que la farra pueda seguir,
sin
que falten esos coleros,
viejos
cuenteros, que hagan reír.”
Este
artículo tiene una primera parte que recomiendo releer.
III
Emociones
intensas en una ciudad que empieza a quererme
Con
el nuevo día, tomamos la decisión de dejarnos ganar por un
entusiasmo militante con que enfrentar a la ciudad esquiva y
arrancarle, con paciencia y tenacidad algunos de sus secretos.
Iríamos, por fin, a la Casa Histórica de la Independencia. Pero
haríamos un pequeño rodeo. Es que la Iglesia de la Merced tiene
horarios restrictivos y no queríamos que se repitiera la frustración
del día anterior en la Iglesia de San Francisco.
La imágenes pertenecen al autor
Un
propósito nos habíamos fijado: contemplar el bastón de mando de
Belgrano en manos de la Virgen de la Merced. Ya dije que los
edificios que la ciudad muestra a sus visitantes, excepto algunos
locales de la Casa Histórica, son posteriores a la Revolución de
Mayo. Esta iglesia, por ejemplo, construida en el solar que tuvo
asignado desde la fundación de la ciudad, fue terminada en 1950.
Esta circunstancia no le quita valor histórico. Antes bien, está
construida en un estilo muy interesante que algunos denominan de
Restauración Nacionalista y otros Colonial. Consiste en una
interpretación de los estilos barroco y neoclásico que se
identifican con el siglo XVIII en la América Española que tuvo su
auge en el segundo tercio del siglo XX (recuerdo, por ejemplo, que en
este estilo estaba construido el frente de la fábrica de Jabón
Federal en la calle Intendente Crovara, a metros de la Avenida
General Paz, en el Partido de La Matanza). Tenemos la sensación de
que se lo ha elegido precisamente para subrayar la importancia
histórica que tuvo el templo de los mercedarios, y la imagen de su
advocación mariana, en los hechos de septiembre de 1812.
En
el cielo raso de la nave principal pueden contemplarse unos frescos
que ilustran escenas vinculadas con la Batalla de Tucumán. Se
destaca la imagen de Manuel Belgrano entregando su bastón de mando a
la virgen y nombrándola generala del Ejército del Norte. Recorrimos
la iglesia que conserva, entre otros objetos de interés, trofeos de
la Batalla de Salta y quedamos perplejos frente a un escaparate en el
que se anunciaba la exhibición de una réplica del bastón de
mando... estaba vacío. El fantasma del juego de las escondidas que
vimos el día anterior se volvió presente. Fui a la sacristía y
allí me dijeron que mirara con atención el camarín de la virgen.
Volvimos
a entrar. Efectivamente, detrás del altar mayor, está el camarín,
en cuyo frente reza “Salve, Virgo este Generala nostra”. La
emoción de ver el bastón en sus manos fue incontenible... la ciudad
empezaba a entregarnos sus gemas más valiosas y Haydée y yo a vivir
una mañana de emociones bajo un sol brillante y una temperatura
abusiva para la época del año.
IV
La
Casa histórica, una emoción que desborda
La
Casa Histórica de la Independencia impone su austeridad en el
paisaje urbano como si hubiese sido construida para fundar el sueño
de una república democrática. Si se piensa bien, la autonomía de
los municipios hispanos, también se corresponden con esta imagen. Su
proximidad deja crecer en mí un peso emotivo tan importante que no
puedo evitar besar sus paredes... con disimulo, claro está... cuando
entramos en ella.
Ignoro
la historia de la Casa, cómo evolucionó con los años y qué queda
en ella de la primitiva construcción del siglo XVIII. En esta
ciudad, los edificios históricos no siempre cuentan con una
reconstrucción de su propia historia en las abundantes infografías
con que el viajero se enfrenta a cada paso. Pero en el caso de este
edificio, esta falla parece carecer de importancia... ¿Qué tiene la
Casa Histórica que me atrae tanto?
Vamos
recorriendo las salas del museo y una sensación, que es como la
vital presencia de un ritual, va creciendo. En la penúltima sala hay
un candelabro y una Biblia que han sido elementos propicios para la
jura de la Independencia. Muy probablemente se trate de una leyenda,
pero me dejo llevar por el lado verdadero y mágico que estos objetos
ofrecen. Finalmente, se ingresa a una sala importante. Allí, en esa
suerte sancta santorum laico, se declaró y juró la Independencia de
toda la América del Sur. Efectos de luces nos conducen
imaginariamente hasta 1816. Razono que esa no era la mesa que usó
Laprida para leer el Acta (me pareció entender que los muebles que
se usaron son los que están casi escondidos a un costado del altar
mayor en la Iglesia de San Francisco); pero nada me importa... me
dejo llevar por el escenario evocador...
La
Casa sigue en un segundo patio apacible con aljibe y jardines y
termina en un tercero que remata en una plaza seca que tiene salida
sobre la calle 9 de Julio, frente a la Iglesia de Santo Domingo. Allí
se exhiben dos murales esculpidos por Lola Mora. Evocan las escenas
del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires y la jura de la Independencia
en julio de 1816 en esa misma casa. La escena de este último
contiene un personaje insertado como si se tratara de un viajero en
el tiempo que sólo está como testigo. Se trata del general Roca
(presidente de la Nación cuando le encargaron la obra a la célebre
escultora tucumana)...
Dejamos
la casa henchidos de emoción y nos dirigimos hacia el barrio de la
Ciudadela. Llegamos hasta la Plaza Manuel Belgrano, como a un km de
la Casa Histórica. Nos han asegurado que allí era el Campo de las
Carreras, el lugar en donde formaron las tropas del Ejército del
Norte para enfrentar la batalla. También he visto planos en los que
se ve la fortificación que hizo construir San Martín en 1814. Es
casi el medio día y hace mucho calor. Entrecierro los ojos e imagino
evoluciones militares, tan confusas como decisivas (Tucumán, el
sepulcro de la tiranía). No sé qué habrá pasado por la mente de
Haydée en ese momento, pero yo no daba más... esta ciudad contiene
un tesoro intangible maravilloso que sólo se puede ver con los ojos
del sentimiento...
V
Año 2016, una oportunidad para San Miguel de Tucumán
¿Qué
atractivo tiene esta gran ciudad? Un patrimonio tangible al que no
siempre se accede con facilidad y un patrimonio intangible que se
constituye en la memoria de una historia vertiginosa que va desde
setiembre de 1812 hasta julio de 1816.
Si
bien el centro histórico está condenado a una inestabilidad de
cuarenta años por lo menos debido a la necesidad de retrasar la
línea municipal para lograr que la traza sea más transitable, hay
un enorme potencial turístico en esta ciudad. Allí donde el
objetivo se ha logrado, los edificios parecen más luminosos (La
Plaza 9 de Julio, el tramo de la calle 24 de Setiembre de 1812 hasta
llegar a la Iglesia de la Merced y la calle Congreso hasta llegar a
la Casa Histórica).
Es
necesario remover la mezquindad en la exposición del patrimonio
tangible en algunos lugares y poner empeño en el cuidado de los
detalles, sobre todo en el entorno de la Casa Histórica y en Mercado
del Norte. En contraposición, y como un logro significativo, debe
subrayarse la profusa distribución de infografías que evocan con
solvencia y precisión el patrimonio intangible... basta con leer
para darnos cuentas de la densidad histórica que la ciudad posee.
Otro
aspecto intangible que está descuidado es la escasa presencia de la
cocina criolla en la gastronomía local. En la oficina de información
turística nos dieron un folleto titulado “La Ruta de la Empanada
Tucumana”. Más de 40 locales en San Miguel, Yerba Buena y Famaillá
la conforman. Nos concentramos en los que están en el Centro de la
ciudad y, salvo las empanadas que comimos en El Portal y la que probé
al paso en uno de los puestitos del Mercado del Norte, tuvimos una
franca decepción. Sé que nos quedaron muchos lugares sin visitar;
pero me han dicho que para comer buenas empanada, descontando El
Portal, claro está, hay que ir a Yerba Buena y Famaillá. En otro
artículo me dedico a hablar con más detalle sobre la gastronomía
local.
VI
La
última noche en una ciudad caliente
Volvimos
a San Miguel de Tucumán el domingo 26 de octubre. Llegamos como a
las dos de la tarde con una temperatura de 40º C, pero no lo
sentimos demasiado porque estaba bastante seco. Volvíamos a ver esas
calles después de un viaje muy intenso.
Ya
dije que San Miguel es una mina difícil, se abre después de mucho
trajín por sus calles; pero en ese momento sentimos que habíamos
logrado una cierta intimidad con ella.
Lo
cierto es que ese domingo, todo nos parecía bello. Comimos algo en
una pizzería en 25 de Mayo y Mendoza y fuimos por una siesta,
queríamos gastar los últimos cartuchos de nuestro viaje por la
tardecita y la noche, ya que al día siguiente habríamos de
madrugar.
Después
del descanso reparador, salimos del hotel y fuimos a la Iglesia de la
Merced, queríamos volver a ver el bastón de mando de Belgrano en
las manos de la Virgen. La Iglesia estaba repleta, era la hora de la
misa... no pudimos llegar hasta el camarín, pero disfrutamos de ese
momento... el primero en nuestra noche mágica en Tucumán. Luego
fuimos a la Casa Histórica a presenciar el espectáculo de luz y
sonido... fue conmovedor.
Terminamos
la noche comiendo empandas en El Portal (sobre la calle 24 de
setiembre al 300), las más ricas de todo el viaje, acompañadas por
un vino tucumano de Colalao del Valle.
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