sábado, 1 de mayo de 2021

Riquezas ocultas en la cocina de La Quebrada de Humahuaca – Parte IV: La cocina neo criolla en La Quebrada

Ir a Parte III (Pelar el maíz; Chuchoca;
Preservación del patrimonio culinario en torno del maíz)

Estoy explorando, en estos artículos, los platos genuinos de la tradición culinaria criolla en la Quebrada de Humahuaca. Mi compañera de ruta, Silvia Castillo, me está ayudando a desentrañar algunos aspectos de la tradición cultural que enmarca a esa cocina y que no logro inteligir del todo. En el proceso de comunicación de estos aspectos, Silvia recurre a reconstruir la evolución de su vínculo personal con esas manifestaciones culturales, remontándose a sus recuerdos de infancia. Con ese ejercicio, me ayuda a mí que soy de otro barrio, a comprender esa tradición que, aun así, siento como propia.


Las imágenes pertenecen a Silvia Castillo, salvo indicación en contrario

Silvia habla de “cocina originaria” o “cocina de los pueblos originarios” que era la que practicaban indios y mestizos a quienes identifica como criollos. Yo prefiero hablar de cocina “hispano criolla”, asumiendo como criollo toda manifestación cultural desarrollada en Nuestra América Luso Hispana. Esto supone considerar que lo que nos ha llegado de la cocina pre hispánica ha sufrido, sufrido y disfrutado, de una primera fusión con la cocina que trajeron los españoles en los tres cientos años que precedieron a nuestra historia como países independientes.

A su vez, a esa tradición culinaria “hispano criolla” se ha superpuesto la cocina de los inmigrantes. Las tradiciones culinarias que trajeron no se mantuvieron inmaculadas y dieron lugar a nuevas formas que también fueron creadas en Nuestra América, dando lugar a una nueva criollidad que prefiero denominar como “cocina neo criolla”. La creciente influencia del academicismo francés, intervino fuertemente en ese desarrollo tanto en el último tramo de la cocina hispano criolla como en la neo criolla.


Este artículo pretende reconstruir la evolución, los encuentros y desencuentros, de la tensión en que convivieron entre ambas tradiciones culinarias en la Provincia de Jujuy desde el último tercio del siglo XX a nuestros días.

VIII El recetario hispano criollo

Es fácil hacer una primera lista de las recetas hispano criollas que los porteños conocemos del Noroeste Argentino.

·        Locro: una sopa tradicional a la que los españoles han agregado las carnes que trajeron. Aún pervive una receta, el locro potosino, que sólo lleva, como ingrediente alóctono, queso rallado.

·        Tamales: atraviesan toda Nuestra América desde México a Chile y La Argentina. Llevan carnes traídas por los españoles, pero el tratamiento del maíz es enteramente americano.

·        Humitas. Originarias del Área Andina Meridional.

·        Empanadas. De claro origen español. En las versiones del Noroeste Argentino, llevan productos y sazones locales propias.

No es poco, pero tampoco demasiado. Especialmente, no sólo porque desconocemos muchas recetas más, sino también, porque desconocemos los secretos más elementales de las recetas. Incluso, muchas veces comemos versiones aporteñadas. El hecho no está mal siempre que diferenciemos las recetas porteñas de la que componen de manera genuina la tradición culinaria de nuestro Noroeste.


Otra cuestión que ignoramos es la ocasión en que cada receta se consume. Las fiestas populares tradicionales aún tienen mucha fuerza en el Noroeste Argentino, en general, y en La Quebrada de Humahuaca, en particular; pero poco conocemos de ellas.

He ido rescatando varias recetas, de las que conocemos en Buenos Aires y de las que no, para revelar algunas de esos secretos de la mano de Silvia Castillo. Pero aquí se impone una pregunta, ¿cómo accedió mi amiga a estos secretos? Bien, hizo un largo recorrido que intentaré reconstruir.

Aprendió a cocinar en San Salvador de Jujuy y en  Tilcara, en su casa y en las de los vecinos. Las recetas que aprendió en su infancia y adolescencia pertenecían a la cocina española (sus abuelos paternos eran andaluces y castellanos) y las especialidades de la cocina árabe (sus abuelos maternos eran sirios).

En el ambiente social en el que se crió, existía un cierto grado de prevención ante algunos ingredientes (quinoa, kiwicha, charqui), algunos platos y ciertos procedimientos de cocina (como frituras en grasas), y en especial en relación a lo que se interpretaba como debidas normas de higiene, conservación en frío y salubridad (limpieza de vajilla, hornos, cocinas, mesadas, morteros), que se temían faltantes o insuficientes o un riesgo para la salud.


Había en su ambiente familiar un cuidado extremo y minucioso de la limpieza (barridos, lampaseados, plumereados, lavados con lavandina y jabón, lavado de verduras, carnes y quesos, lavado del arroz, trigo, lentejas, garbanzos, cernido de harinas) y en la elección de los productos del mercado y de quienes los proveían “marchantas” (vendedoras) a quienes se compraban los productos. Por ejemplo, si había que hacer un guisado de mondongo, se elegía -en el caso de que fuera una vendedora ambulante- aquella que exhibiera la canasta con manteles y repasadores más inmaculados y que dejara exhalar solamente olores agradables. Estas vendedoras iban casa por casa y la que les proveía era siempre la misma, proveedora fidelizada ya que había salido airosa del obsesivo escrutinio de la casa.

Comprar comida ya hecha en el mercado de Jujuy no era una posibilidad que se viera con buenos ojos en su hogar. Y, a diferencia de otras casas jujeñas que gozaban de menúes más acriollados, en su casa (salvo empanadas, locro, humitas, buñuelos, anchi, puchero y sopa) no se comía ni la tijtincha ni la karapulka, ni los picantes de lengua, ni siquiera la mazamorra, el mote solo pelado o el mote putt’i, platos que fue conociendo después en La Quebrada y en La Puna. (1)

Estos gestos significativos nos confirman la tensa separación que existía entre la cocina hispano criolla y la cocina neo criolla en los hogares de clase media, descendientes de inmigrantes en este caso, tanto en San Salvador de Jujuy como en Tilcara, hace algunas décadas. ¿Cuál era la causa de este distanciamiento?

IX La cocina neo criolla en La Quebrada. Diferencias sociales y aspiraciones de clase media

Así pues, mientras la cocina de los originarios se practicaba a pocas cuadras de su casa, Silvia se crió en una familia de clase media en donde la cocina neo criolla se practicaba a diario. El contacto con la cocina hispano criolla se limitaba a las recetas de mayor raigambre hispana, más popularizadas y aceptadas transversalmente por todos los sectores sociales. Algunos de los platos habituales eran guiso carrero, lampreados, milanesas, arroces, escalopes, buñuelos de verdura, zapallitos rellenos, parrillada, maicenas, pasteles y panes.


La imagen pertenece al autor

Recuerda que, en muchos ambientes sociales de Jujuy, persistía una mirada colonialista y discriminatoria que privaba de su justo lugar a la cultura originaria, incluidos sus cultos, saberes, técnicas, productos y algunas comidas. En su caso familiar, la cocina española, con influencia francesa e italiana e, incluso, la siria eran consideradas como un signo de identidad y pertenencia social. Primaba, por entonces, una aspiración de ascenso social, económico e intelectual (en rigor, de acceso a un rango profesional) que se expresaba en el gran esfuerzo de estos sectores de origen inmigrante para que los jóvenes estudiaran, adoptaran los códigos culturales y las profesiones de las clases dominantes “distinguidas” o “acomodadas” para aspirar a la pertenencia e inclusión en las mismas. Lo cierto es que esa cocina, sumada a diferencias económicas, sociales y de escala de valores, separaban a las familias que la practicaban de los sectores de la población de origen americano.

La cultura originaria había sido rechazada y oprimida por siglos y eso persistía en ciertas visiones, conductas y actitudes. Sirva como ejemplo el hecho de que, en la práctica, las personas que estuvieron al servicio doméstico en casa de sus abuelos y padres fueron siempre originarias o mestizas (criollas).

¿Desde dónde era sostenida esta visión cultural que impactó tanto en el desarrollo de la clase media argentina, en general, y jujeña, en particular? Ensayo la idea de que es el exitoso resultado de la institución escolar argentina. La escuela pública fue concebida para educar al soberano y nacionalizar los tanto a los inmigrantes y sus descendientes como a los criollos que accedían a ella. El éxito es más que evidente.

Silvia cuenta, por ejemplo, que aún hoy se percibe la persistencia de una auténtica frontera cultural entre La Quiaca y Villazón. En materia de cocina, por ejemplo, hay bolivianos que cruzan a La Quiaca para comer parrilladas y los argentinos, a Villazón para hacer lo propio con las frituras y guisados que se ofrecen en los puestos callejeros y en el mercado. En Villazón, fríen los pasteles en grasa (llaman pasteles a unas tortas fritas grandes que llevan un pedacito de queso de relleno). Es tan fuerte la persistencia de la proscripción a la fritura directa en grasa vacuna que, si les preguntás incluso hoy, cuenta Silvia, te dicen que están fritas en aceite, ya que el aceite parece pertenecer a una categoría vista como superior en tanto medio de fritura. (2)


A su vez le cuento que tuve la oportunidad de visitar el sitio arqueológico Cerro Pintado a unos 5 kilómetros de la ciudad de Santa María de Yocavil en la Provincia de Catamarca. Subimos al cerro sobre el que se asientan los restos de una ciudad de la cultura cacana o calchaquí (que aprendimos a llamar diaguitas en nuestra escuela primaria) que estaba habitada en época de la llegada de los españoles a nuestro país. Hicimos la visita con un guía que vive, ha vivido toda su vida, al pie del cerro. Frente a su casa, se levanta el edificio de una escuela pública primaria. El edificio debe tener unos setenta años y se erige imponente frente a las dimensiones del caserío.

En un determinado momento, nuestro guía piensa en voz alta y nos cuenta cosas personales de su vida, mientras hacemos un descanso. Nos contó que cuando era niño jugaba entre las ruinas con sus amigos. También nos cuenta que hizo la primaria en esa escuela. Allí aprendió sobre los diaguitas en lecciones dictadas por pulcras maestras y en manuales impresos en Buenos Aires… A ninguna maestra se le ocurrió llevar a los niños a las ruinas para explicar el tema, a pesar que con una caminata de 200 metros se podía llegar del aula al centro del sitio arqueológico.

De modo que la escuela que logró meritoriamente logró, por un lado, democratizar el conocimiento, distanció, por el otro, a distintos sectores sociales, desarticulando el vínculo de los argentinos con su propia historia cultural.

X La oportunidad de un rescate

A pesar de todo ello, el gusto y el aprecio por muchos de los platos originarios y criollos que se conservaron en el campo o en pueblos con cultura campesina, empezó a hacerse un camino, en tanto que llegaban transversalmente a todo el conjunto de la sociedad, favorecidos por la cercanía de esos espacios rurales a una ciudad como San Salvador de Jujuy y su cotidianeidad como en el caso de Tilcara. Sin embargo, tuvo que pasar el tiempo para que ese gusto fuera considerado valioso por todo el colectivo social.


La imagen pertenece al autor

En lo personal, Silvia tuvo un contraste en su vida porque, luego de hacerlo en Tilcara, vivió varios años en la ciudad de Salta y algunos en Tucumán. Allí pudo percibir otro tipo de gusto por las recetas criollas. En Salta las familias tradicionales se enorgullecían de su cocina propia, enraizada en la tradición originaria y en el aporte hispano criollo y mantenían con celo recetas heredadas (empanadas, guisados y postres como el de gelatina de pata y vino, los gaznates, los alfajores de turrón de miel de caña). Su abuela paterna, andaluza, tuvo en Salta una fonda cerca de la estación de trenes (en la calle 12 de Octubre). Ahí, Silvia hizo sus primeros aprendizajes en esa cocina. En Tucumán los tamales eran casi cotidianos y el pastel de novia un emblema que era signo de distinción para las casas que sabían hacerlo. (3)

Hoy es una entusiasta defensora de la tradición culinaria hispano criolla y celebra que haya un gran movimiento cultural en Tilcara que intenta rescatarla junto con la música, los bailes y las fiestas populares. Pero aún este rescate tiene escollos que superar.

En una charla que tuvimos en torno de un té amable, mientras revisábamos esos escollos, expuse la gran dificultad que existe para que este rescate llegue a Buenos Aires, donde se manifiesta un claro desinterés por esa cocina, más allá de los platos enumerados arriba. El porteño no logra valorar el charqui, el quesillo de masa hilada, los arropes, la cabeza guateada, entre otros productos e ideas gastronómicas. (ver nota (2))

La imagen pertenece al autor

Es probable que ese desinterés provenga del hecho de que enfocamos nuestras energías sobre las novedades gastronómicas que vienen del exterior. Siempre preferimos recibir lo ajeno antes que rescatar lo argentino, lo propio, lo que incluye a la rica tradición de cocina porteña. Ensayé la idea de que, por ejemplo, nos atrae la cocina peruana que nos parece compleja y maravillosa, sin advertir que la nuestra lo es en medida semejante y que, incluso, compartimos un capítulo en el conjunto de tradiciones culinarias que conforman la cocina de ambos países… Pero, en fin, la cocina peruana viene de afuera, la jujeña, no… y la porteña, tampoco.

Silvia considera que hay una situación grave y compleja, también del otro lado. Afirma que hay una cierta reticencia por parte de algunas cocineras y cocineros locales (especialmente con los mayores y más expertos) para divulgar sus conocimientos o secretos de cocina. Este reparo podría estar asociado a una reacción defensiva ante la constante expoliación de la que fueron objeto los pobladores nativos desde la época de la conquista española, al menosprecio a los productos y platos de origen autóctono, o a las prácticas de servidumbre y sometimiento que padecieron.


Podría deberse también al hecho de que ciertas recetas, expropiadas, son exitosas y deparan beneficios a cocineros, escritores o emprendimientos de los que no participan o de los que no reciben beneficio alguno pese al aporte de sus saberes. Debe notarse que esto no sucede con todas las cocineras y cocineros. Hay muchísimos hombres y mujeres generosos que comparten todo su saber sin reticencias porque privilegian la difusión de estas riquezas culturales para el disfrute de todos, como corresponde al patrimonio cultural universal. (ver nota (3))

Silvia y yo no cejaremos en el empeño por rescatar y difundir esta riqueza patrimonial que es la cocina del Noroeste Argentino, tratando de evitar que el olvido nos haga perder este rico patrimonio que poseemos.

Notas y referencias:

(1) Di a conocer a Silvia Castillo el borrador del artículo “Silvia Castillo y la conservación de la cocina de la Quebrada de Humahuaca”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído 30 de abril de 2021 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2021/01/silvia-castillo-y-la-conservacion-de-la.html. En esa oportunidad, mi amiga introdujo una serie de reflexiones que me pareció más oportuno separar del artículo mencionado. El texto que el lector está consultando se basa, principalmente en esa reflexiones de Silvia remitidas en 2020, Silvia Castillo a Mario Aiscurri, correos-e del 17 de febrero y 19 de abril.

(2) 2020, Castillo, Silvia, entrevista grabada el 23 de enero y mensaje de voz del 24 de enero.

(3) 2020, Silvia Castillo a Mario Aiscurri, correos-e del 17 de febrero y 19 de abril.

 

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