No creo que sea lícito hablar de la esencia de algo
que se ha constituido socialmente a lo largo del tiempo. Parafraseano a
Elisabet Checa(1), creo que la cocina siciliana, como cualquier tradición
culinaria, es más una existencia en constante evolución que una esencia. Pero
he crecido en una escuela positivista con vocación de retratar un momento como
si ocurrieran dos cosas que en realidad no ocurre: que la foto registre la
realidad, que ese instante sea el definitivo.
Las imágenes pertenecen al autor
De modo que intenté hacerme una idea bastante completa
de la tradición culinaria de la isla a través de mi recopilación de las recetas de Susana e Ignacio Migliore, de un recetario de cocina siciliana que compré en
Taormina, de la frecuencia de comidas en restaurantes y confiterías en Modica y
las Magna Grecia catanesa, de las charlas con las personas que conocí y de
estas recetas que Rosanna Contessa me envió a casa después de terminado el
viaje.
¿El resultado? Sólo logré asomarme por la ventana a
esta tradición culinaria y atisbar una serie de productos, el uso de
determinados saborizadores y un puñado de ideas gastronómicas donde se notan
las múltiples influencias que la isla recibió a través de milenios, desde la
pasta llevada por los sarracenos hasta el chocolate y las empandas llevadas por
los aragoneses.
IV La restauración en la Magna
Grecia catanesa
Era
tarde, las primeras horas de la noche, cuando terminamos de instalarnos en el
hotel de Catania. Queríamos tomar algo y comer un poco en una ciudad que
desconocíamos. Deseaba una cerveza bien fría y, tal vez, explorar la pizza
local, con el prejuicio de que la influencia napolitana habría llegado hasta
allí de una manera más interesante que la que ofrece la mediocre pizza veneciana.
Pero estaba contrariando porque Rosanna Contessa, la administradora del B&B
en que parábamos nos había advertido que no encontraríamos pizza napolitana en
Catania, que sólo encontraríamos buena pizza siciliana.
Lo
cierto es que estábamos cansados y salimos dispuestos a comer y tomar algo sin
demasiada expectativa… y Catania nos dio la primera sorpresa: la comida
siciliana al paso que se sirve en los bares. Les cuento, nos dirigimos al
centro de la ciudad, atravesamos el mercado de los pescadores de la Piazza
Pardo. Los trabajadores estaban concluyendo la tarea diaria con la limpieza. El
lugar estaba rodeado de pequeños restaurantes que me hicieron acordar a las
viejas cantinas de la Boca o del Abasto de hace cuarenta o cincuenta años. No
nos atrajo la idea de entrar en alguno de ellos porque era muy temprano.
Comenzamos
a caminar por la Via Cardinale Dusmet buscando el acceso al centro de la
ciudad. A poco de andar dimos con lo que parecía un bar con el estilo de las
glamorosas confiterías de mediados del siglo XX. Sí, efectivamente manifestaba
ese estilo ya desde el nombre: Etoile d’Or. Mesas en la vereda, dos salones no
demasiado amplios y un mostrador imponente en el centro, flanqueado por dos
vitrinas exhibidoras. La de izquierda exponía las preparaciones dulces, en un
arco que iba desde la más fina patiserie francesa hasta la más pura pastelería
siciliana. La de la derecha, toda una serie de preparaciones saladas de
estricta identidad local: Arancini, Panate sicilianas, Pizzas, Catuchetos, etc.
Nos sentamos
en esta pasticceria a disfrutar de una cerveza. Yo comí un bollo que en ese
lugar denominaban Siciliane. Me atrapó desde el primer bocado. Consistía en una
empanda más grande que las nuestras cuya masa estaba hecha con un pasta similar
a la de los buñuelos y rellena de queso y anchoas en salazón.
Etoile
D’Or nos sumergió en una cocina al paso contundente, atractiva, intensamente gustosa,
en la que la influencia aragonesa se hace sentir como un tenue y persistente
telón de fondo. Pude repetir al día siguiente, cuando decidimos almorzar algo
liviano en el bar Viola en Ortygia. Un pequeño local modernoso ubicado en el
Corso Giaccomo Matteotti en la entrada de ese barrio de Siracusa. Pude
enterarme después que el establecimiento es famoso por el café; pero nos atrajo
por la posibilidad que nos daba de comer algo liviano… ¿Liviano? Pedí un
sándwich (la ambientación del local daba para ello); pero me dijeron que no
había, que sólo ofrecían comida siciliana. Me tuve que conformar con un
Arancino y con una Panata de jamón y queso… ¿Conformar? Me fui feliz con unos
cuantos gramos de más que perdí en la intensa caminata por el centro de la
ciudad.
En
cuanto a la restauración quiero destacar que comimos muy bien en U Fucularu en
Catania y el restaurante El Cíclope de Taormina.
En
el primero, comí una milanesa hecha con carne de caballo (“Cavallo panato”
rezaba el menú) acompañado por una ensalada de hinojos, gajos de naranja
pelados en vivo, queso semiduro (parecido a nuestros quesos de campo) y miel
(denominada “Ensalada catanesa” en el establecimiento). Haydée comió unos
involtini de carne de ternera rellenos con jamón cocido ahumado y ricota.
Acompañamos nuestra ingesta con un potente Nero D’Avola, un vino local
excelente.
En El
Cíclope, me di el gusto de comer una Caponata. Estaba deliciosa, pero la esperaba
un poco más ácida. No pude opinar sobre ello en ese momento porque no tenía un término
de comparación como sí me ocurrió con las Sarde in saor de Venecia. Sin
embargo, la receta que luego me envió Rosanna Contessa habla
de un plato agridulce (las instrucciones de la receta misma no permiten otra
cosa). De modo que, otra vez, en un área en donde todo está dispuesto para el
turismo, el azúcar volvió a dominar la escena.
V Módica señorial scaccia y
chocolate
No fue sencillo encontrar buena Scaccia modicana en Modica. El
Piccolo Bar de don Angelo Di Martino figuraba en la Internet como el lugar
adecuado para disfrutar de la cocina típica de esa ciudad, pero de la Scaccia
(un pan achatado y relleno, originario de Modica) nada decía. Pedimos
referencias acerca de dónde comerla y seguimos la pesquisa hasta encontrar que
las referencias coincidían con el establecimiento de don Angelo.
El Piccolo Bar es realmente pequeño y se ubica, casi escondido, en
un rincón de la Piazza Matteotti. La Scaccia que nos ofreció don Angelo era muy
buena (la preparaba personalmente su mujer a quien conocimos, por supuesto). Comí
una de tomate y cebolla y otra de perejil y cebolla. Estaban muy buenas, pero
ninguna superaba el gusto de las de Susana, la suegra de mi hermano quien,
invariablemente, las preparaba para las fiestas navideñas en Buenos Aires.
Esa apreciación era, desde luego, el
resultado de la confluencia de un sinnúmero de emociones personales. Estaba en
Modica disfrutando de un momento irrepetible. La conversación con don Angelo
fue animada e intensa. Me habló de sus parientes en Argentina, sin poder
comprender la dimensión de Buenos Aires. Me trajo una pequeña cazuela y me dijo
“pruebe esto, son Fave modicanas”. Era una sopa espesa de porotos, contundente,
deliciosa que inmediatamente me evocó a España. Por Ana María, la prima de mi
cuñada, supe que el Piccolo Bar era el lugar indicado para probar ese manjar,
de las Scaccias hablo, claro está.
En casa de Ana María probamos el famoso chocolate modicano. Es una
delicia que nos se puede soslayar en un viaje por Italia. Según rezaba un
cartel, en Modica, el chocolate se prepara siguiendo viejas recetas de los
aztecas traídas por los conquistadores… pensé en la ambigüedad de la frase que
parece afirmar que los mismos que conquistaron América, a su vez conquistaron
también Sicilia. Entre los chocolates, es increíble una variedad que lleva
peperoncinos. Uno se pone un trozo en la boca y lo disfruta como una de los
mejores chocolates sin azúcar del mundo y, luego, sobre el final, aparece el
delicioso picor del peperoncino… verdaderamente único.
VI Algunas características de la cocina
siciliana
Si tuviera que
describir la cocina siciliana diría que es un lugar de encuentro de múltiples influencias
en donde la identidad mediterránea es indudable y la presencia aragonesa y medio
oriental es llamativa.
En los
productos, destacan las berenjenas, la pasta, las aceitunas y su aceite mágico,
la pesca y los tomates. En los alíenos, sobresale el ajo y el perejil, las más de
las veces combinados entre sí, y, en segundo lugar, otros condimentos típicos
como la albahaca y los peperocinos. La comida siciliana, a diferencia de la de
la Italia alpina, es picante, aunque no tanto como la calabresa.
Desde que pisé
la Piazza Pardo soñaba con recorrer el mercado de peces de Catania. Fuimos una
mañana. Me apasiona el clima pintoresco de los mercados: disfrutar del paisaje
de aromas y colores, de voces altas y miradas pícaras e inquietas y distinguir
los productos propios de cada mercado, de cada lugar.
Esta no fue la
excepción. Es indudable que el pescado fresco reina en este rincón de Catania
que está precisamente a metros del puerto de los pescadores. Pero también se
ofrecen productos foráneos que completan la demanda de consumidores
globalizados. Me llamó la atención la profusión de ostras y langostinos. Con
todo, el puesto que atrajo mi atención fue el que ofrecía aceitunas en los más
diversos estados (frescas, curadas en salmuera, condimentadas, etc.). Me llevé
una bolsa de aceitunas verdes scacciatas: la presencia de la vecina Calabria
estaba allí mismo, en la mesada de ese puesto. Las disfruté a rabiar. Voy a
extrañarlas como el Nero D’Abola, las Panatte y los Arancini.
Notas y Bibliografía:
(1) 2012,
Checa, Elisabeth, Los buenos vinos
argentinos, edición 2013, Buenos Aires, Vocación, pag. 6.
Qué lindo relato Marito!! Me transportaste a tantos buenos recuerdos y toda la suela gastada por esa hermosisima isla. Sin duda las invasiones de romanos, griegos, bIzantinos, vándalos, sarracenos, normandos, españoles, entre otros, enriquecieron la cultura y gastronomía de Sicilia e hizo de ella un lugar realmente espectacular. En Módica probé la granita más rica de mi vida y en Catania vivía en la Panadería de doña Guseppina que después del cuarto maravilloso panini que me daba, hecho con el más rico pan que probé en mi vida, me invitaba a seguir comiendo con la famosa frase "Mangia che ti fa bene". Que ricos pescados! Sobre todo el pez espada y el atún!! Que deliciosas preparaciones regionales, sus vinos, sus aceites!! Que maravillas de paisajes. Te dejo algunas fotos de Erice, un increíble pueblo medieval que no muchos se percatan de conocer y que a mi modo de ver es uno de los lugares más lindos de la isla. Tomar un té con sus dulces regionales en sus terrazas, mirando el atardecer brumoso con la silueta de las islas Egadi fecortada en el paisaje es casi una experiencia religiosa. http://contactoconlodivino.blogspot.com.ar/2010/08/erice-un-lugar-perdido-en-el-tiempo.html
ResponderEliminarGracias, Diego, por tus comentarios:
EliminarSi la suerte me reempuja a encarrilar, seguramente volveré a Sicilia.
Será la oportunidad de conocer Palermo. De allí a Erice es fácil llegar.
Después de ver tus fotos, no querría perdemelo por nada del mundo.
Un abrazo.
Adoré Sicilia!! En el oeste de la isla se nota más la influencia árabe por las especies, las pasas en la pasta; las alcaparras son excepcionales; no he comido mal ni una sola vez! Yo siempre siguiendo a Montalbano!
ResponderEliminarGracias, ritabahiana, por sus cometarios.
Eliminar