¿Por qué hacer vino casero?
He tomado vinos caseros desde hace muchos
años, pero recién en los últimos quince tuve oportunidad de probar algunos
dignos de ser bebidos. El vino casero formaba parte de un cierto escenario vital
de mi infancia y adolescencia. Casi todos los “tanos”(1) del barrio de
Mataderos y del vecino Partido de La Matanza hacían estos vinos.
Las imágenes pertenecen al autor
Pero a mí no me parecían muy agradables.
Sabían muy ácidos y desequilibrados, distaban mucho de producir placer. Sin
embargo, en los últimos quince años he probado vinos caseros más que
aceptables. El buen resultado que obtuvo Rubén en 2013 y algunos vinos muy
interesantes que pude adquirirse en la Feria de Mataderos me incitaron a
proponerme una participación en la elaboración de estos vinos.
Algunos amigos sostiene que no merecen
consideración, que habiendo tan buenos vinos industriales para qué dedicar
nuestros paladares a beber estos caldos. Hay una falta de perspectiva en esta
consideración. Los vinos caseros, al igual que los vinos industriales, deben
comparase entre los de su propia gama. A nadie se le ocurriría comparar un vino
joven con un vino de guarda y, mucho menos, sostener que los vinos de tetra
pueden resultar equivalentes a los gran reserva de las mejores bodegas. Los
vinos caseros, como los vinos mendocinos de garaje, deben comparase con sus
pares. En ese sentido, los vinos de Rubén se destacan.
¿Qué debe esperarse de un vino casero?
Básicamente, un equilibrio de sabores y de texturas. Pueden ser dulces, pero no
deben ser demasiado ácidos ni tener arista irritantes ni un predominio de
aromas vegetales o herbáceos.
Pero, además, tienen un valor agregado que
no debe despreciarse: se insertan en la conservación de una tradición
milenaria. Dicho de otro modo, están preñados de la actividad humana de un
grupo de hombres y mujeres social e históricamente constituido. Para muchos,
este rango no tendrá importancia, para mí es vital. Como suele decir Elisabeth
Checa: los vinos son más existenciales que esenciales, rasgo que en ningún
lugar puedo percibir mejor que en el garaje de la casa de Rubén Cirocco.
De modo que, en charla de amigos, Mario
Wenceslao Becerra y yo le pedimos a Rubén que nos permitiera participar en la
vinificación de uvas que hace habitualmente. Estas notas relatan la
experiencia. Van acompañadas de las recetas con que tomamos estos vinos.
Para mayor información de la aventura,
recomiendo la lectura de mis artículos sobre los vinos caseros en el Gran
Buenos Aires y sobre los que Rubén Cirocco elabora en Monte Grande (Parte I y
Parte II). Servirán como una introducción adecuada y me eximirán de algunas
consideraciones técnicas.
La uva llega a Buenos Aires desde Mendoza,
cuando llega. De modo que, aunque es feriado, fuimos con Rubén y Wences al
barrio de Liniers a comprarla porque nos habían anunciado que habría de la
buena. Íbamos con la idea de hacer vino con uva malbec porque es donde nuestro
amigo ha reunido mayor experiencia. Sin embargo, Rubén quiso probar con su tío
Tonino, qué era lo que podía conseguir adicionalmente con uva syrah.
Marta, la encantadora hija de don Gaspar,
no recibió con amabilidad y oficio. Nos permitió seleccionar la uva y hacer una
molienda con su máquina despalilladora. Disfruté del colorido de las escenas de
intercambios entre los proveedores y los compradores, mayoritariamente
italianos o hijos de italianos, pero también judíos y de otros orígenes;
disfrute de la tarde otoñal en Buenos Aires del olor a uva dominante en local y
de las avispas que evolucionaban con envidiable emoción en torno de la dulzura
de los granos.
La venta se hace en el local familiar que
precisamente se llama Don Gaspar que está en la esquina de José León Suárez y
Ventura Bosch. El local vende productos regionales y ocupa la esquina. Cuando
llega la uva, se abre una casa lindera en la que se opera la venta y molienda.
Probamos las uvas que compraríamos y
también, de cabernet sauvignon. El gusto de la fruta fresca poco nos decía de
nuestra experiencia con los respectivos vinos varietales; pero las sentimos
sabrosas y dulces e imaginamos un resultado promisorio, cuando llegue el
momento del descube en el invierno... o cuando a Rubén le parezca que el vino
haya completado su fermentación y su clarificación natural.
Mientras esperábamos, la charla con Marta
me abrió una ventana al universo que intuía a partir de mis charlas con Rubén.
La mujer lleva 45 años trabajando en el barrio en la misma actividad. Empezó
con su padre cuando era muy pequeña a una cuadra de allí. Sus conocimientos
sobre cómo hacer los vinos son bastos y enriquecedores, aunque tiene poca
oportunidad de transmitirlos porque los compradores hablan poco del tema, como
si fueran dueños de secretos valiosos que temen revelar en comentarios imprudentes
y carecieran de la necesidad de aprender algo nuevo.
La tarde, otoñal y cálida, me remitieron a
la infancia, vivida en la misma calle José León Suárez, pero a poco más de unas
25 cuadras hacia el sur de la ciudad.
Desde allí nos fuimos hasta Monte Grande.
Abusando de la generosa hospitalidad de Rubén, dejamos la uva molida con sus
hollejos en unos contenedores abiertos (las vasijas de la pequeña bodega). En
ellos guardarán agitado y ruidoso reposo durante los 10 días que lleve, según
la estimación hecha, la maceración del mosto. Nos espera el filtrado para la
que la fermentación siga su curso hasta que “todita es'uva vino se hará”. En
ese momento, verificaremos si el grado de azúcar de los hollejos, permitirá la
elaboración de la “vineta”.
Esta bebida es un vino sumamente liviano
que se obtiene a partir del prensado de los hollejos que aún conservan
levaduras vivas y azúcar para fermentar. Con el jugo obtenido se forma un nuevo
mosto al que se agrega un poco de agua. Pero esto sólo es posible si el vino
principal tiene suficiente graduación alcohólica. De otro modo, el jugo
obtenido de este segundo prensado debe ser volcado al mosto del vino principal.
Agradezco a Rubén por
la experiencia que estamos desarrollando y a Mario Wences por ser de la partida.
¡Ah! Cuando dejamos el
mosto en los contenedores en la casa de Monte Grande, Mario Wences y yo nos
llevamos sendas botellas del vino de Rubén de 2013 que supimos valorar en su
mejor momento en un asado memorable celebrado a fines de ese año.
Notas y referencias:
(1) La expresión “tano” es un apócope de
“napolitano”. Se usa en La Argentina para designar a los italianos o a sus
descendientes, sobre todo, si provienen del sur de Italia. También se usa para
designar a los italianos del norte de la península; pero, en este caso, también
se usa la expresión “gringo”.
acompaño todas esas historias , me da la imprecion que estas aqui , conta'ndome lo bueno de tus vivencias ,gracias , y a difrutar esos privilegios ,( que no son para cualquiera) gracias .
ResponderEliminarGracias, María del Valle, por sus comentarios.
EliminarMuchas gracias Mario por compartir conmigo tus experiencias, agradecida me hago seguidora y espero que nos sigas contando cosas tan enriquecedoras y desconocidas para mí como éstas. Enhorabuena. Un beso.
ResponderEliminarGracias, Alicia, por tus comentarios.
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