sábado, 30 de enero de 2016

Lecheritos en Buenos Aires (1819)

José Luis Busaniche fue un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos Aires, en 1959. Sus obras más importantes están relacionadas con los bloqueos franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe en esas circunstancias, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción del federalismo argentino. En 1938 publica un libro de lecturas históricas argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas del Pasado(1). Este libro ha servido de inspiración para la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos de la colección, reproduciendo parte de las prolijas referencias de Busaniche.    
Emeric Essex Vidal fue un marino inglés que entre 1808 y 1837 prestó servicios en Brasil y el Río de la Plata. Estuvo varias veces en Buenos Aires. Pintó acuarelas con un gran número de escenas urbanas y rurales rioplatenses que poseen un gran valor documental. En 1820 publicó, en Londres y en una lujosa edición, una serie de acuarelas acompañadas de explicaciones de su propia pluma(2).
Lecheritos en Buenos Aires en 1819
“La ciudad de Buenos Aires se provee cotidianamente de leche de las estancias circundantes, o granjas que se hallan de una a tres millas de distancia. La leche es traída a caballo, en tarros de barro o latón, y cada cabalgadura lleva  cuatro y a veces seis en unas alforjas de cuero atadas a la montura con una tira de correa.
”Casi puede decirse que los lecheros nacen a caballo, tal es la temprana edad desde la cual se les enseña esta ocupación. La mayor parte de ellos son niños de menos de diez años, tan chicos, que para montar a sus caballos tienen que utilizar un largo estribo que no se usa para otro fin. Montan acomodándose entre los tarro de leche, y en tan incómoda postura galopan lo más furiosamente. Cuando se encuentran fuera de la ciudad, disputan carreras entre ellos, y después de haber vendido la leche, se los ve, muy a menudo, jugando en grupos, generalmente a las monedas de a real o cuarto de peso, como hacen entre nosotros los niños con los ochavos ingleses.
”Aunque no fuera más que por este detalle, se podría deducir que este negocio debe ser excesivamente provechoso. La seguridad negativa de que la leche no se vende a un precio más caro que en Londres y no es de peor calidad, confirmará plenamente la exactitud de esta consecuencia. Lo único extraño es que, en un país donde las vacas que producen la leche, los caballos que la llevan al mercado, y donde la tierra que alimenta a ambos se tiene por menos de nada, el precio de este artículo está en relación con el que se paga en las cercanías de la metrópoli inglesa, donde el arrendamiento, los impuestos, el costo de los animales y la mano de obra son tan inmensamente desproporcionados. Tampoco puede por menos que causar asombro el hecho de que, a pesar de la marcada diferencia de circunstancias, es casi tan difícil conseguir leche pura en Buenos Aires, como en Londres; es muy común ver a los chiquillos rellenando sus tarros en el río, una vez que han vendido parte del contenido.
”Estos muchachos son, por lo general, hijos de humildes quinteros, van mal vestidos y completamente sucios; pero son muy vivos y traviesos como monos, enseñándoles a sus caballos tantas habilidades, que los hacen comparables al simio.”(3)    
Notas y Bibliografía: 
(1) 1959, Busaniche, José Luis, Estampas del pasado, lecturas de historia argentina, Buenos Aires, Hyspamérica.
(2) 1820, Essex Vidal, Emeric, Ilustraciones pintorescas de Buenos Aires y Montevideo, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letra, Instituto de Investigaciones Históricas, s/d, traducción de Carlos Muzio Sáenz Peña.

(3) Busaniche, José Luis, Op. Cit., Tomo II pp. 54-55

4 comentarios:

  1. Interesantísimo, Mario!!! Saludos, La Instigadora

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  2. Se nota que llegó el verano a tu escritura. Lo digo por la frescura del relato y su brevedad. Al leer el texto recordé aquel fragmento de Don Segundo Sombra en que su protagonista (un niño) descubre el mundo desde su pingo. Una versión autóctona de aquella otra escena de La sociedad de los poetas muertos. Todo cambia, según el lugar desde donde se lo mire.
    También recordé al niño de Crónica de un niño solo, tan desalineado como este otro. Como verás, mis asociaciones son literarias y cinematográficas. Una de tantas lecturas...

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    1. Gracias, isa, por tus comentarios.
      Realmente las acuarelas y los textos de Emeric Essex Vidal están llenos de frescura.

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