Buenos Aires, abril de 2016
Bien nos enseña Cavafis que un viaje es una oportunidad de
aprendizajes, que podés crecer como persona cuando crees que tu propia tierra
ya no puede darte más cosas… y, sin embargo, es tan difícil soltar amarras y
llevar las espaldas livianas, la mente abierta y el corazón disponible. Es también
por eso, y ya lo he dicho muchas veces, que intento recorrer la ciudad en donde
vivo con mirada de extraño… Es como un entrenamiento que me prepara para
disfrutar cada viaje, viviendo cada experiencia como una aventura de
descubrimiento.
Las imágenes pertenecen al autor
Este último, lo anticipo, me ha dejado muchas: la hermosa
sensación de llegar a la Plaza San Marco, cruzando la Laguna Véneta a
medianoche y bajo la lluvia; la placentera quietud de las calles de Murano y
del barrio de Dorsoduro; el luminoso deslumbramiento de acceder al centro de
Catania de noche sin esperar nada de esa ciudad que sólo elegimos para estar de
paso; la reveladora presencia aragonesa en la ciudad señorial de Modica; la
apacible brisa en los parques del Monte Palatino; las vides doradas por el
otoño en Borgoña; la expectativa de mareas en la luna llena de Saint Malò; las
murallas sombrías de Carcassona; la frescura de oasis de La Alhambra; la profunda
sensibilidad flamenca del cante en Jerez de la Frontera; el mar abierto hacia
nuestra América en Cádiz y San Lucar de Barrameda; la majestuosa Catedral
emergiendo de una mezquita inmaculada en bellísima ciudad de Córdoba; la
presencia de los celtas que llevo en la sangre en los restos arqueológicos de Contrebia
Leukade; la plenitud inconmovible de la tierra entrañable en la Villa de Igea;
la vocación de regreso que viví recién en Madrid.
Es un puñado de sensaciones de seguir viajando que trataré de
transmitir en las próximas páginas y que he vivido intensamente al componerlas.
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