Por Willy Cersósimo
Noviembre de 2015
Con los ojos llorosos y los pies en el muelle de un
puerto de Italia, la familia despedía a uno de sus hijos en su partida hacia el
nuevo mundo, a donde venía a hacer la América.
Las imágenes pertenecen al autor
El “pequeño vigía lombardo” se afincó en California,
allí probó suerte pero las cosas no resultaron ser tan buenas como le habían
prometido, llegó a sus oídos la noticia que en otro país, también americano, el
presente y el futuro eran mucho más promisorios que en el lugar donde estaba.
Hacia allí partió, rumbo al “fin del mundo”, paso un breve tiempo en suelo
chileno hasta que se animó a cruzar la codillera y llegó por fin a la tierra
del sol, la provincia de San Juan, era el año 1862 cuando José Graffigna se
estableció en la zona de Concepción, no sólo traía consigo una gran experiencia
vitivinícola ganada en su país natal, sino también excelentes variedades de
uvas europeas que incorporó a nuestros suelos. Tres años más tarde, al ver que
todo resultaba como se lo habían contado, le pidió a su hermano Juan que
viniera a trabajar con él. Trabajaron juntos hasta que Juan Graffigna decide
independizarse y se separa comprando tierras en la zona de Desamparados, las
mismas tenían las características ideales para el cultivo de la vid y además,
continuando con la tradición familiar, comenzó modestamente con las actividades
de la bodega. Su situación mejora notablemente, su emprendimiento se expande y
prospera más allá de de lo que se había imaginado, pero la felicidad no era
completa, a pesar de su bonanza económica el hecho de no tener hijos lo
preocupaba enormemente. Sentía que tanto trabajo y esfuerzo carecían de sentido
al no tener una descendencia que pudiera continuar su sueño. Es entonces cuando
decide hacer lo mismo que su hermano años antes, le solicitó a su otro hermano,
Luis, que permanecía en la lejana Italia, que le envíe a su hijo mayor para que
lo ayude. Es así como Santiago, su sobrino, seducido por la descripción de
estas tierras, decidió embarcarse en busca de un porvenir mejor, llega con tan
sólo 12 años de edad y una lira en el bolsillo para acortar la distancia
entre el puerto de Buenos Aires y la casa de su tío Juan.
Santiago
comenzó las actividades en la pequeña bodega familiar en 1870 dándole un giro
copernicano y pese a su corta edad logró que esta despegue definitivamente
hacia el destino de grandeza que la historia le tenía reservado, el de ser la bodega
más antigua de San Juan, la segunda con más trayectoria a nivel nacional y una de
las más emblemáticas de la Argentina.
Antes de que aparecieran las bodegas, San Juan se
dedicaba al pastoreo, a la crianza de animales y a intercambiar ganado con
Chile. Ese era el principal movimiento económico. Pero fue en el siglo XIX que
se empezó a ver que el clima era el indicado para darle trascendencia a la vid
y empezaron a construirse las primeras bodegas, que le dieron a San Juan una
fisonomía distinta, siendo este el inicio de la vitivinicultura.
Estos hombres, pioneros de la industria, fueron claves
para el desarrollo de la provincia. Había tantos viñedos, que hubo un momento
en que llegaron a producirse 1.000 millones de kilos de uva. Por supuesto que
la tecnología de ese momento no poseía los adelantos de la actual, por eso es
que todas las bodegas tenían su destilería a las que destinaban el vino que no se
encontraba en óptimas condiciones y lo convertían en bebidas espirituosas.
Alrededor de los años ‘40, la industria vitivinícola
en la provincia era tan importante que San Juan ya estaba señalada como la
segunda productora de uvas y vinos en el país, detrás de Mendoza. En Argentina
por entonces se consumía 90 litros de vinos per cápita y por eso es que un
viñatero con cinco hectáreas podía tener capataz, encargado de finca y andaba
en auto último modelo.
Sin embargo, la industria luego atravesó distintos problemas
además del cambio que sufrió el gusto del consumidor. A consecuencia de ello al
vino le aparecieron competidores como la cerveza y las gaseosas lo que llevó a
que bajara drásticamente el consumo per cápita. Esto provoco que los viñateros
chicos le dieran paso a grandes diferimientos lo que derivó en la reconversión
vitivinícola, cambiando las vides comunes por las de varietales. De unas 350
bodegas que llegó a haber en la provincia, en la actualidad solicitan permiso
de elaboración alrededor de unas 150.
Esta evolución de la vitivinicultura sanjuanina es sin
ningún lugar a dudas la evolución que en paralelo observo Bodegas Graffigna.
Luego de unos de años de trabajo y de comprobar que la
bodega prosperaba al mismo ritmo que antes de su llegada o a uno aun mayor, Santiago
le pidió al resto de la familia que vinieran a América y es así como llegaron
para trabajar juntos, sus padres y sus hermanos. La familia trabajó varios años
en la propiedad que le habían arrendado a su tío Juan en lo que ahora es Bodegas
Graffigna. La familia empezó a agrandarse cuando Santiago se unió en matrimonio
con Doña Catalina Del Bono, con la cual tuvo 12 hijos, y en ese mismo año su
padre, Luis, decidió volver a su Italia natal.
La empresa continuaba creciendo, entonces Santiago
decidió llamar a su hermano Emilio de 16 años que seguía viviendo en Italia
para sumarlo al emprendimiento familiar. Luego con el correr de los años se
asociarían creando la “Sociedad Santiago Graffigna”.
En la bodega se producía vinos blancos y tintos de cepas
originarias de Francia, genéricos de alta calidad, los cuales se vendían en
cascos. También aparecieron los primeros “generosos”, el oporto “Don Santiago”
fue uno de ellos.
La llegada del “caballo de hierro” a la ciudad de San
Juan, el 12 de abril de 1885, trajo montado sobre sus rieles al progreso. Para
Santiago significó que las ventas de su bodega se multiplicaran por diez. Ante
este abrupto cambio se adquirieron modernas máquinas y se adoptaron nuevas
técnicas de elaboración lo que le permitió producir vinos de mayor calidad. Debido
a la gran demanda de los vinos, en 1896 se registró la marca "Colón"
y se intensificó el comercio de vinos con Buenos Aires y otras regiones del
país. Se inauguró el primer galpón importante de la actual bodega, que para el
cambio de siglo estaba construida casi en su totalidad. El nombre “Colón” se
adopto a modo de homenaje al barco del mismo nombre que lo trajo a la
Argentina.
Aquellos inmigrantes italianos sabían bien que la fortuna no es ciega y
distingue muy bien a los holgazanes de los trabajadores y ellos siempre
eligieron trabajar, ese ímpetu fue
lo que llevó a Don Santiago Graffigna a reinvertir sus ganancias hasta
triplicar la extensión sus tierras.
Desde un principio Santiago Graffigna junto con su bodega ocupó un lugar
destacado en la viticultura nacional. Desde sus comienzos, la primera
bodega de San Juan se ha caracterizado por ser una bodega innovadora y pionera.
Don Santiago fue responsable del lanzamiento de la primera marca de vinos de la
Argentina, de la extensión del ferrocarril hasta la provincia de San Juan, del
sistema de elaboración por gravedad, de la venta del primer vino embotellado, y
hasta de la primera transmisión de radio fuera de Buenos Aires, a través de “la
radio del Vino”. Todos hitos que muestran el espíritu emprendedor del fundador
de Bodega Graffigna. Fue tan visionario que para ordenar la empresa que quedaría en manos de
tantos hijos conformó la primera Sociedad Anónima de Cuyo.
En 1913 su hijo Juan A. Graffigna, regresó de Italia
con el título de enotécnico obtenido en la Escuela de Alba en Milán, asumió la
dirección técnica del establecimiento y produjo cambios sustanciales en los
métodos enológicos y en las técnicas de elaboración, introdujo en la Argentina
el uso del frío en la vinificación, instalando los primeros compresores, como
también el uso del anhídrido sulfuroso líquido y dosable, trayéndolo en tubos
desde Alemania, lo que le permitió obtener nuevos tipos de vino. Juan, fue uno
de los que más impulso le dio a la bodega, por entonces Colón, pero
lamentablemente falleció a los 33 años quedando como sucesor su hermano
Alberto.
Los otros hijos continuaron juntos casi hasta el
momento de la venta, al grupo “Allied Domecq”, el 11 de enero de 1980, salvo un
par de ellos que se retiraron antes en el año 1962.
En 1921, se plantaron nuevos viñedos seleccionados
tanto en Ullum como en Pocito, en 1922 se comenzó la construcción de la Bodega
“Rinconada”, para la elaboración del vino tipo licorista que se utiliza como base
para la producción del vermouth, especialmente para la empresa Cinzano.
Entre otras singularidades, Santiago Graffigna poseía
una cuba de 200.000 litros de capacidad que hizo construir en Francia y era la
de mayor tamaño de Sudamérica.
La Bodega “Rinconada”, proyectada por Juan Graffigna,
fue una obra modelo en su género. Llamada familiarmente "Don
Juancito", la bodega constaba con un edificio de tres pisos con piletas,
que permitía realizar las tareas enológicas por el uso simple de la fuerza de
gravedad, disponía de tonelería, usina termoeléctrica, talleres y desvío
ferroviario que permitía el ingreso de los vagones de transporte hasta la misma
bodega y era considerada la más moderna del mundo en su momento. Ese mismo año
se trajeron vides americanas resistentes a la filoxera y se efectuaron los
primeros ensayos de injertos. Todo esto los convirtió en los primeros pioneros
de la región.
Santiago Graffigna vuelve a su Italia natal a visitar a
su familia y tal vez inconscientemente porque sabía que su fin estaba cerca, la
muerte lo sorprendió el 4 de diciembre de 1923, cerro sus ojos atesorando la
imagen de su querida Italia, pero su última voluntad era que sus restos descansaran
en su segunda patria, su amada San Juan, donde una gran multitud despidió sus
restos. La firma perdía a su fundador, pero seguía con sus proyectos.
En 1925 se inició la plantación de la colección
ampelográfica más completa del país. Con el afán de mejorar los vinos de la
bodega, se cultivaron más de 800 variedades de uvas importadas de diversos
países de Europa, para estudiarlas y observar cuáles eran las mejores para
cultivar por su adaptación al terroir.
En 1926 se inició con la actividad de radiodifusión,
instalándose la primera broadcasting del interior de la república, en 1930
funcionó por primera vez en forma oficial, en 1942 se construyó una nueva planta
transmisora con un nuevo mástil irradiante de 216 m. de altura, por ese
entonces, el más alto de América del sur. Así, en los albores de la radiofonía,
Graffigna ofrecía al pueblo audiciones literarias y musicales desinteresadas,
contribuyendo a la expansión del arte, la cultura y difusión de doctrinas
intelectuales y religiosas. Asimismo, cumplió la función de defender la
reputación del vino frente a las campañas de difamación del mismo.
En 1927 se inició, en escala reducida, el
embotellamiento de los vinos en San Juan, siendo una de las primeras bodegas
del país en hacerlo. Se comenzó con equipos rudimentarios, semiautomáticos pero
con el tiempo se fueron perfeccionando las técnicas, y pocos años más tarde, la
bodega contaba con un equipo fraccionador que rendía tres mil botellas por
hora, facilitando la comercialización y la distribución de los productos en
todo el país.
Para la década del 30, la línea Colon ofrecía el
blanco "Ullum Seco" y el "Tinto Francés" y la línea
"Santiago Graffigna" de vinos comunes, entre otros. Entre los
numerosos productos y marcas que abastecían se encontraba el afamado Jerez
"Tío Paco" y el Oporto "Cordero".
El 15 de enero de 1944, la naturaleza, que tanto ayudó
año tras año a la Bodega Graffigna obsequiándole unas abundantes vendimias para
producir sus espectaculares vinos, quiso en una sola noche cobrase todo
brindado, un violento terremoto de 7,4 grados de la escala de Richter, (que
mide energía liberada) produjo la destrucción de casi el 80 % de la ciudad de San Juan, las
bodegas "Colón" y "Las Lomas" fueron destruidas
parcialmente, las mediante un trabajoso plan de reconstrucción y modernización fueron
puestas en funcionamiento nuevamente, la familia Graffigna salió adelante una
vez más gracias al trabajo y la dedicación.
Sin embargo, lejos de sustentar su presente en el
legado de los pioneros, la bodega en los últimos años continuó por el camino de
la innovación y siguió marcando tendencias. Actualmente incorporaron una
selectora óptica de uvas, que separa los granos permitiendo lograr un altísimo
grado de eficiencia, ya que con un sistema de cámaras permite detectar las uvas
que son de alta calidad de aquellas que presentan defectos y asegurar que a la
fase de fermentación vayan solamente los mejores granos.
La Bodega Graffigna se asoció a Riedel, la gran casa
de cristalería reconocida a nivel global, para desarrollar en conjunto la
primera copa diseñada especialmente para apreciar las cualidades organolépticas
de nuestra cepa insignia, el Malbec Argentino. Se testearon distintos tipos de
copas, tanto en la Argentina como en Estados Unidos, y la elegida que puede ser
utilizada por cualquier empresa ya que pasó a formar parte del abanico de
opciones para degustar distintos varietales que tiene la cristalería Riedel.
Graffigna con esta iniciativa ingresa al grupo de bodegas que tratan de
construir una imagen fuerte del Malbec, tanto para el mercado interno como para
el externo.
En el año 1980 la familia Graffigna decide vender la
bodega al grupo “Allied Domecq” que luego la puso en manos, por medio de una operación
de venta, del grupo francés “Pernod-Ricard”. En el año 2003, en homenaje al
gran pionero Santiago Graffignia, decidieron armar un museo el cual recibe ni
más ni menos que 18.000 visitantes por año. Se trata de un espacio pensado para
descubrir una parte fundamental de la historia de la vitivinicultura argentina
y que fue declarado de Interés Cultural por la Secretaría de Turismo y Cultura
de San Juan, de Interés Turístico Nacional por la Secretaria de Turismo de la
Nación y, además, fue reconocido por la UNESCO como ejemplo de Turismo Cultural
Sostenible. El Museo “Santiago Graffigna” es uno de los museos más
representativos de la vitivinicultura nacional con un establecimiento de 1.200
m2 cubiertos y que suma otros 1.000 m2 en áreas
exteriores. Está compuesto por la zona de cavas, un patio de cubas, las zonas
de oficina -donde funcionaba la primera radio -, así como un pequeño viñedo
experimental donde se puede conocer las características de las cepas y los
procesos de poda y cosecha. Es un museo emotivo, dedicado a la figura de Don
Santiago, al ingresar se pueden ver elementos que para él eran sumamente
importantes: la familia y el trabajo, ya que fue una personalidad que tuvo un
peso muy importante, no sólo entre los Graffigna, sino para la sociedad de sanjuanina
en su conjunto, al dedicarle toda su vida a la vitivinicultura. La familia donó
algunos elementos clave, como el archivo fotográfico, la trochita, uno de los
camiones, entre otras muchas cosas.
El porfolio de productos que en la actualidad elabora
Bodega Graffigna está compuesto por una línea base denominada Centenario, de
calidad reserva. Es decir que registra, como mínimo, un año de crianza en
bodega para los tintos y de 6 meses para los blancos. Dicha línea está
conformada por cinco variedades para el mercado doméstico: Malbec, Cabernet
Sauvignon, Shiraz, Pinot Gris y
Chardonnay, los cuales son elaborados a partir de viñedos ubicados en Pedernal,
a 1.400 metros por sobre el nivel del mar, en el Valle del Zonda y Calingasta a
1.000 metros por sobre el nivel del mar.
La línea Gran Reserva, en tanto, está conformada por
un Malbec y un Cabernet Sauvignon y es producida con uvas exclusivamente procedentes
de Pedernal, al sudoeste de San Juan, una región que ofrece un clima con una
gran amplitud térmica, poca cantidad de agua de lluvia, un suelo singular y
poca humedad ambiente lo que le dan a la uva un sabor y aromas que las hacen muy
diferentes a las de otras zonas vitivinícolas, convirtiendo a los vinos
sanjuaninos en únicos. Esta línea registra un paso por barricas de 18 meses en
roble, 50% del cual es nuevo. Por último, al tope de gama es un blend, el “Santiago
Graffigna”, que se elabora cada año con uvas Malbec, Shiraz y Cabernet Sauvignon y es el resultado de la selección de
los mejores viñedos que la bodega posee en Pedernal.
Hace unos años atrás visite San Juan y obviamente pasé
por Bodegas Graffignia, donde pude, a pesar ser una gran bodega industrial,
palpar un intenso clima familiar, más específicamente un clima de familia bien
italiana, lo que me hizo vivenciar lo que sentía en mi infancia y muy
emocionadamente levante una copa de un excelente Shiraz y frente a un cuadro de Don Santiago brinde por mi abuelo
Francesco, que casualmente vino de Italia también a los 12 años, mientras los
ojos comenzaban a ponérseme llorosos. Salud.
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