Willy Cersósimo
Octubre de 2015
Cae la tarde, la
noche comienza a tender sus sombras sobre el último día del apacible verano de
1861, cuando el reloj marco las 20.36 de repente la tierra rugió. Muchos
mendocinos estaban en misa, otros en sus casas a punto de cenar o ir a dormir, otros
en el mítico Club del Progreso y los soldados en el cuartel recibiendo su paga,
en un instante sus vidas cambiaron para siempre, el infierno se abrió bajo sus
pies y la muerte dijo presente. Un sismo de intensidad 7,2 grados (en la escala
de Richter, que mide energía liberada) y de magnitud IX o X (según la de
Mercalli, que mide daños) sacudió a la capital de la provincia de Mendoza destruyendo
por completo la Ciudad reduciéndola a una masa de escombros y aniquilando a más
de 4200 personas, el 40% de su población.
Las imágenes pertenecen al autor
Luego vinieron
incendios con el gas de algunas de las tiendas más modernas, desborde de aguas
ocasionada por la obstrucción de las acequias y saqueos entre otras
consecuencias.
Si bien se
sintió con más violencia en Ciudad (su centro era la actual plaza Pedro del
Castillo), también repercutió en toda la provincia, hubo daños y muerte en
Guaymallén, San Vicente (así se llamaba Godoy Cruz), Luján y Valle de Uco.
El caos fue
total, no había comida ni agua potable y los vándalos aprovecharon para robar
todo lo imaginable, lo que obligó al gobernador Laureano Nazar a imponer el
estado de sitio y sólo permitió el ingreso a la ciudad a las fuerzas del orden y
para salir fuera de la provincia únicamente podía hacerse con un pasaporte,
mientras tanto los heridos eran socorridos en la Plaza Mayor y la Alameda. Todo
esto provocó que muchas familias se mudaran a sus quintas o a la ciudad de San
Juan.
Luego comenzó a
llegar la ayuda, alimentos, dinero, medicamentos y materiales de construcción
enviados por la Nación, por otras provincias y también de países limítrofes,
incluso desde Europa.
Pasado este
caótico período, que duró varios años, empezaron a circular las propuestas para
trasladar y reconstruir la ciudad, Mendoza y su gente debieron invertir muchos
años y recursos para volver a levantarse.
Maipú, fue una
de las zonas a donde se pensó trasladar a la ciudad destruida, en aquellos años
posteriores al terremoto de 1861, por eso es que allí se comenzaron a erigir
algunas viviendas y edificaciones aunque luego la idea no prosperó.
Entre los muchos
profesionales que contribuyeron con la reconstrucción se encuentra el Ing.
López Frugoni, responsable entre otras obras de la construcción de “La
Mercantil Andina”, el “Banco Hipotecario”, el “Banco de Mendoza” entre otros
edificios emblemáticos de Mendoza que marcan sin ningún lugar a dudas parte de
la idiosincrasia de la provincia.
Este notorio
profesional levantó en Maipú en 1869 una Bodega, por encargo de uno de los
precursores de la actividad vitivinícola cuyana en aquellos años tan difíciles
luego del gran cataclismo, sus amigos lo llamaban “Pepe”, su nombre era Raúl
José Guevara.
La edificación
fue totalmente innovadora, se utilizaron técnicas antisísmicas muy adelantadas
para la época, ya que José, el hijo de “Pepe”, quien había sido enviado a
estudiar enología a la prestigiosa escuela italiana de Conegliano, avizoró
junto a su padre que se podía construir una bodega que aguantara los embates de
los terremotos y que además fuera modelo.
Junto a esta,
Guevara construyó su casa familiar, edificación que fue como la bodega igualmente
de innovadora para la época por su espectacular diseño antisísmico y algunas otras
características especiales, como por ejemplo, un sistema de refrigeración
constituido por acequias internas que hacían circular el agua de riego en forma
subterránea por debajo de los pisos de la casa, las que desembocaban en una
fuente ubicada en el patio interno.
Para ambas
construcciones se tuvo en cuenta el manto de piedras que posee la zona en sus
capas inferiores, las que amortiguan el movimiento sísmico.
Todos los
materiales con los que fueron construidas las vasijas fueron traídos de Europa:
ladrillos de origen inglés, cemento de Alemania y maquinaria francesa e italiana.
El techo de barro y caña, se hizo a fin de mantener un ambiente ventilado y
fresco, con el agregado de cal que al combinarse con el gas carbónico producto
de la fermentación fue convirtiéndose en calicanto.
Tan buena fue la
construcción de la Bodega de los Guevara que persiste en la actualidad,
convirtiéndola en la Bodega más antigua de Mendoza, fundada en 1869 y
produciendo vinos hoy en el 2015 bajo la denominación de Bodega Familia Di
Tommaso.
En Mendoza, la
vitivinicultura a escala industrial se desarrolla a partir de las últimas
décadas del siglo XIX, permitiendo reorganizar el territorio como espacio
productivo, social y simbólico. La explotación intensiva del monocultivo de la
vid llevó a que se multiplicaran las pequeñas propiedades estructuradas sobre
un sistema de riego heredado de las antiguas culturas indígenas. El patrimonio de la producción como
resultado de la cultura vitivinícola, abarca un conjunto complejo de obras y
bienes que se ubican tanto en el ámbito rural como urbano, y que pertenece
tanto a la actividad agrícola como a sus derivados, la industria y los servicios.
Coquimbito y Russell, donde se encuentra la antigua
bodega de los Guevara, son distritos de producción agrícola del departamento de
Maipú. Su terreno es llano y posee el marco de la montaña al oeste, en cambio
al este y al sur se encuentra la ciudad de Maipú, atravesando su territorio los
canales Pescara y Chachingo. La zona prosperó a lo largo del tiempo en torno a
la producción del vino, se ampliaron los canales de riego y los caminos que
facilitaron la comunicación, paralelamente se incrementaron las plantaciones de
olivares y frutales. El paisaje se vio transformado por las barreras de álamos
que sirvieron para cortar el molesto viento que permanentemente sopla en el lugar,
sirviendo además para la provisión de madera que demandan las distintas
actividades agrícolas. Los arboles también sirvieron para mitigar el tórrido
clima estival con sus frondosas copas, que al ser colocados a la vera de los
caminos se entrelazan formando “túneles” perfectos.
Por el potencial que poseían para la producción del
vino, los terrenos sufrieron una gran demanda y por ello se parcelaron en
unidades productivas de tamaño mediano a pequeño.
La construcción de las bodegas, las casas patronales, talleres,
depósitos, salas de máquinas y otras
construcciones que proveían los distintos productos que demandaba la actividad
principal fue transformando demográficamente la comarca. Las casas patronales instaladas
junto a las bodegas fueron delineando un estilo de parquización propio, además se
fueron incluyendo las viviendas para los obreros que laboraban en los
establecimientos. Arquitectónicamente los edificios que se construyeron en este
período posen las características propias de los estilos reinantes a fines del siglo
XIX y principios del XX como ser, el italianizante, el modernismo y el
pintoresquismo entre otros.
Los hombres que convocaba la actividad vitivinícola para
trabajar en ella se fueron instalando junto a sus familias a la vera de los
caminos formando lo que se denomina poblaciones lineales. No obstante el crecimiento
urbano de estas poblaciones lineales dio origen a pequeños poblados, cuyo
desarrollo y consolidación se produce en la etapa de expansión vitivinícola a
partir de la década del 30.
En lento pero permanente crecimiento que tuvo la
ciudad de Mendoza luego del terrible terremoto de 1861 tomo un ritmo
vertiginoso a partir del año 1885. El responsable? El caballo de hierro. El
Ferrocarril llega a Mendoza y cambia de una vez y para siempre la economía de la
ciudad y su zona de influencia.
La industria del vino debido a los requerimientos
del mercado interno, el cual se expandió geométricamente, determinó que se
comenzara a elaborar el vino en grandes cantidades y ahora podía expedirse
rápidamente. Esto requirió un nuevo tipo de bodega que pudiera afrontar las nuevas
necesidades productivas. Los complejos edilicios se transformaron en establecimientos
vitivinícolas y requirieron nuevas construcciones con fines habitacionales y productivos.
Se delimito de manera expresa el sector de la bodega, dejando bien en claro que
era el sector productivo en donde se desarrollaba la actividad vinícola, por
otro lado estaban el resto de las edificaciones que cumplían un rol de soporte
para la actividad principal, como las casas patronales, las que albergaban a
los obreros, los talleres y los depósitos.
Esto produjo que
los edificios tuvieran dimensiones que sobrepasaron la altura de las otras construcciones
de la zona, la calidad constructiva y técnica los transformó en verdaderos
hitos del lugar y representantes del progreso económico e industrial de Mendoza
frente al país y al mundo.
El cultivo
intensivo de la vid requirió de trabajo y control constante, generando la
necesidad que tanto los propietarios como los obreros se instalaran
permanentemente en los establecimientos. Las casas patronales desde un
principio se construyeron con jardines y huertas, pero con el transcurrir de
los años los establecimientos de mayor jerarquía se fueron rodeados de jardines
que las jerarquizaran y a su vez permitían la separación de las funciones
productivas del resto dentro del establecimiento, costumbre, aunque aggiornada,
se mantiene en la construcción de las bellas y hermosas bodegas en la
actualidad.
Dado al
creciente número de obreros que demandaba la actividad, ya sea de forma directa
o indirecta, no todos los establecimientos pudieron mantener la costumbre de
poseer viviendas para ellos. Esto ocasionó, como ya dijimos, que se fueran
originando caseríos, pequeños poblados cercanos a las bodegas y en las márgenes
de los caminos.
Podemos observar
en la actualidad a distintas bodegas que lograron sobrevivir al paso del tiempo
gracias a la oportuna transformación descripta, ellas son: la Bodega familia Di
Tommaso (1869), la Bodega La Rural (1889), y la antigua Bodega La Superiora
actual Kyoshin Trading S.A (1910) entre otras.
En la actualidad
la antigua bodega Guevara, se encuentra localizada a 20 Km. al sudeste de la
ciudad de Mendoza se encuentra bajo la conducción de la familia Di Tommaso lo
que la da su nuevo nombre: “BODEGA FAMILIA DI TOMMASO”.
Cinco
generaciones de viticultores conforman esta casa de amantes de la tierra que
vieron en esta vieja construcción la realización de sus sueños y no tardaron en
concretarlos. Así los Di Tommaso, restauraron la bodega levantada en 1869 para
aplicar los conocimientos familiares que, de generación en generación, han
atravesado la historia vitícola local.
Se accede a ella
por un túnel natural de Carolinos legendarios, siendo parte de los “Caminos del
Vino”. Al ingresar nos recibe el viñedo y sus acequias cantarinas que bordean
la propiedad, al estar emplazada entre la viña le otorga una frescura y una
belleza extraordinarias.
Hoy en las antiguas
piletas circulares, únicas en Mendoza, hechas a fines del siglo XIX con
ladrillos ingleses y con moderna tecnología aplicada al proceso de producción,
la familia recrea añosas usanzas traídas de Friuli, allá en la lejana Italia,
por sus abuelos. Debajo de los cilindros se encuentra un sendero con barricas
de roble francés, un lugar cálido y original. Una luz tenue nos conduce a la
cava principal, que antiguamente fue una pileta para la conservación de vinos y
hoy hace las veces de sala de degustación, donde también se encuentran sus
numerosos vinos premiados.
La Bodega cuenta
con una producción de 35.000 litros anuales. Gran parte se vende en forma
directa y también exportan principalmente a EEUU, aunque han abierto mercado en
Dinamarca, Brasil, China y España.
Pensando en el
turismo, la bodega cuenta con un restaurante, un museo del vino y una tienda de
suvenir, además se realizan cursos de degustación, visitas guiadas por los
viñedos, explicación de los procesos de vinificación y reseña de la riquísima
histórica sobre los orígenes de la bodega y durante la época de la
vendimia se puede participar de la cosecha. Al frente de esta tarea
enoturística se encuentra Carolina Ortiz Di Tommaso que trasmite de maravillas
la pasión que mamó desde la cuna.
El portfolio de
vinos de Bodega Familia Di Tommaso ofrece una amplia gama de opciones que incluye
las siguientes líneas: “Varietales”, vinos jóvenes, Cabernet Sauvignon, Malbec,
Torrontés y Sauvignon Blanc. “Roble”, con paso por madera, Cabernet Sauvignon, Malbec
y Chardonnay. “Crianza”, con crianza en barricas de roble, Cabernet Sauvignon y
Malbec. Y la línea “Alta Gama”, con el “Don Angelo Malbec”, el ultra premium de
la bodega con botellas numeradas de partidas limitadas. Este Malbec ultra premium,
“Don Ángelo”, obtuvo la medalla de Plata en Vinandino 2009. En el rubro
“burbujas” cuentan con una excelente Sidra y un espumante Natural Extra Brut, a
base de uvas chardonnay y elaborado bajo el método Charmat.
Pero sin dudas
la atracción principal de la Bodega Familia Di Tommaso es el “Amabile Blanco
Especial”, un vino dulce, generoso, tipo licoroso de 17º que lleva el nombre de
“Albina Di Tommaso”, la bisabuela, cuyo rostro se encuentra inmortalizado en la
etiqueta. Este tipo de vino se inspira en las raíces de los Di Tommaso, que se
encuentran profundamente arraigadas en las costumbres friulanas, donde en los
largos inviernos la familia se reúne en torno al fogolar en extensas sobremesas
y se consumen vinos diferentes con los postres. Es un vino ideal para acompañar
el Tiramisú y la Selva Negra y en los días fríos de invierno es el maridaje
perfecto para los chocolates, bombones, frutas deshidratadas como damascos o
pasas de uva, las nueces y las almendras, sin dejar de lado por supuesto los
quesos maduros y foie de gras.
El producto que
llevó tres años en estudio fue galardonado con Medalla de Oro en Vinus 2005. Este
premio vino a cerrar una discusión apasionada entre Estela Morandini Di Tommaso,
más conocida como Judith, y Osvaldo Ortiz, ambos enólogos y cabezas del
proyecto y de la familia, llevan más 30 años de casados y 10 de novios. Cuando
Osvaldo propuso colocar un torrontés en una barrica de primer uso, Judith puso
el grito en el cielo. A pesar de ello el experimento siguió adelante y a los
tres meses, cuando Judith lo probó por primera vez, sin decir palabra comenzó
el trabajo de laboratorio del que sacó más de 40 posibilidades para dar el
sabor adecuado al “Amábile” y, definitivamente, lo logró. Judith cuenta que su
tío Héctor, de 90 años, enólogo del pueblo de Chiasiellis, en Udine, hace un
vino parecido para consumo propio.
Me siento
mareado, todo se mueve a mi alrededor, estoy escribiendo esta nota sobre vinos pero
juro que no tomé ni una gota, la lámpara del comedor del departamento del 5°
piso donde vivo se balancea de un lado para el otro como un péndulo loco, ¿qué
pasa? Prendo la tele, TERREMOTO!!!!!, 8,3 grados en la escala de Richter,
epicentro Illapel, a 177 kilómetros al nor-noroeste de la ciudad costera de Valparaíso,
se siente en San Juan, Mendoza y hasta en Buenos Aires. Dios Mío!!!!!!, me rajo
por las escaleras no vaya a ser que se desplome el edificio. Pensar que era el
comienzo de una apacible noche de este invierno que ya fenece, 16 de
septiembre, 19.54 hs, cuando de repente la tierra volvió a rugir.
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