Conozco a
Natalia desde hace casi 15 años. Trabajamos juntos. Cuando ella entró en la
institución en que nos desempeñamos, apenas si había dejado atrás la
adolescencia, de modo que la vi crecer, hacerse mujer. Hoy es madre de una niña
de 11 años. Siempre fue una gran anfitriona, hace algunos años organizaba
fiestas en el “quincho” de su casa a la que concurríamos muchos compañeros de
tareas. Asados suculentos, música, buenos vinos y charla afable eran los
ingredientes infaltables de esas reuniones.
Las imágenes pertencen a Natalia Pereiro
En los
últimos tiempos, en los almuerzos laborales y en charlas incidentales, he ido
percibiendo algunos cambios en sus hábitos alimentarios. Casi de pronto se hizo
vegetariana. Alguna vez le pregunté cómo había sido el proceso... Confiesa que
no sabe muy bien, “simplemente un día deje de comer carnes rojas o blancas, fue
algo que no me propuse, que me paso internamente y casi sin pensarlo.”(1)
¿Cómo se
llega a optar por una alimentación vegetariana? Tengo amigos que eligieron esa
dieta a partir de convicciones ideológicas. Algunos no admiten, por ejemplo,
comer productos provenientes de animales muertos. Es a partir de allí que hacen
sus búsquedas para lograr una alimentación equilibrada y nutritiva. El proceso
concluye con el reconocimiento de haber accedido a un grado mayor de salud física
y espiritual. Ésta y otras ideas, que no comparto enteramente, me parecen muy
respetables. Sin embargo, me interesan especialmente porque incitan a un
desarrollo de prácticas culinarias que juzgo valiosas.
Pero éste no es el caso de Natalia que,
no sólo se inclinó sin demasiada conciencia hacia la dieta vegetariana, sino
que, además, aunque no lo hace habitualmente, se permitiría comer carnes en
alguna ocasión.
Recientemente ha iniciado un emprendimiento muy interesante, se
trata de la producción de viandas vegetarianas para el almuerzo en el ámbito
laboral que elabora diariamente y difunde por las redes sociales(2). Las
raciones son razonables y consisten en comidas livianas, nutritivas y sabrosas.
Doy fe de estos atributos. Un día probé un falafel aderezado con “mayonesa” de
zanahorias tan exquisito como los mejores que comí en mi vida (por ejemplo, el
de un puesto callejero en el Marais, el barrio judío de París, o el que ofrecían
Amira y Chacho en el restaurante árabe del mercado de Juramento y Ciudad de la
Paz). Es debido a esas características de la comida de Natalia que le propuse
hacer esta recopilación de sus recetas favoritas. Es que ella es un exponente de
esta tendencia del siglo XXI, en que los vegetarianos también cocinan rico.
A partir de su asentimiento, hice
ciertas preguntas de rigor que ella respondió con amabilidad. De modo que pude
enterarme que asumió el papel de cocinera en función de ser la hermana mayor y
de cubrir una necesidad familiar. Me contó que la mayor fuente de sus
aprendizajes en la materia proviene de la reflexión sobre sus propios errores.
Recuerda, por ejemplo, que la primera vez que hizo un pollo al horno, no sabía
que tenía que retirar la bolsita con los menudos. El resultado fue espantoso
por que, obviamente, el productor no envuelve los menudos en bolsas de plástico
aptas para el horno.
Por
supuesto que mira programas de televisión y consulta recetas en medios
gráficos, pero no recuerda haber tenido una mujer en la familia a quien imitar
en la cocina, salvo su bisabuela Antonia que ejerció la profesión de cocinera.
Vemos como la describe Natalia y cuál fue su vínculo en materia culinaria:
“En la familia dicen que saqué el don de mi bisabuela Antonia que
era cocinera en una casa de familia.
”Conocí a mi bisabuela, estuvo conmigo hasta mis 8 o 9 años,
recuerdo verla cocinar mondongo. Muchas veces los olores a distintas comidas me
transportan a esos recuerdos. La he visto cocinar mil veces; pero el pescado en
Monte Hermoso recién sacado del mar por mi bisabuelo o por sus amigos, o los
músculos como yo le decía de chica (en realidad son moluscos que se pegaban al
espigón) que juntábamos en la mañana para hacer al escabeche son las cosas que
más recuerdo. Cuando pienso en ella, la veo riendo porque era muy jodona y
siempre tenía una bata y el delantal puestos. Esas son las fuentes de
aprendizaje que recuerdo como más significativas. Cocinar para mí es amor y,
cada vez que lo hago, estoy feliz.”
Cocinar
con amor es su secreto. Fernando, su marido, comparte sus búsquedas en materia
alimentaria; pero su hija, Indiana, no. De modo, en su cocina, siempre hay
carne para la pequeña, hoy no tan pequeña. El amor en su cocina, también lo
pone en la compra de los productos que utiliza, “los compro en mercados de
consumo responsable y orgánicos”, dice. ¿A qué llama Natalia “mercados de
consumo responsable”? Los describe de este modo:
“lugares que están empezando a surgir en donde los productos
vienen de la mano de los pequeños productores que cultivan las verduras y
frutas de estación y no usan pesticidas, ni abonos agro químicos y venden
productos frescos, nunca congelados o refrigerados. Voy, por ejemplo, al
mercado de Bompland y a Iriarte Verde, a veces paso también por Buenos Aires
Market.”
Con la confianza que tiene en los mercados en que compra sus
productos, no tiene que cultivar por cuenta propia. De este modo, evita tener que
resolver algunos inconvenientes de disposición física en la casa y de cuidados
adicionales que le demandarían un tiempo del que no dispone. Sin embargo, tiene
un rinconcito en su hogar para cultivar aromáticas y produce los brotes de
alfalfa, porotos aduki o lentejas que utiliza en sus recetas. Para este fin
utiliza una bolsa específica que llaman “Brota!”. Ella sabe que se puede hacer
sin esa bolsa, pero no sabe cómo. Cuenta:
“Los pasos que yo sigo
para tener mis propios brotes son los siguientes:
”Se dejan las semillas
o legumbres en remojo de un día para el otro. Al día siguiente, se enjuagan y
se ponen en la bolsa que se deja colgada en un lugar en donde no dé el sol. Hay
que ponerle un recipiente debajo porque las semillas siempre tienen que estar húmedas,
de modo que, durante el día, hay que ir tanteando para remojarlas de ser
necesario. Yo las mojo más o menos 3 veces al día, mañana, tarde y noche.
”La alfalfa y las
legumbres tardan entre 4 y 6 días en brotar. Una vez que brotan las comemos en
ensaladas.
”Además utilizo los
brotes de alfalfa en la preparación de las hamburguesas de lentejas.”(3)
Los invito a ensayar estas recetas de Natalia: Falafel,
Hamburguesas de lentejas.
Notas y
referencias:
(1) Salvo indicación específica
en contrario, los entrecomillados reproducen literalmente textos de Natalia
tomados de correos-e que me envió los días 15 y 16 de setiembre de 2014.
(2) Leído el 19 de setiembre de
2014 en https://www.facebook.com/profile.php?id=100006276075713&fref=ts.
Qué bonito reportaje estimado Mario, hay cada vez más gente, que como Natalia han empezado a dejar de lado el consumo de carnes por diversos motivos. De un modo parecido, mi hija mayor Paloma también se ha pasado a la alimentación vegetariana. Creo que en la vida urbana y sedentaria que muchos llevan esta dieta es adecuada y es admirable que chicas como Natalia hagan un esfuerzo por producir platos atractivos y llenos de sabor, mis felicitaciones para ella, y le deseo mucho éxito en su emprendimiento.
ResponderEliminarGracias, Pamela, por tus comentarios.
EliminarEl texto contiene mis reparos en relación con esta moda. Pero hay dos cosas que rescato.
La primera, como bien lo decís vos, es que una mayor cantidad de vegetales en nuestra dieta mejora nuestra salud frente a la vida sedentaria que llevamos.
La segunda es que a diferencia de la primera ola de esta moda, hace ya más de 40 años, que estaba más asociada a una concepción más acética; la de nuestros día no es ajena al hedonismo contemporáneo. Dicho de otro modo, los vegetarianos cocinan rico porque disfrutan de la mesa y la comida.
Natalia es una cocinera creativa y pone mucho amor en lo que hace... y ese es otro detalle que no es menor.
Nuevamente gracias, por tus comentarios.
Que lindo me encantó gracias ! y a comerrrr
EliminarGracias, Fer, por tu comentario.
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