sábado, 26 de octubre de 2013

Otra vez Buenos Aires: las emociones del viaje

20 de junio de 2012
Llegar a Buenos Aires cuando es de noche, y esta vez ha sido de noche desde muy temprano, es un espectáculo maravilloso. Vistas desde el avión, las luces de la ciudad se pierden en el horizonte.

Las imágenes son propiedad del autor
Venimos compartiendo el viaje con un par de mujeres. Una de ellas es uruguaya, pero hace muchísimos años que vive en España. Cuando salimos de Barajas, su acento era inconfundiblemente español. Pero sobrevolando Colonia del Sacramento, y llegando a Buenos Aires, su acento oriental se ha tornado igualmente inconfundible. La otra es española. Viene por primera vez a La Argentina, pero no tendrá oportunidad de conocer Buenos Aires porque embarcará, en el mismo aeropuerto Ministro Pistarini, sobre un servicio de ómnibus que la conducirá directamente a su destino, la ciudad de Rosario, la bella ciudad de Rosario. Se asoma por la ventanilla del avión y no puede creer lo que está viendo, esa pampa interminable de luces urbanas.
Con Haydée llegamos aturdidos, conmovidos, movilizados por tanta andadura, por tantas experiencias. Hemos disfrutado del paisaje de ciudades maravillosas, de la comida en buenos restaurantes, de las experiencias vividas... pero, por sobre todo, de los vínculos afectivos, de los encuentros con la familia y con los amigos en Italia, Francia y España.
¿Cómo será aterrizar nuevamente en la patria? Llegamos a casa como a las  diez de la noche y decidimos ir a comer a Elcano Grill, ese restaurante amable que queda a pocas cuadras de casa. Yo aún llevaba en las papilas el recuerdo de tantas delicias. El cordero en París, el hígado a la veneciana  del restaurante cerca de la plaza San Marco, la pasta en la casa de Renzo en Cesarolo, los manjares de Jean Louis en Ille sur Tet, las ostras de Cancale y el cordero presalé del Mont Saint Michel con que nos recibió Osvaldo en Saint Maló, los pinchos y la merluza en salsa verde de Txomin en Donostia, las anchoas en Bilbao y las sardinas en Vitoria Gasteiz, el bacalao a la riojana en casa de Sonia, la carcamusa en el Zocodover de Toledo, el rabo de Toro junto a las murallas de Ávila. Ahora estaba en Buenos Aires evocando el vértigo de aromas y sabores regados con muy buenos vinos. Vinos de Borgoña y Burdeos, vinos de Sancerre y Córcega, vinos de la Valpolicella, vinos de Rioja y Ribera del Duero.    
Pedimos una entraña grillada con papas fritas a la provenzal (a nuestra provenzal de ajo y perejil picado) y malbec bien criollo. ¡Guau... qué sorpresa, qué sabor único e irrepetible! Estaba de vuelta en casa y los sentía en ese plato, en ese sabor único, tan nuestro.
Después de este reencuentro, ¿sería capaz de reflejar en algunas notas apuradas lo mejor de nuestra experiencia de viaje? ¿Sería capaz de dejar en claro la emoción que me produjo estar junto a la tumba de Antonio Machado en Collioure, caminar sobre las arenas de Omaha Beach, entrar en la capilla construida sobre la estancia en que nació Santa Teresa de Ávila, recorrer los senderos de la Plaza 2 de Mayo en el barrio madrileño de Malasaña?
¿Sería capaz de explicar el sabor inexplicable de ese bocado de entraña grillada a la manera criolla en el restaurante Elcano Grill de Buenos Aires?


2 comentarios:

  1. Al final . . .

    ¿Pudiste describir los sabores paladeados en Elcano Gril?

    ¿Es un lugar para recomendar?

    Por favor, no nos dejes con el deseo de saber el final de esta historia.

    Un abrazo.

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    1. El es restaurante del barrio. No tiene pretensiones de alta cocina. Pero, se come muy bien y te atienden muy bien...

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