sábado, 19 de enero de 2013

Notas de viaje


Dedicadas a Antonio Machado, el caminante.


He iniciado un nuevo viaje, llevo las eternas expectativas de sorprenderme ante cada descubrimiento, aunque tengo previsto volver a sitios que ya he visitado antes. Volveré, por ejemplo, a Collioure con el sueño de encontrar la morada última de Antonio Machado, maestro de caminantes. ¿Maestro de caminantes? Sí. Escuchemos su lira
He andado muchos caminos, 
he abierto muchas veredas; 
he navegado en cien mares, 
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

En Collioure sobre el Mediterráneo catalán, en los campos de Castilla sobre la estepa castellana, en el bravo oleaje del Cantábrico, estos versos me acompañaron cotidianamente en este viaje. Pero también en Italia y en los rincones de Francia que recorrí. Conocer las buenas y malas gentes del camino supone abandonar la mirada en superficie que ejerce el turista, más ávido de novedad y fotografía que de rosar con la yema de los dedos o la mirada indiscreta en el drama humano que lo rodea.
Una experiencia más profunda consiste en demorarse en los lugares a donde uno llega y vivir en ellos, aunque sólo sea unos instantes, casi como si fueran propios. Ese es el signo del viajero. La diferencia entre el viajero y el turista no se basa en un gesto presuntuoso, desdeñoso, sino en la oportunidad, a veces fortuita y esquiva, de contar con los medios y en tener la voluntad de aprovecharla.
En este viaje, a Haydée y a mí, se nos presentaron circunstancias  oportunas y tratamos de vivirlas intensamente. La familia, los amigos, los conocidos con que nos cruzamos nos han abierto puertas y ventanas, nos han alojado en sus casas, nos han hecho conocer sus vidas y nos permitieron compartir la mesa... no es poco... En el cementerio de Collioure, frente a la tumba del maestro, me prometí honrar sus versos más en la acción que en la palabra. 
Las fotografías son del autor, la imagen de Antonio Machado fue tomada de http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/fotos/machado_2.jpg

2 comentarios:

  1. Hola Mario, me encantó el párrafo en el que describís la diferencia entre el viajero y el turista. Muy acertado. Ayer justamente leía un artículo sobre la belleza de las ciudades, y el autor hacía una diferencia entre las vistas panorámicas turísticas y los pequeños lugares que uno disfruta con el corazón, que no necesariamente son -objetivamente- bellos. Un abrazo,

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    1. Muchas gracias, Mir, por tus comentarios.
      Muy acertado el artículo que mencionás. Siempre he pensado que es muy bueno conocer a alguien que viva en el lugar que estás visitando. Por lo general, son los que conocen esos rincones.

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