Disfruté de nuestra visita a
la panadería de Coyín en la ciudad de Suipacha que pude llevar a cabo gracias a
las gestiones de Enrique Mac Loughlin. Me pasé horas viendo como Coyín amasaba,
sobaba la masa, daba forma a panes y facturas y horneaba todo. Publiqué un par
de artículos en El Recopilador de sabores
entrañables con todo lo aprendido en la experiencia. (1)
Sí, pude aclarar mi
pensamiento sobre el tema en esa visita, pero también aparecieron nuevas
incógnitas. Por ejemplo, me pareció que Coyín hacía las galletas con la misma
masa del pan, pero ¿cómo lograba entonces un resultado diferente? Adicionalmente,
persistían algunas de las incógnitas previas que Coyín no podía responder. ¿Cuál
es el origen de la galleta de las pampas argentinas? ¿Cuándo comenzó a amasarse
y hornearse en nuestras llanuras?
Algunas lecturas y
comentarios en las redes sociales, despejaron parcialmente todas esas dudas y
me permitieron arribar a conclusiones razonables, obligando a la revisión de
los artículos publicados. Los invito a una nueva andadura por las llanuras
argentinas, mientras les comparto mis hallazgos.
I
Vida y costumbres en el Plata (Emilio Daireaux)
En 1888,
Emilio Honorio Daireaux publica en Buenos Aires un libro dedicado a relevar la
vida social, económica y cultural de La República Argentina. Allí, mientras
describe el incipiente desarrollo de la industria alimentaria en nuestro país,
y la participación francesa en ella, expone:
“Lo mismo ocurre con la
panadería, que tiene aquí una importancia especial; en efecto, no se limita
surtir a los habitantes de las ciudades y pueblos de su pan cotidiano, tiene un
campo más vasto que explotar, el consumo de la campaña que pide considerable
cantidad de galleta que tenga iguales propiedades de conservación que las de la
marina. Los panderos que alimentan esta especie de exportación al interior, son
verdaderos industriales; lo mismo los que surten de pastelería seca.” (2)
Hasta que leí el libro de José Eizykovicz
del que hablo abajo, el texto de Daireaux constituía la referencia más antigua
en relación con la galleta a la que había tenido acceso. El autor franco
argentino habla de galleta, un pan que cuenta con las propiedades de
conservación de la galleta marinera. Esta referencia, comparada con mi
experiencia personal, me generó una contrariedad porque, en las panaderías de
mi barrio, hacían una “galleta marinera” que no era un pan y nada tenía que ver
con mi experiencia con la galleta del campo que consumía en la casa de mi
abuela en el Partido de Nueve de Julio.
¿A qué galleta se refería Daireaux? Di
por supuesto que hablaba de la galleta de campo; pero como no la describe, la
duda de hizo señora, acompañándome en todas las lecturas que hice hasta que he
podido resolverla con razonable seguridad.
En síntesis, la lectura de este
fragmento me hizo pensar que la galleta empezó a hornearse a fines del siglo
XIX y que debía cifrar su origen en las panificaciones francesa que habrían
traído los empresarios galos de los que Daireaux hablaba… aunque ningún francés
conocedor de la materia que consulté, entre ellos Paul Azema, me pudo confirmar
ese origen.
II
Registros histórico en el libro de José Eizykovicz
Se trata de un libro muy interesante sobre todo en la
pesquisa que el autor desarrolla sobre la dimensión social que ha ocupado y
ocupa el pan en el Río de la Plata. Documenta con buen respaldo erudito, tanto
de las políticas públicas de aprovisionamiento como de las relaciones de
producción. (3)
En ese sentido, quiero proponer un paréntesis. Uno de
los tópicos más interesantes que ofrece la obra trata sobre el auge y
decadencia de los quinteros suburbanos de principios del siglo XIX, los mismos
que militaron en las filas de los Patricios. Aunque Eizykovicz no utiliza las
palabras quinteros y patricios para caracterizarlos, habla de ellos y muestra
claramente la decadencia de este sector social que hoy llamaríamos
cuentapropista o emprendedor. Da cuenta de cómo este sector, que se dedicaba a
la agricultura sobre terrenos comunales y que proveía la harina que la Ciudad
necesitaba, fue presionado y desplazado por la ganadería, siempre demandante de
tierras de pastoreo (en esa época desalambradas) y de mano de obra asalariada.
Esta última demanda impulsó al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires exigir una
papeleta de empleo a sus habitantes varones, el ciudadano libre que no la
poseía era considerado “vago y mal entretenido”. (4)
Les propongo volver al tema. Debo decir
que, si bien disfruté de la lectura general de la obra, me concentré en la
información sobre los tipos de pan y de galleta de producción local. ¿Quién
hacía el pan en Buenos Aires? ¿De cuándo son las primeras menciones a la
galleta en los documentos conservados?
Hay constancia documentada de
la existencia de panaderas (llamadas amasanderas en las fuentes) desde 1620.
Hacían pan en cantidades que excedían las necesidades familiares en sus casas y
lo vendían. Generalmente eran mujeres humildes. Tenía una elaboración no
demasiado grande, pero que contribuía a mejorar la economía familiar. Fueron
casi las únicas productoras de pan hasta la aparición de los empresarios panaderos
(registrados en los documentos a partir de 1750). (5)
Entre 1735 y 1737, 6000
soldados españoles sostuvieron un sitio sobre la Colonia del Sacramento. El pan
para alimentarlos fue horneado por 108 “bizcocheras”. Se trataba de un pan que
duraba varios días y que las fuentes denominan galleta o bizcocho. Dos
cuestiones emergen de los textos consultados por el autor. La primera es que
parece obvio que las bizcocheras no son otras que las amasanderas puestas a
hornear un pan diferente, de prolongada durabilidad. La segunda es que las
palabras utilizadas (galleta y bizcocho) parecen ser tomadas, en las mismas
fuentes, como sinónimos. El autor nada dice al respecto ni describe estos
panes, sólo dice que el bizcocho supone una doble cocción, aparente obviedad
que no está de más referir, por la labilidad del término, y que nos permite
hacernos de una idea más precisa. Nuevamente aparece aquí la galleta como un
pan de marinería por su durabilidad.
Los comentarios de Luca De
Biaso sobre el bizcocho veneciano en las redes sociales (lo trato
específicamente abajo) parecen subrayar la sinonimia e indicarnos que estamos
frente al más sólido antecedente de galletas de campo en las pampas argentinas.
No eran panaderos de oficio, sino esforzadas mujeres del pueblo las que
producían este pan bizcocho que también denominaban galleta. De modo que mi
opinión acerca de su aparición en nuestras pampas a fines del siglo XIX se
desmoronó ante una evidencia tan clara. Lo mismo ocurrió con la idea de su
origen francés como mostraré a continuación.
El crecimiento de la
población y la demanda oficial de pan para infantería y marinería provocó la
aparición en la ciudad de los primeros empresarios panaderos hacía 1750. El
hecho provocó un sinnúmero de conflictos entre las amasanderas y estos
empresarios, la mayoría de ellos extranjeros, incluso varios franceses, recién
llegados al Río de la Plata. Hay un primer registro acerca de que estos
empresarios comenzaron a producir y ofrecer “pan francés” a partir de 1761.
Aunque el autor no lo describe, este pan parece diferenciare del pan casero que
se comía en la ciudad y que muchos llamaban “pan de mujer” que horneaban las
amasanderas… y también de la galleta / bizcocho que producían las mismas
mujeres.
En el siglo XIX desaparece
la sinonimia entre galleta y bizcocho, se denomina este pan, sencillamente,
galleta. En un documento de 1820 se describe que los soldados de la Guardia del
Monte reciben carne, legumbres y galleta para su alimentación. Dos cuestiones
aparecen. Una es que la galleta se muestra como una forma de pan muy adecuada
para la vida rural, nuevamente por su durabilidad. La otra es que, seguramente,
esta galleta, preparada por empresarios panaderos, ya no tenía doble cocción,
es decir, ya no era un bizcocho. La cuestión técnica sobre cómo se logra el
mismo resultado en usa sola cocción aún se me escapa aunque, en el debate sostenido
en un grupo de Facebook que trascribo abajo, encontraremos algunos indicios. (6)
En los escritos anteriores
en los que abordé el tema de la galleta (7) (ver también notas (1) y (2)), describí
los tres formatos que este pan ha adquirido: galleta de campo (tiene la forma
de dos lóbulos y un tamaño grande); galleta trincha o pan criollo (tiene la
forma de dos lóbulos, pero de tamaños menor, y suele hornearse unidas, varias
de ellas, entre sí por el costado) y galleta de puño (un lóbulo único).
Durante mi niñez en el
barrio de Mataderos, consumíamos del llamado pan francés; pero, en casa de mi
tía, en la localidad de La Tablada, solía haber de esta galleta pequeña que las
que conocí en Nueve de Julio, unidas en una trincha de ocho piezas. Allí las
denominaban pan criollo.
Ya he dicho que Eizykovicz no describe al detalle los panes por su
formato, tipo de masa o forma de panificación. Sin embargo, registra con
precisión la emergencia de las denominaciones y algún atributo que permite
inferir, siempre con cierta razonabilidad, de qué se trata.
En 1896, hubo una huelga de panaderos
anarquistas. Durante la misma se llevó a cabo una reunión en el Prado Español.
“El encuentro estaba presidido por los emblemas del gremio que simbólicamente
colgaban de los árboles: desde las anchas barras del pan económico hasta el menudo
pan criollo.” No aclara, por cierto, de qué se trata este “pan criollo”, pero
dice que es de tamaño pequeño. (8) ¿Será la galleta trincha que yo conocí como
pan criollo, del que he hablado arriba? Todo parece indicar que es muy probable
que así sea.
III
Sobre los comentarios de Luca De Biaso
Publiqué, en junio de 2022,
el siguiente texto en el grupo de Facebook Buena Morfa Social Club (BMSC):
“Estuve en Nueve de Julio y me traje esta galleta
maravillosa.
”Miren el lobulado interior que tiene.
”Imagino que está hecha con auténtica masa madre de
panadería tradicional. Pero sólo imagino. Los expertos me dirán si hay otra
forma de conseguirlo.” (9)
Lo acompañé con algunas
fotografías. Los comentarios fueron muchos, amables y generosos… muchos de
ellos, tan enriquecedores que aclararon razonablemente algunas de las dudas.
Seleccionaré las que son pertinentes para estas notas, no sin agradecer la gran
cantidad de amorosos recuerdos sobre este pan y señalar algunos de los
comentarios me permitieron ver que el área de difusión de la galleta es más
amplia de lo que yo suponía, confirmando mi idea de la propia dimensión de la
región culinaria de la Pampas Argentinas tal y como la pensé en otros textos.
(10)
El primero es opinar fue
Luca de Biaso, arquitecto y cocinero familiar, veneciano oriundo de Vicenza. El
querido Tano tiene una extraña habilidad, suele encontrar un antecedente
veneciano en casi todos los temas de los que opina en el grupo. De hecho su
primer comentario, respondiendo al mío, es el siguiente:
“Parece pan Biscotto (dos veces cocido, una vez
para hacer el pan y la segunda para deshidratarlo y que sea duro)
”Nada más Veneto que el pan biscotto para comer con embutidos y quesos
estacionados.”
Luca nos ilustra sobre el
tema, contando que este pan de doble cocción es muy apto para alimento de la
marinería y para las poblaciones rurales alejadas del acceso a las panaderías.
Es decir, las mismas funciones de la galleta de campo pampeana que no
casualmente era conocida como galleta bizcocho en la primera mitad del siglo
XVIII.
Acompaña sus opiniones con
algunos enlaces que hablan de este pan. Entre ellos, uno que habla del origen y
de la historia del pan biscocho veneciano y en que señala que esta es una
creación veneciana muy antigua. Uno de los autores habla, por ejemplo, de un
hallazgo arqueológico en Chipre, colonia veneciana hasta 1570, consistente en
un depósito de este tipo de pan cuyas piezas eran “casi comestible”. (11)
No
creo que pueda demostrarse hoy que las amasanderas porteñas hayan aprendido a
hornear sus bizcochos de panaderos venecianos que no existían en la Buenos
Aires de entonces, ni tampoco que esta creación sea exclusivamente veneciana.
Sin embargo, el comentario de Luca, además se justificar la denominación de
bizcocho como sinónimo de galleta, permite rescatar una continuidad histórica
de estas panificaciones desde por lo menos el Renacimiento hasta la fecha.
IV
Sobre los otros comentarios en Buena Morfa
Un primer asunto de interés que
encuentro en los comentarios sobre la galleta es sobre el tema del uso de masa
madre en el amasado. Ya había descubierto en lo de Coyín que la galleta se
fermenta con levadura, descartado el uso de la masa madre. Los comentarios lo
ratifican; sin embargo, aparecen algunas consideraciones que quiero reseñar
sintéticamente aquí porque merece otra indagación.
Alguno,
como Martín Carrera, afirma que no se usa, pero que antaño se usaba hasta que
la levadura de cerveza reemplazó el fermento natural. Esa era para mí la idea
central. Esto es que, para fermentar la masa, se usaba parte de la masa del día
anterior. Esto habría ocurrido en un pasado que podría ubicarse en la primera
mitad de siglo XIX. Quiero transcribir un comentario de Alejandro Alfano que
ilustra al respecto, adicionalmente abre otra discusión:
“No se hace con masa madre, va con levadura fresca,
la fermentación es rápida. Lo que hacían antaño era usar un pedazo de fermento
en reemplazo de levadura, eso no es exactamente masa madre, ya que
prácticamente no desarrolla acidez y no tiene tantas bacterias. Y siempre
llevan un toque de grasa, eso las hace más duraderas y suaves.” (ver nota (9))
Celia Stritz y Alberto
Daniel Luna también hablaron sobre el tema y confirmaron el aserto.
Quedará para otro artículo
indagar acerca de qué es exactamente la masa madre. Pero, antes de abandonar el
tema, debo decir que cuando aparecieron en Buenos Aires las primeras
experiencias con masa madre, se batía el parche con la idea de la restauración
de una fermentación natural, preindustrial. Recuerdo, incluso, que una cadena
de panaderías de Buenos Aires anunció que haría sus productos a partir de una
masa madre traída de París y criada, sin solución de continuidad, desde el
siglo XIX.
El otro asunto importante es
saber cómo se logra ese pan aireado y duradero.
Celia Stritz sostiene que se
florea la masa con harina cuando la pasan por la sobadora, de esta forma se
logra que las capas de la masa no se junten. Por su parte Alberto Daniel Luna
sostiene que la galleta se hace con la misma masa del pan francés, pero más dura,
es decir con más harina, y reitera que floreando la masa cuando se la pasa por
al sobadora evita que las capas de masa se junten y la galleta quede más
aireada.
¿Alcanza con este
procedimiento para evitar la segunda cotura, logrando de todos modos un pan duradero?
De todos
modos hay constancias acerca de que la masa de la galleta siempre fue más dura
que la del pan francés. José Eizykovicz,
después de hablar de la revolución que supuso la amasadora SIAM en las
panaderías argentinas, rescata el siguiente párrafo publicado en 1936 en el N° 49 del Boletín del Centro de Patrones Panaderos de
Buenos Aires:
“… Todos han oído hablar del amasado con los pies.
No se trata de una leyenda, sino de un hecho perfectamente real. La masa de pan
criollo necesitaba ser trabajada con los pies. Es la misma masa del pan francés
pero cortada con más harina, lo que la hace especialmente dura. Es imposible
unirla a fuerza de puños, por lo que se la pisaba. Costaba mucho unirla antes
de que se emplearan las sobadoras, que han terminado con ese aspecto tan poco
agradable para el consumidor del pan…” (12)
V
Algunas conclusiones
1) Si seguimos a Eizykovicz, hay galleta
en el Río de la Plata desde principios del siglo XVIII por lo menos. No parece
importar, por ahora, si el origen es veneciano, francés, español o una idea
gastronómica compartida por las marinerías europeas del Renacimiento. Sin dudas
podemos afirmar que se trata de una preparación popular de pobladores de una
ciudad joven y pequeña, claramente identificados con las costumbres españolas. Es
cierto que siempre hubo extranjeros en el proceso de conquista y poblamiento
del Río de la Plata, pero también lo es que recién a mediados del siglo XVIII
la ciudad comenzó a tener algún modesto vínculo permanente con pobladores que
no nacieron en España pero decidieron morar en ella.
2) Si bien no tengo una evidencia
fáctica contundente, la identificación de la galleta de campo con el bizcocho
parece pertinente. Su condición de conservación por muchos días, que la hizo
apta para el consumo de soldados y marineros en la Buenos Aires de principios
del siglo XVIII, la volvió imprescindible para la población rural de las Pampas Argentinas desde fines del siglo XIX.
3) Con todo, parece haber sido un pan
fácil de elaborar por amas de casa del siglo XVIII (las llamadas amasanderas),
es decir, se podían amasar y hornear sin necesidad de requerir los
conocimientos y equipamiento de los panaderos profesionales.
4) La duda que mantengo se cifra en mi
verificación de la existencial, en las panaderías porteñas de mediados del
siglo XX, de una “galleta marinera”, un disco duro y seco que también se podía
conservar por mucho tiempo. Pero no he encontrado ninguna referencia a ellas,
ni evidencia que sostenga la confusión entre ambas “galletas” en las fuentes
documentales.
5) Los comentarios de Buena Morfa
explican cómo se consigue el efecto de pan aireado y duradero en las panaderías
profesionales. Esto es, por un lado, una masa más dura, es decir, menos
hidratada que la del pan francés y, por otro, el floreado durante el proceso
mecánico del sobado. ¿Alcanza esto para reducir el bizcocho a una sola cocción?
Notas
y referencias:
(1) 2022, Aiscurri, Mario
Alberto, “La galleta, auténtico pan de campo en las llanuras argentinas, entre
mi magdalena de Proust y el patrimonio alimentario bonaerense” (Parte I) y
(Parte II), en El Recopilador de sabores
entrañables.
(2) 1888, Daireaux, Emilio, Vida
y Costumbres en el Plata, Buenos Aires, Feliz Lajouane, tomo II, pp.
126-130. En 2018. Aiscurri. Mario, “La incipiente industria argentina (1887)”,
(enlace) publicado el 6 de abril de 2018 en la sección “Rescoldos del pasado”
en El Recopilador de sabores entrañables.
(3) 2013,
Eizykovicz, José, Breve historia de el
pan de Buenos Aires, Buenos Aires, Ediciones La Era.
(4) Ídem, pp. 105-136.
(5) Ídem, pp. 52-58.
(6)
Ídem,
pp. 83.
(7)
2023,
Aiscurri, Mario, “A través del país de la galleta, reencuentro con la familia
bonaerense”, en El Recopilador de sabores
entrañables.
(8) 2013, Eizykovicz, José, Op. Cit., pp.
206
(9) 2022, Aiscurri, Mario,
comentario en Buena Morfa Social Club (BMSC) del 21 del junio, leído el 9 de
febrero de 2023 en https://www.facebook.com/groups/buenamorfa/permalink/5625450374141442/?comment_id=5625729007446912&reply_comment_id=5625945400758606.
(10) 2022, Aiscurri, Mario, Sabores entrañables (Recetas y reflexiones
sobre una cocina neocriolla crepuscular en Buenos Aires), Buenos Aires, Puntoaparte
Ediciones Independientes.
2023, Aiscurri, Mario, “¿Cómo puedo adquirir un ejemplar de Sabores entrañables?”, en El Recopilador de sabores entrañables,
leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2022/10/como-puedo-adquirir-un-ejemplar-de.html
el 9 de febrero de 2023.
(11) https://www.gamberorosso.it/notizie/origine-e-storia-del-pan-biscotto-veneto/
(12) 2013, Eizykovicz, José, Cit., pag. 223.
Mi abuela y mi mamá compraban siempre estos panes en la panaderia Angeletti de La Plata. Ahi los llamaban criollitos. Eran muy ricos. Silvia Tricerrri
ResponderEliminarGracias, Anónimo, por sus comentarios.
EliminarEl pan criollo es el nombre que recibía la "galleta trincha" en muchos sitios de la Provincia de Buenos Aires.
Se trata de una de las tres variedades de galleta que aún se pueden conseguir en las Pampas Bonaerenses (de piso, trincha y de puño).