sábado, 15 de julio de 2023

Muchos años después, sitios emblemáticos de la infancia (Parte III) Adenda para el Epílogo

Ir a Parte II

Si bien las notas sobre Puerto Madero y Mataderos (ver Parte II) no se basaron en andaduras ad hoc recientes, no quisimos perder la fórmula ritual de ir a estos sitios en transporte público y comer en algún sitio específicamente seleccionado por ciertas connotaciones significativas (cercanía, identidad barrial, gusto, etc.).

Las imágenes pertenecen al autor

Fuimos hasta la estación Catalinas en la línea E de Subte, accedimos caminando unas pocas cuadras a Puerto Madero y nos sentamos a una mesa en el querido restaurante El Mirasol.

¿Por qué El Mirasol? Simplemente porque hace cincuenta años que voy a ese restaurante. ¿Aquí, en Puerto Madero? No. En 1973, el Puerto estaba sumido en una agónica decadencia. Yo iba al local original, el que la empresa propietaria mantiene aún en la calle Boedo, entre Don Bosco e Hipólito Irigoyen, en el barrio porteño de Almagro.


Lo cierto es que, andando unas pocas cuadras nos instalamos en una mesa con vista al dique. Desde allí, se ve barrio en todo su esplendor y, aunque hay suficiente cantidad de objetos que evocan el pasado portuario real, me costó traer a la memoria las imágenes que impactaron mis retinas de niño en oportunidad de los paseos hechos por allí haces casi sesenta años.

¿Qué comimos? Se ve que pedimos entradas “exóticas”, criadillas, primero, y mollejas de cordero, luego. Nada de eso había, por suerte, de modo que nuestro primer plato fueron un bocadillo de acelga (que sirven de abre bocas) y una empanada de carne. Ambos estaban soberbios. Los bocadillos estaban casi fríos y es sabido que esta especialidad sólo se puede comer en esas condiciones de temperatura cuando están muy bien hechos. Estos estaban deliciosos. La empanada de carne frita se parecía muchísimo a las que comía hace cincuenta años en el local de la calle Boedo. Ya verán por qué dije que por suerte no había ni criadillas ni mollejas de cordero.


Como plato elegimos asado de tira que, como decía Omar Moreno Palacios “no le hace mal a naides”. La porción consistía en una exorbitante cantidad de carne que no pudimos terminar entre los dos. ¿El punto? Pedimos que fuera jugoso, pensando en los puntos criollos del asado, olvidando que estábamos en Puerto Madero. Nos trajeron la tira, sensiblemente más ancha que el asado banderita que suele encontrarse en muchas parrillas porteñas. Su punto estaba muy próximo al azul que comen los europeos. Estuvo bien de todos modos.

Completamos con una ensalada bien criolla (palmitos, manzana, nueces, zanahoria rallada y salsa golf como único aderezo) y un vinito Nicasia cabernet franc.


Finalmente, no pudimos evitar una caminata. Mediados de junio, frío casi invernal; pero con sol y casi sin viento… La vuelta alrededor del dique estuvo confortable. Salimos por la Avenida Córdoba y volvimos a tomar el subte en Catalinas para volver a casa.

En Mataderos tampoco pudimos evitar una pequeña caminata debido a que nos apeamos del colectivo de la línea 80 en la esquina de Avenida de los Corrales y Lisandro de la Torre. Era mediodía de miércoles y el bar Oviedo estaba cerrado. En tanto que, en los negocios tradiciones de prendas para el trabajo rural, vimos cosas distintas. Casa Galli (por Lisandro de la Torre) parecía seguir en actividad, en tanto que, en el local donde alguna vez estuvo Soldavini Hermanos (sobre Avenida de los Corrales), no vimos ningún rastro que permitiera inferir que estuvo allí en algún momento.

En fin, anduvimos unas cuadras por la Avenida de Los Corrales, en Cosquín doblamos hacia Directorio y, al llegar a esta avenida, dimos con nuestro destino, el restaurante Los Tulumbanos.

Debo decir que hace años que quiero ir a este restaurante de Mataderos que sólo está abierto de lunes a sábados desde muy temprano por la mañana hasta la tardecita. En los últimos años, he vuelto muchas veces a Mataderos, pero siempre en domingo, para aprovechar la Feria y, obviamente, no pudimos entrar en el restaurante.


¿Por qué Los Tulumbanos? Simplemente por la feliz coincidencia de estar y tener buen prestigio en mi barrio querido con una vieja canción que amo, “Campo afuera” de Carlos Di Fulvio. No es la primera vez que me ocurre. En una recorrida por la Provincia de Neuquén, por ejemplo, pasamos unos días en Aluminé y, en una recorrida, llegamos hasta Moquehue porque queríamos conocer el recorrido que hacía el pinionero de Marcelo Berbel con su carguera achiguada.

Obviamente, allí estaba el propietario recibiendo a los parroquianos con una sonrisa. El ambiente de bodegón porteño tiene un aire campero. Después de comer opíparamente (yo un matambrito de cerdo a la riojana), pude echarme un párrafo con el Tulu. Le dije que conocía Tulumba sin haber estado allí, gracias a la famosa chacarera. Me contó un par de cosas que me impactaron, el hombre conoció a Doña Domiga, la protagonista de la canción y, obviamente, a Carlos Di Fulvio. (2)


Me contó que el músico cordobés bajaba a las salamancas en Tulumba con otros músicos y que, para que su guitarra sonara distinto, ponían serpientes cascabel en la caja de resonancia de la misma. Entiendo que no ponían las serpientes vivas, sino el “cascabel” de algún bicho muerto.

Me quedé con ganas de charlar más sobre esos temas que apenas esbozó, de saber su nombre, de saber si conocía a Suna Rocha, de probar la tortilla de papas con aspecto maravilloso que comían en la mesa de al lado… tendremos que volver, pero más avanzada la tarde.


Comimos comida sencilla, de bodegón porteño, oficiada con solvencia como si la hiciera la doña de la casa. Tomamos un vinito clásico de López. Me fui insatisfecho, y no precisamente por la comida

A veces pienso qué complejo es el gusto a la hora de encontrar un restaurante que nos satisfaga. Nada más opuesto, en estilo y pretensiones, que El Mirasol y Los Tulumbanos, y sin embargo, ambos nos dieron satisfacciones similares. Algún día tendré que ensayar algunas reflexiones sobre el tema… En muy pocos lugares me pongo a comer con la sola percepción de los sentidos. Hay algunos sitios en que esto me ocurre, estoy pensando, por ejemplo, en el Baquiano; pero la mayoría de las veces, la imaginación completa el sabor de las comidas, incluso, aunque en forma muy moderada, en El Baqueano, también. Es por eso que no hago crítica de restaurantes, me limito a hablar de lo que me gusta… y lo que me gusta tiene una composición abigarrada.

Notas y referencias:

(1) Moreno Palacios, Omar, “Provincia de Buenos Aires”, oída el 16 de junio de 2023 en https://www.youtube.com/watch?v=iNU5zel5vXU.

(2) Di Fulvio, Carlos, “Campo afuera”, oída el 21 de mayo de 2023 en https://www.youtube.com/watch?v=QsniS3S2BJY, interpretada por Suna Rocha.


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