Es muy difícil escribir sobre
cocina regional argentina desde Buenos Aires. Al menos lo es sin una buena
guía. Cuando escribí sobre la cocina del Área Guaraní, conté con la
inapreciable compañía de Patricia Zacarías. (1) Cuando lo hice sobre la cocina
dela Quebrada de Humahuaca, con la de Silvia Castillo. (2)
Ahora que
estoy explorando la cocina cuyana, creí que me iba a alcanzar con los
recetarios, sobre todo porque había encontrado uno que parecía llevarme a la
ciudad de Mendoza de la segunda mitad del siglo XIX… ¡Ah, sí, parecía!
I Promesas
Sabores
de la antigua cocina cuyana, recetario de las González y Videla aparentaba
reunir todos los requisitos que permitían anclar, en un tiempo pasado considerablemente
importante, las recetas que aparecen en recetarios más modernos. (3) Las fórmulas
no son demasiado claras en el texto, pero su antigüedad prometía un valor
historiográfico significativo.
El libro fue publicado en 1989 en Mendoza por María Angelina González
Videla de Segura y Florencia Curth González Videla de Cavanagh. En el epígrafe
se lee:
Dos promesas interesantes: las
recetas son de mediados del siglo XIX y fueron transcriptas sin ninguna
intervención de las autoras / recopiladoras de la obra.
En la “Introducción” las reitera:
“Con este libro es
nuestro deseo no dejar en el olvido parte del acervo cuyano, en el que también
se incluye el arte culinario y que precedido por muchas buenas obras pero de
tipo general, no han puesto de manifiesto nuestras excelentes recetas que han
dado renombre a sus dulces y demás platos; los cuales hemos transcripto en
lenguaje original.
”/…/.
”Nos sentimos en el deber de transmitir
estas recetas al Cuyo de hoy y al país todo, pues no sería hidalgo y sí
mezquino retacearlas para un círculo limitado de personas; en cambio lo hacemos
con la generosidad que ha sido el signo con que se distinguió nuestra familia.”
Estas declaraciones genéricas no contienen ninguna otra referencia que
permita datar las recetas, salvo la de un único papel que comentan brevemente. Se
trata de una carta del coronel Miguel Martínez de Hoz a don Benito González. El
comentario de marras es éste:
“Una muestra de ello la tenemos en una
carta del coronel don Miguel Martínez de Hoz a su amigo don Benito González
Marcó, nuestro bisabuelo, durante la guerra del Paraguay; le ruega le envíe a
Paso Pucon vía Rosario, cuatro docenas de tabletas para darlas a saborear a la
oficialidad del regimiento. Carta fechada en abril de 1868.”
Las autoras no lo dicen con total claridad,
pero sugieren que este papel se encontraba con las viejas recetas escritas entre
las pertenencias de su bisabuela. Si esto fuera estrictamente así, es dable
suponer que la carta del coronel Martínez de Hoz permitía documentar una
datación aproximada del conjunto.
Aunque el razonamiento contiene
numerosas inconsistencias, básicamente muchos supuestos y pocas constataciones
fácticas; me pareció razonable, dada la promesa de antigüedad de las recetas
que las autoras protestaban. De modo que trabajé pensando que, si bien las
recetas no eran de 1850 estrictamente, podría considerarse que la colección
habría sido reunida a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, digamos entre
mediados de la década de los cincuenta y 1890, tomando como fecha central del
proceso el año 1870.
Todo muy
razonable, pero a medida que avancé sobre las recetas, me encontré con
inconsistencias fácticas que hicieron difícil, sino imposible, sostener la
hipótesis de esa antigüedad. De modo que la idea de promesas incumplidas ganó
mi espíritu y me impidió seguir ponderando la validez la obra como fuente
historiográfica confiable.
II Asuntos sin
explicación
Antes de recorrer las principales
inconsistencias fácticas, les propongo prestar atención a algunos asuntos que,
por acción u omisión, no quedan muy claros desde un principio.
Por un lado, más allá de las
expresiones genéricas de estas damas mendocinas, nada nos informan acerca del
repositorio transcripto. No indican si se trataba de una libreta, cuaderno o
papeles sueltos; no indican quién o quiénes eran los propietarios de esos
originales, ni cómo los obtuvieron; no indican fechas precisas más allá del
1850 estampado en el epígrafe y del abril de 1868 fecha de la carta del coronel
Martínez de Hoz.
Tampoco anuncian la intervención de
terceras personas que aparecen en el texto con expresiones como “Colaboración
de la Sra. Teresita González de Videla” o “Colaboración de Irene Vergara”.
¿Quiénes son estas personas? ¿En
qué ha consistido su colaboración?
La obra ha
sido mencionada y utilizada como fuentes por varios autores que prefiero no
mencionar en estas notas. Periodistas gastronómicos y docentes universitarios
han tenido la obra en su biblioteca y han hablado de ella, pero ninguno parece
haber leído más que el índice.
III Inconsistencias
Efectivamente, si se leen las
recetas, se hallan inconsistencia fácticas verdaderamente notables. Voy a
exponer algunas.
En la página 21, se lee lo siguiente:
“CARNE A LA MASA *
”Aliñar la carne (aliño de lechón) y
envolver en masa, se puede cocinar en cocina de gas, al mínimo.”
El asterisco refiera a la señora
“Teresa González de Videla”. La difusión del uso de cocinas a gas en La
Argentina ocurrió a fines de la tercera década del siglo XX. De modo que la
colaboración de esta señora debe datarse en este siglo y no a mediados del XIX.
¿Estamos frente a una receta del
siglo XX o a una receta más vieja que ha sido intervenida? En el segundo caso,
¿quién fue el agente de la intervención, la señora Teresa González? ¿Quién es
esta señora, la abuela de las autoras? Si este último fuera el caso, es muy
difícil que estuviera viva en 1989.
A su vez, en la página 68, se lee:
“HELADO DE CANELA
”Poner a hervir agua con canela en rama y
azúcar; cuando tome color y punto, antes se colocaba en la máquina de hacer
helados con sal gruesa, ahora se puede colocar en las cubeteras de la
heladera.”
Aquí está claro que hay una
intervención en el texto. Máquinas de hacer helados había en La Argentina de
1850, (4) pero las heladeras con congelador y cubeteras son de mediados del
siglo XX.
Las autoras, abandonando el
principio de la transcripción literal, ¿redactaron la receta de modo tal que se
pudiera realizar con facilidad en 1989? Nada dicen al respecto y nada dicen
acerca de cuándo fue ese antes en el que se usaban las máquinas de hacer
helados.
Sin abundar, sólo quiero agregar
que, en varias recetas hay referencias al uso de “royal”. Resulta difícil
sostener que, en la ciudad de Mendoza de 1850, hubiera disponibilidad del polvo
de hornear de esta prestigiosa marca y se haya usado tanto como para que la
marca se transformara en nombre genérico de un producto.
En síntesis,
las autoras incumplieron sus promesas de trascribir literalmente recetas de
1850. El problema resultante de las constataciones que efectué es que resulta
difícil discriminar cuándo incumplieron la una o la otra. El tema de la
literalidad no es tan importante como el de no establecer claramente el origen
específico de las fuentes. (5) Esto último es fundamental en el momento de la
datación de los textos.
IV Conclusiones
provisorias
Que alguna persona quiera compartir
el legado culinario familiar me parece un gesto loable. Desde esa perspectiva,
esta colección de sabores cuyanos cumple su cometido. Sin embargo, como les
mostré arriba, el texto está lleno de confusiones que nos impiden datar con
precisión las recetas. ¿Puede hacerse responsables a las señoras por las
inconsistencias detectadas? No me parece, nadie está obligado a ejercer con
competencia un menester cuyas reglas desconoce. Pero sí hay que hacer cargo a
historiadores y periodistas de haber utilizado este material sin someterlo a
crítica alguna. En el mismo sentido, vayan estas notas como autocrítica.
Adicionalmente debo decir que las
dificultades para tratar de datar recetas en libros publicados no es, en el
mundo editorial argentino, un caso singular atribuible a esta obra. He escrito
sobre las dificultades para establecer fidedignamente las fechas de publicación
original de algunas obras a las que se le atribuyen una condición centenaria
que circulan en formatos editoriales que no realizan referencias específicas
sobre la edición que tomaron como fuente.
Es el caso del recetario de cocina
criolla de Marta (pseudónimo de Mercedes Cullen de Aldao) que ha tenido
múltiples ediciones entre 1914 y 1957. Estas colecciones, cuando tienen varias
ediciones, suelen ser enriquecidas por los autores para cada una de ellas. De
modo que, siempre es deseable que las publicaciones nuevas tengan un soporte
crítico para valorar con cierta precisión cada receta. La edición de Distal, no
sólo no posee estas referencias, sino que, además, no indica la edición que ha
sido tomada a los efectos de su reproducción. Contiene un prólogo de la autora
que nos hace suponer que la edición base es la de 1957; pero sólo eso, suponer.
(6)
Algo similar ocurre con el
recetario tucumano conocido como El arte
de cocinar, con el agravante de que la publicación la 6° edición /
reimpresión estuvo a cargo de la editorial de la Universidad Nacional de
Tucumán.
Da la sensación de que, en materia
culinaria, para los editores es más importante que la cocina del pasado
argentino nos parezca exótica antes que conocer la verdad.
Urge realizar
una revisión crítica de todas estas obras, y en especial de del recetario
mendocino que estoy reseñando para justipreciar su valor histórico. Para ello
sería necesario acceder los papeles originales de la familia González Videla y
ponderarlos con criterios de crítica historiográfica. ¿Será posible hacerlo?
Notas y referencias
(1) 2021, Aiscurri, Mario, “La
cocina argentina en el Área Guaraní – Índice”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 12 de marzo de 2022
en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2018/11/la-cocina-argentina-en-el-area-guarani.html.
(2) 2021, Aiscurri, Mario, “La
Quebrada de Humahuaca y el Continente del Maíz – Índice”, en El Recopilador de sabores entrañables,
leído el 12 de marzo de 2022 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2021/07/la-quebrada-de-humahuaca-y-el.html
(3) 1988, González Videla de
Segura, M.A. y González Videla de Cavanagh, F. C., Sabores de la antigua Cocina Cuyana. Recetario de las González y Videla,
Mendoza, INCA Editorial.
(4) 1904, Mansilla, Lucio V., Mis memorias, París, Casa Editorial
Garnier Hermanos, pp. 255-272.
(5) Yo mismo intervengo las recetas
que publico. Sin embargo, mis intervenciones están refrendadas, o bien por la
corrección final del texto hecha por el autor, en el caso de tratarse de una
persona con la que tengo relación directa, o bien con una aclaración en el
mismo artículo cuando se trata de recetas tomadas de un libro. Con todo, las
intervenciones se reducen a transcribir las receta en formato uniforme, basado de
frases en infinitivo, o cuando el texto resulta incomprensible en su
literalidad. En este caso, es cuando tengo más cuidado en apuntar qué
corresponde al texto original y qué, al resultado de mi intervención.
(6) 1957(c),
Cocina tradicional argentina por Marta, Buenos Aires, Distal, nueva
edición de La cocinera criolla, facsímil de una edición más moderna (no
indica fecha), 2010 (1° edición 1914).
Hola Mario, un gusto leerte y saludarte luego de años. Yo posteo en mi blog cada tanto, más para recordar las recetas, porque mis hijas ya saben cocinar muy bien! Muy interesante tu post sobre este libro, como investigadora lo primero que hago es ver el año de la primera edición de los libros y luego verificar las modificaciones a lo largo del tiempo. Obviamente las autoras pagaron por esta publicación y no hubo un editor que corrigiera las discrepancias. Muy bien de tu parte en hacerlas notar. Un cálido saludo desde California,
ResponderEliminarHola, Myriam... Es bueno tener noticias tuyas siempre.
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