sábado, 16 de julio de 2022

La cocina de la abuela Clara - Epílogo

Uno de los pasajes más recordados de la literatura universal tal vez sea el episodio que quedó en la historia como “La Magdalena de Proust” (Para leer el fragmento click acá).

Marcel Proust (París: 1871-1922) desarrolla en la primera novela de las siete que constituyen su obra magna “En busca del tiempo perdido”, “Por el camino de Swann”, un texto de más de 3000 palabras contando la reminiscencia que le dispara el sabor de “uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino” mojada en una taza de té caliente y que lo llevarán a recorrer toda su vida.

Las imágenes pertenecen a Aldo Barberis Rusca 

Hace más de 30 años yo viví una experiencia similar aunque de alcance mucho más limitado; aunque sus resonancias aún perduren.

Todo comenzó una vez que tenía hambre y en la heladera solo encontré un tupper con fideos, algunos huevos y un ramo de albahaca mustio. Así que sin mucha idea de lo que estaba haciendo batí unos huevos con sal y pimienta, le puse las hojas de albahaca que pude rescatar y lo mandé a una sartén con manteca y un chorro de oliva, como para hacer huevos revueltos.

A medio coagular le sumé los fideos y un buen puñado de queso rallado y, ahí mismo, de la sartén para no ensuciar me dispuse a comer.

Bastó un bocado para encontrarme en la cocina de mi abuela Clara con su radio Noblex Fabulino, su ventiladorcito y su Singer.

Era un sabor que no gustaba desde mi infancia y que tenía absolutamente olvidado el que volvía y que de pronto tenía perfectamente presente.

Rememorar para Mario estas recetas que hoy el transcribe, y otras que he perdido por completo, me trajeron esos viejos sabores, los momentos pasados en la casita del Pasaje de las Garantías y Asamblea, de los sándwiches de queso de rallar con manteca.

Así mismo me permitió darme cuenta de que era una cocina de pocos ingredientes, tres o cuatro, de sabores claros, nítidos.


Extrañamente no usaba el picante aunque cultivaba sus putaparió en abundancia y los maceraba en un frasco de Nescafé marrón en aceite que rociaba directamente sobre su plato generosamente.

Así que bueno, espero que gusten de las recetas como yo he disfrutado recordándolas.


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