Mi madre no insistía demasiado en tutearse con
la harina. Jamás la vi amasar tallarines o ravioles. Los fideos del domingo
eran siempre de pasta seca. Si había pasta fresca en casa, era porque estaba mi
abuela. Había s´lo dos excepciones: ñoquis y bizcochuelos.
Las imágenes pertenece al recetario de Gladys y Luis
El bizcochuelo era infaltable para nuestras
fiestas de cumpleaños. Por la mañana iba a una panadería sobre la Avenida de
los Corrales y compraba confituras y chiches para la decoración y chocolate de
cobertura. Cuando era mi cumpleaños, la acompañaba porque yo quería elegir esos
chiches. Siempre fue una frustración para mí, que entre los objetos que la
panadería ofrecía no hubiera jugadores con la camiseta de Nueva Chicago.
Frustración que se replicaba en otoño, cuando hacíamos nuestros barriletes,
porque don Chichilo no tenía papel negro… y, usando únicamente el papel el
verde, el resultado era medio soso.
Lo cierto es que, cuando volvíamos a casa, mi
madre hacía su bizcochuelo en un perol enlosado amarillo que, para mí, era
mágico. De él no sólo salía la masa para los bizcochuelo, también la los
bocadillos de acelga, panqueques, churros y lo que el lector pueda imaginar que
mi madre hacía. Recuerdo que empezaba batiendo las yemas de huevo con azúcar.
¡Cómo me fascinaba pasar un dedo por el batidor y probar ese manjar dulzón que
luego no podía reconocer en la torta! Era un rapto de audacia de mi parte,
porque mi madre no debía verme.
Pero lo bueno dura poco. Mi madre era
refractaria a los productos de la industria alimentaria que, en aquellos
lejanos sesenta, comenzaba a meterse en las mesas familiares a través de la
tele. El caldo de cubitos era, para ella, mala palabra. Insistía con sus
pucheros de falda tres veces por semana. Ni hablar de las hamburguesas que ella
misma preparaba a la plancha, bajo la denominación de albóndigas achatadas. Sin
embargo, sucumbió frente a dos productos: el polvo para hacer postres que
reemplazaban a las natillas riojanas que estábamos habituados a comer y el
preparado para hacer bizcochuelos, ambos de marcas muy conocidas…
… Y nunca más pasar el dedo por el batidor en
la cocina de mi vieja. Bueno, nunca no. Cuando fui grande y comencé a preparar
natillas (casi el único postre que hago), volvió la tentación irresistible.
Ocurre que no soy dado a los postres y a la
pastelería. Esta disciplina no me atrae especialmente y me reconozco insolvente
para practicarla. Por eso nunca publiqué una receta de bizcochuelo hasta ahora
que encontré ésta en la colección de Gladys y Luis, los padres de mi amiga
Edelweis.
En el recetario de Gladys y Luis hay muchas
preparaciones dulces, tortas y postres. Edelweis me dio la clave de esta
presencia, cuando me contó, hablando de otra receta, que “en casa se cocinaban postres
como la torta de naranjas o el strudel, como los budines, casi a diario, ya que
eran extremadamente golosos”. (1) Mi amiga se excluye, conozco su cocina y sus
gustos y puedo afirmar que sus preferencias están volcadas sobre lo salado y
que sus postres son frescos, naturales y dulzura moderada.
La receta está escrita sobre una hoja suelta
de cuaderno pequeño o libreta de anotaciones. Veis no reconoce de quién es la
letra, no pertenece a ningún miembro de la familia.
Veamos cómo es esta receta que Gladys
practicaba con fruición y que Mercedes dice que era su especialidad.
Bizcochuelo
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Fuente (fecha)
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Recetario de Gladys y Luis (entre 1976 y 1987)
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Ingredientes
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Yemas 4.
Claras 4.
Azúcar 1 taza.
Agua 4 cucharadas.
Polvo royal
1 ½ cucharadas.
Maizola
1 ½ cucharadas.
Harina 1 taza.
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Preparación
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1.- Batir las yemas con el azúcar y el agua, usando un batidor.
2.- Batir las claras a nieve.
3.- Cuando queda de color blanco, comenzar a agregar el polvo
de hornear, la harina y la maizola.
4.- Entreverar todo despacio (la harina se va agregando de a
poco).
5.- Agregar las claras.
6.- Poner en una asadera enmantecada y enharinada.
7.- Cocinar en horno moderado por 40 minutos. Para comprobar
si está cocido, hay que pinchar el bizcochuelo con un palillo. Si sale seco,
es porque está cocido.
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Comentarios
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Intenté encontrar algo
sobre la marca Maizola en la República Oriental del Uruguay; pero sólo
encontré referencias a un recetario “antiguo” denominado Los mil usos de Maizola. No encontré el año de edición, pero, por
el diseño, no parece más antiguo que los años sesenta del siglo XX). Veis no
recuerda la existencia de esa marca o producto. Ambos pensamos que se trata
de una marca local de almidón de maíz. De modo que puede ser suplantado por
otra marca. (2)
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Notas y bibliografía:
(1) 2019, Molinari, Edelweis a Aiscurri, Mario, correo-e del 21 de
febrero.
(2) 2019, Molinari, Edelweis a Aiscurri, Mario, correo-e del 24 de
febrero.
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