sábado, 22 de diciembre de 2018

Ciudad de Azul (Parte II): Mucho más que la obra pública de los años treinta


14 a 17 de noviembre de 2017
Ya he hablado de la obra propiciada por el gobernador Fresco e impecablemente diseñada y ejecutada por el ingeniero arquitecto Francisco Salomone, también anticipé que la ciudad de Azul, a pesar de vivir en un descuido decadente, ofrece mucho más al viajero interesado. Entre otras cosas, el Festival Cervantino que se realiza anualmente a principios de noviembre. Veamos…
IV Están aquí aunque no quieran mostrarlo
Intrigado por la existencia de un museo etnográfico en esta ciudad, imaginé que bien podría estar dedicado a la figura del cacique Ciprino Catriel bajo cuya advocación se encuentra la avenida costanera que recorre el Arroyo Azul hasta que el Parque Domingo Faustino Sarmiento, primero, y el balneario, luego, la interrumpen.

 Las imágenes pertenecen al autor
De modo que fuimos, con Haydée, a visitar el Museo Arqueológico y Archivo Histórico Enrique Squirru dispuestos a ver alguna exposición en la que se nos mostrara como, ese cacique mapuche, había decidido asimilarse con sus gentes a La Argentina constituida. Supusimos que habría una gran cantidad de referencias a la batalla de San Carlos de Bolívar en donde el ejército nacional, acompañado por las lanzas de Catriel, derrotó a los indios de las tribus que respondía al gran cacique Calfucurá, responsable, éste, de malones y saqueos.
Pero nada de eso encontramos en el museo Squirru. Entre colecciones varias de obras de arte de artistas locales, muebles y armas; destacan dos que llamaron poderosamente nuestra atención: la muestra permanente de orfebrería mapuche y la muestra especial de documentación y objetos de la masonería en Azul. La primera, consiste en un conjunto de piezas de plata adquiridas personalmente por Bartolomé J. Ronco en el sur de Chile. La otra, fue especialmente realizada para el XI Festival Cervantino que se llevó a cabo en la ciudad en la primera semana de noviembre de 2017. Se encuentra totalmente dedicada a los 150 años de la presencia de las instituciones masónicas en Azul.
De allí nos dirigimos a la denominada Casa Ronco, en donde una visita guiada nos permitió entender buena parte de todo lo que estuvimos viendo en Azul desde nuestra llegada, y de lo que veríamos en los días siguientes.
Nos contaron quién fue el filántropo Bartomomé J. Ronco, un abogado que decidió afincarse en la ciudad principios del siglo XX. Describieron su amistad con Enrique Squirru, un importante productor ganadero local. Reseñaron cómo, ambos, y otras personas destacadas de la sociedad azuleña, impulsaron un desarrollo artístico y cultural notable en esa primera mitad del siglo XX.
La casa familiar de Ronco, la biblioteca popular fundada por él, y que hoy lleva su nombre, y el mencionado museo Squirru conforman un complejo cultural que conserva un enorme patrimonio artísticos compuesto, además de las colecciones que se exponen en el museo, por una de las bibliotecas más importantes sobre José Hernández y el Martín Fierro y, fundamentalmente, por la biblioteca más importante sobre Cervantes y el Quijote que se conserva fuera de España.
Por esta razón, Azul ha sido declarada, en 2007, por la UNESCO como Ciudad Cervantina de La Argentina. La ciudad celebra esta condecoración realizando, todos los años, el festival del que ya he hablado.
Lo que más me llamó la atención es que Ronco anticipara la percepción borgeana de la hermandad entre Martín Fierro y el Quijote, y cobijara ambas colecciones bajo el mismo techo. Efectivamente, Jorge Luis Borges ha hecho referencia, en varias oportunidades, a esa secreta afinidad que hay entre Martín Fierro y el Ingenioso Hidalgo de La Mancha. Cuando lo manifesté, la guía nos mostró un libro de Borges dedicado a Ronco en oportunidad de su visita a la ciudad de Azul y a la casa del filántropo.
El relato, casi legendario, de cómo se fue armando esa colección, nos muestra al inquieto Ronco comprando dos ejemplares de cada libro que adquiría. Uno de ellos era destinado a su colección privada, el segundo a la biblioteca popular. De modo que, aunque no hagamos una inspección, ni realicemos el punteo correspondiente, podemos afirmar que la ciudad contiene dos colecciones casi idénticas de libros sobre Cervantes y el Quijote.
Nos fuimos de Casa Ronco con la idea de que la esquiva ciudad de Azul, por fin nos develaba su verdadero rostro. Ahora sólo falta que los azuleños conserven el valor de ese patrimonio que no se agota en las obras del ingeniero arquitecto Salamone y el patrimonio del complejo Ronco porque hay más.
¿Cómo? ¿hay más? Sí claro, en Azul el patrimonio artístico y cultural parece inagotable.
V El silencio manda entre Boca de la Sierra y Pablo Acosta
Ya les mostré como fue que, en la primera mitad del siglo XX, esta ciudad adquirió un desarrollo cultural que la dotó de un patrimonio trascendente. Lo hizo aprovechando la intensa movilización espiritual de sus habitantes y el impacto de una obra pública singular a cargo del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.
Ese haz de luminosa creatividad reconoce sus raíces en el segundo tercio siglo XIX, no mucho más allá, cuando el fuerte San Cerapio Mártir fue levantado sobre el arroyo Callvú Leovú; pero también, sus proyecciones hacia el futuro, hacia la segunda mitad del Siglo XX, llegando hasta esta altura del siglo XXI.
Hace ya muchos años, más de cuarenta, algunos amigos católicos hablaban de la paz que se vivía en el monasterio trapense de Azul. Siempre me pareció inasible esa referencia. Los monasterios, me decía con algún prejuicio, necesitan lugares apartados que permitan la paz y la oración y la llanura, esa inmensa planicie atravesada por rutas y caminos, no ofrece recovecos que faciliten ese apartamiento del trajín cotidiano.
Pensando en estas cosas, tomamos el camino a Santa María de Los Ángeles. La Ruta Provincial N° 80 que nos lleva a nuestro destino nos aparta de la Ruta Nacional N° 226. Luego de pasar la base naval parece no conducir a parte alguna. Según el mapa, el asfalto llega hasta la Estación Pablo Acosta y, a partir de allí, se pierde en la llanura.
¿En la llanura? Bueno, en realidad, hay una sierra que interrumpe el paisaje de la llanura. No es demasiado elevada, pero el paisaje cambia. El puro humus asentado sobre la nada que caracteriza a la pampa bonaerense se enfrenta a una pared rocosa. La Ruta 80 la atraviesa en el paraje Boca de la Sierra. Allí mismo hay un refugio para acampantes, luego un parador turístico que contiene un grupo escultórico de Carlos Regazzoni y, finalmente, la sierra.
El camino sigue, a unos 10 km se encuentra la entrada al Monasterio. Una alameda de eucaliptus, bien pampeana, por cierto, nos conduce a un gran patio en donde el silencio manda. Hay un sitio en donde se debe dejar el auto y una serie de indicadores que limitan las áreas de acceso público de las correspondientes a “la clausura”.
Recorremos un poco ese patio, ingresamos en la iglesia y luego nos retiramos con silencio recoleto… como corresponde al lugar en el que estábamos.
Desde el patio se pueden ver los dos márgenes de las sierras, poco elevadas, por cierto (sólo se las reconoce por su baja elevación y por su evidente conformación rocosa): un insólito valle en la llanura, pero apartado de ella… y atravesado por una ruta sin destino aparente. Allí, desde 1958, el Cister encontró un lugar de oración y silencio muy lejos de Europa y la Edad Media. (1)
Nos vamos yendo, nos detenemos, volvemos a contemplar los edificios, la piedra y las alturas góticas han sido reemplazadas por esas construcciones de estilo italianos que dominan el paisaje urbano de ciudades y pueblos en toda la Provincia de Buenos Aires, sólo que aquí el ladrillo a la vista es una decisión, no un descuido o el resultado de una falta de recursos.
Nos vamos arrobados por la paz… tenemos previsto hacer una parada en el Parador Turístico de Boca de la Sierra, son sólo 10 km, pero parece estar tan lejos…
VI ¿El hombre se enamoró de Azul?
Andado por las calles de Azul, el día anterior a nuestra visita al monasterio cisterciense, ya nos habíamos encontrado con el grupo escultórico de Carlos Regazzoni dedicado al Quijote. La obra está en un pequeño espacio público en la intersección de las Avenidas Cipriano Catriel y Bartolomé Mitre. El grupo es bello, pero no alcanzó a deslumbrarnos.
No nos ocurrió lo mismo con El Malón, conjunto escultórico emplazada en el Parador Turístico Boca de la Sierra, frente a la Ruta Provincial N° 80. La obra representa una escaramuza entre indios y soldados de frontera y tiene esa potencia cinematográfica que sólo lograron las grandes películas de John Ford y Lucas Demare.
En el predio que contiene la intervención del escultor patagónico, se despliega una instalación de servicios. Aunque parece abandonada, está impecable. Todo está muy cuidado; pero nada nos dice allí que haya servicios, siquiera sanitarios, habilitados, que haya actividades que justifiquen las instalaciones. Algunas lenguas, buenas y malas, hablan en el pueblo y cuentan historias de un amor inusitado de don Carlos Regazzoni por la ciudad de Azul y por su entorno. También hablan del rechazo de la sociedad local a su figura y a su personalidad. (2)
Esta obra representa vivamente la ciudad de Azul, capaz de acumular un patrimonio cultural envidiable; pero incapaz de mantenerlo y compartirlo con turistas y viajeros.
Notas y referencias:
(1) El sitio Web oficial del Monasterio de Azul, sintetiza su historia de este modo:
“En el cristianismo, desde siempre hubo hombres y mujeres que no contrajeron matrimonio, impulsados por el deseo de imitar más de cerca la vida de Jesús. Con el correr de los años, se formaron comunidades fraternas para ayudarlos a perseverar en ese deseo. En el siglo VI, San Benito redactó una Regla para tales comunidades.
”A comienzos del siglo XII en Císter, Francia, tuvo lugar una reforma de la tradición benedictina: la “reforma cisterciense”.
”Quinientos años después se produjo otra reforma en el monasterio de La Trapa, en Normandía, Francia. Esta “reforma trapense” se extendió a Norteamérica en el siglo XIX y llegó a América Latina en 1958.
”Nació así nuestro monasterio: el de Nuestra Señora de los Ángeles.
”El primero de la Orden en nuestra Patria Grande. En la actualidad existen catorce casas trapenses en Latinoamérica: dos en Argentina, dos en Brasil. Dos en Chile, dos en Ecuador, dos en México, dos en Venezuela, una en República Dominicana y una en Nicaragua.”
Leído en http://www.trapenses.com.ar/#!/-historia/, el 15 de diciembre de 2017.
(2) Luis Gentile, en su blog Lugares e historia, lo cuenta de este modo:
“Cuando en 2007 la ciudad de Azul fue declarada Ciudad Cervantina por la UNESCO, debido a la colección de Quijotes que atesora, su Municipalidad contrató a Regazzoni para que instalara en un paseo público una escultura de Don Quijote. El grupo escultórico está frente a la costanera Cacique Catriel, e incluye al hidalgo montado en Rocinante, junto con Sancho Panza, Dulcinea y hasta el perro.
”Debido al éxito de este trabajo, las autoridades le encargaron una segunda obra. Esta fue El Malón, que está emplazada en Boca de la Sierra. De todas formas, la relación del artista con los políticos locales fue pésima. Se instaló en este paraje y fue acusado de tomar para sí propiedades privadas –lo que incluía un sector perteneciente a Fabricaciones Militares, empresa que donó el lugar para que se construyera el parador- y de maltratar a los vecinos que se quejaban de sus actividades en el lugar.
”Seguramente cautivado por la paz y belleza del paisaje, el artista intentó establecerse, pero las constantes peleas con vecinos y políticos, lo disuadieron.
”Por suerte quedó su obra.”
2012, Gentile, Luis, “Un malón de chatarra en el valle”, leído en http://lugaresehistorias.blogspot.com.ar/2012/10/boca-de-la-sierra-partido-de-azul.html, 15 de diciembre de 2017.


No hay comentarios:

Publicar un comentario