14 a 17 de noviembre de 2017
Ya
he hablado de la obra propiciada por el gobernador Fresco e impecablemente
diseñada y ejecutada por el ingeniero arquitecto Francisco Salomone, también anticipé
que la ciudad de Azul, a pesar de vivir en un descuido decadente, ofrece mucho
más al viajero interesado. Entre otras cosas, el Festival Cervantino que se
realiza anualmente a principios de noviembre. Veamos…
IV Están aquí aunque no quieran mostrarlo
Intrigado
por la existencia de un museo etnográfico en esta ciudad, imaginé que bien
podría estar dedicado a la figura del cacique Ciprino Catriel bajo cuya
advocación se encuentra la avenida costanera que recorre el Arroyo Azul hasta
que el Parque Domingo Faustino Sarmiento, primero, y el balneario, luego, la
interrumpen.
Las imágenes pertenecen al autor
De
modo que fuimos, con Haydée, a visitar el Museo Arqueológico y Archivo
Histórico Enrique Squirru dispuestos a ver alguna exposición en la que se nos
mostrara como, ese cacique mapuche, había decidido asimilarse con sus gentes a
La Argentina constituida. Supusimos que habría una gran cantidad de referencias
a la batalla de San Carlos de Bolívar en donde el ejército nacional, acompañado
por las lanzas de Catriel, derrotó a los indios de las tribus que respondía al
gran cacique Calfucurá, responsable, éste, de malones y saqueos.
Pero
nada de eso encontramos en el museo Squirru. Entre colecciones varias de obras
de arte de artistas locales, muebles y armas; destacan dos que llamaron
poderosamente nuestra atención: la muestra permanente de orfebrería mapuche y
la muestra especial de documentación y objetos de la masonería en Azul. La
primera, consiste en un conjunto de piezas de plata adquiridas personalmente
por Bartolomé J. Ronco en el sur de Chile. La otra, fue especialmente realizada
para el XI Festival Cervantino que se llevó a cabo en la ciudad en la primera
semana de noviembre de 2017. Se encuentra totalmente dedicada a los 150 años de
la presencia de las instituciones masónicas en Azul.
De
allí nos dirigimos a la denominada Casa Ronco, en donde una visita guiada nos
permitió entender buena parte de todo lo que estuvimos viendo en Azul desde
nuestra llegada, y de lo que veríamos en los días siguientes.
Nos
contaron quién fue el filántropo Bartomomé J. Ronco, un abogado que decidió
afincarse en la ciudad principios del siglo XX. Describieron su amistad con
Enrique Squirru, un importante productor ganadero local. Reseñaron cómo, ambos,
y otras personas destacadas de la sociedad azuleña, impulsaron un desarrollo
artístico y cultural notable en esa primera mitad del siglo XX.
La
casa familiar de Ronco, la biblioteca popular fundada por él, y que hoy lleva
su nombre, y el mencionado museo Squirru conforman un complejo cultural que conserva
un enorme patrimonio artísticos compuesto, además de las colecciones que se
exponen en el museo, por una de las bibliotecas más importantes sobre José
Hernández y el Martín Fierro y, fundamentalmente, por la biblioteca más
importante sobre Cervantes y el Quijote que se conserva fuera de España.
Por
esta razón, Azul ha sido declarada, en 2007, por la UNESCO como Ciudad
Cervantina de La Argentina. La ciudad celebra esta condecoración realizando,
todos los años, el festival del que ya he hablado.
Lo
que más me llamó la atención es que Ronco anticipara la percepción borgeana de
la hermandad entre Martín Fierro y el Quijote, y cobijara ambas colecciones
bajo el mismo techo. Efectivamente, Jorge Luis Borges ha hecho referencia, en
varias oportunidades, a esa secreta afinidad que hay entre Martín Fierro y el
Ingenioso Hidalgo de La Mancha. Cuando lo manifesté, la guía nos mostró un
libro de Borges dedicado a Ronco en oportunidad de su visita a la ciudad de
Azul y a la casa del filántropo.
El
relato, casi legendario, de cómo se fue armando esa colección, nos muestra al
inquieto Ronco comprando dos ejemplares de cada libro que adquiría. Uno de
ellos era destinado a su colección privada, el segundo a la biblioteca popular.
De modo que, aunque no hagamos una inspección, ni realicemos el punteo
correspondiente, podemos afirmar que la ciudad contiene dos colecciones casi
idénticas de libros sobre Cervantes y el Quijote.
Nos
fuimos de Casa Ronco con la idea de que la esquiva ciudad de Azul, por fin nos
develaba su verdadero rostro. Ahora sólo falta que los azuleños conserven el
valor de ese patrimonio que no se agota en las obras del ingeniero arquitecto
Salamone y el patrimonio del complejo Ronco porque hay más.
¿Cómo?
¿hay más? Sí claro, en Azul el patrimonio artístico y cultural parece
inagotable.
V El silencio manda entre Boca de la Sierra y
Pablo Acosta
Ya
les mostré como fue que, en la primera mitad del siglo XX, esta ciudad adquirió
un desarrollo cultural que la dotó de un patrimonio trascendente. Lo hizo
aprovechando la intensa movilización espiritual de sus habitantes y el impacto
de una obra pública singular a cargo del Gobierno de la Provincia de Buenos
Aires.
Ese
haz de luminosa creatividad reconoce sus raíces en el segundo tercio siglo XIX,
no mucho más allá, cuando el fuerte San Cerapio Mártir fue levantado sobre el
arroyo Callvú Leovú; pero también, sus proyecciones hacia el futuro, hacia la
segunda mitad del Siglo XX, llegando hasta esta altura del siglo XXI.
Hace
ya muchos años, más de cuarenta, algunos amigos católicos hablaban de la paz
que se vivía en el monasterio trapense de Azul. Siempre me pareció inasible esa
referencia. Los monasterios, me decía con algún prejuicio, necesitan lugares
apartados que permitan la paz y la oración y la llanura, esa inmensa planicie
atravesada por rutas y caminos, no ofrece recovecos que faciliten ese
apartamiento del trajín cotidiano.
Pensando
en estas cosas, tomamos el camino a Santa María de Los Ángeles. La Ruta
Provincial N° 80 que nos lleva a nuestro destino nos aparta de la Ruta Nacional
N° 226. Luego de pasar la base naval parece no conducir a parte alguna. Según
el mapa, el asfalto llega hasta la Estación Pablo Acosta y, a partir de allí,
se pierde en la llanura.
¿En
la llanura? Bueno, en realidad, hay una sierra que interrumpe el paisaje de la
llanura. No es demasiado elevada, pero el paisaje cambia. El puro humus
asentado sobre la nada que caracteriza a la pampa bonaerense se enfrenta a una
pared rocosa. La Ruta 80 la atraviesa en el paraje Boca de la Sierra. Allí
mismo hay un refugio para acampantes, luego un parador turístico que contiene
un grupo escultórico de Carlos Regazzoni y, finalmente, la sierra.
El
camino sigue, a unos 10 km se encuentra la entrada al Monasterio. Una alameda
de eucaliptus, bien pampeana, por cierto, nos conduce a un gran patio en donde
el silencio manda. Hay un sitio en donde se debe dejar el auto y una serie de
indicadores que limitan las áreas de acceso público de las correspondientes a
“la clausura”.
Recorremos
un poco ese patio, ingresamos en la iglesia y luego nos retiramos con silencio
recoleto… como corresponde al lugar en el que estábamos.
Desde
el patio se pueden ver los dos márgenes de las sierras, poco elevadas, por
cierto (sólo se las reconoce por su baja elevación y por su evidente
conformación rocosa): un insólito valle en la llanura, pero apartado de ella… y
atravesado por una ruta sin destino aparente. Allí, desde 1958, el Cister
encontró un lugar de oración y silencio muy lejos de Europa y la Edad Media.
(1)
Nos
vamos yendo, nos detenemos, volvemos a contemplar los edificios, la piedra y
las alturas góticas han sido reemplazadas por esas construcciones de estilo
italianos que dominan el paisaje urbano de ciudades y pueblos en toda la
Provincia de Buenos Aires, sólo que aquí el ladrillo a la vista es una
decisión, no un descuido o el resultado de una falta de recursos.
Nos
vamos arrobados por la paz… tenemos previsto hacer una parada en el Parador
Turístico de Boca de la Sierra, son sólo 10 km, pero parece estar tan lejos…
VI ¿El hombre se enamoró de
Azul?
Andado por las
calles de Azul, el día anterior a nuestra visita al monasterio cisterciense, ya
nos habíamos encontrado con el grupo escultórico de Carlos Regazzoni dedicado
al Quijote. La obra está en un pequeño espacio público en la intersección de
las Avenidas Cipriano Catriel y Bartolomé Mitre. El grupo es bello, pero no
alcanzó a deslumbrarnos.
No nos ocurrió
lo mismo con El Malón, conjunto escultórico emplazada en el Parador Turístico
Boca de la Sierra, frente a la Ruta Provincial N° 80. La obra representa una
escaramuza entre indios y soldados de frontera y tiene esa potencia
cinematográfica que sólo lograron las grandes películas de John Ford y Lucas
Demare.
En el predio que
contiene la intervención del escultor patagónico, se despliega una instalación
de servicios. Aunque parece abandonada, está impecable. Todo está muy cuidado;
pero nada nos dice allí que haya servicios, siquiera sanitarios, habilitados,
que haya actividades que justifiquen las instalaciones. Algunas lenguas, buenas
y malas, hablan en el pueblo y cuentan historias de un amor inusitado de don
Carlos Regazzoni por la ciudad de Azul y por su entorno. También hablan del
rechazo de la sociedad local a su figura y a su personalidad. (2)
Esta obra
representa vivamente la ciudad de Azul, capaz de acumular un patrimonio
cultural envidiable; pero incapaz de mantenerlo y compartirlo con turistas y
viajeros.
Notas
y referencias:
(1)
El sitio Web oficial del Monasterio de Azul, sintetiza su historia de este
modo:
“En
el cristianismo, desde siempre hubo hombres y mujeres que no contrajeron matrimonio,
impulsados por el deseo de imitar más de cerca la vida de Jesús. Con el correr
de los años, se formaron comunidades fraternas para ayudarlos a perseverar en
ese deseo. En el siglo VI, San Benito redactó una Regla para tales comunidades.
”A
comienzos del siglo XII en Císter, Francia, tuvo lugar una reforma de la
tradición benedictina: la “reforma cisterciense”.
”Quinientos
años después se produjo otra reforma en el monasterio de La Trapa, en
Normandía, Francia. Esta “reforma trapense” se extendió a Norteamérica en el
siglo XIX y llegó a América Latina en 1958.
”Nació así
nuestro monasterio: el de Nuestra Señora de los Ángeles.
”El
primero de la Orden en nuestra Patria Grande. En la actualidad existen catorce
casas trapenses en Latinoamérica: dos en Argentina, dos en Brasil. Dos en
Chile, dos en Ecuador, dos en México, dos en Venezuela, una en República Dominicana
y una en Nicaragua.”
Leído en http://www.trapenses.com.ar/#!/-historia/,
el 15 de diciembre de 2017.
(2)
Luis Gentile, en su blog Lugares e historia, lo cuenta de este modo:
“Cuando en 2007 la ciudad de Azul fue
declarada Ciudad Cervantina por la UNESCO, debido a la colección de Quijotes
que atesora, su Municipalidad contrató a Regazzoni para que instalara en un
paseo público una escultura de Don Quijote. El grupo escultórico está frente a
la costanera Cacique Catriel, e incluye al hidalgo montado en Rocinante, junto
con Sancho Panza, Dulcinea y hasta el perro.
”Debido al éxito de este trabajo, las
autoridades le encargaron una segunda obra. Esta fue El Malón, que está
emplazada en Boca de la Sierra. De todas formas, la relación del artista con
los políticos locales fue pésima. Se instaló en este paraje y fue acusado de
tomar para sí propiedades privadas –lo que incluía un sector perteneciente a
Fabricaciones Militares, empresa que donó el lugar para que se construyera el
parador- y de maltratar a los vecinos que se quejaban de sus actividades en el
lugar.
”Seguramente cautivado por la paz y
belleza del paisaje, el artista intentó establecerse, pero las constantes
peleas con vecinos y políticos, lo disuadieron.
”Por suerte quedó su obra.”
2012, Gentile,
Luis, “Un malón de chatarra en el valle”, leído en http://lugaresehistorias.blogspot.com.ar/2012/10/boca-de-la-sierra-partido-de-azul.html,
15 de diciembre de 2017.
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