miércoles, 15 de junio de 2016

CATAMARCA



06/2016
Catamarca se encuentra entre las provincias argentinas que posee los más maravillosos paisajes, no sólo postales de increíble belleza, además, conserva la mística de descubrir zonas alejadas de los circuitos turísticos tradicionales y, en muchos casos, ajenas a todo vestigio de civilización.

Si nos dirigimos al oeste del territorio provincial, aproximadamente a 300 kilómetros de su capital; nos encontramos con un amplio valle atravesado por el río Abaucan, que nace en la ladera de la cordillera de los Andes y riega una extensa área de chacras, con frutales, olivares y viñedos. A su vera se encuentra la localidad de Tinogasta -centro urbano del departamento homónimo- es conocida por ser la base ineludible para un camino que sigue hacia al norte, abriendo un pintoresco recorrido hasta el paso de San Francisco, en la frontera con Chile. Estas tierras son reconocidas por su patrimonio cultural, sus aguas termales y por circuitos que permiten acceder a la majestuosa geografía conformada por algunos de los volcanes cordilleranos que exhiben las mayores alturas de América, superando los 6.000 metros sobre el nivel del mar, además de sus exquisitos vinos regionales.
Tinogasta es un poblado de origen diaguita. En lengua kakana, “tino” significa “reunión” y “gasta”, “pueblo”; formando “reunión de pueblo”. En la actualidad, es uno de los centros urbanos más importantes del oeste catamarqueño, con una superficie de 23.582 km², a 1.200 metros sobre el nivel del mar. Limita al norte con el Peñón del Falso Azufre, con las Sierras de Buenaventura y con los puntos de portillo de Robledo y de Coruto. Hacia el este cruza las Sierras de Fiambalá tocando puntos como Cerro Morado, Alto del Volcán y Cerro del Fraile. En el sur, Tinogasta es bordeado por el cauce del río Salado y toca puntos como El Morro de La Cañada, Portillo del Calvario y el Morro de las Piedras Bolas. Al oeste alcanza cerros La Cruz, La Ollita, Pabellón Grande, De Ovando y La Salamanca. Su clima es árido andino puneño. La temperatura en la región es muy agradable, en verano registra máximas de 33º C y mínimas de 19º C, mientras que en invierno la temperatura varía entre los 21º C y 2º C.
Fundada en el siglo XVIII, Tinogasta conserva, en sus museos, numerosos objetos de los pueblos originarios. Entre las construcciones que reflejan la historia regional, la zona es asiento de varias bodegas que abren sus puertas para recibir al turismo. Entre ellas se encuentra, en Santa Rosa, “Bodegas y Viñedos Saleme”, la más antigua de la provincia todavía en funcionamiento, que fue fundada en 1929.
La mayor parte de la famosa Ruta del Vino de la provincia se concentra en los alrededores de Tinogasta donde se encuentran los grandes productores de olivares y viñedos. Los vinos tinogasteños son los más importantes de la provincia y se reparten entre pequeñas bodegas industriales y artesanales. La bodega de la familia Saleme, posee entre sus vinos más destacados los elaborados con las cepas Bonarda y Syrah, que en la zona desarrollan todo su potencial expresivo. En el INV, están inscriptos, como elaboradores únicos, 42 pequeños industriales.
Al comenzar el siglo XX, las novedades del progreso se acumularon en la zona, el tren por fin llegó a Tinogasta (año 1911), se inauguró la sucursal del Banco de la Nación Argentina (año 1912) y se irguió frente a la Plaza un moderno y lindo edificio escolar (año 1915). A su vez, se iniciaron las obras de canalización para el agua de riego, fundamental para la producción agrícola y el desarrollo de la industria vitivinícola.
En todos estos avances se notó la incidencia del trabajo y la fuerte presencia de los grupos de inmigrantes que llegaron a Tinogasta. Entre ellos, los chilenos, españoles, griegos, italianos y luego, fundamentalmente, los sirio- libaneses, vulgarmente denominados “turcos”, que rápidamente se adaptaron adquiriendo las costumbres propias de los lugareños y desarrollaron las más variadas actividades productivas. Esa fusión de culturas significó sin duda un cambio muy importante que, con el correr de los años, fue transformando a la sociedad tinogasteña.
Pero el progreso no trae siempre consigo cambios positivos, el Ferrocarril también tuvo su incidencia negativa, ya que al transportar productos desde los grandes centros urbanos que sustituían a los elaborados localmente ocasionó el cierre de algunas industrias locales, como la de los molinos harineros, generando un estancamiento económico y una crisis con fuertes proyecciones sociales, a ello se sumaron las barreras puestas al comercio de ganado con Chile, debidas en gran parte al diseño de un nuevo país con una fuerte dependencia de Buenos Aires. En ese contexto, la familia Saleme con su bodega siempre ha sido forjadora de la historia vitivinícola local.
Esta nueva situación socio económica llevó a que los tinogasteños emigraran hacia otras regiones, como a la zafra tucumana y jujeña y fundamentalmente a partir de 1944, año en que se descubre el petróleo en Cañadón Seco (provincia de Santa Cruz), lo hicieron de forma masiva hacia la Patagonia, buscando nuevos horizontes laborales. Ante esta nueva y preocupante realidad, en Tinogasta, como respuesta endógena a esta grave situación, una nueva actividad comenzó a desarrollarse, la relacionada con la producción e industrialización de la vid, multiplicándose la superficie implantada.
En el año 1928, se instaló la firma sanjuanina Graffigna, tanto en Tinogasta como en Fiambalá, con fincas y establecimientos propios, pero luego debido a los vaivenes económicos, hacia 1980, abandonaron el emprendimiento tinogasteño. En año 1929, a la par de la gran bodega sanjuanina, fundada en el año 1870, recordemos aquí que es la más antigua de su provincia todavía en funcionamiento, surgía una firma local, Elías J. Saleme que fundaba su propia bodega, que en la actualidad es la de mayor capacidad de la provincia. Las buenas uvas y los buenos vinos tuvieron en esos tiempos una importante reactivación.
La familia Saleme emigró del Líbano en el siglo XX y se afincaron en Tinogasta como tantos otros, los denominados “turcos” se radicaron principalmente en todo el norte argentino, en las provincias de Santiago de Estero, La Rioja, Tucumán y principalmente en la de Salta. Desde 1929, año en que se fundó la bodega, gracias a un gran empeño familiar lograron que el emprendimiento se expandiera hasta tener hoy 60 hectáreas propias, con una capacidad de 15 millones de litros, vendiendo sus vinos en toda la región.
En el predio de la bodega hay árboles añejos y olivares, además se distinguen, en la misma, dos partes bien diferenciadas dentro de la construcción, el sector antiguo y el sector moderno. Es como una línea de tiempo que nos muestra la evolución que a lo largo de la historia sufrió el establecimiento, comparando las pequeñas barricas de los comienzos con las grandes piletas de cemento de la actualidad y la automatización de algunas de sus secciones, que incluye desde la llegada de las uvas, pasando por la fermentación, maceración, crianza y hasta el embotellado final. En la actualidad produce dos líneas que se denominan, “Saleme” y “Santa Juana”, en los varietales Torrontés, Bonarda, Syrah y Riesling
El territorio tinogasteño tiene inmejorables condiciones para la producción de vino. Los sabores se contagian con la belleza de sus paisajes cautivantes y sus aromas evocan la cordialidad de su gente, sencilla y hospitalaria. Es una tierra de contrastes, desde el extremo abrupto de los Andes a el verde profundo de los valles. Recostada en el oeste, con un suelo bondadoso para los viñedos y exigente para el hombre, como todo terroir extremo donde crecen las mejores vides, Tinogasta hace gala de sus virtudes en el suelo desértico con sus uvas exquisitas. Es en ese oeste, donde la altura es la constante y las montañas multicolores el contexto, el lugar propicio para el desarrollo de una producción vitivinícola excelente, tanto en calidad como en cantidad. Este crecimiento auspicioso le permite insertar sus vinos a la par de los más finos y artesanales caldos argentinos.
Los principales varietales implantados en la zona son Bonarda, Cabernet Sauvignon, Chenin, Riesling, Syrah y Torrontés. Recibieron una calificación de entre 80 y 90 puntos en la Primera Degustación de Vinos Finos Tinogasteños organizada por el INTA, el CECA y la Municipalidad local. Además también son reconocidos históricamente los vinos pateros y el aguardiente que se produce en la zona.
Hacia 1960, surgió en Tinogasta otro establecimiento de magnitud, el de Vittorio Longo. Con la introducción de variedades finas, en particular tintas tales como Syrah, Cabernet, Bonarda y Torrontés, trajo como consecuencia la aparición de nuevos elaboradores en todo el ámbito del departamento. Entre ellos “Finca Don Diego”, elaborado en Fiambalá por el establecimiento Cabernet de los Andes, con el que obtuvieron distinciones importantes y su producción llega a mercados de Europa, Estados Unidos, Panamá, Holanda, Brasil, Costa Rica, Francia y Paraguay.
A manera de bonus track, a la salida de la Bodega Saleme se encuentra el almacén “Casa La Tía”, un almacén de ramos generales que también es el más antiguo de la zona y pertenece a la mismísima familia Saleme. Allí se pueden obtener muchos productos gourmet de la zona para degustar y algún detalle de colección.
Esta familia de “turcos” que, como tantas otras, que se afincaron en nuestras tierras para labrarse su futuro, terminaron labrando la historia de la Argentina. Con su perseverancia y esfuerzo lograron otorgarle una fisonomía distinta a nuestro norte, enriqueciendo su cultura con sus costumbres tan disimiles como fascinantes. El vino catamarqueño lentamente, pero de manera constante, va logrando, vendimia a vendimia, una producción de mayor excelencia gracias a la perseverancia y esfuerzo que heredó de los “turcos” que se aventuraron en esta árida, pero generosa región. 

2 comentarios:

  1. Excelente artículo, creo que vale la pena revisar mis prejuicios de tener a los vinos catamarqueños por mediocres. Gracias por ilustrarme

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    1. Gracias, Héctor, por el comentario.
      Aunque no se desprende del artículo de Willy, hay que probarlos con la mente abierta porque son algo diferende de lo que estamos acostumbrados. Willy es sumiller profesional, tiene la cabeza abierta, por formación profesional, a todas las expresiones vitivinícolas.

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