06/2016
Catamarca se encuentra entre las
provincias argentinas que posee los más maravillosos paisajes, no sólo postales
de increíble belleza, además, conserva la mística de descubrir zonas alejadas
de los circuitos turísticos tradicionales y, en muchos casos, ajenas a todo
vestigio de civilización.
Si nos dirigimos al oeste del territorio
provincial, aproximadamente a 300 kilómetros de su capital; nos encontramos con
un amplio valle atravesado por el río Abaucan, que nace en la ladera de la
cordillera de los Andes y riega una extensa área de chacras, con frutales,
olivares y viñedos. A su vera se encuentra la localidad de Tinogasta -centro
urbano del departamento homónimo- es conocida por ser la base ineludible para
un camino que sigue hacia al norte, abriendo un pintoresco recorrido hasta el
paso de San Francisco, en la frontera con Chile. Estas tierras son reconocidas
por su patrimonio cultural, sus aguas termales y por circuitos que permiten
acceder a la majestuosa geografía conformada por algunos de los volcanes
cordilleranos que exhiben las mayores alturas de América, superando los 6.000
metros sobre el nivel del mar, además de sus exquisitos vinos regionales.
Tinogasta es un poblado de origen
diaguita. En lengua kakana, “tino” significa “reunión” y “gasta”, “pueblo”;
formando “reunión de pueblo”. En la actualidad, es uno de los centros urbanos
más importantes del oeste catamarqueño, con una superficie de 23.582 km², a
1.200 metros sobre el nivel del mar. Limita al norte con el Peñón del Falso
Azufre, con las Sierras de Buenaventura y con los puntos de portillo de Robledo
y de Coruto. Hacia el este cruza las Sierras de Fiambalá tocando puntos como
Cerro Morado, Alto del Volcán y Cerro del Fraile. En el sur, Tinogasta es
bordeado por el cauce del río Salado y toca puntos como El Morro de La Cañada,
Portillo del Calvario y el Morro de las Piedras Bolas. Al oeste alcanza cerros
La Cruz, La Ollita, Pabellón Grande, De Ovando y La Salamanca. Su clima es
árido andino puneño. La temperatura en la región es muy agradable, en verano
registra máximas de 33º C y mínimas de 19º C, mientras que en invierno la
temperatura varía entre los 21º C y 2º C.
Fundada en el siglo XVIII, Tinogasta
conserva, en sus museos, numerosos objetos de los pueblos originarios. Entre las
construcciones que reflejan la historia regional, la zona es asiento de varias
bodegas que abren sus puertas para recibir al turismo. Entre ellas se encuentra,
en Santa Rosa, “Bodegas y Viñedos Saleme”, la más antigua de la provincia
todavía en funcionamiento, que fue fundada en 1929.
La
mayor parte de la famosa Ruta del Vino de la provincia se concentra en los
alrededores de Tinogasta donde se encuentran los grandes productores de
olivares y viñedos. Los vinos tinogasteños son los más importantes de la
provincia y se reparten entre pequeñas bodegas industriales y artesanales. La bodega
de la familia Saleme, posee entre sus vinos más destacados los elaborados con
las cepas Bonarda y Syrah, que en la zona desarrollan todo su potencial expresivo.
En el INV, están inscriptos, como elaboradores únicos, 42 pequeños
industriales.
Al
comenzar el siglo XX, las novedades del progreso se acumularon en la zona, el
tren por fin llegó a Tinogasta (año 1911), se inauguró la sucursal del Banco de
la Nación Argentina (año 1912) y se irguió frente a la Plaza un moderno y lindo
edificio escolar (año 1915). A su vez, se iniciaron las obras de canalización
para el agua de riego, fundamental para la producción agrícola y el desarrollo
de la industria vitivinícola.
En
todos estos avances se notó la incidencia del trabajo y la fuerte presencia de
los grupos de inmigrantes que llegaron a Tinogasta. Entre ellos, los chilenos,
españoles, griegos, italianos y luego, fundamentalmente, los sirio- libaneses, vulgarmente
denominados “turcos”, que rápidamente se adaptaron adquiriendo las costumbres
propias de los lugareños y desarrollaron las más variadas actividades
productivas. Esa fusión de culturas significó sin duda un cambio muy importante
que, con el correr de los años, fue transformando a la sociedad tinogasteña.
Pero
el progreso no trae siempre consigo cambios positivos, el Ferrocarril también
tuvo su incidencia negativa, ya que al transportar productos desde los grandes
centros urbanos que sustituían a los elaborados localmente ocasionó el cierre
de algunas industrias locales, como la de los molinos harineros, generando un
estancamiento económico y una crisis con fuertes proyecciones sociales, a ello
se sumaron las barreras puestas al comercio de ganado con Chile, debidas en
gran parte al diseño de un nuevo país con una fuerte dependencia de Buenos
Aires. En ese contexto, la familia Saleme con su bodega siempre ha sido
forjadora de la historia vitivinícola local.
Esta
nueva situación socio económica llevó a que los tinogasteños emigraran hacia
otras regiones, como a la zafra tucumana y jujeña y fundamentalmente a partir
de 1944, año en que se descubre el petróleo en Cañadón Seco (provincia de Santa
Cruz), lo hicieron de forma masiva hacia la Patagonia, buscando nuevos
horizontes laborales. Ante esta nueva y preocupante realidad, en Tinogasta,
como respuesta endógena a esta grave situación, una nueva actividad comenzó a
desarrollarse, la relacionada con la producción e industrialización de la vid,
multiplicándose la superficie implantada.
En
el año 1928, se instaló la firma sanjuanina Graffigna, tanto en Tinogasta como
en Fiambalá, con fincas y establecimientos propios, pero luego debido a los
vaivenes económicos, hacia 1980, abandonaron el emprendimiento tinogasteño. En año
1929, a la par de la gran bodega sanjuanina, fundada en el año 1870, recordemos
aquí que es la más antigua de su provincia todavía en funcionamiento, surgía una
firma local, Elías J. Saleme que fundaba su propia bodega, que en la actualidad
es la de mayor capacidad de la provincia. Las buenas uvas y los buenos vinos tuvieron
en esos tiempos una importante reactivación.
La
familia Saleme emigró del Líbano en el siglo XX y se afincaron en Tinogasta como
tantos otros, los denominados “turcos” se radicaron principalmente en todo el
norte argentino, en las provincias de Santiago de Estero, La Rioja, Tucumán y
principalmente en la de Salta. Desde 1929, año en que se fundó la bodega,
gracias a un gran empeño familiar lograron que el emprendimiento se expandiera
hasta tener hoy 60 hectáreas propias, con una capacidad de 15 millones de
litros, vendiendo sus vinos en toda la región.
En
el predio de la bodega hay árboles añejos y olivares, además se distinguen, en
la misma, dos partes bien diferenciadas dentro de la construcción, el sector antiguo
y el sector moderno. Es como una línea de tiempo que nos muestra la evolución que
a lo largo de la historia sufrió el establecimiento, comparando las pequeñas
barricas de los comienzos con las grandes piletas de cemento de la actualidad y
la automatización de algunas de sus secciones, que incluye desde la llegada de
las uvas, pasando por la fermentación, maceración, crianza y hasta el embotellado
final. En la actualidad produce dos líneas que se denominan, “Saleme” y “Santa
Juana”, en los varietales Torrontés, Bonarda, Syrah y Riesling
El
territorio tinogasteño tiene inmejorables condiciones para la producción de
vino. Los sabores se contagian con la belleza de sus paisajes cautivantes y sus
aromas evocan la cordialidad de su gente, sencilla y hospitalaria. Es una
tierra de contrastes, desde el extremo abrupto de los Andes a el verde profundo
de los valles. Recostada en el oeste, con un suelo bondadoso para los viñedos y
exigente para el hombre, como todo terroir extremo donde crecen las mejores
vides, Tinogasta hace gala de sus virtudes en el suelo desértico con sus uvas
exquisitas. Es en ese oeste, donde la altura es la constante y las montañas
multicolores el contexto, el lugar propicio para el desarrollo de una producción
vitivinícola excelente, tanto en calidad como en cantidad. Este crecimiento auspicioso
le permite insertar sus vinos a la par de los más finos y artesanales caldos argentinos.
Los
principales varietales implantados en la zona son Bonarda, Cabernet Sauvignon,
Chenin, Riesling, Syrah y Torrontés. Recibieron una calificación de entre 80 y
90 puntos en la Primera Degustación de Vinos Finos Tinogasteños organizada por
el INTA, el CECA y la Municipalidad local. Además también son reconocidos
históricamente los vinos pateros y el aguardiente que se produce en la zona.
Hacia
1960, surgió en Tinogasta otro establecimiento de magnitud, el de Vittorio
Longo. Con la introducción de variedades finas, en particular tintas tales como
Syrah, Cabernet, Bonarda y Torrontés, trajo como consecuencia la aparición de
nuevos elaboradores en todo el ámbito del departamento. Entre ellos “Finca Don
Diego”, elaborado en Fiambalá por el establecimiento Cabernet de los Andes, con
el que obtuvieron distinciones importantes y su producción llega a mercados de
Europa, Estados Unidos, Panamá, Holanda, Brasil, Costa Rica, Francia y
Paraguay.
A
manera de bonus track, a la salida de la Bodega Saleme se encuentra el almacén
“Casa La Tía”, un almacén de ramos generales que también es el más antiguo de
la zona y pertenece a la mismísima familia Saleme. Allí se pueden obtener
muchos productos gourmet de la zona para degustar y algún detalle de colección.
Esta
familia de “turcos” que, como tantas otras, que se afincaron en nuestras
tierras para labrarse su futuro, terminaron labrando la historia de la
Argentina. Con su perseverancia y esfuerzo lograron otorgarle una fisonomía
distinta a nuestro norte, enriqueciendo su cultura con sus costumbres tan
disimiles como fascinantes. El vino catamarqueño lentamente, pero de manera
constante, va logrando, vendimia a vendimia, una producción de mayor excelencia
gracias a la perseverancia y esfuerzo que heredó de los “turcos” que se
aventuraron en esta árida, pero generosa región.
Excelente artículo, creo que vale la pena revisar mis prejuicios de tener a los vinos catamarqueños por mediocres. Gracias por ilustrarme
ResponderEliminarGracias, Héctor, por el comentario.
EliminarAunque no se desprende del artículo de Willy, hay que probarlos con la mente abierta porque son algo diferende de lo que estamos acostumbrados. Willy es sumiller profesional, tiene la cabeza abierta, por formación profesional, a todas las expresiones vitivinícolas.