sábado, 25 de abril de 2015

La Feria de Mataderos I

El día 23 de marzo de 2014 estuve en la Feria de Mataderos, disfrutando de buenos bocados de comida callejera, de la mejor carne y de la mejor tradición... ¿Cómo llegué hasta allí? ¿qué vi? ¿qué probé? ¿qué sentí? Demasiadas preguntas para una corta respuesta, me explicaré...
Las imágenes pertenecen al autor
¿Mataderos? ¡Si está tan lejos de los circuitos turísticos...! ¿Mataderos? ¡Con los olores que hay ahí...!
Intentaré mostrar que los domingos, Mataderos no está tan lejos, que vale la pena visitar el Museo Tradicionalista de los Corrales y luego comer unas empanadas criollísimas y deliciosas... Les propongo llegar de la mano de los versos de los grandes poetas de la Ciudad... versos que huelen a azares y a jardines de barrio porteño... Así olían los jardines de Mataderos, cuando yo era un niño... así huele el barrio los domingos de Feria.
I El barrio de Mataderos es uno de los más característicos y tradicionales de la Ciudad. Si tuviera que decir algo de él, es que rezuma identidad. Bonito de decir, pero difícil de explicar. Lo intentaré en estas notas.
Pero antes de explicarme, me sumo a la hora de derribar un viejo mito que dice que Mataderos está muy lejos como para constituirse en un sitio del interés para los visitantes, sean ellos turistas extranjeros o vecinos del Gran Buenos Aires.

Este mito se construye a partir de cómo la Ciudad se ve a sí misma y cómo desea mostrarse. Es verdad que el circuito turístico tradicional que se ofrece a los visitantes se recuesta sobre el Río de la Plata. De modo que, desde La Boca hasta Belgrano, casi nunca penetra más de media legua del camino de sirga riverplatense. El barrio de Mataderos está en otra dirección, pertenece a otro pago... Hay que adentrarse imaginariamente en la Pampa y recorrer algo más de tres leguas campo afuera para llegar hasta él. Digo que hay que hacerlo imaginariamente, claro está, porque la continuidad del tejido urbano lo envuelve y lo deja a Mataderos más cerca del Río de la Plata que de la Pampa real.
¿La conciencia de su distancia del centro, siempre fue así? La verdad es que no lo sé. Es bueno ver cómo se ve la Ciudad en la obra de sus poetas y escritores que son los que, en definitiva, prefiguran el paisaje físico y espiritual de nuestra configuración urbana y tratar de obtener una respuesta a partir de ellos.
Efectivamente, si nos dedicamos a buscar la Ciudad en los poemas de Jorge Luis Borges, recorriendo las piezas que aluden directamente a los barrio de la ciudad. Vamos a encontrar los textos dedicados al Barrio Sur, a la Recoleta y el Barrio Norte, a Palermo, al Centro y los paseos del Bajo, a Belgrano o a sitios ubicado en esos barrios (como el Jardín Botánico y la Plaza San Martín).(1) Sólo encontramos un poema dedicado al cementerio de la Chacarita en su libro (1929) y otro a un atardecer en Villa Ortuzar (1925). Como vemos, el joven Borges sólo llegó hasta el fondo de la legua en oportunidad de asistir a un velorio o de aventurarse muy poco en la hondura de la llanura.(2)
Estas imágenes confirman la visión de la ciudad recostada sobre el río y la lejanía en que se encuentra el barrio de Mataderos. Sin embargo, la Ciudad tiene otros poetas que muestran otras perspectivas.
Leopoldo Marechal, también le cantó. Tuvo la fortuna de criarse en Villa Crespo donde trascurre buena parte de su Adán Buenosayres, para mi gusto la mejor novela argentina del siglo XX. Este barrio está sobre la legua de distancia del río. Pero, Megafón, el personaje de su última novela, se aventura fuera de esos límites. Efectivamente habitaba en las puertas de un oeste reconocido ya como parte del continuo urbano: el Barrio de Flores.(3) Otros poetas y escritores también celebraron el oeste y el barrio de Flores. Dos en especial: Roberto Artl y Baldomero Fernández Moreno... y otros más al barrio de Mataderos (Elías Carpena, Alberto Breccia y Geno Díaz, entre ellos). En todos ellos se percibe la pertenencia a una ciudad que se irradia desde la Plaza en que Juan de Garay la fundara, en un continuo urbano que se despliega mucho más allá que el límite que da el fondo de la legua del Río de la Plata.
De modo que siguiendo esta huella de la lira porteña, diré que Mataderos no está tan lejos, si nos proponemos mostrarnos como gran ciudad. Diré, por ejemplo, que la prolongación de la Línea A del Subte hasta la Avenida Sampedrito, lo coloca a tiro de piedra en la comunicación con el Centro. Desde esta terminal tranviaria no es difícil acceder, en pocos minutos, a la Feria de Mataderos por distintos medios de transporte. Con lo cual, el macaneo de los circuitos turísticos empieza a diluir su aspereza con relación a este barrio y esta atracción. Espero que estas notas contribuyan para convencerlo de que vale la pena recorrer las tres leguas porque hay algo diferente que se puede encontrar en Mataderos.
II Ni bien esté en la Feria de Mataderos es bueno recorrer con la mirada el espacio que la conforma. Se me ocurre aconsejar que la primera vez que vaya en un domingo de Feria, es bueno llegar poco antes de las once de la mañana, cuando la actividad aún no ha cobrado bríos.

Es temprano y uno se puede enfrentar, desde la Avenida de los Corrales con la torre que señala el ingreso al Mercado de Haciendas. Por delante hay una rotonda en la que se erige el monumento al Resero y por detrás, con forma de “n”, una recova con visos de plaza neoclásica de capital española (como las que hay en Madrid, en Barcelona o Bilbao). Esa recova es una de las pocas que se conservan en Buenos Aires. Si no me equivoco sólo quedan en la ciudad la de los paseos del Bajo, la de la iglesia redonda de Belgrano, el frente del edificio histórico del Cabildo de Buenos Aires y ésta del barrio de Mataderos. La Recova del Resero, en particular, ofrece al visitante un aire de ciudad colonial que Buenos Aires nunca conservó, pero siempre deseó mantener.
Sobre el ala sur está el Museo Criollo de los Corrales. Es bueno empezar el recorrido por el Museo porque mete al visitante de lleno en la historia del barrio y, de ese modo, le informa sobre las señas de una identidad vital e incomparable. Los domingos está siempre abierto. El establecimiento es producto de la acción desinteresada de un grupo de vecinos que lo creó y lo sostiene desde hace muchos años. Fue fundado en 1964. Allí tiene su sede, además, la Junta de Estudios Históricos de Mataderos.
Gran mentor de estas instituciones ha sido Ofelio Vecchio, el primer historiador del barrio. Don Ofelio era gerente banco. De modo que de historiador profesional, poco. Pero en sus libros, la vida del barrio vibra con una intensidad y veracidad que es difícil de encontrar en la pluma de algunos autores académicos que han intentado dar cuenta de la historia social de los barrios porteños.(4) En la actualidad, el Museo está a cargo de Orlando W. Falco que sí es historiador profesional. Esta condición ha supuesto un salto cualitativo con relación a la época de don Ofelio. Sus investigaciones permiten conocer con mayor precisión, profundidad y certeza la historia del barrio.
La colección que conforma el patrimonio del Museo fue reunida y ordenada por aficionados, lo que le daba un aire de desorden abigarrado, de dulce algarabía, de amabilidad entrañable. Pero, del mismo modo que en los libros de don Ofelio, la vida del barrio vibraba con vitalidad en cada una de las piezas que se exhiben allí. En los últimos tiempos, el orden de las distintas colecciones ha ido tomando una expresión más racional, más acorde con las técnicas de exposición que siguen los museos modernos. Tal es el caso, por ejemplo, de la sala dedicada a la producción pecuaria en las pampas argentinas.
En una de las salas, hay una carreta tradicional, de las que hacía el trasiego comercial a lo largo y a lo ancho de La Argentina hasta que, avanzado el siglo XIX, el ferrocarril impuso su velocidad. Ésta, en particular, tuvo un papel importante en la entronización de la imagen de la Virgen de Luján en el instituto San José, en Avenida de los Corrales poco antes de llegar a la Avenida General Paz. El hecho ocurrió hace más de sesenta años. En la placa que recuerda el episodio se menciona al padre Reboredo, un auténtico cura gaucho que llegué a conocer en los años sesenta del siglo pasado. En ese Instituto cursé mi preescolar en 1959.
Saliendo del museo, hay que pararse a contemplar la escultura con la imagen de un resero, es decir, el arriero que conducía tropas de ganado desde los campos en que se criaban hasta el Mercado. Este oficio se sigue ejerciendo en el barrio, en las actividades del Mercado de Haciendas, allí mismo, detrás de la recova, los días de semana. Esa vigencia del resero es uno de los signos de identidad que permiten que el visitante se meta en la vida del barrio real. La escultura fue compuesta por Emilio Sarguinet en 1932. Representa a un paisano ataviado con prendas de época que va montado sobre un caballo de raro andar... Los viejos, y los coleccionistas también, se acordarán que en los años sesenta del siglo XX, la moneda de 10 pesos llevaban la imagen de esa escultura (el hecho no dejaba de llenarme de orgullo ante mis compañeros de la escuela secundaria que cursé en el Barrio de Flores).
Desde allí, cruzando la Avenida Lisandro de la Torre, se yergue el edificio de 1901 donde todavía funciona el bar Oviedo, uno de los bares notables de la Ciudad. Los días de Feria se puede comer allí con la familia, los amigos o la compañía que se haya elegido para recorrer el lugar.
Antes de dejar el Museo, los invito a contemplar las medialunas de desjarretar reses que se exhiben en él... ¡Ah!, y queda por entender que es ese caballo de extraño andar que está retratado en el monumento... Pero, si nos detenemos en cada detalle no vamos a recorrer los puestos de la Feria.
III Ese día de marzo estuve en la Feria recorriendo los puestos que ofrecían comidas regionales.

Para hacer una somera descripción digo que sobre la Avenida Lisandro de la Torre hay dos parrillas, bajo los soportales de la recova, en las que se disponen mesas y otras dos sobre la vereda de enfrente. Una de ellas ocupa el local en donde estuvo el cine del barrio y la otra en el bar Oviedo. Vi películas de aventuras cuando era niño en ese cine que conocí con el nombre obvio de Nueva Chicago. Don Ofelio Vecchio dice que fue inaugurado antes de 1920 y que, al principio, se llamaba Jorge Newbery.(6)
También se puede comer asado y empanadas en el local del centro tradicionalista denominado Federación Gaucha Porteña sobre la Avenida de Los Corrales, vereda sur, casi llegando a la esquina de Timoteo Gordillo (la entidad fue fundada en 1984 y nuclea a los reseros que trabajan en el Mercado de Haciendas).
El Club Social Chicago tiene un restaurante y organiza bailes durante los días domingo desde la hora en que está abierta la Feria. Asado, pastas y pizzas para quien desee restaurar fuerzas y música de cumbia y cuarteto para quien decida bailar en sus instalaciones centenarias.
En la prolongación de la Avenida de los Corrales, en la rotonda que rodea el monumento al Resero y por delante de la entrada al Museo, hay tres puestos de comidas regionales que ofrecen empanadas, locro, humitas y tamales: Con Sabor Argentino, Comidas Regionales Doña María y Hornos Tucumanos. Volví a la Feria el día 13 de abril de 2014. Lo primero que hice fue probar las empanadas que ofrecen estos tres puestos y las del bar Oviedo. Todas ellas exponentes de calidad de estos pasteles criollos, aunque las de Doña María me gustaron un poco más que las otras.
La oferta de comida se completa con varios puestos que venden choripanes, sandwiches de carne asada (vacío y bondiola de cerdo) y pastelitos fritos y también dulces tucumanos en un puesto específico que ofrece colaciones, alfajores de maizena y alfeñiques.
Como puede apreciarse, hay una variada y abundante cantidad de comidas típicas a las que se pueden sumar panes y tortillas de chicharrones que ofrecen los puestos de bebidas, alimentos y conservas que se disponen sobre la Avenida de los Corrales... pero de eso hablaremos en otra oportunidad.

Enlace a los artículos sobre la Feria de Mataderos: Parte II, Parte III, Parte IV y Parte V.
Notas y referencias:
(1) 1987, Borges, Jorge Luis, Obra poética 1923-1977, Buenos Aires, EMECÉ, edición de 1977, 17° reimpresión.
(2) 1973, Becco, Horacio Jorge, Jorge Luis Borges. Bibliografía total. 1923-1973, Buenos Aires, Casa Pardo SA.
(3) 1970, Marechal, Leopoldo, Megafón o la guerra, Buenos Aires, Sudamericana.
(4) 1998, Vecchio, Ofelio, Recorriendo Mataderos, Buenos Aires, edición del autor, 2 volúmenes.
(5) 1982, Carpena, Elías, Cuentos de resero, Buenos Aires, Plus Ultra.
(6) 1998, Vecchio, Ofelio, Recorriendo Mataderos, Buenos Aires, edición del autor, Tomo II, pp. 124-125.



4 comentarios:

  1. Excelente nota Mario. Gracias por mostrar con tan buen gusto y detalle las maravillas de nuestra ciudad. Saludos!!

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    1. Gracias, Diego, por tu comentario.
      En Mataderos, suelo estar en contacto con lo divino.

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  2. Magnífica semblanza de un barrio con historia e identidad.
    Orlando W. Falco .

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