El
día 23 de marzo de 2014 estuve en la Feria de Mataderos, disfrutando
de buenos bocados de comida callejera, de la mejor carne y de la
mejor tradición... ¿Cómo llegué hasta allí? ¿qué vi? ¿qué
probé? ¿qué sentí? Demasiadas preguntas para una corta respuesta,
me explicaré...
Las imágenes pertenecen al autor
¿Mataderos?
¡Si está tan lejos de los circuitos turísticos...! ¿Mataderos?
¡Con los olores que hay ahí...!
Intentaré
mostrar que los domingos, Mataderos no está tan lejos, que vale la
pena visitar el Museo Tradicionalista de los Corrales y luego comer
unas empanadas criollísimas y deliciosas... Les propongo llegar de
la mano de los versos de los grandes poetas de la Ciudad... versos
que huelen a azares y a jardines de barrio porteño... Así olían
los jardines de Mataderos, cuando yo era un niño... así huele el
barrio los domingos de Feria.
I
El barrio de Mataderos es uno de los más característicos y
tradicionales de la Ciudad. Si tuviera que decir algo de él, es que
rezuma identidad. Bonito de decir, pero difícil de explicar. Lo
intentaré en estas notas.
Pero
antes de explicarme, me sumo a la hora de derribar un viejo mito que
dice que Mataderos está muy lejos como para constituirse en un sitio
del interés para los visitantes, sean ellos turistas extranjeros o
vecinos del Gran Buenos Aires.
Este
mito se construye a partir de cómo la Ciudad se ve a sí misma y
cómo desea mostrarse. Es verdad que el circuito turístico
tradicional que se ofrece a los visitantes se recuesta sobre el Río
de la Plata. De modo que, desde La Boca hasta Belgrano, casi nunca
penetra más de media legua del camino de sirga riverplatense. El
barrio de Mataderos está en otra dirección, pertenece a otro
pago... Hay que adentrarse imaginariamente en la Pampa y recorrer
algo más de tres leguas campo afuera para llegar hasta él. Digo que
hay que hacerlo imaginariamente, claro está, porque la continuidad
del tejido urbano lo envuelve y lo deja a Mataderos más cerca del
Río de la Plata que de la Pampa real.
¿La
conciencia de su distancia del centro, siempre fue así? La verdad es
que no lo sé. Es bueno ver cómo se ve la Ciudad en la obra de sus
poetas y escritores que son los que, en definitiva, prefiguran el
paisaje físico y espiritual de nuestra configuración urbana y
tratar de obtener una respuesta a partir de ellos.
Efectivamente,
si nos dedicamos a buscar la Ciudad en los poemas de Jorge Luis
Borges, recorriendo las piezas que aluden directamente a los barrio
de la ciudad. Vamos a encontrar los textos dedicados al Barrio Sur, a
la Recoleta y el Barrio Norte, a Palermo, al Centro y los paseos del
Bajo, a Belgrano o a sitios ubicado en esos barrios (como el Jardín
Botánico y la Plaza San Martín).(1) Sólo encontramos un poema
dedicado al cementerio de la Chacarita en su libro (1929) y otro a un
atardecer en Villa Ortuzar (1925). Como vemos, el joven Borges sólo
llegó hasta el fondo de la legua en oportunidad de asistir a un
velorio o de aventurarse muy poco en la hondura de la llanura.(2)
Estas
imágenes confirman la visión de la ciudad recostada sobre el río y
la lejanía en que se encuentra el barrio de Mataderos. Sin embargo,
la Ciudad tiene otros poetas que muestran otras perspectivas.
Leopoldo
Marechal, también le cantó. Tuvo la fortuna de criarse en Villa
Crespo donde trascurre buena parte de su Adán Buenosayres, para mi
gusto la mejor novela argentina del siglo XX. Este barrio está sobre
la legua de distancia del río. Pero, Megafón, el personaje de su
última novela, se aventura fuera de esos límites. Efectivamente
habitaba en las puertas de un oeste reconocido ya como parte del
continuo urbano: el Barrio de Flores.(3) Otros poetas y escritores
también celebraron el oeste y el barrio de Flores. Dos en especial:
Roberto Artl y Baldomero Fernández Moreno... y otros más al barrio
de Mataderos (Elías Carpena, Alberto Breccia y Geno Díaz, entre
ellos). En todos ellos se percibe la pertenencia a una ciudad que se
irradia desde la Plaza en que Juan de Garay la fundara, en un
continuo urbano que se despliega mucho más allá que el límite que
da el fondo de la legua del Río de la Plata.
De
modo que siguiendo esta huella de la lira porteña, diré que
Mataderos no está tan lejos, si nos proponemos mostrarnos como gran
ciudad. Diré, por ejemplo, que la prolongación de la Línea A del
Subte hasta la Avenida Sampedrito, lo coloca a tiro de piedra en la
comunicación con el Centro. Desde esta terminal tranviaria no es
difícil acceder, en pocos minutos, a la Feria de Mataderos por
distintos medios de transporte. Con lo cual, el macaneo de los
circuitos turísticos empieza a diluir su aspereza con relación a
este barrio y esta atracción. Espero que estas notas contribuyan
para convencerlo de que vale la pena recorrer las tres leguas porque
hay algo diferente que se puede encontrar en Mataderos.
II
Ni bien esté en la Feria de Mataderos es bueno recorrer con la
mirada el espacio que la conforma. Se me ocurre aconsejar que la
primera vez que vaya en un domingo de Feria, es bueno llegar poco
antes de las once de la mañana, cuando la actividad aún no ha
cobrado bríos.
Es
temprano y uno se puede enfrentar, desde la Avenida de los Corrales
con la torre que señala el ingreso al Mercado de Haciendas. Por
delante hay una rotonda en la que se erige el monumento al Resero y
por detrás, con forma de “n”, una recova con visos de plaza
neoclásica de capital española (como las que hay en Madrid, en
Barcelona o Bilbao). Esa recova es una de las pocas que se conservan
en Buenos Aires. Si no me equivoco sólo quedan en la ciudad la de
los paseos del Bajo, la de la iglesia redonda de Belgrano, el frente
del edificio histórico del Cabildo de Buenos Aires y ésta del
barrio de Mataderos. La Recova del Resero, en particular, ofrece al
visitante un aire de ciudad colonial que Buenos Aires nunca conservó,
pero siempre deseó mantener.
Sobre
el ala sur está el Museo Criollo de los Corrales. Es bueno empezar
el recorrido por el Museo porque mete al visitante de lleno en la
historia del barrio y, de ese modo, le informa sobre las señas de
una identidad vital e incomparable. Los domingos está siempre
abierto. El establecimiento es producto de la acción desinteresada
de un grupo de vecinos que lo creó y lo sostiene desde hace muchos
años. Fue fundado en 1964. Allí tiene su sede, además, la Junta de
Estudios Históricos de Mataderos.
Gran
mentor de estas instituciones ha sido Ofelio Vecchio, el primer
historiador del barrio. Don Ofelio era gerente banco. De modo que de
historiador profesional, poco. Pero en sus libros, la vida del barrio
vibra con una intensidad y veracidad que es difícil de encontrar en
la pluma de algunos autores académicos que han intentado dar cuenta
de la historia social de los barrios porteños.(4) En la actualidad,
el Museo está a cargo de Orlando W. Falco que sí es historiador
profesional. Esta condición ha supuesto un salto cualitativo con
relación a la época de don Ofelio. Sus investigaciones permiten
conocer con mayor precisión, profundidad y certeza la historia del
barrio.
La
colección que conforma el patrimonio del Museo fue reunida y
ordenada por aficionados, lo que le daba un aire de desorden
abigarrado, de dulce algarabía, de amabilidad entrañable. Pero, del
mismo modo que en los libros de don Ofelio, la vida del barrio
vibraba con vitalidad en cada una de las piezas que se exhiben allí.
En los últimos tiempos, el orden de las distintas colecciones ha ido
tomando una expresión más racional, más acorde con las técnicas
de exposición que siguen los museos modernos. Tal es el caso, por
ejemplo, de la sala dedicada a la producción pecuaria en las pampas
argentinas.
En
una de las salas, hay una carreta tradicional, de las que hacía el
trasiego comercial a lo largo y a lo ancho de La Argentina hasta que,
avanzado el siglo XIX, el ferrocarril impuso su velocidad. Ésta, en
particular, tuvo un papel importante en la entronización de la
imagen de la Virgen de Luján en el instituto San José, en Avenida
de los Corrales poco antes de llegar a la Avenida General Paz. El
hecho ocurrió hace más de sesenta años. En la placa que recuerda
el episodio se menciona al padre Reboredo, un auténtico cura gaucho
que llegué a conocer en los años sesenta del siglo pasado. En ese
Instituto cursé mi preescolar en 1959.
Saliendo
del museo, hay que pararse a contemplar la escultura con la imagen de
un resero, es decir, el arriero que conducía tropas de ganado desde
los campos en que se criaban hasta el Mercado. Este oficio se sigue
ejerciendo en el barrio, en las actividades del Mercado de Haciendas,
allí mismo, detrás de la recova, los días de semana. Esa vigencia
del resero es uno de los signos de identidad que permiten que el
visitante se meta en la vida del barrio real. La escultura fue
compuesta por Emilio Sarguinet en 1932. Representa a un paisano
ataviado con prendas de época que va montado sobre un caballo de
raro andar... Los viejos, y los coleccionistas también, se acordarán
que en los años sesenta del siglo XX, la moneda de 10 pesos llevaban
la imagen de esa escultura (el hecho no dejaba de llenarme de orgullo
ante mis compañeros de la escuela secundaria que cursé en el Barrio
de Flores).
Desde
allí, cruzando la Avenida Lisandro de la Torre, se yergue el
edificio de 1901 donde todavía funciona el bar Oviedo, uno de los
bares notables de la Ciudad. Los días de Feria se puede comer allí
con la familia, los amigos o la compañía que se haya elegido para
recorrer el lugar.
Antes
de dejar el Museo, los invito a contemplar las medialunas de
desjarretar reses que se exhiben en él... ¡Ah!, y queda por
entender que es ese caballo de extraño andar que está retratado en
el monumento... Pero, si nos detenemos en cada detalle no vamos a
recorrer los puestos de la Feria.
III
Ese día de marzo estuve en la Feria recorriendo los puestos que
ofrecían comidas regionales.
Para
hacer una somera descripción digo que sobre la Avenida Lisandro de
la Torre hay dos parrillas, bajo los soportales de la recova, en las
que se disponen mesas y otras dos sobre la vereda de enfrente. Una de
ellas ocupa el local en donde estuvo el cine del barrio y la otra en
el bar Oviedo. Vi películas de aventuras cuando era niño en ese
cine que conocí con el nombre obvio de Nueva Chicago. Don Ofelio
Vecchio dice que fue inaugurado antes de 1920 y que, al principio, se
llamaba Jorge Newbery.(6)
También
se puede comer asado y empanadas en el local del centro
tradicionalista denominado Federación Gaucha Porteña sobre la
Avenida de Los Corrales, vereda sur, casi llegando a la esquina de
Timoteo Gordillo (la entidad fue fundada en 1984 y nuclea a los
reseros que trabajan en el Mercado de Haciendas).
El
Club Social Chicago tiene un restaurante y organiza bailes durante
los días domingo desde la hora en que está abierta la Feria. Asado,
pastas y pizzas para quien desee restaurar fuerzas y música de
cumbia y cuarteto para quien decida bailar en sus instalaciones
centenarias.
En
la prolongación de la Avenida de los Corrales, en la rotonda que
rodea el monumento al Resero y por delante de la entrada al Museo,
hay tres puestos de comidas regionales que ofrecen empanadas, locro,
humitas y tamales: Con Sabor Argentino, Comidas Regionales Doña
María y Hornos Tucumanos. Volví a la Feria el día 13 de abril de
2014. Lo primero que hice fue probar las empanadas que ofrecen estos
tres puestos y las del bar Oviedo. Todas ellas exponentes de calidad
de estos pasteles criollos, aunque las de Doña María me gustaron un
poco más que las otras.
La
oferta de comida se completa con varios puestos que venden
choripanes, sandwiches de carne asada (vacío y bondiola de cerdo) y
pastelitos fritos y también dulces tucumanos en un puesto específico
que ofrece colaciones, alfajores de maizena y alfeñiques.
Como
puede apreciarse, hay una variada y abundante cantidad de comidas
típicas a las que se pueden sumar panes y tortillas de chicharrones
que ofrecen los puestos de bebidas, alimentos y conservas que se
disponen sobre la Avenida de los Corrales... pero de eso hablaremos
en otra oportunidad.
Enlace a los artículos sobre la Feria de Mataderos: Parte II, Parte III, Parte IV y Parte V.
Enlace a los artículos sobre la Feria de Mataderos: Parte II, Parte III, Parte IV y Parte V.
Notas
y referencias:
(1)
1987, Borges, Jorge Luis, Obra
poética 1923-1977,
Buenos Aires, EMECÉ, edición de 1977, 17° reimpresión.
(2)
1973, Becco, Horacio Jorge, Jorge
Luis Borges. Bibliografía total. 1923-1973,
Buenos Aires, Casa Pardo SA.
(3)
1970, Marechal, Leopoldo, Megafón
o la guerra,
Buenos Aires, Sudamericana.
(4)
1998, Vecchio, Ofelio, Recorriendo
Mataderos,
Buenos Aires, edición del autor, 2 volúmenes.
(5)
1982,
Carpena, Elías, Cuentos
de resero,
Buenos Aires, Plus Ultra.
(6)
1998, Vecchio, Ofelio, Recorriendo
Mataderos,
Buenos Aires, edición del autor, Tomo II, pp. 124-125.
Excelente nota Mario. Gracias por mostrar con tan buen gusto y detalle las maravillas de nuestra ciudad. Saludos!!
ResponderEliminarGracias, Diego, por tu comentario.
EliminarEn Mataderos, suelo estar en contacto con lo divino.
Magnífica semblanza de un barrio con historia e identidad.
ResponderEliminarOrlando W. Falco .
Gracias, Orlando, por el comentario.
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