Me
gusta publicar, en El
Recopilador de sabores,
recetas que son preparadas por alguna persona individual que puedo
identificar y que vivía en un tiempo y en un lugar que puedo
reconstruir. Bárbara Zabala me ha estado pasando las recetas de su abuela Anita. Pero, ¿cuál fue el tiempo y el lugar que esta mujer
cocinaba sus platos recordados con tanto cariño? La calidez del
verano en la ciudad de Santa Elena, provincia de Entre Ríos, se
percibe en cada una de las cartas que me envió. Pero hay un párrafo
en que lo dice explícitamente, veamos:
“Mi
recuerdo de aquellos veranos en Santa Elena, me dicen que eran otras
épocas, donde dormíamos con la puerta sin llave y jugábamos en la
vereda con nuestros amigos. Si algo le pasaba a un vecino, estaban
todos los demás para ayudarlo. No había supermercado, sino “el
almacenero”, que era un amigo, capaz de fiarte si no alcanzaba la
plata a fin de mes.”(1)
La imagen la envió Bárbara Zabala
Allí,
en ese lugar, en ese tiempo, estaba la abuela de Bárbara para poner
frescura a la tórrida insolación del verano con esta receta que
lleva los frutos de la estación como principal ingrediente.
Duraznos
en almíbar
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Fuente
(fecha)
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Recetas
de la abuela Anita (2014)(2)
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Ingredientes
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1
kilo y medio de duraznos.
2
litros de agua.
1
kilo de azúcar (conservantes abstenerse)
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Preparación
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1.-
Hacer el almíbar con el agua y el azúcar, dejándolo hervir por
unos minutos.
2.-
Pelar los duraznos y los cortarlos en mitades (así quedan
prolijitos como los de conserva, poco queridos por doña Anita).
3.-
Una vez que ese almíbar comenzó a hervir, esperar 10 minutos, e
incorporar los duraznos pelados. Tiene que hervir suave. Es
necesario revolver constantemente.
4.-
Dejar los duraznos por 5 minutos en el hervor del almíbar y,
luego, retirar del fuego para enfriar toda la preparación.
5.-
Conservar en la heladera y servirlos fríos con dulce de leche o
crema.
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Comentarios
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Comentarios
de Bárbara(3):
1)
“Un
postre natural, que mi abuela conseguía con simples pasos,
Duraznos en almíbar super caseros. Se los he preparado a mi hija
en más de una ocasión, le gustan tanto o más que a mí. El plus
de la crema y el dulce de leche no pueden faltar en casa, los que
prefieren algo más light, optan por no agregar estos elixires,
pero no se privan de probarlos.”
2)
“En casa los comíamos directamente de la olla, pero mi abuela
prefería ponerlos en una fuente después que se enfriaran, y
luego a que esperen su salida a escena en la heladera. Solía
también guardarlos en frascos de vidrio esterilizados, pero pocas
veces duraban, porque con crema o dulce de leche, era un postre a
toda hora.”
Comentarios
míos:
3)
La frescura del durazno es proverbial en los recuerdos de mi
infancia. Mi abuelo tenía un monte de durazneros en su chacra en
12 de Octubre (9 de Julio, Buenos Aires). Cada vez que íbamos en
las vacaciones de verano, lo primero que hacía mi padre era ir
con un balde y llenarlo de duraznos maduros. Luego se dirigía a
la bomba y bombeaba hasta que al agua salía bien fría.
Finalmente llenaba el balde y, cuando los duraznos se habían
enfriado, se hacía una panzada. Recuerdo haber disfrutado de esa
frescura en los cálidos veranos en el campo.
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Notas
y bibliografía:
(1)
2014, 3 de marzo, de Zabala, Bárbara a Aiscurri, Mario, archivo
adjunto a correo-e.
(2)
Ídem.
(3)
Ídem.
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