Sumario:
Artículo de Patricia Aguirre: Cocina de los pobres en La Argentina
– representaciones simbólicas acerca de la comida y el cuerpo –
nueva forma del hambre: la obesidad de la escasez – las políticas
públicas.
Gordos
de la escasez: Las consecuencias de la cocina de la pobreza (Patricia
Aguirre):(1)
Ya
realicé una reseña sobre un texto de Patricia Aguirre en el que, a
partir de un relato de la historia de la cocina argentina, llega a
conclusiones similares a las del presente artículo(2). En ambos
textos, la autora aplica sus lecturas de referencia teórica (ver
abajo) a sus trabajos de campo, análisis e investigaciones y
confronta los resultados con encuestas de consumo que se han ido
produciendo en el país desde 1965. En el presente texto es donde
este último análisis se plantea de manera más contundente (compara
una mayor cantidad de series estadísticas y expone con mayor
claridad las conclusiones). Aborda el tema en un tercer texto, un
libro publicado en 2004, actualizado en 2010, en el que lo retoma
insertándolo en el marco de la situación alimentaria de la
población mundial(3).
Aportes
y argumentos:
Tres ideas centrales articulan la ponencia:
La
primera es la que divide a la sociedad argentina en dos patrones
alimentarios diferentes. Estos patrones de consumo están fuertemente
condicionados por los avatares de las condiciones del acceso a los
alimentos, signados el aumento de los precios, caída de los ingresos
del 80% de la población, lo que explica tanto la polarización
social como la emergencia de los dos patrones que en otras partes de
Luso hispanoamérica se llaman: comida de pobres y comida de ricos.
Las afirmaciones se refieren a estudios de la autora en el Área
Metropolitana de Buenos Aires y se sustentan en los análisis
comparados de las encuestas de consumo desarrolladas por el CONADE en
1965 y por el INDEC en 1970, 1985 y 1996.
El
segundo tema se refiere a elaboración de comida con los alimentos a
los que se puede acceder. Esto es, a las técnicas utilizadas y a su
relación con las representaciones acerca de la cocina y del cuerpo.
La capacidad de compra condena a los pobres a un repertorio de 22
alimentos y a las preparaciones colectivas que puedan ser
“estiradas”, es decir, a preparar platos “rendidores”,
compuestos por alimentos baratos, que gustan (con un gusto
socialmente constituido por el cual se aprecia comer lo que de todas
maneras se estaría obligados a comer) y que llenan, aunque no nutran
(hidratos de carbono, azúcares y grasas). Esta cocina termina
construyendo un CUERPO DE CLASE que condenan a sus portadores, que se
ven como FUERTES, a ser objetivamente PETISOS Y GORDOS. Desnutridos
crónicos, con sobrepeso efecto de la escasez, que cubre con volumen
de alimentos baratos todo lo que no se puede comprar. Alimentos con
energía y baja densidad de nutrientes. Esto alimentos provocan
deficiencias de hierro y anemia en niños y embarazadas; deficiencias
de calcio, condenándolos a ser verdaderos lisiados dentales, y
deficiencia de todas las vitaminas.
Como
contraposición a la cocina de la pobreza, está la de los sectores
pudientes que no buscan la FUERZA en la comida, sino a la BELLEZA y a
la SALUD. Para lograr este ideal deben trabajar el cuerpo, renunciar
al goce, sufrir con dietas (régimen) y cirugías. Este trabajo se
transforma en un valor moral justificador de la segregación. Los
pobres gordos pobres son entonces estigmatizados por su pobreza tanto
como por su cuerpo, como gordos “dejados”, “vagos”,
reduciendo a falsas características individuales el riquísimo
hecho social de la cocina de la pobreza.
Finalmente
concluye “que de continuar las tendencias actuales en los ingresos,
en los precios, en las estrategias de consumo, la obesidad de la
escasez, el hambre silencioso, que combina sobrepeso con carencias de
micro nutrientes, va a ser la forma que adopte el hambre en el siglo
XXI”.
Los
autores de referencia teórica que utiliza para conceptuar la idea de
la formación social del gusto son: Claude y Ch. Grignon(a), Claude
Fischler(b) y Pierre Bourdieu(c).
El
principal aporte de la autora reside en demostrar que la cocina de la
pobreza que ha caracterizado en buena medida a las sociedades luso
hispanoamericanas es, en La Argentina una novedad del último cuarto
del siglo XX.
Apoyatura
erudita:
se trascriben a continuación las citas de interés rescatadas del
texto.
(a)
1980, Grignon, Claude y Ch., “Styles d'alimentation et gouts
populaires”, en Revue
Francaise de Sociologie,
XXI, s/l.
(b)
1997, Fischler, Claude, El
(H)omnívoro,
Barcelona, Anagrama.
(c)
1980, Bourdieu, Pierre, La
distinción,
Madrid, Taurus.
Crítica:
Si bien no tengo capacidad técnica para abordar sus puntos de vista,
las conclusiones de la autora me parecen consistentes. Sin embargo,
hay un punto en el que quiero deslizar una crítica.
La
cocina de la pobreza, sostiene el texto en las páginas 181 y ss., se
protege frente a la posibilidad de una frustración por
inaccesibilidad material a otros productos, desarrollando un gusto
que se manifiesta refractario a ensayar alternativas, un gusto que
modela la práctica de comer lo que de todas maneras se estaría
obligado a comer.
Señala
que, en el ámbito empresario, los estudios de marketing que se
hicieron para abrir y explotar un “mercado de los pobres” llegan
a la misma conclusión. Las industrias que producen alimentos para
pobres, frente a esta fuerte resistencia al cambio, archivaron
proyectos alternativos porque el costo para obtener su aceptación
era muy alto. De modo que prefirieron adaptarse al “gusto pobre”,
es decir, al agregado de grasas, sal y vinagre a los productos y a
reducir el volumen de los envases.
La
misma falta de iniciativa se repite en los comedores populares que
reproducen las mismas comidas “rendidoras” saturadas de hidratos
y grasas porque no pueden pagar el precio del rechazo. El resultado
es que estas instituciones cristalizan las representaciones de lo que
es la comida popular, ayudando a empobrecer el capital social al
clausurar la posibilidad de plantear alternativas.
La
autora concluye esta reflexión con una crítica el ministerio
responsable de las políticas gubernamentales en la materia que
expone del siguiente modo:
“A
nuestro criterio la falta de alternativas es un dato y la misión de
los que se
suponen
que saben, las instituciones preocupadas por la alimentación de los
pobres como el Ministerio de Salud y Acción Social a través de la
Secretaría de Promoción Social que maneja el 95% de los Programas
Alimentarios que llegan a este sector, deberían ofrecer la
posibilidad de alternativas no como imposiciones (que es su manera
usual) sino como una oferta ética para estos agregados sociales.
Repetir la misma comida puede ser un negocio donde todos ganan porque
nadie arriesga, pero para este sector representa una oportunidad
perdida.”(pag. 184)
Comparto
plenamente su afirmación porque da cuenta del impacto de las
políticas alimentarias en los grandes núcleos urbanos, pero critico
que no ofrezca alternativas. Es necesario señalar, por un lado, que
hay lugares, fuera del ámbito urbano metropolitano, en donde las
políticas públicas rompen con ese esquema(4). Pero, lo más
importante es que, cada vez que llego a este punto en las reflexiones
de Patricia Aguirre, me encuentro con que falta algo: no expone las
líneas de acción concretas que permitirían al Estado realizar su
“oferta ética” de alternativas alimentarias.
Fuentes
citadas por mí en la crítica:
(1)
2005 Aguirre, Patricia, “Gordos de la escasez: Las consecuencias de
la cocina de la pobreza” en AAVV, La
cocina como patrimonio (in)tangible, Primeras jornadas de patrimonio
gastronómico,
Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pp.
169-189.
(2)
2006, Aguirre, Patricia, “Buenos Aires puerto de ideas”, Bio &
Sur (Asociación de Bioética y Derechos Humanos), Simposio
la Comida en las ciudades portuarias,
leído el 6 de octubre de 2012 en
http://www.biosur.org.ar/articulo_21_02_06.html.
(3)
2010,
Aguirre, Patricia, Ricos
flacos y gordos pobres, Buenos
Aires, Capital
Intelectual, 1° edición de 2004.
(4)
2005
Pinotti, Luisa C. y otros, “De la cocina patagónica: carne de
choique, yeguarizo y piche” en AAVV, La
cocina como patrimonio (in)tangible, Primeras jornadas de patrimonio
gastronómico,
Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pp.
107-124.
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