El nuestro, es un país que se ha comprometido desde hace más de
ciento cincuenta años a recibir a todos los hombres de buena voluntad que hayan
decidido habitarlo y “traigan por objeto
labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y
las artes.” Esta preceptiva y los hechos que se generaron a partir de ella
permitieron sostener el mito de la constitución social de los argentinos como
un crisol de razas. Ayer fueron italianos y españoles, judíos y árabes, ingleses y franceses, polacos un
largo etcétera. Hoy es el turno de los bolivianos y peruanos, de los coreanos y
chinos, de los ucranianos y de otro largo etcétera.
Imagen tomada de la Internet(1)
Es obvio que pretendo dar cuenta en estos escritos que es
precisamente la gastronomía porteña uno de los ámbitos más expresivos en donde
se manifiesta ese crisol.
Hoy en día la colectividad boliviana representa el núcleo mayor de
inmigrantes que hicieron opción por vivir en La Argentina. ¿Adquirirán sus
tradiciones culinarias el rol destacado que han tenido la española y la
italiana? ¿Tendrá la cocina boliviana su oportunidad para ello? No es que esa
tradición esté ausente en La Argentina, los fuertes intercambios con las
provincias de Salta y Jujuy son más que evidentes (por ejemplo, me han dicho
que en La Paz, llaman “salteñas” a las empanadas). Pero aún no han tenido un impacto significativo sobre los
gustos alimentarios de los porteños. Por ahora, esa oportunidad está de lado de
la colectividad peruana.
La gastronomía peruana, como la de muchos otros lugares del mundo,
ha sido por años un misterio para los argentinos. Afortunadamente, una moda
global, la puso en el lado visible de la ciudad, compartiendo el estrellato con
el sushi japonés (¿japonés de Japón?). Pero, ¿sólo se trata de una moda global?
A decir verdad, en Buenos Aires, la inmigración peruana es significativa. Es
por ello que no sólo hay restaurantes peruanos de alta cocina, como en las
grandes capitales del mundo, sino también bodegones y chiringuitos (suelen verse
precarias instalaciones en las inmediaciones de la Plaza Lorea, frente a la
Embajada del Perú en que se ofrecen ceviches con pescados conservados en grande
envases de telgopor).
En lo personal, aún no he develado ese misterio de forma completa,
pero he comenzado a conocer esta culinaria exótica, abigarrada, atractiva... y,
en algunos casos, profundamente seductora. ¿Qué agregará la cocina peruana al
caldo común de la porteñidad? ¿Qué especialidades se cocinarán en los hogares
de la Ciudad que provengan de ese país siempre apreciado por los argentinos? No
lo sé, pero deseo explorarla con mayor compromiso.
Ahora bien, ¿por dónde entrar a ese mundo? Lo primero fue,
aprovechar la oferta de esos restaurantes que en Buenos Aires se han dedicado
siempre a lo que se dio en llamar cocina internacional. Dicho de modo más
preciso, a esos restaurantes que se van adaptando a las tendencias de una moda
transnacional. Ya desde la última década del siglo pasado, empezaron a dar
lugar al sushi (entendido a la manera neoyorquina) y al ceviche. Me viene a la
memoria la oferta que de ambos platos hacía el desaparecido restaurante Bond
que la familia Bianchi había establecido en la recova de la calle Posadas. Sin
embargo, esto me resultaba insuficiente y empecé a recorrer restaurantes
étnicos que me fueron abriendo el paladar.
El recorrido de restaurantes es un ejercicio que alimenta el
interés y el disfrute, pero nos veda el acceso a las cocinas familiares. La
oportunidad se me dio con Gino Dodero.
Lo conocí en Buenos Aires en octubre de 2010. Gino es un
profesional de las ciencias económicas que trabaja en la Contraloría General de
la República en el Perú. Hicimos juntos un curso técnico sobre auditorías
operativas en el ámbito del Estado. El curso era auspiciado por una fundación
que asiste a la Auditoría del Canadá. Había representantes de varios países de
la región (Brasil, Chile, Perú, Costa Rica, Bolivia, Argentina y Venezuela). La
intensidad de las actividades propuestas no promovía una relación solemne y
formal entre los participantes, pero sólo permitía un tratamiento apocado.
Obviamente, con el correr de los días, el vínculo se fue haciendo más
afable.
Aún con todas las restricciones del clima de trabajo intenso, Gino
se destacó desde el primer momento por su simpatía. Se enamoró perdidamente, y
a primera vista, de Buenos Aires, al punto que por la noche, en una charla
telefónica, le transmitió sus impresiones a su mujer y ella le prohibió que
volviera a nuestra ciudad sin traerla. El último día del curso, tuvimos una
pequeña recepción en la Auditoría General de la Nación. En el salón en donde
estábamos, hay una importante imagen de San Martín. Lo primero que hicieron los
peruanos, fue retratarse junto a ella... ¡Cómo no se nos ocurrió a los
argentinos!
En algún momento, no pudo más y empezó a relatar su relación con
la cocina y con los platos que preparaba. “Eso sí, cuando cocino”, decía,
“no dejo entrar a nadie en la cocina y
lo primero que hago es servirme un gran vaso de cerveza o una copa de vino
blanco a temperatura ideal porque hay un dicho en el Perú que reza: “hombre que
cocina, o borracho o maricón””. El entusiasmo no tenía medida en sus palabras
que proferían una receta detrás de la otra sin que yo pudiera retener detalles.
Obviamente lo comprometí a que me enviara algunas por correo-e, y así lohizo.
Nota:
Reminisencias inmerecidas del fabuloso Mario, quien nos puede dar cátedra no solo en control gubernamental , sino también en cocina y en la de-gustación del buen vino argentino.
ResponderEliminarCon todo gusto colaboraré con algunas recetas, las que de hecho ya son conocidas por vuestros finos paladares.
Gracias, Gino, por tus comentarios que no merezco.
EliminarEs verdad que cuando practiqué tus recetas se me "han caído los dientes".
Te mando un un fraternal abrazo lusoiberoamericano.
Reminiscencias inmerecidas vertidas por el fabuloso Mario, quien no solo nos puede dar una cátedra en control gubernamental, sino también en alta cocina y de-gustación de los famosos vinos argentinos.
ResponderEliminarCon todo gusto enviaré las recetas caseras para el deleite de sus bien formados paladares.
Saludos y Salud con todos los que saben apreciar los sabores entrañables recogidos uno a uno por el fabuloso Mario.