José
Luis Busaniche fue un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la
Veracruz, capital de la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San
Isidro, Provincia de Buenos Aires, en 1959. Sus obras más importantes están
relacionadas con los bloqueos franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que
jugó la Provincia de Santa Fe en esas circunstancias, el Gobierno de Juan
Manuel de Rosas y la construcción del federalismo argentino. En 1938 publica un
libro de lecturas históricas argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas
del Pasado.(1) Este libro ha servido de inspiración para
la sección “Residuos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos
de la colección, reproduciendo parte de las prolija referencias de Busaniche.
El
padre Cayetano Cattaneo sj, jesuita italiano (1695-1733), llegó a Buenos Aires
en 1728. Se dirigió a las misiones sobre le Río Uruguay. Escribió cartas descriptivas sobre el carácter de los
habitantes, las ciudades, la fauna y la flora del Litoral y sobre las
organización de las misiones jesuíticas.(2)
La voracidad
de los indios del Litoral
del Río Uruguay(3)
del Río Uruguay(3)
“/.../. Viniendo a nuestro viaje,
diré que partimos de Buenos Aires el 13 de julio se 1729. Fuimos por tierra a
un riacho distante diez y ocho millas, que llaman Las Conchas y sirve de
puerto ordinario a las Balsas de los indios.
“Las balsas son unas embarcaciones
formadas de dos canoas, entre dos pequeños esquifes de una sola pieza,
excavados en un tronco de árbol, los cuales se unen colocando en el medio,
sobre el plano de cañas, una casita o cabaña hecha de esteras, cubierta con
paja o cuero, en la cual cabe una cama pequeña y algunas otras cosas necesarias
para el viajero.
“Quince eran las balsas que
nos esperaban con veinte y más indios en cada una, los cuales, aunque de
diferentes naciones, eran sin embargo coor unum et anima mea, y nos
recibieron en son de fiesta con sus pífanos y tamboriles, extraordinariamente
contentos de poder conducir misioneros a sus tierras. /.../. Así, con un viaje
feliz de sólo ocho días, nos libramos de aquel paso, el más peligroso de todos
(se refiere al cruce en balsa del Río de la Plata), nos encontramos en el gran
Río Uruguay, uno de los mayores de América. En su boca no se distingue la otra
playa, sino en un día claro, y aun así, confusamente.
“/.../.
“Pasando aquel golfo, que es como el
Paso de Malamoco y entrados felizmente en el Uruguay, permanecimos algunos días
cerca de un pequeño río que llaman Río
de las Vacas, para hacer provisión de carne para la gente, pues hay en esa
punta una estancia de un señor español, que tendrá, treinta o treinta y seis
millas de su dominio, unos veintiocho o treinta mil animales y vende cuantos se
buscan a todas las embarcaciones, que van y vienen de Buenos Aires. Hicimos
aquí provisión de setenta y tantos novillos, o bueyes jóvenes, que como andan
completamente libres en el campo (pues en estas provincias no se usan jamás
establos para las bestias) y por ser fertilísimos los pastos, eran de un tamaño
y gordura estupendos. Los pagamos solamente en seis paoli romanos cada
uno, que es por ahí el precio corriente, excepto en Buenos Aires donde cuestan
casi el doble. Así vinieron a cuatro o cinco por balsa, provisión que apenas
basta a los indios para diez o doce días, que se suelen emplear en llegar a
Santo Domingo, donde se hacen nuevas provisiones de carne, pues el que no lo ha
visto no puede imaginarse la voracidad de estas gentes. Yo he visto durante el
viaje a la chusma de una balsa sola, que suele ser de veinticuatro personas,
comerse en menos de un día un buey muy grande, como si fuese un ternerillo, y
no comer más porque no tenían. Os aseguro, que por aquí, muchacho de doce a
catorce años, comía solo, lo que no podrán llegar a comer allá cinco o seis
hombres de buen diente.
“/.../.
“No es menos curioso el modo que
tienen de comer la carne. Matan una vaca o un toro, y mientras unos lo
degüellan, otros los desuellan y otros los descuartizan de modo que en un
cuarto de hora se llevan los trozos a la balsa. En seguida encienden en la
playa una fogata y con palos se hace cada uno un asador, en que ensartan tres o
cuatro pedazos de carne, que, aunque está humeando todavía, para ellos está
bastante tierna. En seguida clavan los asadores en tierra alrededor del fuego,
inclinados hacia la llama y ellos se sientan en rueda sobre el suelo. En menos
de un cuarto de hora, cuando la carne apenas está tostada, se la devoran por
dura que esté y por más que eche sangre por todas partes. No pasa una o dos
horas sin que la hayan digerido y estén tan hambrientos como antes, y si no
están impedidos por tener que caminar o cualquier otra ocupación, vuelven, como
si estuvieran en ayunas, a la misma función.”
Notas
y Bibliografía:
(1)
1959, Busaniche, José Luis, Estampas del pasado, lecturas de historia
argentina, Buenos Aires, Hyspamérica.
(2)
Las cartas fueron publicadas por Luis Antonio Moratori en Chistianesimo
Felice, fueron traducida al castellano por José Manuel Estrada y publicadas
por la Revista de Buenos Aires, Año IV, N° 43, t. XI.
(3)
Busaniche, José Luis, Op. Cit., pp 67-71.
Gracias a estos grandes hombres conocemos un poco como era esta zona en los años donde vivían los pueblos originarios y sus costumbres......
ResponderEliminarGracias, Anónimo, por su comentario.
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