Vienen a decirnos ahora que
hacemos mal la pizza. Que la pizza auténtica es la que se hace en
Nápoles de tal o cual manera y que, por suerte, en Nueva York es
donde mejor aprendieron la lección. Que nosotros, los argentinos,
todo lo deformamos y no somos capaces de hacer la cosas como es
debido. ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! La
nuestra no es pizza napolitana (ni lo quiere ser, porque las buenas
mozas se de...), es pizza porteña y tiene su identidad, ¿por qué
habríamos de forzar el cambio hacia la identidad de origen que se ha
perdido en la memoria colectiva que, además, la tiene como un bien
preciado del presente?
Foto familiar
Esos argumentos trabajan sobre el
supuesto de que la identidad de origen se ha mantenido inalterable
por los tiempos. Pero el impacto del tiempo sobre las cosas es
engañoso. Creo que no resiste a una pregunta radical: cuando los
tanos trajeron la pizza a fines del siglo XIX, lo que ellos
preparaban, ¿era parecido a la pizza que se hace en Nápoles hoy o a
la que se hacía hace poco más de cien años en esa misma ciudad?
Me cuesta creer que el tiempo sólo
opera, y como factor deformante, sobre el lugar de acogida y no
sobre el de origen. Da cuenta de mi incredulidad una idea que hoy se
encuentra ampliamente difundida y aceptada en el occidente de Europa,
la reglamentación de las de denominaciones de origen. Aunque los
sabios del marketing abusan de ella (con legitimidad, por cierto),
está muy bien el intento de evitar el olvido de lo que la
globalización superficial va destruyendo. Sí, sí, porque el tiempo
las ha ido modificando en tal forma las cosas que muchas de ellas se
encuentran al borde del abismo.
Sin conocer demasiado el tema,
tengo la impresión de que tanto las denominaciones de origen como la
conservación del patrimonio físico de la cultura humana son
creaciones de muy reciente primacía en el mundo y están vinculadas
con la propia evolución de las cosas que, gracias (o desgracias,
según provea mejoras o empeore los productos) a la influencia
foránea, se van desnaturalizando (si es que podemos aplicar este
término a las cuestiones humanas).
Estas reflexiones carecen de
pretensiones demostrativas, pero quieren registrar los hechos que en
una estructura conceptual adecuada puedan dar a luz alguna idea
fructífera. Es una obsesión de la somellierie argentina, por
ejemplo, utilizar el término espumante, y hasta preferir el
horroroso sparkling wine, para denominar a nuestros vinos hechos a
la manera de la Champagne francesa. ¿Han olvidado que llamamos a
nuestro maravilloso vino con burbujitas (mejor dicho, con estrellas)
de distintas formas? Efectivamente, las denominaciones locales han
sido variadas: desde champaña y champán (Elizabeth Checa rescata de
los tangos esta última denominación) hasta champú. ¿Por qué
debiéramos adquirir una nueva denominación producida en las usinas
inconscientes de nuestra afianzada colonización mental?
Pero, además, miremos del otro
lado del espejo. ¿Qué pensaban, por ejemplo, los productores
europeos de la Champagne que se afincaron en nuestro país hace
cincuenta años? ¿Qué se proponían producir?
Acabo de leer una nota laudatoria
sobre el champán argentino y los cincuenta años de Chandon en
nuestro país (Piciana, Fernando, El
Conocedor, N°
73, diciembre de 2010, pag. 59). Allí se dice:
“Consolidado en la época
prolifera en los años 30, rápidamente el “champán” se
convirtió en la copa obligada del tango. /.../ Más tarde desembarcó
Moet & Chandon con el firme propósito de elaborar un vino tan
bueno como el que se hacía en Francia, pero en mayor cantidad para
así poder hacer frente a la creciente demanda internacional.”
Me pregunto, ¿Demanda
internacional creciente de qué? ¿De vino espumoso, de sparkling
wine o simplemente de champagne? ¿Estaban pensando en crear una
nueva DOC en Mendoza y vender vinos en el mundo que nada tuvieran que
ver con los de Champagne AOC?
Aquí también hay una linda
venganza del tiempo, pero esta vez nos hacer ver deshecho lo que
amamos. De modo que si aprendemos a leer sus caprichosas cabriolas y
a aceptar lo que somos sin prejuicios extraños a nosotros mismos,
estaremos más seguros en el futuro. Creo que habría que abandonar
por un instante la búsqueda psicoanalítica del origen reprimido e
ir pensando en una DOC para la pizza porteña, hija independizada de
aquel plato napolitano que por otra parte, seguramente, ya no es lo
que era
Querido Mario, tienes toda la razon y suscribosin reserva tu razonamiento. Es estúpido pensar, y peor aún persistir para mostrar con deducciones absurdas, que un plato originario no tiene la misma dignidad en comparación con el mismo plato hecho con sus gustos, ¡para nada!
ResponderEliminarMe gusta mucho cómo escribes, y te leo con mucho gusto.
¡Hola! Renzo
Querido amigo:
ResponderEliminarTus comentarios son siempre bien venidos.
El mayor problema que tenemos los argentinos es que confiamos poco en nuestras creaciones y nada en nuestras recreaciones culturales.
Hola Mario, me alegra que hayas comentado en mi blog, así te conocía! Veo que sos historiador, yo soy investigadora de la UBA, ad honorem porque resido en EEUU. El blog de cocina lo hice especialmente para mi hija, pero incluso tengo una página donde estoy recopilando libros de cocina, muchos de historia. A veces me divierto con recetas medievales. Aunque mi fuerte es el blog de arq. Te decía que lamento no haber dejado el link, pero sí recuerdo haberlo leido en Wiki y en otros sitios, en inglés. Al menos recuperé un link para dejarte. Pondré tu blog en mi lista así vuelvo a leerte, es un placer leer a un profesional. Por supuesto he hecho cursos con historiadores en Bs As. Saludos,
ResponderEliminarMyriam
http://en.wikipedia.org/wiki/Chicken_Maryland
Gracias, Myriam, por tus comentarios.
ResponderEliminarComo la entrada que dio origen a tu respuesta está en tu blog, la resumo: en la receta de suprema de pollo a la Maryland que publicás dando fe de su origen porteño, pregunté por el remoto antecedente norteamericano que allí mismo mencionás: el pollo a la Maryland.
Agradezco nuevamente tu comentario y tu aporte. Lo único que te aclaro es que, si bien en cada nota que escribo pongo en juego las capacidades en las que fui formado en la Universidad de Buenos Aires, no tengo ninguna pretensión historiográfica con ellas. Trato de escribir relajado y disfrutando de las palabras. Si algo no queda claro, espero a que otro agregue lo suyo (como es el caso de Renzo con la cocina italiana), de modo que la verdad histórica emergente es invariablemente colectiva.
Tu blog es por cierto muy interesante porque rescata, en muy buena medida, lo que quiero poner en primer plano: la existencia de una cocina con identidad en Buenos Aires, en La Argentina y toda la Luso-hispano-américa.
Muchas gracias Mario, yo también quisiera escribir más relajada si no fuera que tengo que cocinar sí o sí para la familia :) Prestando atención a los blogs de cocina de Buenos Aires, en todos tenemos nuestros sabores en común. Yo suelo hacer ¨reciclajes¨ con ingredientes locales de California y a veces me salen ¨híbridos¨, por eso el título a veces dice ¨a mi manera¨, como rediseño, reinvento. Un abrazo,
ResponderEliminarApreciada Myriam:
ResponderEliminarNo me parece mal que escribas de cocina con la tensión del que tiene que cocinar todos los días, seguramente el resultado será auténtico. La otra tensión, la de la pretensión erudita es la que nos pone fuera de foco. No somos novelistas de ciencia ficción ni producimos informes de física.
Defiendo la hibridez, tanto en la cocina como en otros órdenes de la vida, es el punto de partida de lo genuinamente nuevo.
Siempre es un placer recibir tus comentarios.
Me vinieron ganas de leer lo último que pusiste en tu Recetario Spanglish ahora que sé de qué fuentes abreva.
Gracias Mario por pasar por mi espacio. De acuerdo con lo que voy leyendo veo que hemos transitado por lugares comunes por ej. Mataderos. Creo que la comida tiene el sabor propio de donde la estés comiendo: un pizza de Güerrin no tiene el sabor de Los Inmortales, unas simple ensalada en Chile, no tiene el mismo gusto que en El palacio de la papa frita, un sanguchito de salame degustado en mi casa de Tandil no tiene el mismo sabor devorado en Flores. O sea que los productos tienen una denominación de orígen con la alquimia de allí pero trasladado a otra región tiene otro sabor, quizás dado por nuestro estado de ánimo, por nuestra salud,por si lo degustamos con un vino de tal o cual varietal,...
ResponderEliminarHabría mucho más para hablar pero aquí te dejo y seguiré leyéndote.
Saludos desde mi nuevo blog de NUTRICIÓN
http://siempreseraprimavera.blogspot.com/
y si querés entretenerte
http://norma2-siempreesprimavera-norma2.blogspot.com/
Gracias, Norma, por tus comentarios.
ResponderEliminarEstuve vichando tu blog y, caramba, es para tomárselo en serio y leerlo en orden porque suministra información sistematizada sobre la alimentación vista desde la perspectiva de la nutrición.
Ya me vas a contar qué tuviste que ver con Mataderos.
Saludos, Mario.