Recuerdo mis primeras experiencias con estas
preparaciones en restaurantes hacia fines de los años setenta. Es
razonable pensar que esta incorporación tardía a la cocina porteña
pueda explicarse desde dos puntos de vista. En los hogares, por los
ingredientes: el pollo fue un producto relativamente caro hasta
mediados de los años del sesenta y el acceso a a los camarones sólo
se vio facilitado hacia las últimas década del siglo XX con la
difusión del freazer y los productos congelados. En los
restaurantes, por el impacto de la última oleada de inmigrante
españoles que llegó a La Argentina en los años cincuenta y
principios de los sesenta. Muchos de ellos se dedicaron a la
gastronomía y traían en sus maletas experiencias culinarias
diversas de las que llevaban en las suyas los paisanos que llegaron
cincuenta años antes (algunos platos, muy concentrados regionalmente
pudieron nacionalizarse en España con el correr de los años y de
las generaciones). Pero estas razonabilidades no tienen ningún
fundamento más allá de desplegarse desde una impresión personal,
habría que indagar más en el tema.
Aprendí a cocinar pollo al ajillo de sólo ver a José
inclinarse sobre el disco de arado de Miguel en Quilmes Oeste. Es uno
de los pocos casos en que aprendí a preparar una comida con los
sentidos, sin tomar apuntes, ni prestar atención a las mediciones.
Es por eso que la receta que transcribo es un soneto de José, donde
podrá verse y valorarse su condición de poeta. En aquella
oportunidad, en Quilmes Oeste, le agregó papas que no aparecen en
el soneto. En lo personal, prefiero esta versión con papas.
Algunas recomendaciones técnicas (aprendidas en mis
cursos con Ezequiel Pardo Argerich en el Colegio de Cocineros Gato
Dumas): para que el pollo se acorace y tome brillo, debe estar muy
seco; si estuvo congelado, hay que escurrirlo bien y secarlo. Es
preferible que tenga la piel. No hay que salarlo antes de sellarlo
porque en ese caso no se dora.
Preparé pollo al ajillo en casa de María Eva. En esa
oportunidad, no corté las papas, las casqué con la punta del
cuchillo como en las recetas riojanas. No es una mala idea, por el
contrario, funcionó muy bien. Marta, la esposa de José, dice que su
abuelo, don Gonzalo, freía las papas cortadas en cubos de como 2 cm
de lado y las agregaba sobre el final de la cocción. Tampoco parece
una mala idea.
Pollo
al ajillo(1)
|
|
Fuente (fecha) | José Fernández Erro (2007) |
Ingredientes |
Pollo con piel cortado en presas (cada pollo da 8
presas)
Ajo,
mucho ajo
Vino
blanco
Aceite
de oliva.
Papa
(media papa grande por presa) como ingrediente opcional.
Harina
como ingrediente opcional.
Sal |
Preparación |
A Marta Gallegos
Don
Gonzalo nació en Extremadura
y
en Madrid cocinó pollo al ajillo.
Igual
que él era el plato: muy sencillo,
agradable
y de fuerte contextura.
Ahora
lo hago yo: Con la fritura
el
pollo se acoraza y toma brillo.
Entra
el ajo, picado con cuchillo,
y
más que un diente va la dentadura.
Llueve
el vino y a llama no muy alta
prosigue
la cochura hasta su punto.
Si
está corto de sal, de nuevo salo.
Espeso
con harina si hace falta.
Y
entonces, redivivo aunque difunto,
regresa con su plato
Don Gonzalo. |
Notas
y bibliografía:
(1) 2004,
Fernández, José Luis, Una mesa es un camino,
edición del autor, Talavera de la Reina, Toledo, pag. 21.
excelente la receta y el poema... me encantó ésta entrada. salu2
ResponderEliminarGracias, Héctor, por tus comentarios.
ResponderEliminarEl poema es excelente y, si uno lo sigue al pie de la letra, el resultado culinario también.
Hola Mario, por fin he podido venir a saludarte y darte las gracias por haber visitado mi cocina, en este momento estoy super liada con la mudanza de uno de mis hijos, pero la semana que viene te prometo que vendré con tiempo y miraré tu blog con el detenimiento que se merece. Un beso y pasa cuando quieras, estaré encantada de recibirte
ResponderEliminarGracias, Rosa, por tus comentarios.
ResponderEliminarEspero que los comentarios que formules cuando recorras este blog, sea tan suculentos como las recetas que publicás en el tuyo.