Es
sabido de la dificultad que ha acarreado conocerse a uno mismo desde
que Agustín de Hipona lanzó el desafío hasta que
Sigmund Freud encontró el método terapéutico genial, según el
Padre (sj) Leonardo Castellani, para lograrlo. Más difícil aún es
conocer a otro. Por ello me resultará difícil responder a una
pregunta que se impone en el inicio: ¿quién es Raquel Rosemberg?
Por fortuna, los seres humanos tenemos el hábito de registrar el curso de la vida a partir de lo que hemos hecho en el ámbito profesional. Entonces, con un puñado de datos que he logrado recoger, podré dar marco a esta reseña que versa sobre la trayectoria de la autora desde que sigo sus notas en la revista El Conocedor (N° 46 de junio de 2008).
Tengo
un ejemplar de la guía de Fernando Vidal Buzzi.(1)
En él, Raquel figura como cronista jefe.(2)
He consultado algunos artículos de la autora sobre temas de salud
que fueron publicados en el diario La
Nación de
Buenos Aires. Sigo el suplemento “Ollas y sartenes” del diario
Clarín
de Buenos Aires por Internet desde diciembre de 2009 y el nombre de
la Rosemberg aparece sistemáticamente, pero no sé qué cargo ocupa
allí. Forma parte del staff de la revista El
Conocedor. En el
N° 46 figura como editora y en el N°80, como editora gastronomía.
En 2007 publicó el libro Sabores
que matan que
realiza un recorrido por la información gastronómica que se
registra en las novelas policiales.
La
pregunta que sigue es si la autora ha dedicado su vida a la
gastronomía. En la revista Noticias,
aparece en un reportaje conjunto a Vidal Buzzi
(http://www.revista-noticias.com.ar/comun/nota.php?art=678&ed=1605,
lo he leído el 7 de setiembre de 2011). Del texto rescato lo
siguiente:
“La incursión en la cocina
viene desde que nací, porque en mi casa mi mamá cocinaba genial y
mi papá tenía un restaurante en la calle Lavalle que se llamaba "La
granja", al que me llevaban todos los días. Cuando tuve que
elegir una carrera hice primero terapia ocupacional, me dediqué al
área de salud mental y trabajé con pacientes psicóticos. Me di
cuenta de que cocinar nos permitía trabajar mejor en terapia
ocupacional que otras actividades. Comencé a hacer diversas escuelas
de cocina para tener más técnicas para aplicar con los pacientes.
Un buen día decidí que no quería saber nada más con la terapia
ocupacional. Entonces estudié Comunicación y mientras estudiaba
cocinaba para afuera.”
Juzgo
que, con esos datos, es más que suficiente para sumergirnos en el
tema, teniendo una idea de lo que ha hecho la sujeto de nuestro
escrito en los últimos años como para que merezca estas
reflexiones.
Su
participación en El
Conocedor
entre los números 46 y 52
En
este período de la revista, Fernando Vidal Buzzi era un colaborador
destacado junto a Miguel Brascó, entre otros. Ambos tenían lugar en
la prolífica serie de artículos editoriales que oficiaban de
apertura. Vidal Buzzi tenía a su cargo, además, la sección
“Bibliotecas de Restaurantes” en donde desplegaba su crítica.
Allí imponía calificaciones a los locales visitados, siguiendo el
modelo de tres puntajes que se ha hecho clásico en su guía,
evaluando la calidad de la cocina, del ambiente y de la atención
suministrada al cliente. Por supuesto que las notas no eran tan
sintéticas como en su libro y en su sitio de la Internet,
permitiendo la exposición detalles profusos. Completaba la
información suministrada, un ingenioso diseño de íconos que daban
cuenta de aspectos importantes para la orientación del lector (v.
g., si el restaurante poseía servicio de estacionamiento, cuáles
eran los medios de pago o si disponía de una carta de vinos
destacada).
En
ese esquema, el lugar de Raquel Rosemberg como escritora aparecía en
un segundo plano: completaba la crítica de restaurantes con su
sección “Estuvimos allí” (usaba el mismo sistema iconográfico
que Vidal Buzzi, pero no su sistema de puntajes) y publicaba algunos
textos de gastronomía a la manera de los autores españoles (sólo 3
artículos en 7 números). Asocio esos textos al estilo de los
artículos de Mikel Corcuera en el diario El
País del País
Vasco, a los de Pepe Barrena en la revista Sobremesa
o a los textos que Apicius incluye en sus blogs (pueden leerse, por
ejemplo, en
http://historiasdelagastronomia.blogspot.com/)
por su dedicada erudición y por la universalidad de los temas
elegidos (obviamente universalidad de la cocina europea).
La
crítica de restaurantes a partir del N° 54
Existe
un subgénero dentro del mayor de las leyendas urbanas que contiene
un conjunto inagotable de relatos vinculados con los negocios
exitosos. El viejo mito de la prosperidad surgiendo del trabajo y del
esfuerzo obsesivo al que se entregaba un hombre las 24 horas del día,
parece haber sido reemplazado por otro un tanto más placentero. El
negocio exitoso es hijo de la creatividad y de una actitud lúdica
que sólo se obtienen con una vida relajada. La aplicación de
trabajo y perseverancia es necesaria, pero viene después,
generalmente acompañada de una dosis de fortuna casi renacentista.
¿Qué tiene esto que ver con los textos de Raquel Rosemberg en El
Conocedor? Mucho
más que lo que aparenta.
En
el N° 53 de la revista no aparecen críticas a restaurantes y, en el
N° 54, las secciones a cargo de Vidal Buzzi y Raquel Rosemberg
arriba mencionadas, son reemplazadas por una nueva a cargo de esta
última que recibe el nombre lacónico de “Restaurantes” y el
subtítulo de “aperturas y clásicos”. Independientemente de
estar más enfocada a las aperturas que a los clásicos, el formato
es diferente a los anteriores. Se conservan los íconos informativos,
pero se agregan 3 nuevos que evalúan la relación precio-calidad
(buena, regular y mala) y desaparece el sistema de puntaje de Vidal
Buzzi.
Aclaro
de entrada que lo que más me gusta de la autora son los artículos
de gastronomía, críticos y profundos. Sus evaluaciones de los
restaurantes de Buenos Aires me parecían siempre excesivamente
complacientes con los propietarios de los restaurantes, por lo menos
hasta que hojeé el libro Sabores
que matan.
La revista El
Conocedor se
caracteriza por usar dos sistemas de puntuación en materia de vinos,
a saber: puntaje de 50 a 100 para ranquearlos y puntaje de 1 a 5 para
evaluar la relación precio-calidad. Estos sistemas no son
infalibles, pero son aplicados por profesionales de nota, lo que
acota la subjetividad a rangos reconocibles por el lector.
Particularmente, comparto los gustos de algún autor más que de otro
y los puntajes y comentarios que realizan me orientan, tanto como los
precios indicativos, a la hora de elegir vino. Raquel no sigue la
tónica de la publicación en la sección que estamos analizando. Es
lógico que no use el sistema de puntajes de Vidal Buzzi (no lo usaba
cuando don Fernando aún escribía allí), pero no reemplaza por
otro. Sin puntajes a la vista, el nuevo modelo de íconos tampoco es
orientativo para el lector: de las casi 150 críticas que ensaya en
la sección, sólo 4 merecieron la calificación de relación
calidad-precio regular... y en ningún caso de mala.
Ya
en el texto, es muy frecuente que incluya, sin ninguna nota que lo
relativice, la leyenda urbana que funda el negocio. Veamos algunos
casos. El sitio donde una famosa empresaria logra el sueño de
exponer su colección privada de obras de arte, se continúa con un
restaurante. La filosofía de un restaurante, ubicado en una casa de
Palermo que respira desde su patio aroma a jazmín, consiste en
preservar el patrimonio edilicio y en crear un espacio en donde la
cocina se pueda disfrutar con calma. Un empresario del gremio de la
publicidad compra un viejo taller naval en el bajo de San Isidro para
usarlo como vivienda, con el tiempo habilita en él un lugar para
ofrecer comidas, entonces convoca a su tía que heredó recetas
familiares de una abuela francesa. Un exitoso arquitecto argentino
que ha comandado por años un estudio que ha diseñado importantes
restaurantes y hoteles en todo el mundo, decide poner su propio local
gastronómico en buenos Aires.
Todos
estos relatos parecen haber sido producidos a partir de una
estrategia de marketing. Personalmente, leer los textos que no
agregaban ninguna información para evaluar la calidad de la oferta
de cada emprendimiento, me producía algún fastidio. ¿Cómo es
posible que esta mina, me decía, que escribe textos maravillosos
sobre la gastronomía nacional, se trague estos versos... los inventa
ella misma? Es una complaciente, me repetía.
En
cierto recorrido de lecturas me dio otro ángulo desde donde mirar la
cosa. Hay otro subgénero literario, esta vez en el género mayor de
la ficción, que se emparenta con las leyendas urbanas y con la labor
periodística de las que se sirve como fuentes de inspiración. Estoy
hablando de la novela policial. Este tipo de ficciones parecen
producir un extraordinario atractivo en la autora, tanto como para
escribir un libro que contenga las experiencias gastronómicas que en
ellas se registran. Hoy me pregunto si Rosemberg ¿se traga realmente
las leyendas urbanas producidas por los especialistas en marketing o
sucumbe llena de amor frente al filón ficcional que cada relato
supone?
Los
temas abordados en los artículos de gastronomía entre los número
46 y 80
Toda
clasificación temática de textos suele ser, si no arbitraria, al
menos discrecional. Con todo, distingo cuatro temas recurrentes en
los textos que estamos reseñando: los ya mencionados artículo
vinculados con la tradición de la crítica gastronómica europea,
los textos dedicados a cocineros destacados, las viñetas de viajes y
los ensayos que van en busca de una definición más clara de lo que
debiera llamarse gastronomía nacional argentina. Este último, como
ya debe resultar obvio, es el que atrae decididamente mi interés.
Sin embargo, resulta difícil aislarlo.
En
los artículos vinculados con la crítica gastronómica general, el
tema nacional no está ausente. Es más, aparece cada vez con más
frecuencia. Uno de los ejemplos más claros, es el artículo dedicado
a la fondue (N° 69) que culmina con una serie de recomendaciones
sobre restaurantes porteños especializados en esta preparación.
También hay una fuerte presencia de artículos vinculados con el
ambiente culinario luso-hispanoamericano del que nuestra culinaria no
debe considerarse excluida (v. g., el artículo dedicado al ceviche,
publicado en el N° 73). Otro tanto ocurre con los artículos
dedicados a cocineros, casi todos argentinos (la excepción la
configuran el brasilero Alex Atala y el francés Jean Paul Boudoux,
ambos en el N° 54).
Los
relatos de viaje, a excepción de Barcelona (N° 66) y Sudáfrica (N°
56), se refieren a sitios en La Argentina o en los países de
luso-hispanoamérica (Río de Janeiro en el N° 53, Perú N°62 y la
costa atlántica de la Banda Oriental N° 74). El artículo sobre
Rosario es memorable (N° 75).
Los artículos sobre una
gastronomía nacional
El
N° 58 (agosto de 2009) de El
Conocedor
incluyó un informe especial sobre el maridaje argentino (carnes y
vino). En este informe, la autora que nos ocupa tuvo la oportunidad
de ensayar acerca de la gastronomía argentina, publicando varios
artículos. Pero fue en el número siguiente donde apareció un texto
liminar: “En busca de una identidad”. Allí recogía opiniones de
destacados cocineros argentinos y, a la vez que los homenajeaba,
ponía las bases de sus opiniones sobre la materia que se
desplegarían en un puñado de artículo con que acompañaron los
fastos del bicentenario (N° 64, 65 y 66). La nueva línea de
artículos fue seguida en el año 2011, en donde se dio en la
búsqueda los platos con identidad argentina (N° 71), los sabores
perdidos (N° 73) y de los productos que pueden recuperarse del
olvido (N° 73). El despliegue minucioso en procura de un hallazgo
que revele finalmente que es lo que debemos reconocer como cocina
argentina, emparentan a la autora con el ingenio de ese gran sibarita
que era Hércules Poirot.
En
el artículo acerca de la identidad de la cocina argentina del N°
59, desfilan las opiniones de las hermanas Concaro, Francis Mallman,
Dolli Irigoyen, Fernando Trocca, Mauro Colagreco y Martín Molteni,
entre otros. En ese artículo, nos dice la autora:
“La Argentina es joven, recién
el año que viene cumplirá sus primeros doscientos años desde su
primer gobierno patrio. Pero en este período relativamente corto, su
gastronomía fue tomando forma, a partir de la herencia americana y
de la que bajó de los barcos. Se sabe que este país se caracteriza
por estar en permanente movimiento y, por ende, en modificación...
grandes modificaciones. También se conoce que no existe una unidad
que atraviese las mesas de norte a sur, así como la música, la
literatura y las manifestaciones artísticas de la Puna no se
asemejan a las de la Patagonia; sin embargo, existe un extraño
entramado que nos engloba como argentinos.”
Después
de recoger la opinión sobre el tema de los mencionados... y de
otros, Raquel Rosemberg concluye con una propuesta política:
“Después de estos testimonios,
queda claro que la diversidad es la base de la cocina argentina.
Constituida por gastronomías regionales con fuerte influencia de los
aportes migratorios, los productos autóctonos son básicos para su
crecimiento. Pero para que se de ese gran paso, es fundamental tomar
conciencia de que el cuidado de esos ingredientes y la integración
de productores y cocineros en rutas turísticas que apoyen su
difusión, como se hizo con el vino argentino, resultan
imprescindibles para seguir desarrollándola.
“A su vez, tanto aquellos chefs
que abrieron camino, como los que siguen sus pasos y los que se
encargan de formar nuevos profesionales, reconocen la gastronomía
como parte de la cultura y como base de una gran industria que para
crecer necesita inversiones coherentes, mucho estudio, apoyo
gubernamental y poca improvisación.”
Parece
querer decirnos que una idea de desarrollo cultural no fructifica, en
nuestros días, si no está relacionada con un negocio rentable.
Juzgo que es altamente probable que tenga razón y que esa
asociación, tal vez debió haber sido pensada siempre. La autora
apuesta a esa unión entre un negocio venturoso y sustentable y un
desarrollo cultural original y a que esta unión sea alentada y
protegida por el gobierno... Para empezar, no está mal; aunque el
costo sea la falta de orientación para los lectores cuando están
frente a la elección de un restaurante en donde ir a comer.
Dos
años después, y evocando sus primeros artículos sobre el tema,
sostiene que el panorama gastronómico local está en plena
efervescencia. Celebra la creación de la Asociación de Cocineros y
Empresarios Ligados a la Gastronomía Argentina (ACELGA) que preside
Emilio Garip (dueño del restaurante Oviedo de Buenos Aires). Esta
entidad se propone “fortalecer la gastronomía argentina dándole
una identidad definida que revalorice su cultura.” (N° 80).
Pienso,
para terminar, si no fue este texto el que motivó la necesidad de
esta reseña... Está muy bueno dejar de pensar que en este país no
pasa acelga, como diría algún vate mistongo. Con Raquel Rosemberg
pienso que algo está cambiando en ese sentido, lo siento al
respirar.
Notas:
(1)
2005, Vidal Buzzi, Fernando, Restaurantes
de Buenos Aires (Guía 2005-2006),
Buenos Aires, Restaurantes de Buenos Aires.
(2)
En la edición de la guía correspondiente a los años 2011-2012, no
aparece como integrante del equipo.
como siempre, muy interesante tu artículo. En su momento, leí el libro de Rosemberg "Sabores que matan", sin parecerme extraordinario, me resultó muy placentero y agradable, de muy fácil lectura...
ResponderEliminarSí, Héctor, es un libro notable.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
ADENDA
ResponderEliminarReleo el texto cinco años después.
Tengo que agregar algún matiz a mi visión sobre la manera de llevar adelante la crítica gastronómica por parte de Raquel Rosemberg.
Me hago una pregunta desde hace algún tiempo. ¿Es posible hacer crítica gastronómica en la Argentina de un modo diferente a como ella lo hace, en este país en donde la estabilidad de los proyectos gastronómicos pende siempre de un hilo?
Si me lo permiten, propongo un "aguante" para la manera de hacer crítica de Raquel, un "aguante" para su amor por la ficción y un aguante para que los emprendedores hagan realidad sus leyendas urbanas.
En este marco, declaro a Raquel mi maestra.
Me la crucé en la última edición de Masticar y le dije simplemente "sos mi maestra"... como no me conoce personalmente, no habrá entendido nada.