sábado, 8 de noviembre de 2025

Notas y recetas de un viaje por el País del Chorizo Seco Chacarero (Parte II)

Ir a Parte I

2025-2 de abril / 3 de abril

Camino y camino de sensaciones amables. Rutas en buen estado, rutas regulares y caminos poco transitables jalonaron las siguientes etapas de nuestro viaje.

II Llegamos a El Nueve

Mate, picada criolla y empanadas

La mañana del 2 de abril estaba fresca, pero el sol ya abrigaba con cariño, desayunamos en Olavarría, en el amable comedor del Casa Josefina, sin demasiado apuro, queríamos transitar con calma los 200 kilómetros que nos separan de Nueve de Julio, nuestro próximo destino.

La imágenes pertenecen al autor, salvo indicación en contrario.
Esta foto tiene algunos años, Tía Chacha amasaba. 

Efectivamente, el viaje fue apacible.

Llegamos al Grand Hotel Libertad donde nos alojaríamos en 9 de Julio. Decidimos tomarnos un descanso y almorzar algo liviano en el mismo hotel.

Alrededor de las cinco llegamos a casa de tía Chocha. Allí estaba ella con mi prima María Teresa, su hija. Nos sentamos a tomar mate y a charlar. Poco después de las seis llegó mi primo Julio Arizcurre, y su esposa Norma Rodríguez, y seguimos charlado y charlando hasta las once y media de la noche. La Chocha es muy conversadora, pero Julio no le va en saga. Ambos garantizan una velada amable, llena de historias locales conmovedoras.

La imagen pertenece a Norma Rodríguez.

¿Qué comimos? Mi prima Teresa hizo unas empanadas increíbles que fuimos a buscar a su casa. Con el paquete muy prolijo, venía un chorizo seco que estaba buenísimo. Julio había traído otro chorizo, queso criollo y pan para hacer una picada… y adicionalmente un postre. De modo que retomamos la ruta de las comilonas familiares y de empanadas y picadas criollas. Esa noche conocí los chorizos de la carnicería y fábrica de chacinados Faustino cuya fama había precedido a nuestro viaje. (4)


Alimentados con la comida y la charla nos fuimos a descansar, no sin antes decirle a mi tía que se preparara porque, al día siguiente, saldríamos rumbo a Quiroga a ver a sus primas Toledo que allí viven. El viaje lo había arreglado con Inés Toledo, otra de prima hermana de tía Chocha y, por ende, prima segunda mía. Inés vive en El Nueve a pocas cuadras de dónde estábamos.

Parque San Martín

Pasaríamos por casa de la Chocha a mediodía. De modo que decidimos aprovechar la fría y luminosa mañana para hacer una caminata por El Nueve (que así le decimos a la ciudad de 9 de Julio) y llegarnos hasta el Parque San Martín.

Bello, como siempre, el parque nos dio la oportunidad de dar un paseo para tomar unos mates al aire libre, aprovechando el sol de otoño.


Siempre me impresionó el portón de entrada (sobre la avenida Cosentino frente mismo a la esquina de la avenida San Martín) y, detrás, la bella vegetación cuidada y añosa. Recorrerlo demanda su tiempo ya que se extiende por algo más de quince manzanas.

La mayor parte de la superficie la ocupa un lago artificial que suele estar bien cuidado, salvo por la mala costumbre que tienen algunos visitantes que arrojan objetos plásticos por cualquier lado, incluso en el espejo de agua. En ese sentido, me hizo acordar a la Reserva Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires.

¿El lago es artificial o representa los restos de las lagunas históricas? Buena pregunta ¿no?


La ciudad de 9 de Julio fue fundada por el coronel Julio de Vedia en el paraje denominado Cla Lauquen (Tres Lagunas en mapudungun) en 1864. No sé si está documentado o es una leyenda que persiste, pero se supone que ese lago era una de famosas las tres lagunas originales. Lo que sí es artificial es la isla que contiene.

Lo cierto es que anduvimos por ese paisaje de leyenda en el que se confunden viejos relatos orales de capitanejos aborígenes con un jardín cuyo diseño afrancesado, evoca las ideas paisajísticas de Carlos Thays… todo un ambiente de cientificismo positivista.


Siempre me pareció el lugar más apacible de una ciudad que insiste en ser apacible a pesar del tránsito intenso. Recorrimos con cuidado los senderos porque aún quedaban charcos de las intensas lluvias ocurridas en el fin de semana anterior.

Encontramos un sitio adecuado y nos sentamos a tomar mate hasta que se hizo la hora de marchar.

III Llegar, ¿a dónde?

Pronto estuvimos listos para salir hacia Quiroga.

¿Cuáles son las razones que nos lleva a dirigirnos a ciertos sitios? Voy a descartar los paquetes comprados con recorridos preestablecidos por alguien que piensa que si vamos a ciertos lugares seremos felices. Aunque muchas veces, la oferta acierta con los deseos del consumidor, éste no parte de ninguna razón específica para elegir tal o cual destino.

Me confieso un sentimental, de modo que mi manera de elegir los lugares a dónde quiero ir está estrechamente limitada a lo que esos demonios jocundos interiores me incitan a dirigirme. Esos sentimientos pueden posar la mirada en objetos nimios como en una canción que nos conmovido especialmente (así llegué a la bella Aluminé y a la entrañable Payogasta) o en historias familiares igualmente modestas que a veces, sólo a veces, incluyen experiencias personales de la infancia y la juventud.


Cuando legué por primera vez a Igea, en la Rioja Española, en 2007, conocí a una prima hermana de mi madre, Carmen. Nunca la había visto, apenas si tenía referencias de ella, pero sentí un profundo afecto por esa mujer que tuvo una vida paralela con mi madre, con vínculos a personas que ambas querían. Yo sentí eso y ella debió sentir algo parecido por mí. Es por eso que me colmó de tantas atenciones y recorrimos casa por casa hasta que pude conocer a todos los primos de mi madre que aún vivían allí.

En 9 de Julio, Provincia de Buenos Aires, me pasa algo parecido. Allí me encuentro con tía Chocha, hermana menor de mi padre. Veraneábamos invariablemente en la chacra de mis abuelos a 30 km de la ciudad, no veíamos con mis primos Luis, Carlos y Nancy que aún vivían en Dudignac, a dónde solíamos ir y, en las charlas familiares, aparecían otros pueblos del Partido en que vivieron, y vivía aún, familiares y amigos de la familia.


Es por eso que El Doce (que así le decimos a la estación 12 de Octubre), Dudignac, Naón, La Niña, Quiroga, French, Santos Unzué, Smith (ya en el Partido de Carlos Casares) y la propia ciudad de 9 de Julio sonaron siempre como lugares familiares, como lugares donde se desarrollaban historia familiares que algo importante tenían que ver conmigo.

Tía Chocha vive en la ciudad de 9 de Julio, pero cada vez que vamos, volvemos a algunos de esos sitios. Fue así que, hace ya algunos años, volvimos a Dudignac y recorrimos sus calles cargadas de conmovedora historias personales, también, en otra  oportunidad, llegamos a la chacra de mis abuelos en El Doce y, en otra, dimos una vuelta por la plaza central de French.

No fuimos a Smith, pero Miguel Sáez de Guinoa, nuestro primo que allí vive, tuvo que hacer unas compras en 9 de Julio, en un momento en que estábamos allí, y se acercó a la casa de tía Chocha a tomar unos mates y a charlar. Un asunto de familia es que  no hay charla en donde no aparezca la Villa de Igea, en La Rioja Española.

Parados de izquierda a derecha: Carlos Aiscurri, Alejandro Aiscurri y Neli Toledo
Sentados de izquierda a derecha: Liliana Toledo, Mónica Toledo, un servidor, Luis Aiscurri, José Luis Aiscurri, Juan José Toledo y José Toledo 
En primar plano, siempre de izquierda a derecha: Gabriel Rodríguez, Inés Toledo y Mari Toledo.

De modo que cada vez que voy a 9 de Julio, me hago un tiempo para ver a los primos querido, como los Arizcurre y a las hijas de Santiago Toledo (el mayor de los hermanos argentinos varones de mi abuela Agustina).

Tenía pendiente cumplir con el deseo de ir a Estación Facundo Quiroga. ¿Qué había allí? ¿Quiénes vivían allí?

Quiroga fue el lugar de correrías juveniles de mi padre. Allí conoció a algunos de sus amigos que lo acompañaron toda la vida. De allí vienen las historias legendarias que mi viejo siempre contaba del vasco Elola, un rústico de los Pirineos que hablaba media lengua y se había afincado como chacarero en la zona. Me consta que su fama llegó a Roberts, Partido de Lincoln.

Allí, en Quiroga, vivía Julián Toledo, el mayor de los hermanos españoles varones de mi abuela Agustina, quien tuvo once hijos, muchos de los cuales conocí a lo largo de mi vida. Todos ellos eran primos míos y yo los reconocía como tales, todos ellos vivieron historias paralelas a las mías. Historias que no compartía directamente, pero que conocía en sus grandes hitos. Allí viven Liliana y Mónica Toledo, las hijas menores de don Julián (ambas algo más chicas que yo) y una hermana de ellas, a la que siempre conocí como Pocha. Una foto que tiene más de cincuenta años, muestra a Liliana y a Mónica sentadas junto a mí en una fiesta familiar en 12 de Octubre.

Con tía Chocha, Inés, Liliana, Pocha y Mónica Toledo y un servidor

El deseo de llegar a Quiroga era fuerte y venía demorado por lo menos por diez años. Fue por eso es que arreglé para ir con mi prima Inés. El tema crucial fue que una de las personas más apreciadas para mí, partió hace algunos meses, dejando un enorme dolor en mis primas, especialmente en Liliana. Fue por esta circunstancia que el deseo de llegar a Quiroga, se transformó en un imperativo impostergable…

IV Estación Facundo Quiroga

En torno de la mesa familiar

…llegué a Estación Facundo Quiroga con la ansiosa y conmovedora serenidad con que llega el peregrino a Santiago de Compostela después de haber caminado 800 km... Eran como las cinco de la tarde de ese jueves 3 de abril.

Fuimos por las rutas pavimentadas. Son casi 40 km más, pero supuse que el camino por La Niña tendría, con tanta lluvia, tramos intransitables.

En Quiroga, nos reunimos en la casa de Liliana Toledo en torno de una mesa que compartimos con sus hermanas Mónica y Pocha. Hubo alegría por el encuentro, hubo congoja por los que partieron, hubo afecto y celebración de mesa compartida.

Mi prima Liliana puso sobre la mesa unos alfajores de maicena que tenían gusto a infancia y una pasta frola que ella misma había hecho y armó dos rondas de mate, uno dulce y otro amargo.

Como en todos los rincones de La Argentina los encuentros, sean familiares o amicales, nos juntan en torno de una mesa.

Ya casi de noche emprendimos el regreso a Nueve de Julio. Volvíamos contentos de la tarde vivida llena de recuerdos que inflaron nuestros corazones y que, en algunos casos, lograron mitigar parcialmente la congoja.

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Notas y referencias:

(4) Lisandro Ciarlotti, chef propietario del restaurante Lo de Tata de la ciudad de Mar del Plata, había ponderado estos chacinados en las redes sociales.


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