Ernesto Espada trajo esta torta para la hora del café en una reunión de primos que tuvimos en casa. Se apiadó del clamor que
expresamos en nuestra reunión anterior, cuando nos sorprendió con un
bizcochuelo cubierto en chocolate. Obviamente, ese clamor no iba dirigido a sus
condiciones de cocinero / repostero, como explicaré a continuación. Lo cierto
es que mi primó tomó el guante y, luego de varios ensayos, se apareció en casa
con una bella y deliciosa “torta de quaker”.
No recuerdo con precisión la época, pero fue a
mediados de los años sesenta que las madres de la familia descubrieron las
bondades nutricionales de la avena. Ignoro si había indicaciones médicas; pero
la eficaz campaña de publicidad de la marca Quaker y el producto que ofrecía,
copos de avena pre cocidos, seguramente hicieron la suyo. Lo cierto es que los
niños comíamos avena Quaker hasta en la sopa… sí, literalmente la sopa.
En la familia, la reina de las preparaciones
con esta avena era la torta de quaker que todos recordábamos y que
reclamábamos, en nuestro encuentro anterior, con más deseo de presente que
nostalgia de pasado. Mi madre y todas mis tías la hacían, pero la mejor de
todas, la que adquirió dimensión mítica, era la que hacía la tía María Antonia,
la madre de Ernesto.
¿De dónde sacaron las mujeres de la familia la
receta? No lo sé, pero todos suponemos que seguramente estaba en el envase de
la avena que presidía la imagen regordeta y levemente risueña del viejo
cuáquero (en los envases más recientes, parece haber adelgazado un poco y
sonreír de manera más expresiva y sensual).
Mi tía dejó de hacerla hace ya unos cuantos
años y, su memoria prodigiosa, por cierto, dejó de retener los detalles de la
fórmula, más que nada por falta de práctica y de interés. Cuando salió la
charla, en aquella reunión, todos nos lamentamos de la pérdida de la receta.
Algunos dijimos que se podía buscar en la internet; pero mi hermano José Luis
replicó “Sí, pero ya no será la receta de la tía”. Todos nos sentimos
interpelados por esta afirmación que no hacía otra cosa que reconocer la
estatura mítica de aquella torta única que hacía María Antonia.
Ésta fue la gran incitación que recibió
Ernesto. Trajo su torta, estaba buenísima, pero no dejo de despertar debates,
sobre los aromas básicos y la textura de la mezcla de avena, manteca y
chocolate… En fin, un exitoso logro personal de Ernesto, pero esa no era la
torta de la tía.
Tal vez tengamos que pensar en que esta es la
nueva fórmula mítica conque recibiremos a nuestros nietos al regreso de la
escuela, del mismo modo que nuestras madres lo hacían con nosotros… ¡Ah, me
faltó decir algo, la torta de quaker no tenía un destino específico! Podía
servir como cuadraditos para el momento dulce de las fiestas familiares, para
el domingo por la tarde o para nuestra merienda. Con los años, justificado la
mencionada estatura mítica, se transformó en un plato para las grandes
ocasiones.
Es evidente que estamos frente a un postre de
sencilla factura, sin raíces específicas en la cocina internacional o criolla y
bien asociado a un producto comercial. Ignoro el nombre que le daba el
productor, si es que la receta estaba impresa en la caja. He visto en la Web
distintas denominaciones como “turrón de avena” o “turrón de quaker”, incluso, “torta
chilena”. Repito, en la familia la conocíamos como “torta de quaker”. Es
oportuno considerar el carácter rioplatense del uso de la expresión “torta”
para este tipo de preparaciones.
Torta de quaker de Ernesto Espada |
|
Fuente (fecha) |
Ernesto Espada (2024) (2) |
Ingredientes |
Manteca 200
gr. Azúcar 300 gr. Cacao 80 gr.
(8 cucharadas) Avena
arrollada 270 gr. (3 tazas) Leche 80 gr.
(½ taza) Galletitas de
agua (tipo criollitas) c/n Café amargo
para remojar c/n Licor
(opcional, ver comentarios de Ernesto (4), abajo) “Nesquik” (opcional,
ver ídem) |
Preparación |
1.-
Poner, en una cacerola con muy buen fondo, o con un difusor debajo, a fuego
bajo, la manteca y el azúcar. Usar cuchara de madera para
revolver. 2.-
Cuando esa preparación está derretida y homogénea, agregar la leche y mezclar, el cacao 3.-
Agregar, por último, la avena.
Siempre mezclando el contenido y con el fuego bajo. 4.-
Cuando la avena adquiere la consistencia deseada, apagar y empezar a armar. 5.-
Poner papel manteca en el fondo del molde. Agregar, sobre él, una capa de
mezcla del tamaño que vayan a ocupar las galletitas. 6.-
Armar una capa de galletitas, mojando cada una brevemente en el café. 7.-
Continuar con una capa de mezcla y una de galletitas hasta completar con la
última de mezcla. 8.-
Cuando tome temperatura ambiente, poner en la heladera. 9.-
Desmoldar dándola vuelta usando el papel manteca. |
Comentarios |
De
Ernesto: 1) En el paso 5, es necesario tener en
cuenta que esa capa inicial dispuesta, sobre el papel mantecas, va a ser la
visible cuando se dé vuelta la torta en el momento del desmolde. De modo que,
este paso debe ser ejecutado con sumo cuidado y prolijidad, para que cuando
se haga visible quede muy parejo. 2) Es ideal que quede con tres o
cuatro niveles de galletitas. Tenerlo en cuenta para calcular la superficie a
armar con la cantidad de mezcla disponible en el paso 7. Estas cantidades dan
aproximadamente para una superficie de 8 galletitas (dispuesta 2 por lo largo
por 4 por lo ancho) y tres capas. 3) Cuando se coloca en la heladera, es
ideal que tenga unas cuantas horas de frío antes de comer (en lo posible de
un día para el siguiente). 4) Esta es la receta general que usa
Ernesto; pero, en la versión que trajo a casa, incluyó dos variantes, a saber:
UNO) hice una mezcla de cacao amargo y “nesquik” mitad y mitad y DOS) reemplacé
⅓ de la leche por licor. Es por ello que estos ingredientes están indicados
como opcionales Míos: 1) El paso 4 es crucial porque
determinará la textura de la torta. La avena arrollada está pre cocida. De
modo que el tiempo que se dedica a este paso depende del gusto del repostero
y de sus circunstanciales agasajados. En la torta que trajo Ernesto a casa, la
mezcla estaba homogénea y compacta. Mi hermano Alejandro la recordaba más
granulosa. Para lograrlo así, calculó Ernesto, es necesario cocinarla menos. 2) Alejandro también la recordaba con
una mayor presencia de manteca en el gusto final. |
Notas y bibliografía:
(1) Como puede
apreciarse, la torta que trajo Ernesto a casa era un poco más grande que 8
galletitas por piso. Por otra parte, usó un molde.
(2) 2024, de Ernesto
Espada a Mario Aiscurri, correo-e del 1° de agosto.