sábado, 7 de octubre de 2023

Salta, de nuevo estoy de vuelta, después larga ausencia... bueno, no fue tan larga, pero parece (Parte I)

“Cuando el duende verde se mete
Por la boca de la guitarra
Y la copla se hace acullico
¡Cómo me acuerdo de Salta!
(Chango Nieto)

22-jun a 27-jun//2023

Siempre es un placer volver a Salta… y más después de la pandemia que nos apartó de la costumbre de ir casi todos los años y que sostuvimos desde 2014. Este fue un viaje especial, quien lea estas notas, advertirá la casi absoluta centralidad de la comida en esta oportunidad… es que fuimos con unas ganas enormes de comernos Salta.

Tengo tantas cosas para decirle, don Gustavo
Las imágenes pertenecen al autor

La ciudad, como todo el mundo sabe, es muy bella, y la Provincia también. Hay muchos sitios a donde ir, iglesias y museos para visitar, peñas donde escuchar buena música local y, por supuesto, una oferta de experiencias gastronómicas y culinarias que no se pueden desaprovechar. Elegimos este último elemento para nuestro viaje, aunque sin descuidar otros recorridos.

22 de mayo / La Nueva Criollita: Llegamos a la ciudad a media tarde y lo primero que hicimos fue recorrer las calles del centro. Necesitábamos contar con la evidencia física de que efectivamente estábamos allí. Recorrimos la Plaza 9 de Julio, desafortunadamente, cerrada con un vallado, por obras de reparación. Ello no nos impidió recorrer las calles circundantes y entrar en la Catedral que nunca habíamos visitado (no me gusta entra en las iglesias mientras se celebran oficios religiosos y esta fue la primera oportunidad que tuvimos en los últimos nueve años).


La ciudad sigue bella a pesar de las constantes y tensas amenazas de los “desarrolladores” posmodernistas. Ya he hablado de ello en otras notas que tomé y publiqué. (1) Era lunes y los museos estaban cerrados. Una lástima porque ya no tendríamos tiempo en la semana para hacerles una visita. De modo que hicimos algo de tiempo, tomando una cervecita en Casa Moderna, la tradicional, y más que centenaria, “tienda de ultramarinos” de la ciudad.

Nos dirigimos, bastante temprano, por cierto, al lugar elegido para cenar, La Nueva Criollita. ¿Por qué La Nueva Criollita? La Criollita cerró durante la pandemia. Otros dueños volvieron a abrir este establecimiento que es un sucesor casi literal de aquél, y no sólo en el nombre. Si tengo que describirlo, diría que es un bodegón salteño para salteños, trazando una analogía con los restaurantes porteños que llamamos de ese modo. Cuenta con una buena oferta de gastronomía local. Cada vez que voy a Salta, me doy una vuelta por ahí porque las empanadas siempre fueron muy buenas.


La Nueva Criollita, como dije arriba, sólo cambió de propietarios, no de oferta gastronómica, ni, me atrevo a decir, de calidad (hecho que pudimos comprobar después de comer). Siempre pensé lo que también dije, que es un restaurante salteño para salteños. Dos anécdotas pueden pintar mi aserto.

En una oportunidad había un grupo de hombres jóvenes almorzando, en la pausa del medio día en el trabajo, en una mesa contigua a la que ocupábamos nosotros. Hablaban precisamente de trabajo con inconfundible acento local. Uno de ellos pidió un huaschalocro. En ese momento, no tenía tan claro de qué se trataba, pero intuía que era un guiso local. En otra, fuimos con unos amigos porteños y bonaerenses cuando ya casi cerraban. Uno de ellos le dijo a la moza que, mientras reactivaban la cocina, podría traernos algo para picar, por ejemplo, unos quesitos y algo de salamín. Frente a la cara de asombro y de incomprensión de la moza, otro dijo, che que no estamos en Buenos Aires, en este lugar, si queremos algo para picar, tenemos que pedir empanadas.


La primera vez que fuimos, hace unos siete u ocho años, lo hicimos bajo recomendación. La Criollita, nos dijeron, ofrece una de las mejores empanadas de la Ciudad, hecho que efectivamente pudimos comprobar entonces. Ahora íbamos a La Nueva Criollita con nueva recomendación, formulada por mi hermano y mi cuñada que estuvieron allí un par de semanas antes que nosotros.

Volveríamos entonces a ese restaurante salteño para salteños porque todo parecía seguir igual… y, sin embargo, algo había cambiado, estaba lleno de turistas, algunos extranjeros de habla inglesa. Sí, claro el establecimiento está a dos cuadras de la Plaza 9 de Julio, me dije. Luego advertí que, adicionalmente, la nueva entidad propietaria tenía un buen manejo de redes sociales.

¿Qué me depararía la comida? Por fortuna, ninguna sorpresa.


Pedimos empanadas y una cazuela de cabrito. Haydée pidió una humita y yo un tamal. Acompañamos con un torrontés. Yo pedí que fuera de Domingo Hermanos y me dijeron que no había. Elegí uno de la bodega Puna de Cachi Adentro. Las empanadas estaban buenísimas y la cazuela, también. El tamal y la humita en chala fallidos, no nos dejaron satisfechos. El vino estaba buenísimo.

Yo añoraba la jarrita de torrontés de damajuana de Palo Domingo. De pronto vi que alguien pedía vino de la casa, y pregunté por él. Sí, tenemos vino de damajuana tinto y blanco. Son de la bodega Domingo Hermanos de Cafayate. Pedí un cuarto, sólo para sacarme el gusto. La boca de inundó de un sabor familiar reconocible… ninguno de los mozos sabía que ese vino era torrontés. Los dos vinos eran muy distintos, pero ambos eran amables y apetecibles.

Gratísima experiencia en La Nueva Criollita.

23 de mayo / Restaurante boliviano de Santiago del Castillo y El Baqueano: Tal vez no haya experiencias gastronómicas más divergentes y convergentes a la vez.

El restaurante de Santiago del Castillo está en el oeste de la Ciudad de Salta (Marcelino Cornejo 141). Para ubicarlos mejor a quienes conocen la ciudad, está a dos cuadras de La Casona del Molino (Luis Burela 1), a cuatro del Mercado Artesanal de Salta (San Martín 2555) y otro tanto de la Feria del Oeste (También en la avenida San Martín a la altura del 2000).


Es un restaurante boliviano, su dueño se declara tarijeño y es cantor y guitarrero. Está alojado en una casa de barrio. Es un auténtico comedor salteño (así denominan a los restaurantes en el interior de la Provincia), muy bien puesto en un ambiente acogedor. Fuimos con nuestros amigos María Fernanda Sola y Alejandro Alonso. Yo llevaba la promesa de encontrar auténtica comida boliviana, picante pero sabrosa… Lo de sabrosa sí, lo de picante, hubo que pedir y agregarle.


Comí una empanada de carne y un picante de lengua acompañados con el consabido vino blanco de damajuana (el torrontés de Palo Domingo). La empanada estaba muy buena. El picante, como dije, sabroso pero sin picor. La lengua estaba acompañada por chuño, papa, arroz y ensalada. La encontré muy bien cocida; el chuño agregaba color, textura y sabor rebosantes de autenticidad; la ensalada era, sin embargo, escasa, quitando equilibrio nutricional a la composición. El vino, bueno, ese vino no te deja nunca de a pie con estos platos.


Quedé intrigado acerca de por qué el picante no era picante. El restaurante estaba lleno, no había casi turistas; pero tampoco había bolivianos. Estaba lleno de salteños y, el salteño medio, no parece comer demasiado picante, salvo algunas cuestiones vinculadas con ciertas modas (v. g., la llasgua con las empanadas, aunque no siempre es tan picante como promete). Recordé entonces que el mismo Balderrama comenzó como una picantería, rubro que abandonó al poco tiempo.


Volveríamos a vernos, con Fernanda y Alejandro, el 24 para subir a Payogasta.

De todos modos, la experiencia fue maravillosa.

La noche del mismo día subimos al cerro San Bernardo para disfrutar del menú de cocina autóctona contemporánea de El Baqueano. No es la primera vez que vamos a este restaurante, sí la primera vez que asistimos al local de la ciudad de Salta.

Lo que me atrajo del laburo de Fer Rivarola y Gabriela Lafuente es que han tenido siempre una vocación por rescatar la cocina argentina. El problema es que tienen, desde mi humilde punto de vista, una visión reduccionista de qué es la cocina argentina, rescatan productos y productores (empeño loable, por cierto), pero omiten las ideas gastronómicas. Es como si redujéramos la cocina a la producción primaria y nos olvidáramos de toda la historia de ideas gastronómicas en las que esos productos juegan desde siglos.

Esa visión reducida de la cocina autóctona tiene una fuerte compensación en la práctica gastronómica de quien le permite ejercer el atributo de contemporánea. La enorme creatividad de Rivarola para diseñar los platos y de Lafuente por combinarlos con los mejores vinos argentinos es encomiable.

Este equilibrio incompleto, pero equilibrio al fin, asegura que comer en El Baqueano sea una experiencia difícil de igualar. Adicionalmente, a pesar de no buscarlo, Rivarola se encuentra fatalmente con ideas gastronómicas de Nuestra América sobre las que trabaja; pero hasta ahora, las ideas gastronómicas argentinas estaban ausentes.

Llegamos hasta la cima del Cerro poco después de las 19 horas, ya de noche, como siempre ocurre a fines de mayo. El amable plantel de trabajadores gastronómicos que atiende el local no recibió con distinguida amabilidad y nos ubicó en una mesa desde la que se podía apreciar la ciudad en toda su extención, la Luna en cuarto creciente y, muy cerca de ella, el Lucero del atardecer.

En ese ambiente, nos dispusimos a comer lo que nos trajeran. Decidimos tomar menú por pasos sin la armonización con los vinos (si hubiera estado Gabriela, tal vez hubiéramos hecho otra cosa). Para encontrar un vino que armonizara con todo, ¿qué mejor que un buen torrontés? Elegimos uno de San Pedro de Yacochuya (2022) que funcionó muy bien en todos los casos. ¡Ah! También decidimos no tomar fotografías, necesitábamos contar con todos nuestros sentidos en el máximo estado de concentración.

Los platos se sucedieron, algunos eran puntos más altos, pero todos estaban muy bien. Sólo reseñaré los que más me atrajeron. Fuera de programa, empezamos con unas papitas andinas en distintas texturas. Me gusta ese aire terroso que tienen esas papas que aquí estaba muy bien explotado.

Me encantó la trucha curada y el cordero en dos cocciones, dos clásicos del establecimiento. También me gustó mucho la “declinación de arvejas”, una diversidad de texturas de increíbles sabores.

Con todo, lo que más me gustó fue el tamal. Un plato deconstruido, abigarrado y sabroso. No sólo me gustaron aromas, sabores y texturas; sino también su clara identidad argentina. Fer Rivarola no suele buscar esto, pero encontró lo que yo buscaba, su cocina contemporánea con platos argentinos

De todos modos, la experiencia fue maravillosa.

El lector avisado notará de inmediato la divergencia entre ambos estilos de cocina, popular, regional, casi hogareño, uno; sofisticado, creativo y altamente tecnológico, el otro; pero se preguntará por la convergencia a la que apunté arriba.

Voy a usar una palabra que algunos críticos gastronómicos suelen utilizar, ambos casos representan una cocina honesta. Es muy difícil establecer el significado exacto de la expresión; pero daré mi versión. Se trata de una cocina que procura dar cuenta de una identidad, la nuestra, sin artificios descomunales. Esa honestidad es cruda y ruda en el restaurante de Santiago del Castillo y racional y sublime, en El Baqueano.

24 de mayo en Payogasta: Llegamos a Payogasta al mediodía, sabiendo que Fernanda nos iba a agasajar, por la noche, con su delicioso guaschalocro. Teníamos hambre luego de la trepada y decidimos almorzar en un comedor local, El Cardón.


Este comedor… sí, sí, comedor es la denominación que reciben los restaurantes en el interior de la Provincia de Salta. Ignoro, si en toda la Provincia y si la denominación se extiende a otras provincias del Noroeste Argentino. Son restaurantes populares que ofrecen comidas sencillas, caseras, tradicionales. No se crea, por cierto, que se trata de bodegones de baja calidad. Algunos de ellos cuentan con salones muy bien puestos, sin lujos, pero muy bien puestos que ofrecen una cocina de alta calidad, tanto en los productos como en la ejecución de las recetas.

Recuerdo haber comido en la Hostería de La Poma en 2014. El local del comedor estaba muy bien ambientado, con paredes de colores engamadas sobre la base del color del maíz amarillo, y mesas vestidas con tejidos locales. Allí comí una carne de llama hecha al horno con papas al romero cuyos aromas y sabores conservo en el recuerdo.

¡Cómo me gustan las sopas de sopa!

El Cardón mantiene ese estilo de salón pulcro y comida popular y sabrosa. Hay que agregar que el propietario es cocinero profesional con estudios académicos en Buenos Aires. Comí una sopa de verduras y carnes de aromas y sabores entrañables que me llevó a la cocina de mi madre y una marinera de ternera con ensalada que me llevó a la casa de tía Maruca en la infancia. (2) La marinera estaba oficiada de manera impecable; pero la ensalada contaba con el adicional de haber sido preparada con verduras del Alto Valle Calchaquí, deliciosas y frescas (cada vez que voy al Valle, y regreso a Buenos Aires, extraño esas verduras).

Habíamos recibido la amable invitación de Fernanda y Alejandro de alojarnos en una acogedora cabaña que tienen en su casa en Payogasta y así lo hicimos. Siesta, visita a las viñas y la bodega, visita a Cachi y atardecer con charla amical y confortable.


Fernanda necesitaba algunas verduras y Alejandro unos vinos para llevar a Cachi. Eso nos permitió hacer una visita a los viñedos de (es precisamente allí, donde tienen la huerta) y a la bodega Viñas de Payogasta. Pudimos comprobar el crecimiento que tuvieron los cultivos, en cantidad de hectáreas plantadas y en tecnología de riego por goteo. Lo propio pudimos contemplar en las instalaciones de la bodega a la que le falta una etapa de ampliación edilicia. A Haydée y a mí nos puso felices ese crecimiento.

Aún no era de noche y Fernanda comenzó con la misse au place para su guaschalocro en cuanto regresamos a la casa (todos contribuimos en la tarea).

¿En qué consiste este plato? Fernanda lo describe diciendo que no se trata de una receta elaborada y compleja, sino de un plato sencillo, casero, de todos los días… yo agrego que es un guiso de verano.


No me voy a detener en el plato cuya receta ya publiqué, salvo para señalar algunos detalles. (3) La receta original de mi amiga lleva choclo de maíz capia y zapallo plomo como ingredientes distintivos. Pero, en mayo ya no hay de esos choclos y hubo de hacer el guiso con choclo amarillo común.

Fernanda improvisó un fogón junto a la casa y cocinó con leñita seca. Pero para comer fuimos a la cocina, lo hicimos en torno de la mesa de los amigos. Es que en mayo suele refrescar pronto por la noche. Acompañamos el guaschalocro con vinos de la bodega de Alejandro, Viñas de Payogasta (la primera bodega de la Ruta del Vino en el Valle Calchaquí, ni bien se toma la Ruta Nacional 40 allí mismo en donde la Ruta Provincial 33 termina). En especial, probamos un torrontés delicioso, un malbec prometedor y algún corte de tintas.

La comida, el vino, la buena charla y el afecto coronaron una velada única.

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Notas y referencias:

(1) 2016, Aiscurri, Mario, “Caminando por la calle Caseros de la ciudad de Salta”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 17 de julio de 2023 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2016/02/caminando-por-la-calle-caseros-de-la.html

(2) 2012, Aiscurri, Mario, “El eco de la Pampa Gringa (doña Maruca Pugliese)” y “Marineras” en El Recopilador de sabores entrañables, leídos en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2012/01/el-eco-de-la-pampa-gringa-dona-maruca.html y https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2012/01/marineras.html el 18 de julio de 2023.

(3) 2023, Aiscurri, Mario, “Guaschalocro, cantar y cantar”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 7 de octubre de 2023 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2023/08/guaschalocro-cantar-y-cantar.html.

 


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