sábado, 17 de julio de 2021

Lo que es necesario llevar en un viaje de Rosario a Córdoba, (1863)

José Luis Busaniche fue un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos Aires, en 1959. Sus obras más importantes están relacionadas con los bloqueos franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe en esas circunstancias, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción del federalismo argentino. En 1938 publica un libro de lecturas históricas argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas del Pasado. (1) Este libro ha servido de inspiración para la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos de la colección, reproduciendo las prolijas referencias de Busaniche.

Pablo Mantegazza (Monza, 1831 – Florencia, 1910). Escritor, médico, higienista y antropólogo italiano. Realizó varios viajes por La Argentina entre 1858 y 1863, firmando un tratado de colonización con el gobierno de la provincia de Salta. En 1867, publicó el libro Rio de la Plata e Tenerife. En 1916, la Universidad Nacional de Tucumán editó algunos capítulos de esa obra, traducidos por Juan Heller, en un volumen cuyo título fue Viajes por el Río de la Plata y el interior de la Confederación Argentina.

El autor describe las postas y la diligencia en el recorrido entre ambas ciudades argentinas. Aconseja al futuro viajante acerca de qué es necesario llevar. Destaca algunos alimentos inhallables en la campaña y otros que es bueno tener encima como el mate que los postillones sabrán cebar muy bien. También recomienda llevar, entre otras cosas, una cama portátil. Estos alimentos y estos enseres serán necesarios en función de la pobre comida (puchero y asado) y escaso alojamiento (insuficiente cantidad de catres) que las postas ofrecen.

Qué es necesario llevar en un viaje de Rosario a Córdoba

“Si acaso os asusta la idea de atravesar a caballo el trecho de pampa que separa a Rosario de Córdoba, tomad un asiento en la mensajería /…/. Pero antes de encerraros en esa gran caponera que se mece sobre lo alto de cuatro altísimas ruedas, recordad que os conviene llevar también un lecho, porque la hospitalidad de las casas de posta no ofrece, a los numerosos viajeros, más que dos o tres catres, o sea una especie de marco que, sobre cuatro patas raquíticas y desiguales, sostiene el colchón a medio metro sobre el suelo. Sin embargo, esos pobres catres, tal como son, serán disputados por vuestros compañeros de viaje que, más ágiles que vos, saltarán apresuradamente de la carroza para conquistarlos, dejándoos en libertad para que tendáis vuestro lecho a los pies del suyo o bajo el pórtico de la casa de posta. Habéis entonces comprado un lecho y puesto en un canasto vino, café y azúcar; agregad también un poco de pan, porque podría suceder que este alimento de primera necesidad para vosotros, pero de lujo para el gaucho, os faltese cuando cansado y hambriento lleguéis por la tarde al malhadado hospicio que se llama casa de posta. Si no vais muy cómodos, os consuele la rapidez con que los seis caballos montados por otros tantos gauchos harán volar la diligencia por sobre las tiernas hierbas de la pampa. /…/.

”/…/.

”El acontecimiento más importante de la jornada es el arribo a la última posta, en que las dos urgentísimas necesidades del alimento y del sueño, vuelven sabrosa la pobre cena y la pobrísima cueva que os esperan. Puchero y asado, y éstos a veces de carne seca, y algunos años también son de cabra viejísima, como los que comí en una posta de Santiago, donde encontré aquella carne tan dura que debí tragarla en muchos bocaditos, a manera de píldoras, sin sentir su sabor y confiándome a la buena voluntad del ventrículo para que se dignase a digerirla a falta de otra menos dura.

”Si los insectos americanos han respetado vuestro sueño, muy de mañana y a menudo también muy de noche, os despertará el capataz o rey de los postillones, invitándoos a proseguir el camino, tocando en una trompeta acribillada de golpes y cribada de grietas, y con un estentóreo: ¡Arriba, arriba, señores! Sabéis por la experiencia de ayer lo que hoy os espera y lo que os sucederá mañana, pero si entre los libros de vuestro baúl habéis dado cortés hospitalidad al mío, quiero agradeceros con algunos consejos prácticos que os daré de buena gana como fruto de mi experiencia, habiendo atravesado América cuatro veces, del oeste al este, y del este al oeste.

”Llevad una hamaca y agregad dos gruesos clavos con dos argollas. De este modo vuestro lecho aéreo os defenderá de los insectos terrestres. En cuanto a los aéreos y especialmente las terribles vinchucas, que chupan tanta sangre y que adquieren el tamaño de una avellana, huid de las casas, buscad albergue bajo las plantas y recomendaos por el resto a la Providencia.

”Cargad también buena provisión de bizcocho americano, de vino y otros alimentos, escogiendo especialmente el mate, porque el postillón que elegiréis para vuestro servicio lo preparará excelentemente y podréis ser cortés con vuestros compañeros de desventuras invitándoles a sorber con vuestra cañita la infusión paraguaya.” (2)

Notas y Bibliografía: 

(1) 1959, Busaniche, José Luis, Estampas del pasado, lecturas de historia argentina, Tomo II, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

(2) Busaniche, José Luis, Op. Cit., Tomo II pp. 288-291.


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