sábado, 3 de febrero de 2018

Día del Santo, fiestas criollas (1887)

Los textos que se exponen a continuación fueron tomados del libro Vida y Costumbres en El Plata de Emilio Daireaux que publicó Felix Lajouane (1) en 1888 (2). El ejemplar que consulté pertenece a la primera edición en castellano (hubo una anterior en idioma francés). La obra se compone de dos tomos. El primero lleva el título “La sociedad argentina” y el segundo, “Industrias y productos”. El Prefacio contiene sendas cartas de Bartolomé Mitre y Julio Argentino Roca con opiniones y comentarios sobre la edición francesa.
Emilio Honorio Daireaux nació en Río de Janerio en 1846 y falleció en París en 1916. Se recibió de abogado en la capital francesa y revalidó su título en Buenos Aires, donde ejerció la profesión durante más de 10 años. El autor afirma que el libro fue escrito para los países extranjeros con la finalidad de dar a conocer La República Argentina en ellos. Por su parte, la dedicatoria reza: “A mis hijos. Para darles a conocer y hacerles amar el país de su madre, donde nacieron”. El autor se radicó en Francia con su familia a fines del siglo XIX, aunque conservó propiedades en la Provincia de Buenos Aires cerca de la ciudad que lleva su nombre. Algunos de sus hijos se afincaron en La Argentina, administrando esos bienes.
Los fragmentos que se transcriben a continuación pertenecen al primer tomo. Describen, no sin cierto asombro y falta de comprensión, la costumbre española que pervive en las viejas familias criollas de nombrar a los niños con el santo del día de su nacimiento. En realidad, se recurría a este proceder porque el bautismo, y por ende el registro del nacimiento, era celebrado, generalmente en el mismo día. En estos párrafos es notable la enumeración de preparaciones dulces que acompañan las fiestas del cumpleaños. El texto concluye con una reiterada actitud en el autor, y en otros extranjeros que escriben sobre la Argentina del siglo XIX, una prepotente invitación a romper con las costumbres criollas, de cuño español, en pos de “vivir a la europea”.
Día del Santo
“No por esto dejan de conocerse las fiestas íntimas (se refiere al desapego de los criollos por las celebraciones de Navidad y Año Nuevo); las únicas que se celebran son los cumpleaños; no se festeja al santo cuya advocación se pone á los hijos de cristianos el día del bautismo.
”En otro tiempo era constante uso el poner á cada niño el nombre del santo ó de la fiesta que en el día del nacimiento indicaba el calendario; de aquí esos sustantivos extraños que en español son nombres con visos de apodo, como: Concepción, Circunscisión, Epifania, Remedios ó Dolores, que ni aún tiene la ventaja de indicar el sexo de la persona que designan.
”Esta costumbre va desapareciendo; consérvase la de celebrar el natalicio ó cumpleaños bajo el nombre de día del santo aunque en él no se recuerde á ningún santo ni la persona á quien se festeja tenga probabilidades de ser canonizada.
”Ese día preséntanse en la mesa los lujos desusados en los demás del año. Ordinariamente las familias criollas se preocupan poco del arte de tratarse bien; el día del santo es una excepción, sobre todo si se celebra el de una persona importante de la familia; ese día señala exhibiciones culinarias que, con poco gasto, excitan la admiración y la envidia de grandes y pequeños.
”La mesa es grande. En medio de las flores que en todas las estaciones abundan, aparecen el inevitable jamón y el pavo, compañero tan inseparable como vulgar de aquél. Añádese a estos platos de lujo los que diariamente aparecen en la mesa, el eterno puchero, el inevitable asado, indispensable, á lo que parece, á estómagos acostumbrados á su insípido sabor y a su nacional aspecto coriáceo. Los postres son la parte más importante del festín. Todas las amigas y las parientas contribuyen á formarlo con sus talentos en ese día; tia Pancha envía un dulce de leche, la prima Rosita una yema quemada, otras quimbos, cremas de canela, dulce de huevos, merengues ó tortas de almendras adornadas con cabellos de ángel, tan dulce al paladar como agradable á la vista; algunos vinos generosos alegran á todos los convidados, por más que no vengan de la bodega de la casa, lujo desconocido, sino que llegan vulgarmente comprados el mismo día en el almacén de la esquina. Por escepción en tal día los viejos y los hombres maduros en derredor de la mesa se olvidan de alegrarse ó quejarse del estado de gordura de sus ganados, de la lluvia ó de la sequía, de desechos ó de carneos, y pronto se dejan arrastrar por una canción infantil que á los jóvenes enseñaron y que éstos recuerdan, ó bien intentan valses de dos ó tres tiempos, sin gracia y pesadamente, como para probar que el vals no tiene más que un tiempo.
”Las casas son grandes, los patios espaciosos, el tiempo siempre bueno, así que estas fiestas tienen por teatro el aire libre, elemento de alegría y animación que al lado del hogar ó en las habitaciones cerradas no se encuentra; el encanto varía. Lo importante en estas fiestas es que los viejos reverdecen sus alegrías y la familia tiene ocasión de estrechar sus lazos, de saturarse en el contento general olvidando las diarias preocupaciones. Éste es en suma el objeto de estas fiestas íntimas ya se celebren en un día fijo por todo el pueblo (se refiere a la costumbre que los inmigrantes traen de su tierra de origen de celebrar la Navidad y el Año Nuevo), ya sean peculiares á un corto grupo; los que de ellas huyen ó las dejan pasar sin dedicarle siquier una hora, no saben cuánto pierden.
”Es necesario confesar que en este país en que las relaciones y las fiestas de familia son tradicionales, quizás las únicas distracciones, es de buen tono entre las familias que pretenden vivir á la europea romper con estos viejos usos. Si aún se respeta en ese elemento el día del santo, la comida de familia se transforma en banquete, redáctase en menú en francés de importación, ocultando los platos más vulgares su origen local y su sabor a terruño bajo nombres pomposos y salsas uniformes.” (3)
Notas y Bibliografía: 
(1) Prestigioso editor francés que publicaría, entre otras obra el libro Cocina Ecléctica de Juana Manuela Gorriti que vio la estampa en 1891.
(2) 1888, Daireaux, Emilio, Vida y Costumbres en el Plata, Buenos Aires, Feliz Lajouane.
(3) Ídem, pp. 254-256.


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