Willy Cersósimo
02/2017
Un especial
agradecimiento a Jesús Vulliez quien, muy gentil y desinteresadamente, colaboró
brindándome la información necesaria para confeccionar la nota sin la cual ésta
no hubiera sido posible.
Tannat
Es la cepa insignia de los vinos producidos en
Uruguay, los cuales día a día van ganando un lugar más destacado en la región y
en el mundo.
Las imágenes pertenecen a Willy Cersósimo y Mario Aiscurri
Días atrás, llevado por la pasión que comparto aquí
con ustedes, concurrí al “Salón del Vino 2017” que se realizó en Punta del Este,
Uruguay. Allí había vinos de todas partes del mundo de Hungría, Nueva Zelanda,
Sudáfrica, EEUU, Portugal, Italia, España, Francia, Chile, Argentina y por
supuesto de Uruguay.
Mientras probaba los vinos uruguayos de los
Departamentos de Paysandú y Salto no pude evitar el preguntarme por qué no se
producían vinos en la costa oeste del río Uruguay. De regreso a Buenos Aires,
empecé a buscar información para responder a mi interrogante y todos los
caminos me llevaban a Jesús.
Jesús cuyo apellido es Vulliez, es nieto y bisnieto de
viñateros y bodegueros, desciende de un inmigrante francés, llamado Michel
Vulliez-Sermet. Me comunique con él y compartiendo la misma pasión, el Vino, nos
entendimos inmediatamente y me brindó toda la información que necesitaba y mucho
más.
Jesús está al frente de la “Bodega Vulliez-Sermet”. En
el 2003, se plantaron tres hectáreas de viñedos y se comenzó con la
reconstrucción de la bodega, que es la más antigua de la provincia de Entre
Ríos y posee, por cierto, una historia muy particular.
Podemos decir que la historia vitivinícola entrerriana
se puede dividir entre un antes y un después de la Presidencia Agustín P. Justo,
hijo dilecto de la provincia, oriundo de Concepción del Uruguay. La importancia
que tuvo el Presidente Justo sobre la actividad consistió en que en el año 1937
mediante la Ley 12.355 prohibió la producción de vino en todo Entre Ríos con la
finalidad de favorecer a las provincias cuyanas.
¿Cómo se desarrollaba la actividad AJ?
El cultivo de la vid y la elaboración del vino
comienzan en Entre Ríos a partir de 1857 con la llegada de los primeros
inmigrantes franceses y suizos a la Colonia San José en el departamento Colón.
Fue una necesidad cultural de aquellos hombres y mujeres que traían sus oficios
y costumbres de su Europa natal. Para muchos de ellos, plantar sus primeros
sarmientos y luego hacer el vino era revivir una vieja tradición familiar de
origen y dar continuidad a sus vidas en estas nuevas tierras. Hacer el vino era
una actividad que se llevaba a cabo en la casa familiar en cuyos sótanos lo
elaboraban y guardaban.
Rápidamente la vitivinicultura fue extendiéndose. Para
cada familia hacer su propio vino era recordar los lejanos terruños. Cuando se
realizó el censo de 1895 había en Colón 189 familias con viñedos que sumaban
más de 800 hectáreas plantadas. Casi simultáneamente con el desarrollo que tuvo
la vitivinicultura en Colón, también tuvo sus comienzos en Concordia a partir
del año 1863 con la llegada del Tannat traído por un vasco-francés de apellido
Jáuregui. La visión emprendedora de unos cuantos hombres de acción de la comunidad
concordiense dio un fuerte impulso a la actividad. El cultivo se fue
extendiendo y a partir del 1880 comenzaron a elaborar vino las primeras bodegas
creadas con un carácter empresarial, diferente a las bodegas de tipo familiar
de la zona de Colón. Entre las variedades plantadas estaban: California,
Isabella, Malbec, Cabernet Sauvignon, Pinot Blanc y Semillón.
El importante impulso vitivinícola que tuvo lugar en
Concordia fue extendiéndose hacia el departamento vecino de Federación donde
también tuvo un importante desarrollo. Para el Censo de 1898, había en
Concordia 1.450 hectáreas de vid y 470 hectáreas en Federación. En otros
departamentos como los de Paraná, Uruguay y Victoria, la industria del vino
tuvo también un crecimiento importante, aunque menor que el alcanzado en Colón,
Concordia y Federación las que en conjunto representaban el 90 % de la
producción de la provincia, la que llego a producir hasta 4 millones de litros
por año, de los cuales una parte de la producción se comercializaba en la
provincia, abasteciéndose además a parte del mercado de Buenos Aires, Rosario y
Santa Fe.
Mediante el transporte marítimo se realizaba la
exportación del resto de la producción. La Aduana informaba, en el año 1913,
que, por los puertos de Concordia, Colón, La Paz, Paraná e Ibicuy, se habían
exportado 381.000 litros de vinos, que representaba aproximadamente el 10 % de
la producción, y se enviaba en su gran mayoría a países vecinos como Uruguay y
Brasil.
Por aquellos años, Entre Ríos era la cuarta provincia
productora de uvas y vinos, contaba con 4.850 hectáreas dedicadas al cultivo de
la vid, más de las que en la actualidad ostentan Salta, Neuquén o Río Negro. La
mayor parte de aquella floreciente industria entrerriana se concentraba en los
departamentos de Colon y Concordia en donde existían las bodegas más
grandes.
Michel Vulliez-Sermet un inmigrante francés, llegado a
estas tierras cuando Urquiza fundo la Colonia San José en 1857, con 102
familias procedentes del cantón de Valais, Alta Saboya y el Piamonte que se
dedicaron, en la localidad de Colón, al cultivo de la vid y a la elaboración de
vinos. Otros inmigrantes europeos también trasplantaron esta actividad que
trajeron consigo a las tierras ubicadas sobre la costa del río Uruguay.
No es casual que esto haya sido así en la tierra del
General Justo José de Urquiza, en cuyas propiedades, por otra parte, también se
cultivó la vid. A decir verdad, la vitivinicultura entrerriana está identificada
con el vencedor de Caseros. El cultivo de la vid fue una de las pasiones de
Urquiza y, en el Palacio San José, donde el general experimentó con todo tipo
de producciones, se servía un exquisito vino patero. El famoso “patio del
parral”, que constituye uno de los dos grandes ambientes de esa soberbia
residencia, denota esta tradición. Las vides que allí crecían se plantaron
entre 1863-1865 y fueron enviadas por el naturalista Eduardo Holmberg, una de
cuyas especies era la Chassela de Fontainebleau.
En efecto, así como lo imaginó Urquiza, Entre Ríos se
convirtió en potencia vitivinícola, de la mano de los colonos europeos que
volcaron aquí todo su expertis en la producción agrícola basada en cultivos
procedentes de sus países de origen. Como referencia a la buena calidad de los
vinos de esta primera época, existe una abundante documentación que da cuenta
del nivel alcanzado por algunas de las muchas bodegas que obtuvieron premios a
nivel nacional e internacional con sus vinos. Incluso los precios alcanzados
por los vinos de Entre Ríos eran superiores a la media del país, comparables a
los de las regiones de más prestigio vitícola. En el libro “La Vigne en
Argentine” escrito, en el año 1919, por el agrónomo francés Louis Ravaz,
profesor de vitivinicultura de la Universidad de Montpellier, quien recorrió
todas las regiones vitivinícolas del país y describe los vinos de la costa
entrerriana del rio Uruguay como “muy
buenos,… que después de un tiempo suficiente en toneles y en botellas se
vuelven excelentes, límpidos y brillantes.”.
Como desarrolló la actividad DJ
A partir de ese fatídico año 37 para la actividad, las
bodegas dejan de elaborar vino, únicamente se podía seguir elaborando para
consumo familiar volúmenes inferiores a 500 litros por año. Los cultivos de vid
se fueron abandonando y sólo quedaron unos cuantos y muy reducidos. Los
viticultores que continuaron producían pequeños volúmenes en una
infraestructura cada vez más obsoleta, producto del desaliento oficial que tenía
la actividad. Hasta que la actividad se extinguió por completo.
Recién a partir de 1993, durante la presidencia,
casualmente de un bodeguero, Carlos Saúl Menem, se sancionó la Ley 24.307 que
liberó tanto la posibilidad de plantar la vid como la de elaborar vinos en todo
el territorio nacional. En realidad, la iniciativa provino de otro entrerriano,
el senador Augusto Alasino. Años después comienza en Entre Ríos, en forma
incipiente, aquello que había quedado en el imaginario colectivo y la memoria
de muchas familias, la producción de vinos, la actividad dilecta de muchos de sus
antepasados.
La “Bodega Vulliez-Sermet”, fue la primera en
instalarse en esta nueva etapa, en el año 2003 se plantaron tres hectáreas de
viñedos con las variedades Chardonnay, Malbec, Merlot, Cabernet Sauvignon,
Syrah, Sangiovese y Tannat, además se comenzó con la reconstrucción de la
antigua bodega, en la casa que construyera el inmigrante suizo Joseph Favre en
el año 1874 en Colón. Fue una de las tantas bodegas que quedaron abandonadas
luego de la ley de prohibición.
La primera experiencia como productor de uvas y
elaborador de vinos para comercializar la realiza Jesús Vulliez, quien, como ya
dijéramos, sus abuelos y bisabuelos fueron también viñateros y bodegueros,
desciende del inmigrante francés, Michel Vulliez-Sermet, cuyo apellido la da el
nombre a la bodega. La Bodega Vulliez-Sermet elabora también vino con uvas
provenientes de otros viñedos de productores entrerrianos de la zona.
El renacer de vitivinicultura en Entre Ríos es hoy una
realidad. La Asociación de Vitivinicultores de Entre Ríos – AVER – reúne a más
de 60 productores que tienen hoy sus viñedos y comienzan a elaborar sus vinos.
El gobierno de la provincia, en apoyo de esta iniciativa, ha lanzado en el año
2011 un Plan de Desarrollo Vitivinícola 2011- 2020 con la finalidad de promover
la vitivinicultura en la provincia como una actividad productiva y económicamente
sustentable.
Leonardo Centurión, presidente de la Asociación de
Vitivinicultores Entrerrianos reconoció que “Hacer vino está en la memoria
de todos los descendientes de inmigrantes, casi todos nuestros antepasados
sabían cómo cultivar la vid y elaborar el vino. Incluso muchas plantas vinieron
en los barcos y en los baúles desde Europa, como objetos preciados de sus
vidas”, y retomaron esa huella, tan vieja como poco conocida, y la pensaron
como un buen elemento de integración con el cercano Uruguay.
Para desarrollar y garantizar una tipicidad que
represente a la región, se recurrió a un técnico uruguayo para asesorar a los
productores, en Argentina es difícil conseguir un profesional para esta tarea,
los especialistas egresan solamente de las universidades de Mendoza y del
Comahue, en Neuquén. Con la finalidad de paliar esta falencia, se está
desarrollando un proyecto tendiente a poner en funcionamiento, en la localidad
de Victoria, la carrera de Técnico en Enología y Mantenimiento de Frutales, con
el objetivo de formar profesionales entrerrianos.
En opinión de Vulliez, la vitivinicultura dio un salto
cualitativo en los últimos 25 años, pero hace 10 dio otro, esta vez geográfico,
incluyendo emprendimientos como el de Entre Ríos y otros sitios no
tradicionales que buscan su lugar en el mapa de los vinos nacionales. Entre
Ríos quiere mostrar sus vinos al país y al mundo. Vinos de buena intensidad, de
tintes violáceos, elevado aroma y taninos suaves y amables, donde la fase
olfativa es la que más difiere respecto de las variedades finas de Cuyo.
Algunos productores, con el apoyo del INTA, intentan modelar un vino
auténticamente local a partir de la cepa Marselan, un cruce entre Garnacha y Cabernet
Sauvignon, muy poco conocida en el país, no así en el Uruguay.
Además de la zona de Colón, la industria se extiende
por otros lugares de la provincia. En Victoria hay dos bodegas, “Corrales Vier”
y “Borderío”, y diez viñedos, que en total se extienden sobre una superficie de
unas 22 hectáreas. En los departamentos de Paraná, Diamante, Nogoyá, Gualeguaychú,
Concepción del Uruguay, Concordia, Federación y La Paz, existen 60 productores
y el desafío es llegar al año 2020 con 500 hectáreas de viñedos plantadas y una
producción de dos millones de botellas.
Jesús Vulliez, que además de economista y ex
presidente del Centro Vitivinícola de Entre Ríos, recuerda que el suizo Joseph
Favre, en 1874, plantó las vides y construyó una bodega, la cual adquirió a sus
tataranietos y en la planta alta albergó a su familia. Los vinos
elaborados en la Bodega Vulliez-Sermet se definen como vinos de terroir,
tanto por su elaboración como por la filosofía que respalda a la misma. Sin
realizar ninguna modificación en la composición del mosto, y sólo con el manejo
del viñedo y de la bodega, se respeta y garantiza la autenticidad y tipicidad
de la región.
Los vinos de la Bodega Vulliez-Sermet se caracterizan
por presentar una muy buena intensidad de color con tintes violáceos, elevada fuerza
aromática y taninos suaves y amables, lo cual permite, por su buena estructura,
consumirlos jóvenes sin afectar su aptitud para crianza. En los aromas se
denota la tipicidad definida por el terroir, pero sin alejarse de la definición
aromática de cada variedad. Por otro lado, apostando a obtener la mayor
complejidad posible dentro de lo que es una propuesta mono varietal, cada una
de las líneas es el resultado de diferentes elaboraciones de la misma variedad
pero vendimiada y elaborada en forma diferente. Una vez que se tienen dos, tres
o más vinos de la misma variedad se elabora el Blend varietal que mejor exprese
al terroir. El debut oficial de los vinos de la bodega, elaborados con
uvas de sus propios viñedos, fue con un Malbec y un rosado.
Estoy contento, porque pude resolver el interrogante
que me asaltó en la feria de vinos en Punta del Este y, sobre todo, porque pude
observar a grandes emprendedores, como Jesús Vulliez, que están dispuestos a
revivir esa vieja tradición familiar traída desde Europa y dándole continuidad
en estas nuevas tierras y por intentar recuperar los 66 años perdidos gracias a
Agustín P. Justo.
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