Los
textos que se exponen a continuación fueron tomados del libro de F. B. Head que
publicó Hyspamérica en cuidada edición en 1986(1). Sin embargo, a pesar del
cuidado señalado, y a diferencia de otros volúmenes de la Biblioteca Argentina
de Historia y Política de la mencionada editorial, éste carece de referencias
sobre la edición original que se tomó para la traducción Carlos A. Aldao. Los
comentarios sobre la vida y la obra de Head, los he tomado del texto de la
contra tapa que también carece de referencias.
Francis
Bond Head era un ingeniero militar que fue designado en 1825 como gerente para
la Argentina de la Río de La Plata Mining Company, una de las dos empresas que
se constituyeron para explotar las riquezas de Famatina. En 1826, cuando el
proyecto naufragó, regresó a Inglaterra. Ese mismo año, publicó sus impresiones
sobre la Argentina y Chile.
Pelar
una gallina
“Llegué a un rancho donde había gallinas, para
pasar la noche, y supliqué a la mujer que me cocinara una inmediatamente (el episodio ocurrió
en una posta en el medio de las Pampas).
”Así que hirvió el agua
en una olla grande, la mujer agarró la gallina y la mató, dándole con la mano
tres vueltas del pescuezo, para mi horror y asombro, e inmediatamente la metió
en la olla con plumas y todo: y aunque yo había resuelto pasar por todo en este
viaje, no podía conformarme con beber ese caldo o potage au naturel,
como el que creía me preparaban. Corrí hacia ella y, en malísimo español,
protesté en voz alta contra su cocina; sin embargo, me explicó tranquilamente
que había puesto allí la gallina para escaldarla y tan pronto como le solté el
brazo, la sacó. Todas las plumas salieron, pero se pegaron a sus dedos tan
fuertemente como antes a la gallina. Después de lavarse las manos, tomó el
cuchillo y muy diestramente cortó las alas, las dos piernas, la pechuga y el
lomo, que uno después de otro iba echando en una ollita con alguna grasa y
agua, y tiró lejos el resto de la gallina.”(2)
Ordeñar
una cabra
“Por la mañana, antes del alba, nos preparamos para partir (el episodio
ocurrió en la posta de Uspallata). Un pedazo de cabra fue nuestro almuerzo;
teníamos algún té y ansiaba un poco de leche, pero cuando la pedí al hombre,
contestó: “leche no hay”, con una mirada que parecía dudar de que existiera en
el universo. Las vacas, decía, estaban a cuatro leguas y no podía llegar en dos
horas. “¿Las cabras no tienen leche?” pregunté; se rió de la idea; sin embargo,
vi que tenían cabritos, y, por lo tanto, insistí en que mandase un muchacho en
busca de una cabra. Se cumplió la orden y en breve tiempo vino el muchacho con
una pobrecita enlazada. Completamente asustada brincaba y saltaba para
escaparse; sin embargo, con la ayuda de nuestros peones se la acostó en el
suelo. Una arriero se le arrodilló en la
cabeza, y uno de los nuestros le tuvo las patas, mientras el muchacho ordeñaba
de un lado, y luego, dándola vuelta a pesar de su resistencia, fue ordeñada del
otro. Después la dejaron ir y fue feliz en recuperar su libertad luego de
haberse asustado con la extraordinaria operación que acababa de sufrir.”(3)
Notas y Bibliografía:
(1)
1986, Head, F. B., Las pampas y los Andes, Buenos Aires, Hyspamérica.
(2)
Ídem, pag. 76.
(3)
Ídem, pp. 94-95.
Entrañables historias, y sin querer, capaz que le debemos a un inglés nuestros quesos de cabra.
ResponderEliminarGracias, Mario, por tus comentarios.
EliminarEs muy probable que su intervención haya dado el puntapié inicial para el queso de cabra; pero, además, el gringo se llevó una nueva idea de como matar una gallina y pelarla.
que buen aporte!!!!
ResponderEliminarGracias, Alejandro, por tu comentario.
EliminarSabés bien que tus palabras siempre me alientan para seguir trabajando.