14 a 18 de octubre de 2015
I ¿Por qué Catania?
Un aeropuerto internacional tiene todas las características de un
aeropuerto internacional. ¿A qué la tautología? Simplemente a sostener la
afirmación de que llegar al aeropuerto en Catania no nos dice nada de lo que
veremos más allá… Es que, a poco de andar, la ciudad cambia, y cómo…
Las imágenes pertenecen al autor
Accedemos
casi hasta llegar al Centro donde nos espera nuestro alojamiento por la Vía
Cristoforo Colombo. Se trata de uno de los principales accesos a la urbe que, a
su vez, que la separa del puerto. Nada indica que allí haya un hotel de las
características del que nosotros elegimos (bello, apacible y a pocos metros del
Centro). El barrio es una sucesión de prolijas fachadas de principios del siglo
XX (en Buenos Aires diríamos que las casas están construidas en un estilo
“italianizante”; pero, ¿cómo lo llamaríamos allí?). Se parece a La Boca. Los
frentes están un poco más cuidados que nuestro barrio, aunque el tono de
envejecimiento domina el conjunto. La actividad comercial es intensa, el
tránsito también… el hotel es sólo una puerta flanqueada por dos locales
comerciales que venden aberturas de aluminio.
Elegimos
Catania porque es el lugar mejor comunicado de la Sicilia jónica con el resto
de Italia. No teníamos demasiadas expectativas sobre la ciudad, era sólo una
base para estar y llegar luego hasta Siracusa y Modica, y hasta algún otro
destino que nos interesara. Elegimos un hotel cerca del Centro y nos encontrábamos
en el puerto… ¿Qué es todo esto?
Rosanna Contessa es la administradora
del hotel Terrazas de Alcalá. Nos espera y nos invita a ingresar. Pregunto si
esa es la única entrada. Es que, en nuestra elección, no habíamos advertido del
carácter B&B del establecimiento… pero esa no sería la única sorpresa.
Conocedora de lo que ofrece, Rosanna me dice que sí y me invita a entrar en un
tono dulce y firme que me desconcierta… Guau, de sólo mirar la escalera, uno se
convence de que ha llegado a un lugar maravilloso. Diseño, buen gusto, instalaciones
cuidadas con detalle. Nos quedamos, dije con más satisfacción y alegría que
resignación. Si la ciudad no nos gusta, me repetía, es sólo un punto de paso y
el hotel es un refugio excelente… No percibí en ese instante que ese sitio era
una muestra evidente de que Catania es, también, un lugar para quedarse.
Rosanna
me lleva hacia el estacionamiento donde dejaríamos el vehículo. Es difícil
manejar por esa ciudad donde el auto parece ser parte de la indumentaria de los
conductores. Sí, sí, pareciera que los cataneses no se suben al auto, se lo
ponen. Manejan atrevidamente, pero con un cuidado extremo como quien esquiva
personas caminando por la calle Florida. Mi anfitriona, con su tono habitual,
dulce y severo a la vez, afirma que quien sobrevive en Sicilia, puede
sobrevivir en cualquier parte del mundo. Me explica que el sector del puerto
que se encuentra frente a nosotros es el de los pescadores y que, ellos viven
en ese barrio en donde está el hotel. Efectivamente, apenas de transitar las
calles, se empieza a percibir el ritmo de un barrio de trabajadores. La Vía Cristoforo
Colombo, como confirmando el aserto de Rosanna, tiene muchas tiendas dedicadas
a los artículos de pesca.
Nos
instalamos cuando ya casi era de noche, decidimos comer algo. Nos dirigimos
hacia el Centro. A 200 metros cruzamos la calle Alcalá (la que le da nombre al
hotel). Allí hay una plaza de transferencia de transporte de pasajeros (pasan
muchas líneas de colectivos y está cerca de la estación ferroviaria). Unos
metros más allá están los arcos sobre los que transcurre el ferrocarril. Del
otro lado, hay una plaza seca y una importante avenida cuyo tránsito se dirige
hacia afuera y que desemboca en Cristoforo Colombo. El lugar parece sombrío,
como cualquier lugar desconocido al que llegás de noche… sin embargo, van
apareciendo las primeras luces que nos alientan a conocer la ciudad. En la
plaza seca, están levantando los puestos de un mercado. Por la manera en que
hacen la limpieza, se advierte que es un mercado de pescadores. Nos lo confirman
dos o tres restaurantes que me recuerdan a las viejas cantinas de La Boca y
algún puesto de comida callejera que todavía ofrece sus viandas alrededor de la
Plaza Pardo a pesar de ser casi de noche.
Sobre la avenida de la que
hablé se despliega un edificio de varios pisos, de unos 300 metros de largo. A
50 metros del mercado, hay una pasticeria que llama la atención tanto por su
nombre, Etoile D’Or, como por su ambientación. Dos grandes mostradores
presentan la oferta de alimentos, dulces a la izquierda, salados a la derecha.
La pretensión de afrancesamiento se expresa claramente en la repostería del
extremo izquierdo, pero como en un arco de gradaciones sumamente controladas,
van apareciendo los postres locales, continúan los salados sicilianos y termina
en una clara influencia aragonesa. Para confirmarlo me como una Panata
siciliana rellena de queso y anchoas.
La ciudad empezaba a
ganarnos, la confitería Etoile D’Or fue un hallazgo que disfrutamos con enorme
placer. Luego de comer, intenté una pequeña exploración por la vereda del
enorme edificio en que estábamos. Cien metros más, dimos con una arcada que a
la manera de una gran puerta, nos comunicaba con el Centro de la ciudad…
entreví un paraíso de luminosa racionalidad, digna celebración del Risorgimento;
pero estábamos cansados y decidimos dejarnos encantar por la magia de Catania
en la noche siguiente. Caminé hacia el hotel como un sonámbulo que anda por un
sueño inesperado.
II La
legendaria patria de Arquímedes
Historias que se cuentan y que, seguramente son verdaderas aunque
no hayan sucedido nunca. La improbable existencia de una bañera, una muerte
insensata, un terrible rayo asesino, una tumba que alguien inventó rodean la
vida de un científico griego notable… Es que fuimos a Siracusa buscando el
espíritu de Grecia, y vaya si lo encontramos. No sólo la memoria de ese griego
que vivió en una modernidad tardía, sino expresiones del más puro clasicismo: en
el teatro griego y en el centro de Ortygia, la ciudad del Risorgimento.
El teatro griego es un
monumento colosal, recostado sobre una colina que enfrenta el mar. Parece
escavado en la roca; pero hay algo que llama la atención: ¿cómo ha podido
conservarse tan bien? En uno de los laterales se ve una pequeña casa de estirpe
barroca que se yergue como una isla sobre una pronunciada elevación. Imagino
que se apoya sobre el nivel que tendría el terreno antes de la excavación
arqueológica. Si fuera así, el teatro habrá estado enterrado, en buena parte de
su extensión durante mucho tiempo, protegido así de los vientos y las lluvias.
Una de las cuidadoras del parque me lo confirma. La llaman la casa española, me
dice, esa construcción presidía una ladera que fue tierra de labranza durante
la dominación española.
Luego de recorrer el parque arqueológico, fuimos a Ortygia, el
centro histórico de la ciudad fundada por los griegos. Se trata de una pequeña
isla que se conecta con el territorio siciliano a través de un puente. La
ciudad fue fortificada en más de una oportunidad. La edificación dominante es
entre barroca y romántica. Parece haber sido diseñada por la racionalidad
positivista de mediados del siglo XIX, cuando Garibaldi logró la unificación
italiana en torno de la casa de Saboya (ese también es el estilo dominante en
Catania).
Siracusa nos entregó belleza: la presencia de la Magna Grecia, la
epifanía romana, la influencia aragonesa, la apacible y apasionada vibración
romántica. Siracusa es como la manifestación visible de la sicilianidad, si se
me permite el término.
III Catania de noche
Por si faltaba poca magia en este recorrido por Sicilia, de
regreso de Siracusa, llegamos al centro de Catania por la noche. Rosanna nos
recomendó el restaurante U Fucularu (la profusión de ues nos da la idea del
dialecto que se habla en la gran isla). Allí fuimos. De modo que tuvimos que
andar la Via Cristoforo Colombo hacia el centro, superar la plaza del mercado
de pescadores, pasar por delante de Etoile D’Or y llegar hasta la arcada que
nos habría paso al centro…
Cruzamos ese portal y nos quedamos como embobados en un sitio
maravilloso. La arquitectura italiana de fines del siglo XIX se despliega en
torno de una recta que se ve cortada por dos plazas secas (la de la Catedral y
la de la Universidad). La iluminación, diseño italiano, transforma el ambiente
en una caja de cristal que parece abrirse desde alguna poderosa magia. Sabemos
que esos edificios son reales, construidos con duros materiales; pero nos
parece que están hechos de las blanduras de los sueños. Eso, Catania, de noche,
es como estar viviendo dentro de un sueño.
Disfrutamos viviendo magia Italiana en esa ciudad... La misma que hemos
vivido en Venecia y Murano, la hemos encontrado en Siracusa, ¿qué más habrá de
esperarnos?
¡Bravo Mario! o mejor, bravissimo, porque escoges y describes la ciudad del norte Italia y del sur y sus habitantes como son en realidad. Aunque con un ojo un poco generoso.
ResponderEliminarCiao, Renzo
Gracias, Renzo, por tus comentarios.
EliminarEl ojo del viajero es siempre generoso.
Tendrías que leer lo que escribo sobre los argentinos... aunque te soprenderías porque sigo siendo un tanto generoso.
Fuera de bromas, es siempre un placer recibir tus comentarios.