sábado, 26 de marzo de 2016

Carros de aguatero (Buenos Aires, 1819)

José Luis Busaniche fue un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos Aires, en 1959. Sus obras más importantes están relacionadas con los bloqueos franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe en esas circunstancias, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción del federalismo argentino. En 1938 publica un libro de lecturas históricas argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas del Pasado(1). Este libro ha servido de inspiración para la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos de la colección, reproduciendo parte de las prolijas referencias de Busaniche.    
Emeric Essex Vidal fue un marino inglés que entre 1808 y 1837 prestó servicios en Brasil y el Río de la Plata. Estuvo varias veces en Buenos Aires. Pintó acuarelas con un gran número de escenas urbanas y rurales rioplatenses que poseen un gran valor documental. En 1820 publicó, en Londres y en una lujosa edición, una serie de acuarelas acompañadas de explicaciones de su propia pluma(2). 
Carros de aguatero
“La primera cosa, por lo tanto, que generalmente llama la atención de un extranjero al desembarcar, es el carro del aguador. Estos carros trabajan todo el día, excepto durante el calor del verano, cuando trabajan por la mañana y la tarde, y toda la ciudad se abastece de agua por intermedio de ellos; porque los pozos, a pesar de ser numerosos, no producen más que agua mala, sucia, impropia para la cocina; el número de estos carros es, en consecuencia, considerable.
”El casco es, comúnmente, una pipa o un tonel, sostenido sobre ruedas de ocho pies de altura, para permitir que los carros entren hondo en el agua, que debe recogerse tan limpia como sea posible. El balde contiene unos cuatro galones, y cuatro veces esta cantidad extraída del carro y depositada por el aguador en el patio de la casa donde se tiene una pipa para este propósito, cuestan medio real. El pedazo de cuero que cuelga de la parte trasera del carro, se coloca en el suelo para conservar limpio el balde, mientras éste se llena por medio de la manguera adherida a la parte posterior del tonel.
”La construcción de estos carros es curiosa, no usándose ningún hierro en ella. Están construídos de dura madera paraguaya; tres largas vigas y dos cruzadas componen el armazón, que estás sujeta mediante clavijas de madera. La viga del centro, como en todos los otros carros, es bastante larga como para servir de pértiga y a su extremo, atada con tientos, está una gruesa viga cruzada con una hendidura a cada lado, donde se atan los cuernos de los bueyes. En este país, esos animales tiran solamente de los cuernos y sería de lo más humano que éste fuera su único sufrimiento.
”La desventura de los bueyes de los carros aguadores, está más allá de toda descripción; cargados o no, el conductor se sienta en la pértiga, por la cual tiran y con la garrocha (picana) en una mano y un gran mazo (macana) de madera, en la otra, nunca cesa, en invierno cuando los caminos son malos y el lodo es hondo, de pinchar sus costados y golpear sus cuernos...
”Los carros aguadores están provistos de una campana para anunciar su llegada; y en este caso el conductor ha colocado su santo (un muñeco) en lo alto de uno de los palos.
”No es improbable que este modo inconveniente se suministrar a la ciudad una de las primeras necesidades para la vida y la salud continúe, hasta que algún inglés comprendedor demuestre la practicabilidad de un método menos caro e indefinidamente menos incómodo.”(3) 
Notas y Bibliografía: 
(1) 1959, Busaniche, José Luis, Estampas del pasado -II-, lecturas de historia argentina, Buenos Aires, Hyspamérica.
(2) 1820, Essex Vidal, Emeric, Ilustraciones pintorescas de Buenos Aires y Montevideo, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letra, Instituto de Investigaciones Históricas, s/d, traducción de Carlos Muzio Sáenz Peña.
(3) Busaniche, José Luis, Op. Cit., pp. 57-59


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