sábado, 6 de febrero de 2016

Cuesta del Obispo, Payogasta y un poco más allá

29 de abril de 2015
I Piedra del Molino
El avión surca el cielo del Valle de Lerma acercándose a la pista del aeropuerto de la ciudad de Salta. Cuando conserva aún cierta altura, veo un cerro nevado en el último cordón montañoso sobre el horizonte hacia el oeste. Desde mi ignorancia creo ver en él al Nevado de Cachi, la impresionante mole de piedra que habrá de acompañarnos en los próximos días.
 Las  imágenes pertenecen al autor
Estamos llegando a Salta con Haydée para participar de las actividades que organizó Sala de Payogasta para el fin de semana largo que se avecina. Asistiremos a la cosecha, secado y molido de uno de los mejores pimentones del mundo y a las experiencias de cocina que lo tendrán como protagonista central.
Alejandro Alonso y María Fernanda Sola han tenido la generosa amabilidad de invitarnos y allí estamos encontrándonos con ellos en el vestíbulo del aeropuerto internacional... y desde allí derecho a Payogasta. El pueblo está unos 10 km antes de llegar a la ciudad de Cachi si uno viene a él desde la capital provincial. El camino que ya hemos transitado en sentido contrario en octubre de 2014, promete aventuras... el cielo está nublado en el Valle de Lerma y parece haber niebla sobre la falda de los cerros que debemos atravesar... sobre la Cuesta del Obispo.
Hay poco más de 130 km entre el aeropuerto y Payogasta, pero ese recorrido, en condiciones climáticas normales, se practica en unas tres horas. Sin embargo, la charla afable y encantadora hace que el viaje nos resulte demasiado corto. Releo lo de charla encantadora... sí, sí, es una palabra exacta para describir ese viaje.
Primero, por el Valle de Lerma hasta la ciudad de El Carril, luego la yunga en la Quebrada de Escoipe, una parada en el restaurante de Margarita, la Cuesta del Obispo y, finalmente, la recta de Tin Tín.
Ya en nuestro viaje anterior nos había impresionado el paisaje de la yunga... esa selva húmeda, petisa, pero enmarañada que parece habitada por elfos y hadas... o por el espíritu de los antiguos. El camino sube, en las laderas, la selva y abajo el río.
Aparecen las historias, relatos e imágenes mentales se suceden sin orden aparente... Sobre aquellos cerros, señala Fernanda, hay restos muy bien conservados del Qhapaq Ñan (la red caminera que hicieron construir los Incas para conectar las Cuatro Provincias del Sol con el centro del poder imperial en el Cuzco).
Las indicaciones de Fernanda nos llevan a otro cerro, del otro lado están las condoreras. Allí se puede ir a ver los nidos de estas aves majestuosas, legendarias para mí (se agolpan las imágenes en mi mente... el poema de Olegario Víctor Andrade, el manual Kapelutz con su imagen, el nido en el Jardín Zoológico de Buenos Aires, la imagen estilizada que está desde que era niño en el logo institucional de Aerolíneas Argentinas). Lo que más me sorprendió es que no imaginaba que estas aves tuvieran sus nidos tan abajo... bueno, en realidad ya estábamos en plena cordillera; pero, en realidad las creía dueñas de los picos más altos.
El camino gira y contra gira y los lugares y sus nombres se suceden: Maray (evoca una herramienta fundamental en la metalurgia prehispana), una capilla y un cartel que reza San Fernando de Escopie y, sobre el final de la quebrada, cuando el camino está a punto de cambiar radicalmente en su fisonomía, el restaurante de Margarita donde muchos viajeros se detienen a comer. El edificio es muy viejo (tal vez tenga más de 120 años) y tuvo múltiples funciones a lo largo de los años (escuela y oficina de correo, entre otros).          
La tarde gris da para la aparición de relatos tétricos... ya sabemos que arriba nos espera una niebla cerrada. Alejandro cuenta la historia de San Fernando de Escoipe. En 1973, un alud arrasó este pequeño pueblo que se levantaba cerca del río. No quedó ningún edificio en pie, salvo la capilla que estaba en una loma elevada... Alguien vio venir la catástrofe e hizo repicar las campanas de la  pequeña iglesia. La hora desacostumbrada y la intensidad de los repiques dio una alerta temprana a los vecinos que pudieron refugiarse en zonas elevadas de modo que, aunque el pueblo se perdió, todas las vidas pudieron salvarse.
Poco después de nuestra parada, el camino gira a la derecha en forma pronunciada y se produce un cambio de escenario bastante brusco... una gran aridez reemplaza a la selva, el asfalto se interrumpe y una niebla cerrada nos traslada a un ambiente fantasmal. La camioneta está equipada con un sistema de luces para la ocasión y la sabia prudencia del conductor que lleva realizando ese recorrido una vez por semana, ida y vuelta, desde hace 20 años nos ponen a salvo de cualquier riesgo. Hemos ingresado en la famosa Cuesta del Obispo que habíamos recorrido con Haydée, sin bruma.
La charla sigue, el camino evoluciona dando vueltas increíbles y, de pronto aparece un cielo azul y un sol impecables. Son las últimas horas de luz de este día, pero nos alcanza para distinguir bien el panorama. Estamos en el mirador denominado Piedra del Molino. Desde allí, la clara luz de la razón nos da otra imagen de lo que habíamos visto y vivido en los últimos kilómetros de camino. Lo que era una bruma fantasmal, ahora es tan solo una nube recostada sobre sobre el faldeo. La vemos desde arriba, asemeja un mar poblado de islas (la parte visible de los cerros más elevados).
Es el sitio más alto en el camino entre el Valle Calchaquí y el Valle de Lerma (3457 msnm). Desde allí puede verse el serpenteo de la Cuesta del Obispo, ahora tapada por la nube y la ruta que sigue y se dirige a Cachi, a cielo limpio y abierto. Hay una piedra de molino que en un traslado desde la ciudad de Salta, decidió quedarse allí... la leyenda parece ser tan verdadera como la de la Virgen en Luján, pero carece de ribetes místicos y religiosos, o tal vez no... El conjunto se completa con una pequeña capilla que, a la manera de una apacheta, sirve de punto de referencia a los promesantes.
Hacia el norte se abre un campo apto para la observación de aves (cóndores incluidos). Hacia el sudoeste, la ruta se interna en el Parque Nacional Los Cardones, donde nos espera la impresionante recta de Tin Tin, junto al cerro del mismo nombre. Esa recta es un tramo del camino de 12 km  construida sobre un trazado impecable que no requirió ni ingenieros ni agrimensores para su diseño porque se erigió sobre un fragmento supérstite del  Qhapaq Ñan.
Atravesamos la recta ya casi de noche y unos minutos más estábamos llegando a Sala de Payogasta, donde Haydée y yo, nos alojamos en los día siguientes.
II Sala de Payogasta
El edificio fue construido a principios del siglo XX y perteneció a la Familia Ruíz de los Llanos que vive en el Valle Calchaquí desde mediados del siglo XVII. Es la sede del hotel que administran Alejandro, Fernanda, Julio Ruíz de los Llanos y su esposa Alicia.  
El edificio fue construido por Emilio Ghana, abuelo de Julio, en la tercera década del siglo XX. Su planta consiste en cuatro alas que rodean un patio enrome y cuadrado en cuyo centro hay un fogón. Las habitaciones se disponen en cada ala protegidas por un alero. Tengo la impresión de estar en una casa colonial del siglo XVIII. Desde mi ignorancia, le atribuyo ese carácter y la juzgo como una construcción típica del lugar, tanto por el dispositivo espacial como por las técnicas de construcción utilizadas (paredes de adobe y techo de cañas, es decir, cielo raso de cañas sobre cumbreras y tirantes de eucalipto y techo de adobe). 
Para ser utilizado como hotel, el edificio ha sido modernizado, casi sin que se vea la intervención, hace unos 20 años. El hotel tiene todas las comodidades que espero en el Valle Calchaquí: desde el patio se ve un sol pleno durante el día y un estrellerío notable a pesar de la luna llena, por la noche; el salón comedor que tiene una intervención mayor, en este caso justificada, con una impresionante vista sobre el Nevado de Cachi; un baño con instalación completa; calefacción opcional a gas o a leña y, fundamentalmente, la correcta ausencia de un aparato de televisión que nos permite conectarnos con el entorno y percibir perfectamente los sonidos de silencio... Es fascinante despertar por la mañana y ver la cumbrera añosa y las cañas de noventa años que parecen haber sido instaladas ayer e ir a desayunar con esa vista increíble.
Sin embargo, me desorienta un comentario de Julio. Cuando nos explicaba que la casa se inauguró en 1922, nos dice que no responde a la tipología del Valle... ¿Cuál será entonces esa tipología sobre la que se construyó esta casa herética?
Planteé la cuestión a mis amigos y en una serie de correo-e me dieron las siguientes opiniones.
Alejandro:
“Respecto a la arquitectura la "tipología vallista", no soy el más indicado para opinar. La hermana de Fernanda, Charo Sola ha trabajado en todo el rediseño como hotel de esta casa y ella lo hizo con mucho conocimiento (ha realizado un postgrado en Canarias sobre restauración de patrimonio arquitectónico) /.../. Para mí, y con 100 años, esta casa tiene los aportes culturales de quienes la hicieron y moraron en ella, la inmigración Sirio Libanesa ha sido muy fuerte en toda la zona y con los gallegos y lugareños deben haber dado una profunda impronta.”(1)
María Fernanda:  
“Respecto al estilo de la casona de Payogasta, creo, como en todo lo popular, que no hay un estilo puro de casa vallista, sino que se van incorporando aportes a lo largo de los siglos, que marcan tendencias, tipologías.”(2)
Finalmente me escribió la arquitecta María del Rosario Sola (Charo) quien puso estas palabras esclarecedoras:
“En esa zona, las influencias indígenas no sólo provienen de los aborígenes locales (entiendo que cacanos), sino que hay fuerte influencia incaica y no debemos olvidar que los Incas "extrañaron" pueblos de territorios que dominaban y que eran muy rebelde por lo que los llevaban a pie a otros territorios. Todos tienen la tradición del patio pero los indígenas construían dos o tres recintos separados y completaban el cierre del patio con pirca. Tanto los hispanos como el arribo tardío de inmigrantes árabes, como es el caso del constructor de la casa, remiten a la tradición de la casa rural mediterránea que el Imperio Romano unifica en ambos lados del mar Mediterráneo. No deja de ser importante para aprendizaje de otros arquitectos que encaren un reciclaje de arquitectura popular, entender el criterio de la arquitectura rural descontracturado y ocurrente para intervenir en estas obras sin cambiar el rumbo ni perder el encanto. Improvisar, mezclar, mucha micro-intervención, poca rigidez y la sala vuelve a la vida y se amplía bastante, pero sin traumas. El cromatismo (blanco-celeste-gris-borravino) y las piedras estaban presentes en la casa; pero se enfatizó un poco para darle más carácter, separando más el interior con los celestes-grises y el exterior con los tonos del vino.”(3)
El abogado (Julio es abogado, pero también un gran estudioso de la historia social de Payogasta), el ingeniero agrónomo, la antropóloga y la arquitecta permitieron que me hiciera una idea que, como historiador, debí intuir de entrada. No existe un estilo típico en el Valle que se haya definido de una vez y para siempre. La integración de experiencias diversas a lo largo del tiempo han generado esta casa que se encuentra en envidiable estado de conservación. Interpreto que la expresión de Julio aludía precisamente a la influencia sirio libanesa en esta construcción en particular.     
Notas y referencias:
(1) 2015, Alonso, Alejandro, correo-e del 15 de mayo.
(2) 2015, Sola, María Fernanda, correo-e del 15 de mayo.
(3) 2015, Sola, María del Rosario, correo-e del 15 de mayo.


2 comentarios:

  1. Que buen articulo de la arquitectura vernácula vallista. Gracias Mario !! Sin nos permitís, citando la fuente, lo podríamos subir a la Web..!

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    1. Gracias, querida amiga, por tus comentarios:
      Sería un honor para mí, que subas el texto a la página Web de Sala de Payogasta

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