12/2015
En 1870 un agrimensor se transforma en
el primer Ingeniero Civil egresado de la Universidad de Buenos Aires y celebró
su flamante titulo bebiendo champagne, obviamente francés, aquí no se producía.
Luis Augusto Huergo tenía entonces 33 jóvenes años.
Las imágenes pertencen a Willy Cersósimo
En ese mismo año se embarca en el puerto
de Génova rumbo a América, junto a miles de inmigrantes, José Canale, su único
capital era la fuerza de sus ilusiones y el motor, el ímpetu de sus 28 años.
Luis se dedico a la elaboración y
dirección de variados proyectos de obras públicas como el llamado Camino
Blanco a Ensenada, las Obras del Riachuelo, que en ese entonces era un arroyo
precario surcado por pequeñas embarcaciones, transformándolo en un puerto cuya
capacidad de anclaje fue creciendo hasta poder recibir barcos de gran tamaño
los que antes debían fondear a varios kilómetros de la costa. También presentó en
competencia su obra maestra: un proyecto integral para un puerto capitalino el
cual tuvo un controvertido contrapunto con el presentado por Eduardo Madero, el
cual se llevo adelante y ante su fracaso se implementó posteriormente el de
Huergo.
En un
principio emprendió la tarea de ilustrar a los profesionales por medio de
conferencias, artículos periodísticos y folletos, sobre las desventajas del
proyecto de Madero. Los años fueron demostrando lo acertado de sus opiniones, los
desarrollos posteriores de los puertos han sido construidos con los diques en
forma de peine y se ha adoptado este sistema para otros casos similares al del
puerto de Buenos Aires.
José se
radico en el barrio de San Telmo, tras pasar una temporada en Paraguay y en la
provincia de Corrientes, donde contrajo matrimonio con Blanca Vaccaro, también
genovesa. En la esquina de Defensa y Cochabamba instalaron una panadería
llamada “Panadería Agraria” la cual derivo en la afamada firma, después de su
temprana muerte a los 44 años, “Viuda de Canale e Hijos”. Con Blanca tuvieron
seis hijos, uno de ellos se llamó Humberto quien se recibió también de
Ingeniero Civil en el año 1902.
El 11 de
octubre de 1878 da comienzo la llamada “Conquista del Desierto”, finalizando en
1886, liderada por el que luego fuera dos veces presidente da la Republica, el
entonces General Julio Argentino Roca. Esta acción militar sería, sin proponérselo,
el elemento aglutinador que uniría a los personajes de estas dos familias que
transitaban por sendas independientes.
Con motivo de la Campaña al Desierto, se le
encomendaron al Ing. Huergo estudios sobre la navegación del Río Negro, lo que
le permitió conocer estas tierras. Años más tarde, volvió al sur con Humberto
Canale, alumno de alguna de sus clases y a quien firmó su diploma de grado.
Huergo ya era una persona mayor cuando volvió al valle a trabajar en obras
vinculadas al riego. Tenía cerca de setenta años y Humberto Canale rondaba los treinta.
Sin embargo, esta diferencia de edad no impidió que tuviesen un sueño en común y sean
representantes de un mismo tiempo histórico. Pese a la distancia y el tiempo que significaba montar un emprendimiento
a tantos kilómetros del puerto de Buenos Aires, ese puerto que tantos desvelos
le ocasionó a Huergo, llevaron adelante su sueño impulsado por espíritu de los
pioneros. Una
sintonía de ideas corría entre ambos: el ideario de aquella generación que gestó
una nueva sociedad, con una profunda fe en el progreso y en el ineludible
avance del capitalismo industrial: la generación del ’80.
Cuando
culminaron con su trabajo en las obras de riego en el Alto Valle, Huergo y
Canale lograron llevar agua a casi 16.000 hectáreas y, casi sin darse cuenta,
iniciaron un emprendimiento industrial sin antecedentes en el lugar. Contagiados
del entusiasmo de la elite progresista local, compraron cuatrocientas hectáreas
en las cercanías de General Roca. Se trataba de una extensión enorme que había
que desmontar y emparejar. El desierto resistía en la tozudez de alpatacos y
piquillines, y en la constancia de neneos y coirones. La batalla también se
libró contra el viento, que regresaba los médanos que el hombre deshacía y que
por momentos era tan impetuoso que impedía cualquier faena. Al desmonte y a la
construcción de caminos siguió la plantación: cien hectáreas de frutales,
doscientas de cultivos varios y las primeras cien hectáreas de viñas con cepas
traídas desde Francia por el propio Humberto Canale. Diez años más tarde, la
bodega ya elaboraba cinco mil bordelesas de vino fino de variedades Merlot,
Cabernet Sauvignon, Semillón, Pinot y Malbec, entre las principales.
La
vid fue el cultivo que dio vida a la primera agroindustria local: la bodega. En
este caso la “Bodega Huergo & Canale”, era el año 1909.
Retrocediendo
en el tiempo los primeros estudios vinculados a la región Norpatagónica corresponden
al Valle Inferior: Viedma, Patagones y el partido de Villarino. El gobierno de Martín
Rodríguez en el año 1822, fue el primero en fomentar el cultivo de vid en la
zona de la desembocadura del Río Negro. De hecho, hacia fines de siglo XIX,
Patagones contaba con dos bodegas. Por ese tiempo, en 1906 se había formado la “Compañía
Vitivinícola de Río Negro”, que fue el intento más serio de desarrollo de este cultivo
en esta geografía hasta ese momento. Debido a los resultados positivos de los
distintos emprendimientos, el ministro de Agricultura envió en 1910 al enólogo Francisco
Anzorena para que evaluara las condiciones vitícolas de la costa.
Lamentablemente, en 1913 los pronósticos favorables se opacaron cuando se
descubrió la presencia de filoxera al sur de Bahía Blanca lo que diezmo las
plantaciones. La noticia llegó cuando la construcción de la gran obra de riego
en el Alto Valle, el dique Cordero, estaba avanzada, razón por la cual los
interesados en la producción de vid pusieron sus ojos en las experiencias que
se hacían en el centro del territorio.
Por
otra parte en el Alto Valle las primeras experiencias con viñas de las que se
tiene registro datan del tiempo inmediatamente posterior a la Conquista al
Desierto y desde entonces, los estudios no hicieron más que confirmar las
excelentes condiciones naturales que tenía el lugar para hacer una ofrenda al
dios Baco. El Alto Valle, regado por los ríos Limay, Neuquén y el tributario de
ambos: el Negro, sería el motor del desarrollo de la Patagonia Norte. La
colonia agrícola General Roca, en el año 1884, era la más extensa e importante
y surgió a partir de la instalación de un fuerte de avanzada que se irguió a
pocos kilómetros del río en el año 1879. La historia cuenta que allí se asentó
un grupo de colonos alemanes, quienes plantaron las primeras vides del lugar.
Este relato compite por la verdad con otro que tiene a los padres salesianos
como responsables de haber traído junto con los evangelios los primeros árboles
frutales y sarmientos a los que verían crecer con alegría. También se ha dicho
que fueron generales y soldados de las tropas del General Julio Argentino Roca
quienes acercaron las primeras remesas de sarmientos desde las tierras cuyanas
de San Juan. Además se comenta que entre las filas de los operarios que cavaron
las primeras acequias había gente de Cuyo, quienes formaron la “Sociedad
Vinícola de Río Negro”, lamentablemente no pudieron trasladar sus conocimientos
sobre el cultivo que traían de sus lugares de origen. Lo cierto es que unos y
otros constataron que la viña crecía vigorosa y en poco tiempo ofrecía sus
frutos, cual ambrosía, a los austeros y sufridos colonos.
En
el “Archivo Histórico de Viedma” se conservan documentos que dan fe de la
existencia en el Alto Valle de 848 parras de tres y cuatro años en el año 1896.
En 1905, la cifra trepaba a 31 hectáreas, antes de que los cultivos de vid
comenzaran a desarrollarse con más vigor a partir de 1907, luego de constituida
la “Cooperativa de Irrigación Colonia General Roca”. En el año 1884 se puso en
funcionamiento el primitivo canal de riego, recordado como el canal de los “Milicos”,
en el año 1899 se inauguraron las vías ferroviarias, y la trilogía del
desarrollo se completó con la llegada de los colonos. En silenciosa caravana
fueron llegando hombres y mujeres, comerciantes, religiosos e inmigrantes, y
con ellos, los instrumentos de labranza, las plantas y sus conocimientos
ancestrales. Ante las bondades de la tierra y el desarrollo económico potencial
que se vislumbraba en la región, motivó a empresarios bodegueros y a cientos de
colonos a que plantaban sus vides sin mayores conocimientos sobre este tipo de
cultivos.
Los
establecimientos “Huergo & Canale” y “Los Viñedos de Patricio Piñeiro
Sorondo” fueron los únicos establecimientos del Alto Valle que plantaron las
primeras cepas que dieron origen a la actividad vinícola profesional en la
región. Ambos adquirieron plantas en Burdeos y acondicionaron sus
establecimientos para sacar los mejores vinos a esta tierra. Ambas bodegas
nacen con un horizonte claro: elaborar vinos de calidad, tal como los grandes
maestros señalaban que se debía hacer en regiones que poseyeran las
características climatológicas como las que ofrecía el Alto Valle. Estos
emprendimientos serán modelo de gestión privada, frente al más difundido que se
comenzó a expandir en la zona: el modelo cooperativista.
En
el año 1907, nacía en el Alto Valle la “Cooperativa de Irrigación”, bajo la
dirección de Patricio Piñeiro Sorondo, el otro gran emprendedor patagónico
conocido como el “Barón de Río Negro”, a la sazón fundador de Allen y uno de
los primeros bodegueros de la colonia. Secundado por un grupo de vecinos,
propietarios de tierras y dinámicos emprendedores de cuanta obra se requirió
para el progreso del lugar, pusieron manos a la obra. El objetivo que se
trazaron fue multiplicar las hectáreas regadas, tarea culminó en el año 1912. Pese
a los años de éxito, el establecimiento “Los Viñedos, de Piñeiro Sorondo”, dejó
de producir. La historia argentina del siglo XX fue también un encadenamiento de
sucesos dolorosos y de crisis de menor o mayor intensidad que golpearon
duramente al aparato productivo nacional. Algunas empresas pudieron atravesar
los temporales, pero otras no. Las que se mantuvieron en pie lo hicieron a
fuerza de austeridad, orden, conocimiento, buena administración y una dosis de
buena fortuna.
Desde
su fundación en el año 1909 hasta el año 1957 el ingeniero Humberto Canale fue
el protagonista de la actual “Bodega Humberto Canale”, primero como su
fundador, junto a Luis A. Huergo y luego durante muchos años como socio de su
hijo Eduardo y finalmente como su presidente cuando en 1930 adquirió su parte a
los Huergo.
La
década del treinta marcó tanto en el país como en el exterior un tiempo de
cambio, de crisis y de recesión para el sector, debido a la superproducción de
vid y a una puja con Cuyo, la gran zona viñatera de la Argentina, que no
parecía dispuesta a ceder terreno ante los nuevos viñateros del Sur. Durante
esta década se inició el cultivo intensivo de fruta bajo riego en el Alto
Valle. La superficie cultivada de viña creció entre los años 1924 y 1934 un 189
por ciento, cinco mil hectáreas, cifra que conformaba el veinte por ciento de
la superficie cultivada del Alto Valle. Al final de la década, la sociedad “Huergo
& Canale” después de veinte años se disolvió. A partir de allí la nueva
denominación fue, “Establecimiento Frutivinícola Ingeniero Humberto Canale,
Sociedad Comercial, Industrial y Financiera”. Ante la deficiencia del transporte
y la ausencia de frigoríficos tras la salida de los ingleses, el fundador de la
bodega desarrolló un proyecto para el aprovechamiento integral de la producción,
sumando aserradero, secadero y luego productos en conserva.
Por
otra parte el grupo Canale, en tanto, estaba en franca expansión, su hermano Amadeo
comandaba en Buenos Aires y Humberto lo hacía en el Sur, viajando asiduamente al
Alto Valle para visitar el establecimiento. Pese a la crisis, la producción de
vid trepó en la región a nueve mil hectáreas. Sin embargo, la gran mayoría era
uva criolla, de altos rindes y baja calidad enológica, base de la futura crisis
del sector. Sin lugar a dudas, un serio error estratégico en el que se
persistió durante décadas, pese a las recomendaciones de especialistas privados
y aún en contra de los consejos de los técnicos del INTA, quienes siempre
señalaron que el futuro de la vitivinicultura regional estaba atado a la
producción de vinos finos. Humberto Canale, seguro de su rumbo, continuó
invirtiendo en pos de la calidad y no de la cantidad. Durante este período, y
en consecuencia, se potenció la expansión de otros cultivos, como el tomate y
la fruta destinada a la industria. En 1939 había cincuenta industrias de
conservas, pero apenas un puñado de ellas era de excelencia, entre las que se
contaban los envasados del “Establecimiento Humberto Canale”.
Comenzando
la década del cuarenta, Canale distribuía sus vinos por casi todo el país a un
promedio de ochocientos mil litros anuales. Uno de los secretos del
afianzamiento de la empresa familiar se explica en que ambos emprendimientos, el
de Buenos Aires y el de Río Negro, se desarrollaron en paralelo, con
independencia, pero unidos en la comercialización de los productos, por ejemplo
los vinos los vendía y distribuía la firma “Viuda de Canale e hijos”, que tenía
sucursales en las principales ciudades del país.
El
Establecimiento, situado a pocos kilómetros de General Roca, a medida que
crecía en producción, aumentaba todos los años su personal. Los alrededores de
la bodega simulaban un pequeño poblado al que llegaban familias, muchas de
ellas conformada por inmigrantes, para trabajar entre vides y frutales, o en el
secadero de frutas que se desarrolló en paralelo a la bodega.
La
década del cuarenta llegó con cambios. El escenario internacional estuvo
marcado por la contienda mundial y sus trágicas consecuencias sociales, políticas
y económicas; la Argentina asiste al advenimiento del peronismo y la Patagonia
se desarrolla, Río Negro exportaba más de 43.000 toneladas de peras y manzanas.
Una seguidilla de malas temporadas alentó el desarrollo de la industrialización
de las frutas.
En
los veinte años siguientes, el Establecimiento se consolida, diversifica y
crece. Ejemplo de ello es la producción de frutícola; los vinos, el caldo de sidra,
las frutas desecadas y confitadas, y la industrialización de frutas y de
tomates.
En
1954, el Establecimiento Humberto Canale se convierte en Sociedad Anónima y un
sobrino de Humberto, Manuel Luis Canale, inicia el relevo generacional. Humberto
Canale muere el 24 de febrero de 1957, cerrando una etapa excepcional tanto
familiar como empresaria.
La
década del sesenta encuentra al Alto Valle con 23.400 hectáreas de frutales y
unas doce mil de vid. Se suceden las construcciones ligadas a la industria
frutícola y el equipamiento tecnológico, que modifica sustancialmente a las
principales actividades de la región. El boom de los frigoríficos, la traza de
la ruta 22, las mejoras en las comunicaciones y la noción de la región Comahue considerada
como un “polo de desarrollo”, constituyen hitos de este tiempo. Paralelamente
el “Establecimiento Humberto Canale” se moderniza y amplía en todas sus ramas
de actividad, por ejemplo será el primero en General Roca en eliminar los
cajones cosecheros de 19 kilos para reemplazarlos por envases de 400 kilos
llamados “bins”, generando un cambio trascendental en la logística de la
cosecha de frutas frescas.
Hacia
fines de los años sesenta, por otra parte, se produce una nueva crisis en el
sector vitivinícola que, al igual que en la del treinta, promueve la
extirpación de viñedos y el derramamiento de vino. En Río Negro había en el año
1962, 208 bodegas y la producción vinícola en el año 1963 alcanzó en la zona
los 108 millones de litros. En los setenta, la Argentina ocupaba el segundo
lugar en el mundo en cuanto a rendimiento promedio por hectáreas de vid, el tercero
en consumo per cápita y el cuarto en producción vitícola, atrás de España. En
esos tiempo no se exportaba vino, pero el mercado interno alcanzaba para consumir
todo lo producido a razón de 78 litros per cápita.
En
esos años se suma una nueva generación al Establecimiento: el recién recibido
ingeniero agrónomo Guillermo Amadeo Barzi, hijo de María Magdalena Canale y
sobrino de Manuel Luis. Cuando niños, Guillermo y su hermano, visitaban a su
tío abuelo Humberto, quien era un hombre mayor y vivía en los altos de la antigua
panadería familiar, ni remotamente imaginaban que algún día continuarían su
obra allá en el lejano Sur. Guillermo Barzi perdió a su padre cuando era un
adolescente y estudió Agronomía pensando en trabajar en la pampa húmeda, apenas
concluyó su carrera universitaria, su tío Manuel hábilmente lo invitó a pasar
un verano con él en el establecimiento de Río Negro. Guillermo acompañó a su tío
ese verano de 1964 y todos los veranos que le siguieron. Manuel se convirtió en
su maestro en términos empresarios y trabajaron intensamente durante nueve
años, hasta 1973, cuando Manuel muere inesperadamente y de un día para el otro Guillermo
queda al frente del Establecimiento. Por otra parte, Rodolfo Canale, cariñosamente
apodado como “Rody”, su primo mayor, estaba al frente de la fábrica Canale en
Buenos Aires, convirtiéndose por ese motivo en un referente necesario para el
momento. Guillermo Barzi tenía entonces, casualmente, los mismos años que su
tío abuelo Humberto cuando este fundó la bodega.
Hoy
la firma Humberto Canale produce 1.150.000 kilogramos de uvas finas por año. La
bodega combina la sabiduría artesanal del fundador con las técnicas más
modernas, lo que la habilita para elaborar vinos finos de alta calidad
internacional. Su producción anual supera en la actualidad la cifra de
1.500.000 botellas teniendo una capacidad de almacenaje de 3.200.000 litros de
vino, de los cuales más de la mitad se guardan en cubas, toneles y barricas de
roble francés y americano. Entre otras cepas se produce Merlot, Pinot Noir,
Semillón, Sauvignon Blanc y Malbec, todos ampliamente distribuidos en diversos mercados
de Europa, Asia, Sudamérica y Norteamérica, como por ejemplo en el Reino Unido,
Estados Unidos, China, Bélgica, Holanda, Suiza, Austria, Canadá, Islandia, Alemania,
República Checa, Dinamarca, Brasil, Ecuador, Perú, Puerto Rico, Bolivia,
Honduras, México, Venezuela, Colombia y Uruguay.
Entre
sus líneas podemos nombrar al “Marcus Gran Reserva”, Malbec, Merlot, Cabernet
Franc y Pinot Noir; el “Humberto Canale Estate”, Pinot Noir, Merlot, Malbec,
Cabernet-Merlot, Rose de Malbec, Viognier y Sauvignon Blanc; el “Íntimo”,
Cabernet-Sauvignon, Sauvignon-Semillón, Malbec y Cabernet-Merlot-Malbec; los
“Humberto Canale Varietales”, Semillón y Blanc de Noir Blush; el “Diego Murillo
Varietales”, Malbec, Merlot y Torrontés, además se desarrollo un espumante, el
“Humberto Canale Extra Brut”, elaborado con uvas Pinot Noir, Merlot, Sauvignon
Blanc y Semillón.
Al
cumplir los primeros cien años de vida de la Bodega desarrolló un blend con sus
mejores uvas Merlot, Cabernet Franc y Malbec, en homenaje a su fundador y
pionero de la Patagonia: el ingeniero Humberto Canale. El proyecto consistió en
hacer un vino de alta gama para conmemorar el centenario y comenzó a esbozarse
a mediados de año 2004. Se decidió incorporar en un blend la variedad ideal de
la región patagónica, el Merlot, junto a la variedad que es sinónimo de
Argentina en el mundo, el Malbec, agregando el Cabernet Franc a modo de
condimento sutil. Para ello se seleccionó tres parcelas, las cuales, desde la
poda y el desbrote, tuvieron meticulosos cuidados en la finca. El Merlot se
crió durante 18 meses en barricas de roble americano mientras que el Malbec y
Cabernet Franc lo hicieron en barricas de roble francés. El proyecto no podía
tener otro nombre que “Centenium”, el tope de gama de la bodega.
El
recordar a “Canale” me retrotrajo a las navidades de mi infancia cuando mi
abuelo compraba el Pan Dulce Canale, por eso este año voy a repetir esa antigua
costumbre familiar y para completar la mesa navideña, estarán en ella los
excelentes vinos de esta gran bodega patagónica y brindaremos con su
“champagne”, el que no pudo disfrutar en 1870, Augusto Huergo, al graduarse
como el primer Ingeniero Civil egresado de la Universidad de Buenos a sus 33
años y daba de alguna manera comienzo a esta gran historia.
Se
consultó principalmente la obra “Centenium” 1a ed. - Buenos Aires: Planeta,
2009, editada por el “Establecimiento Humberto Canale S.A.” con motivo de la
conmemoración de los 100 años de su fundación.
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