22 de octubre de 2014
“Eulogia tapia en la Poma
al aire da su ternura,
si pasa sobre la arena
y va pisando la luna
…
”El sauce de tu casa
está llorando
porque te roban Eulogia
carnavaleando.
”La cara se le enharina,
la sombra se le enarena,
cantando y desencantando
se le entreverán las
penas.”
...
(Castilla, Manuel J., “La Pomeña”)
Las imágenes pertenecen al autor
I La Poma y el pueblo histórico.
Llegar hasta La Poma es concluir este viaje con vocación de
simetría y equilibrio. De este modo, pudimos recorrer el Valle Calchaquí desde
su extremo sur, en Santa María de Yocavil, hasta el norte. ¿Sólo por eso fuimos
hasta allí? Sólo por eso y por muchos otros pequeños por esos... el recuerdo de
una vieja zamba que no era vieja cuando la escuché por primera vez... la imagen
de una mujer india, la indudablemente bella Eulogia Tapia... la ilusión de
encontrar un sauce que todavía está llorando... y repetir hasta el hartazgo la
felicidad que sólo se encuentra en el andar por andar...
Se llega a esta ciudad de poco más de 600 habitantes por la Ruta
Nacional 40. El km 4551, señala el acceso. Se recorre una legua más y la calle
principal (doble calzada y fuerte presencia de luminarias) nos deja en la
plaza. Esta pequeña urbe no nos llama la atención por el paisaje apacible de villa
barroca que tienen los poblados del Valle. Todo es nuevo y pensado en una
dimensión de crecimiento. La escuela que tiene más de 100 años es enorme
(seguramente ha tenido otro emplazamiento en sus primeros años de vida). La
iglesia es importante, comparte la plaza con un hospital, el edificio de la
municipalidad, el de su Secretaría de Turismo, la Hostería Colonial, también
propiedad del municipio, y el Banco Macro (la única institución financiera con
presencia en todas las localidades de la región).
Tenía alguna idea acerca del terremoto que en 1930 arrasó la
ciudad. Sabía también que a pocas cuadras de la plaza actual, ya en las
afueras, aún se conservan las ruinas de la ciudad histórica. Con Haydée
decidimos recorrer el sitio. Asombra la desolación del pueblo destruido y sin
embargo...
La plaza está bastante bien conservada, la pequeña iglesia
también. A poco de la plaza, se desliza una hondonada. Allí se ve un río. En la
otra orilla, como a un kilómetro, divisamos un monte y unas casas. Imaginé que
allí era donde vivía Eulogia Tapia. Me habían dado esa referencia en Cachi,
pero no tengo certeza de lo que vi.
Anduvimos las calles y nos llamó la atención que muchas puertas
estaban cerradas con candados... llegamos a la conclusión de que el pueblo no
estaba enteramente deshabitado. Nos lo confirmó un paisano que nos cruzamos por
ahí. Imaginamos la viejas casas usadas como depósitos y pañoles y habitadas por
serenos y cuidadores.
Pero, bien se sabe, las cosas no sólo son lo que ves en ellas. Un
viajero puede ver en La Poma un pueblo pequeño que vive el día a día con la
misma energía que el resto de los pueblos del Valle. Pero ¿cómo lo ve un
pomeño?
II Las razones de Pepe en la Hostería Colonial.
He visto con alguna frecuencia que, en el Valle, se utiliza la
palabra comedor como sinónimo de restaurante. En La Poma, la sinonimia
desaparece porque sólo hay comedores. Elegimos el de la hostería municipal.
El salón está decorado con sencillez y buen gusto. Mesas
correctamente enmanteladas, fotos de La Poma y de su heroína musiquera en
las paredes, vitrinas con artesanías locales y buena
música (esta vez Joaquín Sabina). Pepe sale a nuestro encuentro. Es el
responsable de la cocina. En algún pasado que no he podido determinar, ha
aprendido a cocinar en la ciudad de Salta; pero ahora exhibe con orgullo su
condición de cocinero local.
¿Ha nacido en La Poma? No lo sé, es más, creo que no, pero
manifiesta una identidad pomeña indudable en cada gesto. “Vengan, nos dice, que
les voy a mostrar mi casa”. Nos conduce a la terraza. Hace un gesto como quien
despliega una cortina en el aire. Vemos que una cuadra más allá el pueblo se
termina; vemos la quebrada por donde surca el Río Peñas Blancas, algo apurado
por llegar al Calchaquí; vemos los
cerros, los Volcanes Gemelos... y escuchamos su voz que nos dice “Esta es mi
casa”.
Comimos muy bien. Un cabrito al horno con el sabor de la cocina de
una abuela y la mejor humita en chala de todo el viaje.
El tiempo tiene otra dimensión en esa casa. Pepe sale de la cocina
para ver si estamos satisfechos y empieza a hablar. Cuenta de las lecciones de
humildad que le dio doña Eulogia con su ejemplo de vida. Cuenta la historia del
terremoto de 1930. Fue la noche de Navidad. Hubo solamente 13 sobrevivientes.
La Poma tiene ahora 615 habitantes y todo el Departamento llega poco más de
1700. El 80% son niños... “Nos estamos recuperando de la catástrofe...”
No sé qué pensar, pero me llevo la imagen de que aquel hecho,
ocurrido hace 85 años, vibra aún como un trauma en la ciudad... o por lo menos
en la mente de Pepe.
Tomamos el camino de regreso, volvemos por donde hemos ido.
Los Volcanes Gemelos, el Puente del
Diablo y la entrada a los Graneros del Inca. Lamentamos no tener más
información sobre este lugar, como por ejemplo a qué distancia está el
yacimiento arqueológico de la ruta... En fin, seguimos de largo satisfechos ya
con lo vivido en la jornada. Volvemos a Cachi con algún tiempo para dedicar a
la ciudad.
No conocía la historia, conocía las fotos de las puertas con candado, tan sugestiva (tengo varias en mi archivo de fotos). Se entiende así el revés de la medalla. Un saludo y gracias, Adriana De Caria
ResponderEliminarGracias, Adriana, por tus comentarios.
EliminarImpresiona ver esos candados en un pueblo que suponíamos abandonado...